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Nacionales E.Herria :: 11/04/2019

Las cloacas del Estado y el espionaje político

Pablo Gartzia
Cuando en Euskal Herria en los años 80 y 90 se estuvo espiando a la Izquierda Abertzale muchos de los que ahora se llevan las manos a la cabeza callaban

Hay mucha gente que vive en la ilusión de que España es un Estado democrático, moderno y de derecho; donde todas las opciones políticas tienen las mismas oportunidades para ganar o perder unas elecciones. Hay otra gente que se cree que su opción política pierde las elecciones porque una empresa privada que solo gestiona la informatización de los datos electorales les roba votos. Pero muy poca gente se da cuenta que lo que hay en el Estado Español no es una democracia sino una “democracia” liberal burguesa que está diseñada para que la burguesía siempre gane las elecciones sin tener que recurrir a la trampa cutre de amañar las elecciones y recubriéndolo todo con un manto de legalidad democrática formal.

Ahora algunos están conociendo por la prensa lo que muchos llevamos décadas denunciando, que los Servicios de Seguridad del Estado se dedican al espionaje ilegal de partidos y líderes políticos incómodos para el Estado. Ni Pablo Iglesias ni PODEMOS son un ejemplo ni de líder revolucionario ni de partido revolucionario, sus propuestas políticas en 2019 no dejan de ser las propuestas de cualquier partido socialdemócrata al uso, pequeñas reformas para que la estructura capitalista se mantenga intacta. El problema es que la política y la sociedad mediatizada está tan escorada hacia la derecha y la extrema derecha que PODEMOS es presentado por algunos políticos y medios de comunicación poco menos como si fuera el Partido Bolchevique de Lenin en los albores de aquel octubre de 1917.

Pero, aun así, sin representar peligro alguno contra las estructuras del modelo capitalista o contra la unidad de eso que llaman España, las “cloacas del Estado” no han dudado lo más mínimo en espiar tanto a Pablo Iglesias como a Irene Montero en su domicilio, como en espiar y crear noticias falsas para desprestigiar a la formación morada. Esto está provocando una ola de indignación entre sectores progresistas de la población española y es algo positivo. Pero hay un pero.

Cuando en Euskal Herria en los años 80 y 90 y parte de la primera década de los años 2000 se estuvo espiando a la Izquierda Abertzale (Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y Batasuna) muchos de los que ahora se llevan las manos a la cabeza callaban en el mejor de los casos y en otros lo aplaudían y justificaban sin ningún rubor.

El 31 de marzo de 1998 se descubrió de manera casual por unas obras en la sede de Herri Batasuna de Gasteiz unos sistemas de escuchas del CESID (ahora CNI). Este espionaje político, totalmente ilegal, fue justificado en abril de ese mismo año por el presidente del Gobierno español, José María Aznar, que afirmó en el Congreso de los Diputados que el “CESID cumplía con su obligación al espiar a HB”. Tenemos que recordar al lector que por aquellas fechas Herri Batasuna era una formación política legal e inscrita en el Ministerio del Interior con centenares de concejales por toda Hego Euskal Herria (Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa), decenas de junteros, varios diputados a los parlamentos vascongado y navarro y algún que otro diputado en Madrid.

Está de más decir que éste no fue el único caso de espionaje de los servicios de seguridad españoles contra la Izquierda Abertzale, ni antes ni después de este escándalo que sentó en el banquillo a los tenientes generales Emilio Alonso Manglano Javier Calderóndirectores del CESID con el PSOE y con el PP respectivamente.

Durante muchos años la sociedad española totalmente mediatizada con el “problema vasco” no tuvo reparos en excusar políticas de guerra sucia del Estado contra la disidencia vasca y por supuesto sobra decir que de aquellos polvos estos lodos. Cuando se da carta blanca a unos señores con responsabilidades en los aparatos policiales y de seguridad para que puedan operar al margen de la ley contra un partido político porque claro “los etarras no sé qué…” se termina creando una maquinaria muy bien engrasada en la cloacas del Estado que lo mismo sirve para incendiar un rascacielos para librar a un banquero de ir a la cárcel, como de espiar a partidos políticos que no gustan a los que manejan realmente el Estado.

No quiero terminar este articulo sin dar un pequeño toque de atención al lector, nunca hay que justificar la “guerra sucia” de un Estado burgués contra disidentes políticos, ya sean los independentistas catalanes o vascos, los sindicalistas andaluces del SAT o la formación morada de Pablo Iglesias. Si dejamos crecer al monstruo fascista este terminará por devorarnos a todos sin importarle nada.

Pablo Gartzia

 

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