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Estado español :: 08/01/2019

Alcoa, o de como la clase trabajadora saca músculo ante el desmantelamiento industrial

Nandu de Diego:
Pese a ser líder en el sector, los altos niveles de beneficios obtenidos por la empresa, esta decide echar el cierre en dos de las tres fábricas que continuaban activas

El 2019 comienza igual que terminó el año anterior para la clase trabajadora, y los conflictos inherentes al desmantelamiento industrial que provoca la destrucción de miles de empleos directos e indirectos siguen patentes en mayor medida.

Es este apartado el que centra el contenido de esta breve nota, y en concreto en la batalla en que están inmersos los trabajadores del sector del aluminio empleados en las plantas de Avilés y La Coruña pertenecientes a la multinacional Alcoa, que continúan en lucha contra el ERE de extinción que afecta a toda la plantilla (lo que supone una cifra total posterior a la primera oleada de despidos que actualmente ronda los 686 obreros) y en extensión a sus familias, así como también afecta negativamente a la economía de la zona.

Pese a ser líder en el sector, los altos niveles de beneficios obtenidos por la empresa norteamericana con sede central en Pittsburg en el conjunto de sus localizaciones dentro del marco estatal español, la millonaria inyección económica recibida y las ventajas obtenidas en la tarifa eléctrica concedidas por el gobierno durante muchos años tras la adquisición de todas las divisiones del grupo Inespal en el año 1998 por más de 400 millones de dólares (aprovechándose de la coyuntura creada por el inicio del proceso de privatización accionado durante el primer mandato de José María Aznar y derivando en una operación deficitaria para el Estado), esta decide echar el cierre en dos de las tres fábricas que continuaban activas (las otra se ubica en San Cibrao, Lugo) pero consideran tienen un carácter deficitario, dejando así en el desamparo a sus asalariados, alegando la dificultad de operar con competitividad ante el encarecimiento de la energía (lo que supondría un aumento en los costes de producción) y el elevado precio que adquiere en el mercado internacional la materia prima principal necesaria para producir (algo que contrariamente a lo que exponen los beneficia, dado que produce y vende alumina a terceros y esto ha contribuido a incrementar sus ingresos).

Parecen cumplir así con la amenaza esgrimida en el año 2014 durante su pulso con el gobierno cuando advirtieron que esto sucedería, motivados por la desestabilización que conllevó el anuncio de la supresión del incentivo en la subasta de interrumpabilidad y la decisión del ministro José Manuel Soria de conceder las ayudas desde ese momento mediante concurrencia competitiva.

En realidad, que sus factorías sean objetivamente rentables en lo económico según indican los últimos ejercicios anuales, no impide que la multinacional decida reestructurarse mediante un plan de deslocalización en encubierto (para muestra, la ausencia de inversión en la mejora de las instalaciones y en desarrollo, y el traslado de capital destinado a ello a impulsar sus plantas en otros países), a fin de aumentar aún más si cabe su tasa de ganancia, acumulando capital a costa de jugar con el pan de la clase trabajadora de los emplazamientos donde se instalan sus centros de producción menos eficaces para los intereses de sus capitalistas, algo que no debería permitirse, si bien la dirección de Alcoa, azotada por guerras internas producto de la inestabilidad en bolsa, se enroca en su posición de no negociar nada que no sea los trámites de despido de las personas a las que quiere forzar a engrosar las listas del ejercito de reserva de mano de obra.

La solución para unos obreros con más necesidad de respeto que de pan no pasa por el traspaso de la gestión a otras empresas previa venta como algunos plantean desde Industria y como ya se hiciera anteriormente en otros de sus centros con idénticos resultados, ni por aplicar otras medidas reformistas que incidan compensatoriamente en la base salarial, ni por los postulados demagógicos de quienes desde lejos de los centros de trabajo hablan de “contactos permanentes” y “diálogos fluidos” para estirar la situación, mientras alcanzan bajo manga un acuerdo que tan siquiera palíe el desastre, en busca de algún tipo de rédito individual que lo mantiene preso de esa extraña dicotomía de tener que contentar al capital sin echarse encima a los obreros (sustituyendo en el mejor de los casos, trabajo fijo con condiciones adquiridas por un empleo más precario y que verá disminuido los salarios). 

Pasa por la expropiación sin concesiones, por abolir la propiedad privada de los medios de producción a manos de los capitalistas favoreciendo el control público de este y de todos los sectores estratégicos, y esto los perjudicados lo tienen claro, por lo que han establecido estos puntos claves como eje principal de sus reclamaciones, trascendiendo a las reivindicaciones laborales clásicas. 

Son conscientes que cuando todos los instrumentos y materiales que intervienen en el proceso de trabajo sean arrebatados a los capitalistas que los explotan y puestos a disposición de los intereses del proletariado, la burguesía moderna empezará a sentir verdaderamente como se derrumban los cimientos que la perpetúan como clase dominante.

Es en este punto de toma de conciencia para revertir las relaciones de producción desde el que se ha vertebrado la lucha de los más "politizados" contra el cierre de las unidades de producción citadas anteriormente, aunque ya sabemos, sin ánimo de incurrir en un mensaje derrotista, de la capacidad de las grandes multinacionales para imponer sus normas bajo el capitalismo.

Ya lo advertía la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, en un alarde de intelectualidad impropio, cuando afirmaba que ni estamos en una economía estatalizada, ni se intervendrá la empresa porque no estamos bajo la influencia de un régimen comunista.

Hoy como ayer, el camino a recorrer pasa por la organización y la unidad en un frente común contra la violencia del capitalismo, y hoy como ayer se torna necesario articular una respuesta de clase ante estas condiciones adversas, sembrando conciencia de clase con cada ejemplo, porque el problema no es solo de ellos, sino del proletariado en su conjunto.

De momento, las voces firmes de las miles de personas que se solidarizan a diario con los trabajadores afectados y de los que los apoyan en sus movilizaciones, siguen gritando alto y fuerte que ¡Alcoa no se cierra!, permítanme pues mantener la esperanza. 

https://antagonicoscuestiondeclase.blogspot.com/2019/01/alcoa-o-de-como-la-clase-trabajadora.html

 

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