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Europa :: 05/08/2023

Giros de la propaganda

Nahia Sanzo
El informe diario de la inteligencia británica achaca las dificultades de la contraofensiva a la vegetación que ha crecido en los campos del sur de Ucrania

El pasado domingo, 30 de julio, Ukrainska Pravda titulaba: “El ISW analiza cómo Rusia distorsiona la información sobre la contraofensiva ucraniana”. El medio, uno de los diarios de referencia de Ucrania, se basaba en el último informe del Institute for the Study of War (ISW) -posiblemente el think-tank más citado por los medios occidentales en el seguimiento de la guerra a pesar de haber mostrado serias carencias y exageraciones en su cobertura- para refutar el discurso ruso y, sobre todo, para mantener la línea de la narrativa de victoria ucraniana. Esta semana se cumplen dos meses desde la reanudación de las hostilidades a gran escala -la famosa contraofensiva- en el frente central, el de Zaporozhie, donde las tropas ucranianas no han logrado, como esperaban, un ataque rápido y el deseado colapso del ejército ruso.

Con el inicio de la ofensiva, Kiev ansiaba, no solo romper el frente prioritario, sino aprovecharse de la superioridad numérica que mantiene, incluso a pesar de la movilización rusa, para borrar también los avances de las tropas de la Federación Rusa en las semanas anteriores. En mayo, Rusia había logrado su principal éxito ofensivo desde hacía meses y finalmente había capturado la ciudad de Artyomovsk, ahora completamente destruida y prácticamente deshabitada.

Sin embargo, en medio de una creciente disputa pública entre Evgeny Prigozhin y Sergey Shoigu, las tropas de Wagner, que dirigían el asalto, se retiraron de la ciudad de forma prácticamente inmediata, sin dar posibilidad a consolidar los flancos de Artyomovsk ni a expulsar a las tropas ucranianas de los alrededores. Allí luchaba, por ejemplo, la brigada de las Fuerzas Armadas de Ucrania comandada por el coronel Andriy Biletsky, líder del movimiento Azov. La presencia de tropas ultranacionalistas, posiblemente las más ideológicamente motivadas para luchar contra Rusia, dejaba clara la intención de continuar luchando en ese sector.

Es probable que, como hiciera en el caso de Soledar, cuya pérdida no se anunció oficialmente hasta una docena de días después de los hechos, Ucrania esperara recuperar el terreno de forma rápida tras la retirada de Wagner o decidiera no anunciar esa derrota táctica hasta disponer de buenas noticias con las que mitigar el golpe. Artyomovsk nunca fue una ciudad estratégica, pero la narrativa ucraniana había hecho de ella un objetivo simbólico. Tanto es así que el comandante de las fuerzas terrestres, Sirsky, lo ha señalado repetidamente como objetivo prioritario.

En mayo, el comandante anunciaba que las tropas rusas se encontraban prácticamente sitiadas, semi cerco que anunciaba otra vez como gran noticia en junio sin importar la incoherencia de haber anunciado eso mismo semanas antes. La prensa occidental, siguiendo al pie de la letra el parte de guerra ucraniano, anuncia periódicamente estratégicos avances ucranianos en el sector, especialmente en la pequeña localidad de Klescheevka, que no acaba de caer del lado ucraniano y donde las tropas no logran avanzar hacia territorio ruso.

Ucrania no ha logrado borrar, de momento, el principal éxito ofensivo ruso de 2023 y se enfrenta ahora al defensivo: la defensa preparada durante meses a la espera de una ofensiva en la que siempre supo cuáles serían las direcciones principales y secundarias. Sin posibilidad de sorpresa, ni la cobertura aérea necesaria para llevar a cabo una gran ofensiva terrestre, las columnas blindadas ucranianas, lideradas por pequeñas cantidades de tanques occidentales escoltados por otros de fabricación rusa, avanzaron sobre el campo abierto de Zaporozhie para acabar chocando con los campos de minas y la superioridad artillera rusa.

La gran cantidad de imágenes disponibles y la insistencia de las autoridades y servicios de inteligencia de los países occidentales en dar a conocer rápidamente todo mínimo avance ucraniano facilita observar la situación sobre el terreno y comprobar cuál es el estado de la contraofensiva. Nunca ha sido necesario acudir a las fuentes rusas para comprobar la decepción que, por el momento, está suponiendo el ataque ucraniano para sus socios occidentales.

Medios estadounidenses como The New York Times, The Washington Post, Politico, CNBC o Time y británicos como The Telegraph han publicado ya análisis en los que admiten las elevadas pérdidas de material, la dificultad para superar las barreras de minas rusas o el daño que causa la artillería rusa. Incluso The Kyiv Post ha publicado reportajes sobre las elevadas bajas que está sufriendo Ucrania en su enfrentamiento con Rusia que, según los soldados a los que cita, equivalen a cuatro o cinco ucranianos muertos para avanzar cien metros.

Como puede observarse incluso con los partes de guerra ucranianos, en los que no hay grandes anuncios de avances, hay sectores enteros del frente en los que las tropas ucranianas atacan, pero ni siquiera consiguen avanzar esos escasos metros. Es más, la única declaración realmente favorable a Ucrania que se ha producido en estos últimos dos meses ha sido la de Evgeny Prigozhin, que antes de que su ejército privado se amotinara contra el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa habló de ruptura del frente y aproximación ucraniana a Crimea. Un mes después de aquellas palabras, no hay signo de esos movimientos, que no eran más que la justificación del dueño de Wagner para el amotinamiento que sus soldados se preparaban para realizar.

Sin embargo, según Ukrainska Pravda, “los analistas apuntan que el llamado espacio informativo ultranacionalista ruso parece estar uniéndose para promover las narrativas del Kremlin dirigidas a presentar la contraofensiva ucraniana como un fracaso, exagerando crecientemente las pérdidas ucranianas y minimizando las bajas y carencias rusas”.

Curiosamente, el espacio informativo nacionalista ha sido, desde el inicio de la operación militar especial, uno de los más críticos con la actuación rusa y repetidamente ha acusado al Kremlin y al Ministerio del Interior de obligar a las tropas a luchar con una mano atada a la espalda. Los medios y canales de las redes sociales vinculados a Evgeny Prigozhin son el ejemplo más claro, pero no el único.

Es interesante también el segundo argumento, ya que la exageración de las bajas ajenas y la negación de las propias ha sido una práctica compartida por ambas partes del conflicto. Esas cifras dadas a diario por los ministerios de defensa de Ucrania y de Rusia son, por definición, parte de la guerra informativa.

Sin embargo, durante muchos meses, las cifras dadas por Ucrania han sido publicadas y dadas por ciertas en la prensa occidental. Esos datos han desaparecido en los últimos meses de los titulares de la prensa, posiblemente por lo alocado de las cifras, que no buscan el más mínimo realismo ni coherencia con las dadas por sus propios aliados. Eso sí, como recogía un reciente artículo publicado por el Quincy Institute, permanece la práctica de ocultar las bajas ucranianas, un secreto de Estado que los periodistas han renunciado a investigar.

Unas horas después de la publicación del artículo de Ukrainska Pravda sobre la manipulación nacionalista rusa, Time publicaba un artículo en el que afirmaba que “los problemas de la contraofensiva ucraniana no pueden arreglarse solo con más armas y entrenamiento”. El hecho de que sea la prensa occidental, la misma que sigue protegiendo a Ucrania ayudándole a ocultar el coste real de la guerra en términos de bajas, quien esté mostrando las carencias ucranianas es prueba suficiente del resultado de estos dos meses de contraofensiva.

“Una batalla intensa se ha propagado esta semana en el sudeste de Ucrania mientras Kiev intentaba realizar un gran empuje para recuperar territorio con una nueva inyección de tropas entrenadas y equipadas por Occidente, pero aún sin signos de ningún gran avance”, escribía ayer The Washington Post. Tras los HIMARS, los Patriot y los Leopard, las tropas entrenadas en Occidente son la nueva wunderwaaffe de Ucrania y sus socios para lograr lo que dos meses de ataques no han conseguido. Frente al blitzkrieg que Kiev deseaba, la contraofensiva ha entrado en las trincheras, obligando a Ucrania a modificar su táctica.

Por el momento, ese cambio solo ha logrado frenar, o ralentizar, la sangría de pérdidas materiales. Salvo contadas excepciones, las grandes columnas blindadas, que eran blanco fácil para la artillería y los drones kamikaze de Rusia, han dejado paso a otro tipo de ataques. Parece haber amplio consenso incluso entre los analistas occidentales en que el cambio tampoco aún ha dado grandes resultados. Difieren, eso sí, las causas con las que se explica el bloqueo.

La culpa es del pasto

El miércoles, ya sin ninguna intención de dar la más mínima apariencia de seriedad, el informe diario de la inteligencia británica achacaba las dificultades ucranianas a la vegetación que ha crecido en los campos del sur de Ucrania desde que comenzó la guerra.

En un tono algo más profesional, The New York Times, que ha querido ver éxitos estratégicos en la captura de aldeas de apenas un centenar de habitantes, se lamentaba del estado de la ofensiva. Siempre desde la sensación de superioridad del equipamiento, personal y tácticas estadounidenses frente a las rusas, el medio buscaba las causas de la situación.

“Los funcionarios de Biden esperaban que las nueve brigadas entrenadas por Occidente, alrededor de 36.000 efectivos, mostrarían que la forma de hacer la guerra de EEUU es superior a la aproximación rusa. Si los rusos tienen una estructura de comando rígidamente centralizado, los norteamericanos enseñaron a los ucranianos a empoderar a los soldados experimentados para tomar decisiones rápidas en el campo de batalla y desplegar tácticas de armas combinadas -ataques sincronizados de infantería y fuerzas blindadas y artilleras”, explica el medio, lamentándose del “riesgo que puede suponer” para Ucrania “volver a sus viejas tácticas”.

Se repite así la constante de que cada éxito ucraniano es achacado a las armas o tácticas occidentales y cada fracaso se explica acusando a Ucrania de volver a su pasado, es decir, a las tácticas rusas o soviéticas.

slavyangrad.es

 

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