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Pensamiento :: 23/05/2019

El fascismo como problema teórico y práctico

Antonio Torres
Que Vox no tenga el mismo discurso que Le Pen o Salvini se debe a que ha encontrado, en el contexto del Estado español, una fórmula de éxito diferente

Por muy actual y poderoso que sea en muchos países, el viejo fascismo ya no es el problema de nuestro tiempo. Se está instalando un neofascismo en comparación con el cual el antiguo quedará reducido a una forma folklórica”, Gilles Deleuze, 1977.

Términos como “auge del fascismo”, “auge de los populismos” o de la “extrema derecha” se han convertido en más que habituales de un tiempo a esta parte, y mucho más en el Estado Español tras la irrupción institucional de Vox. La borrachera de términos con los que se trata de explicar diferentes fenómenos ha abierto unos debates que transcienden lo meramente académico, ya que plantean cómo hacer frente en la práctica, desde la izquierda revolucionaria, a los diferentes movimientos reaccionarios.

La borrachera de términos con los que se trata de explicar diferentes fenómenos plantean cómo hacer frente en la práctica, desde la izquierda revolucionaria, a los diferentes movimientos reaccionarios

Aclararnos supone un complejo ejercicio, ya que podemos caer en estériles debates sobre significantes y no sobre significados. Además, a ello se añade una dificultad más que ya Marx apuntaba de todo movimiento social o político en El 18 de Brumario de Luís Bonaparte, a saber: “Y así como en la vida privada se distingue entre lo que un hombre piensa y dice de sí mismo y lo que realmente es y hace, en las luchas históricas hay que distinguir todavía más entre las frases y las pretensiones de los partidos y su naturaleza real y sus intereses reales, entre lo que imaginan ser y lo que en realidad son“. Esta cuestión señalada por Marx es de capital importancia para un análisis certero del fascismo, y sobre todo, para saber a qué nos enfrentamos realmente.

El término fascismo es genérico. Con él, comúnmente, se pretende englobar a las diferentes experiencias que durante el periodo de entreguerras reaccionaron ante las democracias liberales, suprimiéndolas; el fascismo sería una reacción a la modernidad liberal, se podría decir en el plano más ideológico. Seguramente a esta visión simplista se le pueden añadir características como el nacionalismo extremo –explotando los resentimientos nacionales-, una visión del Estado como superador de las luchas de clases (corporativismo), el proteccionismo económico, el irracionalismola glorificación e idealización del pasado, el racismo, el machismo o el antisemitismo. Es aquí donde podemos perdernos entre qué es lo medular y lo esencial al fascismo, cómo la propuesta fascista se ha vehiculizado o qué elementos ha utilizado para trasladar su visión y su programa y, por último, lo que podríamos denominar como el atrezzo, es decir, la puesta en escena, algo que tanto el fascismo italiano como el nacionalsocialismo alemán cuidaron al milímetro. Los fascismos ibéricosOliveira Salazar y Franco, no harían gala del derroche estético de Mussolini y Hitler.

El término genérico “fascismo” pretende englobar a las diferentes experiencias que durante el periodo de entreguerras reaccionaron ante las democracias liberales, suprimiéndolas

Frecuentemente, y teniendo en cuenta lo expuesto en el párrafo anterior, se tiende a considerar el fascismo como un fósil político e ideológico de los años 20 y 30 del siglo pasado. Desde este punto de vista, que tiende a primar muchas veces lo estético o lo coyuntural, el fascismo como fenómeno político e ideológico no habría evolucionado. Por tanto, solo se podría considerar como fascista a aquel movimiento político que pretendiera imitar lo que fue el fascismo italiano o el nazismo alemán.

Lo medular en el fascismo

En los recientes debates sobre la caracterización de Vox en el Estado español nos hemos encontrado con que hay un importante sector de la izquierda revolucionaria que no consideraría a Vox fascista por su clara apuesta neoliberal, distinguiéndose también no solo del fascismo clásico, sino también del FN –hoy Agrupación Nacional– de Marine Le Pen o de la Lega de Matteo Salvini. La apuesta neoliberal de Vox le haría estar fuera de la crítica al globalismo y a las grandes instituciones transnacionales, como el FMI, el Banco Mundial o la Unión Europea, propios del fascismo. También, nos encontramos con quienes desde una visión puramente estética del fascismo niegan que Vox lo sea por no adoptar una estética futurista o propia de la llamada “tercera posición”, otro término todavía más problemático que el fascismo. Igualmente, habría quienes niegan que Vox sea fascista por su apoyo decidido al Estado de Israel y al sionismo.

Habría que considerar la posibilidad de propuestas fascistas que acepten el neoliberalismo y el llamado globalismo, adaptándose como sería lógico a una evidente evolución social y económica propia de la coyuntura actual

Todas estas observaciones plantean los siguientes problemas: a) considerar, como hemos indicado antes, el fascismo como un fenómeno no evolucionado desde los años 20/30 del siglo pasado; y b) considerar que el fascismo, o los fascismos clásicos, tuvieron una visión económica clara y definida. La primera observación nos lleva a considerar que el fascismo ha podido necesariamente mutar sus formas conservando su esencia, es decir, que habría que considerar la posibilidad de propuestas fascistas que acepten el neoliberalismo y el llamado globalismo, adaptándose como sería lógico a una evidente evolución social y económica propia de la coyuntura actual. La segunda observación nos remite necesariamente a lo errático que fueron los fascismos en cuanto a política social y económica, dándose importantes diferencias por ejemplo entre Italia y Alemania, y no digamos entre otras experiencias como RumaníaHungríaPortugal o el Estado español. Resumir aquí la política social y económica del fascismo resulta complicado; para empezar, no existe un acuerdo generalizado entre los estudiosos que nos permita claramente establecer unas líneas básicas, quizá debido a lo que hemos expuesto anteriormente. A pesar de ello, nos podríamos aventurar a destacar algunas notas características:

En lo que se refiere al Estado español, hoy no podemos entender el poder de la oligarquía española y de sus multinacionales sin lo que supuso el Franquismo

Es cierto y nadie pone en duda el papel económico y social del Estado en los fascismos controlando la producción y asignación de recursos, así como nacionalizando determinados sectores industriales estratégicos, lo que no significa de ningún modo, no ya que se elimine la iniciativa privada, sino que ésta tenga un papel fundamental en el fascismoLas viejas experiencias fascistas fueron el momento culmen de las grandes oligarquías, tanto en Italia como, muy especialmente, en Alemania (Siemens, BMW, Porsche, Volkswagen, Opel, Bayer, Krupp, etc.). En lo que se refiere al Estado español, hoy no podemos entender el poder de la oligarquía española y de sus multinacionales sin lo que supuso el Franquismo; tal y como nos explica Oriol Malló en El cartel español. Historia crítica de la Reconquista de México y América Latina (1898-2008): “Todas las multinacionales españolas presentes en América Latina son, en última instancia, hijas del triunfo de la insurrección fascista en España de 1936. El BBVA, el Banco de Santander, Abengoa, Iberdrola o Unión Fenosa comparten este elemento fundacional. El ciudadano medio apenas imagina que la mayoría de consorcios que dominan la economía española surgen del triunfo franquista en la guerra civil“.

En general, la crítica marxista a las diferentes variantes keynesianas es válida para la crítica económica a las experiencias fascistas, ¿o acaso el Programa de Reinhardt ideado por el economista jefe de los nazis, Hjalmar Schacht, no era una réplica, un calco, del New Deal de Roosevelt?

Por otro lado, se están publicando estudios sobre las privatizaciones llevadas a cabo por el régimen nazi durante la década de los 30 del siglo pasado, como es el caso de Germà Bel con Against the Mainstream: Nazi privatization in 1930s Germany, que vendrían a revertir esos consensos sobre las políticas fascistas.

La demagogia y la falta de un discurso coherente por los fascismos hizo que en la práctica se enfrentaran a la contradicción entre lo nacional y lo comunitario; y en lo social y económico, favorecer el bienestar de toda la nación, y por otro lado, el individualismo, es decir, la exaltación de lo individual, promoviendo la iniciativa económica de aquellos individuos que se estimaban superiores, frente a los que no.

El fascismo, o los fascismos, pretenden ante todo una mayor explotación de la clase obrera, un mayor trasvase de plusvalías

Más allá de discursos sobre la conciliación de clases y de la preeminencia de la nación, a los que todos los individuos, independientemente de su clase, se debían, los fascismos fueron el aplastamiento de las organizaciones obreras, de partidos, sindicatos y asociaciones de clase. Si tenemos en cuenta lo dicho anteriormente en lo que a las oligarquías se refiere, el fascismo, o los fascismos, pretenden ante todo una mayor explotación de la clase obrera, un mayor trasvase de plusvalías. Pero cuidado, los fascismos no solo se sirvieron de la represión, también utilizaron mecanismos de incorporación y de consenso; desde la demagogia nacionalista y racista, hasta determinadas políticas parciales y excluyentes para el bienestar social de la clase obrera. Al respecto de esto último, el periodista Antonio Maestre publicó un artículo en el que analizaba brevemente la política social de los nazis, destacando el interés que puso la Alemania nazi en las políticas sociales. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que dichas políticas, en la inmensa mayoría de los casos, fueron meramente asistenciales, eran excluyentes, y se circunscribieron en un estado general de fuerte contracción del consumo obrero y popular, tal y como sostenía el economista marxista C. Bettelheim en La economía alemana bajo el nazismo.

En relación a la tendencia de los fascismos al aumento de la cuota de explotación y al trasvase de mayores plusvalías, llegando en no pocos casos a la superexplotación, el historiador italiano Gaetano Salvemini afirmaría que en el fascismo el Estado pagaba por los errores de las empresas privadas y que generalmente las perdidas tendían a socializarse, ¿les suena de algo?

Si bien el proteccionismo ha sido un rasgo destacable de las experiencias fascistas, éstas siempre tuvieron aspiraciones globales, ya que tanto la economía para la guerra, como el expansionismo territorial y el supremacismo iban en función de unos intereses de clase con unas no disimuladas aspiraciones globalizadoras

Sin duda el proteccionismo ha sido un rasgo destacable de las experiencias fascistas y que hoy los herederos de esas experiencias tratan de destacar frente a la llamada globalización. Sin embargo, las experiencias fascistas siempre tuvieron aspiraciones globales, ya que tanto la economía para la guerra, el expansionismo territorial y el supremacismo iban en función de unos intereses de clase con unas no disimuladas aspiraciones globalizadoras. Por otro lado, el proteccionismo no fue en absoluto un freno a la penetración de empresas extranjeras, que se hicieron de oro gracias a sus acuerdos con los gobiernos fascistas; el caso alemán es paradigmático: IBM, Coca Cola, General Motors, etc. Y no hablemos de la España franquista.

En resumen, ¿qué es lo medular al fascismo?, ¿unos determinadas políticas económicas?, ¿el racismo supremacista?, ¿el autoritarismo? Llegados a este punto, no tenemos más remedio que acudir a un clásico, al comunista búlgaro G. Dimitrov y su Informe ante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935, conocido como La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo. Al respecto queremos destacar: a) el fascismo como la “dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero; b) “El fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales”; c) “El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país”; d) “La subida del fascismo al poder no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía -la democracia burguesa- por otra, por la dictadura terrorista abierta. Pasar por alto esta diferencia sería un error grave, que impediría al proletariado revolucionario movilizar a las más amplias capas de los trabajadores de la ciudad y del campo para luchar contra la amenaza de la toma del poder por los fascistas, así como aprovechar las contradicciones existentes en el campo de la propia burguesía. Sin embargo, no menos grave y peligroso es el error de no apreciar suficientemente el significado que tienen para la instauración de la dictadura fascista las medidas reaccionarias de la burguesía que se intensifican actualmente en los países de democracia burguesía, medidas que reprimen las libertades democráticas de los trabajadores, restringen y falsean los derechos del Parlamento y agravan las medidas de represión contra el movimiento revolucionario”.

Gramsci coincidiría con Dimitrov en señalar tres cuestiones: el fascismo es funcional a la gran oligarquía; el fascismo se dirige contra el movimiento obrero organizado y contra una perspetiva revolucionaria concreta o potencial; y por último, el fascismo surge de la crisis, no solo meramente económica, sino de la consecuente crisis política.

Por tanto, la esencia medular del fascismo es la que nos cuenta Dimitrov en cuanto a su carácter de clase. A partir de aquí, las propuestas fascistas se han ido articulando en base al nacionalismo excluyente, el racismo, el machismo, etc. Pero Dimitrov , aunque nos ofrece un marco general, nos vemos en la necesidad de completarlo, y en este sentido, Gramsci cumple perfectamente esa función. Gramsci coincidiría con Dimitrov en señalar tres cuestionesuna, que el fascismo es funcional a la gran oligarquía; la segunda, que se dirige contra el movimiento obrero organizado y contra una perspectiva revolucionaria concreta o potencial; y por último, que el fascismo surge de la crisis, y no solo de la crisis meramente económica, sino de la consecuente crisis política (capitalismo en descomposición). Pero además, Gramsci, ahondando en la complejidad del fenómeno, y desde la perspectiva italianaidentificaría el fascismo como una revolución pasiva, es decir, con toda una serie de cambios, fundamentalmente institucionales, cuyo fin es evitar un proceso revolucionario y preservar el poder del capitalPara Gramsci, y esto es sumamente importante, el fascismo no tendría una ideología original, siendo deudor, especialmente en el caso italiano, de corrientes políticas y artísticas anteriores. En cuanto a las relaciones de clase, consideraría el fascismo como un fenómeno nacido entre la pequeña y la mediana burguesía urbana, por precisas razones históricas, y que se desarrollaría con el apoyo de los grandes propietarios de tierras y del gran capital industrial, considerando igualmente que la burguesía en su relación con el fascismo no se podía considerar como un todo homogéneo.

El atrezzo de los fascismos

Los fascismos, hoy como ayer, necesitan de una puesta en escena, de una estética y discurso capaz de, en cada momento, captar la atención y la adhesión de las masas. Por eso es sorprendente que para algunos analistas la cooptación parcial de los discursos izquierdistas por parte de la extrema derecha, caso de Le Pen o Salvini, sea algo novedoso. No lo es en absoluto; como hemos visto, tiene unos claros antecedentes históricos.

Los fascismos buscan en todo caso una fórmula ganadora, la que sea, con la que atrapar a las masas. Tanto el FN, hoy AN, como la Lega, han atravesado por fases diferentes, discursos muy diferentes y en no pocas ocasiones muy enfrentados. Que Vox no tenga el mismo discurso que Le Pen o Salvini se debe fundamentalmente a que ha encontrado, en el contexto del Estado español, una fórmula de éxito diferente, nada más y nada menos. En el fenómeno de Vox, pesa considerablemente el ser una escisión del Partido Popular y el saber explotar las contradicciones de un determinado electorado de derechas desencantado. Por supuesto, en el Estado español existen partidos más cercanos a Le Pen o Salvini, como pueda ser la coalición ADÑ, pero a diferencia de Vox, no han encontrado el camino del éxito y difícilmente serán reconocidos por la Lega o la Agrupación Nacional de Le Pen como el “partido hermano”. Teniendo en cuenta esta cuestión, si llegado el momento Vox considera oportuno tener otro tipo de discurso, lo tendrá, sin lugar a dudas.

Que Vox no tenga el mismo discurso que Le Pen o Salvini se debe fundamentalmente a que ha encontrado, en el contexto del Estado español, una fórmula de éxito diferente, nada más y nada menos

Detrás de todos ellos, de Salvini, de Le Pen o de Abascal, un nombre: Steve Bannon, el ex asesor de Trump, el George Soros de la autodenominada “derecha alternativa” (la alt right).

Hay que tenerlo claro, los programas políticos para los fascismos no son importantes, lo importante es el discurso y la estética con las que atrapar al pueblo. 

Para el antifascismo es fundamental desmontar el atrezzo fascista y no sucumbir ni a su discurso ni a su estética. Esto quiere decir que, en ningún caso, podemos dar la bienvenida a determinadas medidas, como por ejemplo pasó con el llamado Decreto de la Dignidad italiano, ni tampoco podemos asimilar, dándole un barniz de izquierda, los discursos anti inmigración. En el primer caso, nos encontramos con una medida que, aunque puede tener aisladamente elementos positivos, no afecta en lo más mínimo al poder de la oligarquía ni al de las multinacionales, tal y como algunos alegremente afirmaron; al respecto, AnguitaMonereo Illueca en el Estado español jugaron peligrosamente a la confusión, no solo blanqueando a la Lega sino también concediendo una credibilidad progresista y de izquierdas a medidas que eran totalmente inocuas al poder del gran capital. En el segundo caso, en el de la inmigración, no se trata de asumir determinados discursos buenistas y simplistas, pero tampoco de abandonar el discurso de clase -internacionalista proletario- culpabilizando al trabajador inmigrante y asumiendo bulos y discursos alarmistas que nada tienen que ver con la realidad objetiva.

La lucha antifascista

Quien no esté dispuesto a hablar de capitalismo, tampoco debería hablar de fascismo” M. Horkheimer

Este artículo no pretende cerrar un debate dejando claro para siempre determinados conceptos. Nuestra intención no ha sido cerrar ningún debate, sino alimentarlo para unirlo a una práctica antifascista y revolucionaria.

Dos cuestiones son fundamentales ahora mismo para el movimiento antifascista: 1) desde el punto de vista teórico evitar dos posiciones simplistas y dañinas, esto es, evitar reducir la lucha de clases a una mera cuestión económica, o más bien economicista, despolitizando y desideologizando la lucha de clases y negando las diferentes opresiones; y la otra, es la posición contraria, negar la globalidad de la lucha de clases, fragmentando y aislando luchas y colectivos, y sobre todo, negando las clases y las relaciones de clase como elemento fundamental y determinante, en última instancia, de un sujeto político. 2) Desde sectores del populismo postmoderno se ha querido dividir el movimiento antifascista, especialmente desde la irrupción de Vox en el parlamento andaluz, entre un llamado “antifascismo inteligente” y otro “sentimental”. El peligro de introducir esta división artificial es evidente, porque con ello se quiere despolitizar y desideologizar al movimiento y reconducirlo todo a los caprichos de una burocracia institucionalizada en el régimen postfranquista español; como consecuencia, se pretende evitar un trabajo de base obrero y popular real que enlace con el hilo rojo de nuestras luchas. El “no pasarán” evidentemente no puede quedarse en una pose; el antifascismo no puede ser un gueto, tiene que ser popular, pero por eso, justamente tiene que ofrecer una propuesta de organización y lucha, y para ello tiene que estar armado de ideología y política por y para el pueblo trabajador.

 

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