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Estado español :: 12/10/2007

Adoctrinamiento, ciudadanía y Estado

Óscar Gómez Mera
Religión es sinónimo de doctrina. No hay nada más adoctrinador que la religión. La enseñanza debería basarse en mostrar el alumnado los hechos, exponérselos y que sean ellos y ellas quienes piensen, quienes tomen posición al respecto, quienes decidan.

Finalizó el verano y comenzó de nuevo el curso escolar, amén del político. De políticos y materia escolar hablemos. La asignatura llamada Educación para la ciudadanía sigue suscitando polémica. La iglesia se opone de forma tajante a su impartición y a los manuales destinados al efecto. Se escudan en que la citada asignatura pretende adoctrinar a los alumnos en ciertos posicionamientos, que entiendo que a la madre iglesia se le antojan demasiado laicos y/o cívicos y bastante poco religiosos. Tiene bemoles que sean la iglesia católica y los obispos quienes vean la paja en el ojo ajeno y obvien que el único y exclusivo fin de la asignatura de religión es adoctrinar a los tiernos infantes en creencias anticientíficas, que niegan la teoría de la evolución y que pretenden hacernos creer que su mesías vino al mundo del vientre de una virgen (delirante).

Religión es sinónimo de doctrina. No hay nada más adoctrinador que la religión. La enseñanza debería basarse en mostrar el alumnado los hechos, exponérselos y que sean ellos y ellas quienes piensen, quienes tomen posición al respecto, quienes decidan. Por ello la religión, sea la que sea, debería ser desterrada de la educación pública.

Pero volviendo al tema de la asignatura de Educación para la ciudadanía. ¿Qué es lo que pretende dicha asignatura? Su meta debería consistir en explicar al alumnado como funcionan las instituciones políticas, los tribunales, la legislación, las empresas… y que los alumnos se posicionaran. La misión de toda educación es formar seres cultos, y por ende libres. Un pueblo inculto nunca podrá ser un pueblo libre. Pero nada más lejos de la realidad que el Estado quiera crear seres críticos. Educación para la ciudadanía está llamada a ser, ojalá me equivoque, una asignatura que inculque la aceptación del sistema. Un sistema muy plural, laico en apariencia, muy tolerante y con mucho talante pero eso sí, dentro de los límites establecidos. Matrimonio homosexual, divorcio express, paridad de sexos en las listas electorales (bienvenido sea todo ello) pero sin que quepa cuestionar el sistema heredado del franquismo. Que sin lugar a dudas es “mejor” que el franquismo, pero como dice la declaración de derechos del Hombre y del Ciudadano: “un pueblo tiene siempre el derecho de revisar, reformar y cambiar su Constitución. Una generación no puede someter a sus leyes a las generaciones futuras”. Dije antes que no había cosa más adoctrinadora que la religión. A lo mejor me excedí en tal afirmación. El Estado en esta materia le echa un pulso a la religión.

Y ya que nos ponemos a hablar de Estados, otra de las polémicas surgidas al calor del inicio del curso político es el anuncio del Lehendakari Ibarretxe de convocar una consulta para octubre de 2008. No me queda muy claro para qué. Dice el amigo Juan José que para decidir. Pero, ¿decidir el qué? Habla de pacto con España. ¿Qué quiere pactar con España? Es más, ¿qué es España? ¿Se refiere al Estado español, a los pueblos que lo forman o a sus habitantes? ¿Qué decidiremos los vascos? ¿Si nos quedamos, nos vamos, las condiciones para quedarnos, para irnos…? Y España (estado, pueblos o habitantes), ¿podrá decidir también? Me lo explique señor Lehendakari. Además, ¿servirá todo este embrollo para solucionar el conflicto o por el contrario tensionará aún más a las partes? Me huele a mí que todo esto no es más que una maniobra de mi Lehendakari para buscar la foto fácil y el protagonismo que se le ha negado durante todo el proceso de paz, donde anduvo más perdido que un pulpo en un bautizo.

La oposición que se ha encontrado Ibarretxe a su propuesta proviene de las filas del PP, del PSE pero también de EHAK. Los miembros de este partido no apoyarán al Lehendakari en su propuesta porque la misma, dicen ellos, no abarca al conjunto de Euskal Herria. El arriba firmante se ha mostrado en varias ocasiones a favor del derecho de autodeterminación, y reconoce la realidad nacional de Euskal Herria entendida como la totalidad de las siete provincias. Reconozco a Euskal Herria como nación pero no concibo las naciones, ni los países, como la iglesia concibe el matrimonio. Si Euskal Herria (o una de sus partes) quiere no formar parte de España porque así lo deciden sus habitantes (y no un partido que se basa en la doctrina de Dios y las leyes viejas, ni mucho menos una organización armada) bienvenido sea. Pero la autodeterminación también consiste en que parte de esa Euskal Herria no quiera formar un estado independiente con las otras. Cuando hablamos de autodeterminación, ¿porqué nos referimos a Euskal Herria y no a Álava o Guipúzcoa? ¿Por qué no la autodeterminación de la comarca del Deba? ¿Navarra querrá ser vasca? ¿E Iparralde? Alguien dirá que ya lo son, y en cierta manera no se lo discuto. Pero la cuestión es si los ciudadanos navarros y los de Iparralde quieren formar un estado independiente con los vascongados (¿lo querrán éstos?). Porque para sentirse vasco, español o francés se basta uno consigo mismo, pero para emprender un proyecto común de Estado hace falta cuanto menos, vamos digo yo, el consentimiento del otro. Porque, ¿qué hay de la autodeterminación personal, de la soberanía individual? Se ha parado el Estado durante un segundo a preguntarnos si queremos ser españoles, vascos, catalanes? ¿Nos ha consultado alguna vez si nos sigue pareciendo bien la Constitución, la monarquía, la ley electoral? O más interesante aún, ¿las pensiones, el salario mínimo, la última reforma laboral?

La batalla que libran los nacionalismos es por construir su propio estado. Ven a su nación sin estado y se deprimen, se enfurecen, se encabronan. ¿Qué hay más hermoso, políticamente hablando, que un conjunto de ciudadanos que viven en un determinado ámbito geográfico (llámese nación, pueblo, país,…) sin Estado (sin ningún Estado)? Para el arriba firmante España no es más que la suma de Galicia, Catalunya, Andalucía, Castilla, Cantabria, Murcia… etc., etc., y por consiguiente de sus habitantes. La desgracia de España es que durante siglos ha sido regida por una pléyade de militares sangrientos, dinastías expoliadoras, empresarios y mercaderes sin escrúpulos (valga la redundancia), y políticos y ministros analfabetos. Todos organizados y amparados bajo el paraguas del Estado, que para ellos ha sido y sigue siendo sinónimo de España.

Considero de interés general el estudio de la Historia de España y del Estado español. Dicen que quien no conoce la Historia está condenado a repetirla. Y da la sensación de que quieren repetirla en Euskadi. La libertad de Euskal Herria, y cuando digo Euskal Herria no me refiero a un ente supradivino que fluye en el ambiente (para mí la nación no es algo celestial equiparable a una creencia monoteísta) sino al conjunto de sus ciudadanos, no pasa por construir un Estado independiente, sino por librarse del que ya existe. Sí a España y a Euskal Herria. No al Estado español, no al Estado vasco. Por lo menos no a este Estado español, ni al Estado vasco de Ibarretxe y Egibar.


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