El 20J y el miedo a pelear

Este texto aspira a ser una reflexión desde una perspectiva inequívocamente libertaria sobre la huelga general del 20 J, sobre esa huelga que la izquierda ha corrido a alabar presurosa y el gobierno de los patronos no a tardado en descalificar y certificar su fracaso. En esta situación, el movimiento revolucionario(aunque sea pretencioso afirmar que existe algo así)ha adoptado sin demasiado entusiasmo la postura de los sindicatos y la oposición, seguramente por tanta negociación a espaldas de l@s trabajador@s y por tanta lucha virtual que no era mas que la convocatoria que debía respaldar a la facción socialdemócrata de l@s gestor@s del capitalismo español en sus pugnas por el reajuste de poderes en el seno de éste; la izquierda no es un compañero de viaje agradable, fiel ni justo, no se sabe si querrá dejar el viaje, cambiar de compañía, o si habrá que llevarle las maletas.

Con estas suspicacias y prejuicios acumulados, los grupos anticapitalistas se enfrentan a la ardua tarea de sacar conclusiones de una huelga general que habían deseado e impulsado, y en la que se volcaron. En el pajar del espectáculo de la política mediática, el proletariado debe encontrar la aguja de las lecciones históricas de este "conflicto" para la próxima vez golpear mas duro y en sitios más dañinos. Que los patrones y los sectores más reaccionarios hayan ladrado contra la huelga, y pedido medicina democrática contra los piquetes(esa que el gobierno recetó en el asalto a la sede de UGT la noche del 19 al 20,y esa que amablemente le fue dispensada a tod@s l@s detenid@s) no hace al paro radical, pero sí nos da una idea del nivel de fascistización al que ha llegado nuestra burguesía: tras tantos años de renuncias cotidianas de l@s explotad@s se le ha olvidado todo ese ramillete de derechos y libertades que antaño esgrimía asustada para convencer al proletariado de que aceptase la democracia de mercado y ahuyentar así el peligro de la revolución; ahora que ha perdido el miedo, el capital se muestra más arrogante y violento que nunca, sin ningún resquicio de la careta democrática que la izquierda tomaba como prueba de la posibilidad de la convivencia y del fin del antagonismo de clases.

Precisamente la feroz campaña represiva y de intoxicación que ha impulsado la derecha deja desnudos a la izquierda y al pacifismo, evidenciando que el capital solo quiere pactar cuando se ve amenazado, que los miserables que viven de ocultar y moderar la guerra social, los profesionales del pacto, el consenso y la tolerancia para con l@s am@s, se ven en el paro ante el desprecio de un@s y la rabia de otr@s. Roma no paga a traidor@s, pero si además ya no los necesita porque cree tener su imperio atado y bien atado, les insulta y desprecia, riéndose de quienes creyeron posible la paz entre desiguales y vieron en la gestión de ésta su chollo particular. En España, la democracia fue la dictadura del capital con ex-obrer@s metid@s a sindicalistas en los comités de empresa hasta que la clase a la que decían representar se desplomó por la retahíla de derrotas y humillaciones que tuvo que tragar para asegurar la Transacción y por el propio proceso capitalista de reorganización del trabajo, con la masiva precarización (nueva proletarización)dispersión y sometimiento de la mano de obra y la desregulación de las relaciones entre el nuevo proletariado y la clase dominante. Desplomada la fuente de sus pesadillas, el capital se entrega a una orgía de desenfreno y beneficio pasando por encima de las viejas promesas y concesiones a cambio de paz: derechos laborales, respeto a las libertades, búsqueda del consenso, etc...

Es por esto por lo que los sindicatos oficiales llaman a la huelga. Su legitimidad ante l@s trabajador@s depende de que el capital adorne las cadenas de vez en cuando, para así poder presentarse como la defensa de la clase obrera. Pero l@s explotador@s se han vuelto más arrogantes que nunca, se niegan a aflojar ni un ápice las cadenas y se ríen de las amenazas de la burocracia sindical, se ríen del bombero que anuncia que va a quemar la casa. La existencia de las centrales sindicales peligra: si no pueden asegurarle a l@s explotad@s una explotación menos humillante(si se puede gradar la humillación que supone venderse por un salario): ¿cuál es entonces su razón de ser? ¿cuál es el sentido de las subvenciones y mimos que el Estado les paga por mantener el orden en los tajos? Hay que reanimar por unas horas al proletariado que se encargaron de desarmar, para que pelee con la derrota asegurada, solo para poder negociar mejor. Al día siguiente todo seguirá igual, pero tal vez el gobierno sea prudente y se siente a la mesa a negociar con l@s sindicalistas las condiciones en las que nuestras energías e ilusiones se desperdiciarán produciendo jilipolleces que nadie necesita, pero que nos harán necesitar.

No obstante, el 20J había que salir a la calle. El proletariado -sí, ya sabéis. Esa clase que los banqueros desde Marbella dicen que no existe- se construye, constituye y desarrolla como clase solo mediante la lucha; solo la pelea contra l@s am@s y sus capataces nos proporciona el sentimiento de comunidad y unidad, y nos demuestra nuestra fuerza, dormida normalmente. Por eso cada conflicto, aunque sea falso y destinado a que las cosas cambien para que no cambie nada, es una magnífica oportunidad para que el orgullo y la rabia de l@s explotad@s se desborde de los democráticos cauces que l@s capataces sindicales preparan para evitar el conflicto real.
Pero el ser humano tiene por primer instinto el de la conservación, y no es de extrañar que exista miedo. Por eso nuestra primera tarea ha de ser la de evidenciar que los perros de la patronal no son omnipotentes, que junt@s y decidid@s somos mucho más fuertes l@s trabajador@s, algo que mucha gente ha olvidado o desconoce fruto de ese victimismo enfermizo de la izquierda que, partiendo de una supuesta debilidad, se ha dedicado ha predicar que el proletariado está indefenso sin papá estado, cuando éste es justamente el instrumento elemental de la dominación burguesa. Confundiendo su cobardía y su debilidad política con las de la clase, los líderes políticos y sindicales han hecho cundir una moral de derrota y miedo que le ha regalado la calle a la policía, a las bandas fascistas y a toda esa calaña de ciudadanos/matones dispuestos a enfrentarse con tod@ disidente. Por eso cada movilización se pretende más pacífica y democrática, porque se ha extendido la idea de que la confrontación física es el baluarte del capital y sus múltiples esbirros. Ahora más que nunca: "la moderación es miedo a tener que pelear".

El verdadero problema del proletariado es su nula moral de guerra, el convencimiento de que la lucha de clases hoy consiste en procesiones y elecciones. Bastará con que se generalice el convencimiento de que el choque es inevitable y que se puede ganar, para que l@s obrer@s encuentren los medios y las formas en las que librar dicha batalla. Es ahí donde entrábamos nosotr@s: se trataba de volcarse en los piquetes con entusiasmo y pasión para poner ante los lánguidos ojos de la mayoría la lucha de clases mas concreta y sencillamente materializada. La unidad en la base y la acción supera las ideologías y organizaciones, rompe el aislamiento y, pese a los dirigentes, contagia a l@s mas temeros@s del ardor de los activistas. No faltan los ejemplos de piquetes insulsos y democráticos que se animaron por la acción de un@s poc@s a los que se unieron trabajador@s exultantes por redescubrir su dignidad poniendo en jaque a las fuerzas de l@s ric@s. Más de un@ se fue a dormir la noche del 20J con la sonrisa casi olvidada de haber vivido intensamente por un día, de haberse demostrado a sí mism@ que no somos débiles corderillos asustados por los ladridos de las bestias uniformadas, que si nos plantamos no nos pisan. Este precioso experimento de contagio revolucionario solo se puede hacer si l@s trabajador@s nos sienten como compañer@s, es decir, si estamos junt@s en los conflictos reales. La conclusión a extraer es que cuando decidan sacudirse el yugo, siquiera momentáneamente, nos tendrán a su lado haciendo más fácil y divertida la tarea; pero cuando bajen la cabeza y balbuceen mierdas sobre la tolerancia y la paz social nos verán enfrente recordándoles a carcajadas que han vuelto al redil.

La Huelga General fue una victoria de l@s trabajador@s, pues nos permitió tejer lazos y recuperar la confianza en nuestr@s iguales, encontrarnos l@s antes desconocid@s siendo ahora herman@s que combaten junt@s. Por supuesto la Huelga fue un simulacro de incendio. Las llamas no tocaron el desorden capitalista ni amenazaron con extenderse por encima de los bomberos sindicales saltando esas estúpidas barreras temporales y reivindicativas con las que acotan cada acción para que l@s irresponsables obrer@s no se desmadren. Ni siquiera se pidió que los patronos no se embolsaran lo que perdimos de salario aquel día. Ni...

Pero, sinceramente, nadie esperaba algo así. De acuerdo con la situación de partida y las expectativas tan oscuras que presentaba el 20J, la verdad es que salimos fortalecid@s. Pero el capital sigue colonizando nuestras vidas, y posiblemente muchos corazones se adormezcan de nuevo con el verano y la tele, así que habrá que seguir participando en cada pelea, por pequeña o ridícula que parezca, con nuestra postura; llevando gasolina al fuego o encendiendo fuego en terrenos inflamables, para que nada sea lo que se esperan, para que empecemos a ser incontrolables.

Ludovico. Madrid

PD: saludos cariñosos al perro que murió en Leganés actuando contra un piquete.

 
         
   
 

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