Acerca de la guardia civil

x Ramiro Cañada - comunero

Ahora que amplias capas sociales están concienciadas acerca de la importancia del internacionalismo y de la lucha contra la globalización económica y política, no debemos olvidar las peculiaridades del estado español. Aireémoslas, que no se olvide la realidad concreta. El enemigo también está en casa.

En primer lugar, hay qué aclarar qué tipo de institución es la guardia civil. Se trata de una policía militar en sentido estricto, algo más que cuestionable en una sociedad democrática. Sus orígenes están en el siglo XIX. De manos de la oligarquía más rancia surge la idea de que es necesario proveer a las zonas rurales de un mayor control social y político, ya que, por una parte, las hambrunas son frecuentes, y, por otra, los campesinos comienzan a alinearse en torno al socialismo libertario o comunista. El hambre trae bandoleros y desocupados, y la explotación y sometimiento trae como consecuencia la posibilidad real de revueltas generalizadas en el campo.

Así, el Duque de Ahumada decide crear esa institución. El carácter militar se deja ver en la obsesión de sus códigos por la "respetabilidad" de sus miembros : indumentaria impecable repleta de símbolos de autoridad, intachabilidad de la conducta (dentro de lo que eran los cánones de la época, que en absoluto exigían un comportamiento democrático sino la fidelidad al absolutismo y la cultura religiosa española), el desprecio y "no trato" con "gentes de mala fama", etc. Es de destacar que este código se mantiene hoy en día con escasas variaciones.

Desde el principio queda claro también que el status militar de guardia civil va a impregnar la vida interna de la misma. Sus miembros pasan a depender de la justicia militar y no deben responder a la civil. La jerarquía es absolutamente rígida y preeminente en cualquier cuestión a zanjar. Esto trae varias consecuencias. La más clara es la impunidad de la que gozan las personas más altas en la jerarquía. Potencialmente pueden cometer todo tipo de delitos, abusos y corruptelas sin que nadie se atreva a denunciarlos por el miedo al castigo (los famosos correctivos que hoy día siguen vigentes). Aún en caso de denuncia, el tribunal militar es propenso (en este estado y en otros) a tratar con extraordinaria delicadeza a estas personas. Esto es posible debido a que los tribunales militares son opacos para la sociedad y claramente influenciables por el poder, que decide quién asciende y quién forma parte de ellos. Por otra parte, hay delitos que pueden considerarse especialmente graves y castigarse con prisión militar : dormirse en una guardia, insubordinación, deserción, etc. Además, los mandos deciden aspectos vitales de la vida de los guardias : turnos (y número de horas), cesión de pabellón, los correctivos antes citados por faltas menores que se juzgan subjetivamente, traslados... Así que es poco menos que imposible que un simple guardia se atreva a reclamar sus derechos y, más aún, denunciar abusos y corruptelas.

Pero no todo es negativo para los guardias civiles. Sus atribuciones y autoridad consiguen numerosos privilegios : negocios irregulares que nadie denuncia, trato de favor en diversos establecimientos (presumiblemente a cambio de hacer la vista gorda), derecho a la vivienda garantizado, plaza de funcionario, contrato indefinido, buen sueldo, posibilidades de ascenso si se cumplen las instrucciones dadas desde arriba y no se da problemas, más puntos en otras oposiciones si uno se cansa de la rutina...

En cuanto a sus funciones, además de servir al orden, la ley y el rey (textual de su himno y reglamento) son un instrumento más del estado para garantizar, según la constitución, la unidad del estado español, junto con el ejército. Así que, si vuelve a repetirse la situación de que una de las naciones del estado español se declara soberana e independiente, la guardia civil sería la encargada de reprimir ese levantamiento contra el orden constitucional español (como ya sucediera en la República con el pueblo catalán). Por muy democrático que fuera ese procedimiento. También llama la atención la existencia de una brigada de información, destinada a recabar datos acerca de activistas políticos de izquierdas y responsable de la elaboración de numerosos montajes policiales y mediáticos.

Desde su creación ha habido sectores del pueblo (organizados o no) que percibían claramente que la guardia civil era enemiga de las clases trabajadoras. El PCE llegó a pedir durante la República la disolución de la guardia civil. Sin duda, los asturianos recordarán haber oído las historias de la brutal represión que ejerció este cuerpo en el levantamiento de 1934. Y no sólo esto: la propia Enciclopedia de la Historia de la Guardia Civil recuerda (con orgullo, según el autor) que la guardia civil prohibía en Andalucía marchas de campesinos "enfurecidos e influenciados por el marxismo" y protegía personalmente a grandes terratenientes (caciques podría decirse) que eran constante punto de mira de los sindicalistas y dirigentes políticos de izquierdas. Muchas otras cosas relata esta enciclopedia, que pese a estar manipulada, no se molesta en ocultar algunos crímenes contra la democracia y el pueblo trabajador.

¿Y qué decir del papel del benemérito instituto en la guerra civil y la posterior dictadura? Todos sabemos que se sublevó contra la legitimidad de la República y se alineó con el ejército y la oligarquía española. Todos sabemos la persecución de los militantes políticos, sindicales y sociales que se oponían al régimen. La guardia civil era la institución emblemática del régimen, su personificación represiva.

Por todo esto, después de la transición se tuvo que proceder a un lavado de cara de esta institución. Por un lado, se pedía a los ciudadanos que se solidarizaran con las personas que eran objetivo de ETA. Por otro, se nos decía que la guardia civil había cambiado con el régimen. Pero, al igual que no se depuró la clase política franquista (Fraga, la corona, Suárez...) , tampoco se depuró la "benemérita". Siguieron en sus puestos los golpistas del posterior 23-F y los torturadores y asesinos de la dictadura. Hoy día, la represión cruel sigue existiendo. Quizás la escala sea más reducida (no se "toman" localidades, salvo Reinosa en la década pasada), pero la tortura planificada y sistemática sigue siendo habitual en las detenciones de activistas políticos y los malos tratos son habituales en los cuarteles (a los detenidos sociales tampoco se les trata asépticamente ni abundan las conductas estrictamente profesionales). Pero es difícil acabar con esa lacra desde dentro. En primer lugar, un supuesto guardia honesto que quisiera evitar las torturas y malos tratos debería denunciar a sus compañeros. Al margen de las innumerables complicaciones que le acarrearía en la vida cuartelaria (donde conviven todas las familias) debería responder ante sus superiores, ya que les salpicaría de alguna u otra forma por organizar o tolerar esas irregularidades. Y ya conocemos lo que significa eso: enfrentarse a correctivos, traslados, sanciones o sencillamente la expulsión.

La más clara expresión de la represión actual protagonizada por la guardia civil (aunque, como todas, organizada desde altas instancias del estado) es el GAL. En este caso se ejemplifican todas las obscenidades del cuerpo : Galindo se permitió traficar con droga, trata de blancas, abuso de poder, torturas y asesinato. ¿Cuál ha sido el resultado? ¿Ha sido condenado a los 500 años de cárcel que otras personas han tenido que afrontar por estos cargos? Los mecanismos de la impunidad quedan también patentes : justicia militar, miedo de guardias a testificar en su contra, delicadeza del poder y condescendencia del gobierno y administración, que permitieron que incluso fuera ascendido a general por el P.P. después de destaparse el escándalo.

En fin, que nadie debería olvidarse en este mundo globalizado de que el enemigo también, y sobre todo, está en casa. No vivimos en un estado democrático, y la guardia civil, junto con la monarquía heredada del franquismo, son ejemplos muy claros y fáciles de percibir. Digámoslo alto : No queremos guardia civil. No deseamos que alguien tenga la posibilidad de coaccionar, torturar o asesinar impunemente. Ni queremos que puedan ejercer turbios negocios sin rendir cuentas. Ni tampoco creemos que deba existir una institución con el expreso cometido de proteger al rey y la unidad de España. Queremos vivir sin guardia civil.

 
         
   
 

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