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Andalucía :: 15/02/2006

Andaluces, rumanos y africanos en el campo. ¿Cómo orientamos el trabajo sindical?

Francesco Sevilla
80 mujeres rumanas que los telediarios no entrevistan han sido descubiertas por los compañeros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) viviendo todas en un sólo piso de Almonte. La otra cara del Rocío.

Almonte (Huelva): la "silenciosa y discreta" peregrinación de miles de personas hacia la Romería de la Virgen del Rocío y sus "sobrias" colas para tocar el manto de la Virgen es fenómeno conocido en todo el estado. Esas imágenes austeras y equilibradas cada año nos las devuelven los telediarios. Sin embargo, hay 80 mujeres rumanas que los telediarios no entrevistan las cuales han sido descubiertas por los compañeros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) viviendo todas en un sólo piso de Almonte. La otra cara del Rocío.

Cada una de estas mujeres, que trabajan en la fresa de la provincia en Huelva, como son tantas, tan sólo pueden ducharse una vez cada tres días y duermen unas encima de las otras: no hay vírgenes ni mantos milagrosos para ella. Tan sólo hay empresarios que lucran alegremente sobre sus sacrificios y su necesidad de dinero.

Cada año los empresarios piden a las instituciones que permitan a más y más trabajadores y trabajadoras de Europa del este viajar a Andalucía, contratadas directamente en sus países de origen. Ni siquiera les permiten trabajar todos los días de la campaña: no contentos con sus beneficios, estos esclavistas les dejan parados semanas enteras para ponerles en competición entre ellos.

Por su parte, los propietarios de los invernaderos del poniente almeriense ni siquiera tienen que contratar a nadie: les basta con esperar escopeta en mano, montados en sus todoterrenos, a los africanos que sobreviven a la travesía del estrecho. En Málaga y Cádiz aumentan las personas inmigrantes que trabajan en la construcción mientras que en Córdoba, Jaén y Sevilla aumentan los que trabajan en todas actividades de recolección en el campo. Se presentan al comienzo de cada campaña y acampan en ruinas alejadas de los pueblos, esperando al manijero que les vaya llamando por la mañana tras una noche dormida al frío.

Este sector de la clase trabajadora es explotado al punto de permitir a muchos empresarios aumentar sus ganancias por encima de lo que les permiten los jornaleros nativos, muchos organizados en el SOC y en otros sindicatos del campo.

Los medianos y grandes terratenientes andaluces y extremeños ven en estas personas una mercancía atract10.jpg precio de ocasión para hacerse de oro. El negocio es redondo: las leyes de extranjerías de los gobiernos del PP y del PSOE están de su lado y la pasividad de los dirigentes de CCOO y UGT del campo, de hecho, también. Encima, la sobreexplotación les permite sustituir a los jornaleros y jornaleras organizados y con tradiciones importantes de lucha como los del SOC. La patronal está vislumbrando la posibilidad de llenar los campos de inmigrantes para sustituir progresivamente a los andaluces y extremeños (que tienen el defecto de pedir que se respeten los convenios).

Son justamente situaciones como esta que constituyen un banco de prueba muy serio para evaluar en la práctica las ideas y los programas de todas las corrientes de la izquierda. La nulidad sobrecogedora y la pasividad de los reformistas les quita en seguida la máscara progre hecha de bellas palabras y grandes carteles de propaganda: aceptan todo lo que la patronal les exige.

Los militantes del SOC son los únicos que se preocupan de hacer un trabajo de organización y defensa sindical de a los inmigrantes en los tajos: allí reparten octavillas donde les explican sus derechos. Las organizaciones como el SOC, entre las muy pocas que sí quieren defender a ambos inmigrantes y nativos, se encuentran ante grandes dificultades debidas a la competencia real que los inmigrantes hacen en el campo. La tarea básica de organizar a todos los jornaleros en un mismo sindicato se enfrenta a los prejuicios de un sector de la clase, a la represión policial y la basura informativa con la que los medios tratan de envenenarnos a todos.

Más dificultades: el miedo de los trabajadores sin papeles a que los empresarios les denuncien a la policía si intentan pedir unas condiciones mínimas, no digamos organizarse; segundo, la represión sangrienta por parte de los matones a sueldo de los terratenientes; tercero, la ineptitud de la burocracia sindical de CCOO y UGT que lleva a la pasividad de la mayoría de la clase obrera nativa ante la situación de los inmigrantes, cuando no ayudan a que aumente la confusión y los prejuicios.

¿Pueden superarse estos obstáculos? El marxismo cree que sí y tiene una orientación para ello. Los revolucionarios que hacen trabajo sindical deben intentar por todos los medios organizar a los inmigrantes del campo junto con los trabajadores andaluces (y extremeños), es decir, fusionar las avanzadillas organizadas de obreros inmigrantes (es especialmente claro en el caso de Almería) con los demás, estrechando cada vez más los lazos entre los más explotados y los trabajadores españoles.

Algunos compañeros nos pueden responder: "Eso es muy bonito, sería magnífico, pero los trabajadores españoles de Almería son sectarios y no quieren saber nada con los inmigrantes. Eso que vosotros decís es imposible, hay demasiado racismo y aburguesamiento". Si aceptamos ese discurso por definitivo, no nos queda otra que limitarnos a organizar guetos sindicales aislados del resto de la clase, con la debilidad que eso conlleva. Lo que proponemos a estos compañeros es orientar a los obreros inmigrantes hacia los sectores más explotados de la clase obrera almeriense, ir a apoyar sus luchas allí donde se encuentren: en las fábricas, empresas y en sus barrios.

Aunque aparezca paradójico, aunque es objetivamente duro y complicado, no hay otro camino. Si un trabajador andaluz ve que inmigrantes vienen a apoyar sus luchas, muchos de sus prejuicios hacia la inmigración desaparecerán. Si lo hacemos así, crearemos un colchón cada vez más fuerte de trabajadores nativos que sabrá desempeñar dos funciones. La primera, posicionarse en defensa de los inmigrantes cuando el paro sea utilizado masivamente para enfrentar unos a otros. La segunda, combatir los prejuicios y demostrar en la práctica lo que es la unidad de la clase por encima de las fronteras y de los papeles.

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