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Andalucía :: 17/09/2015

Cádiz: “Kichi” visita un buque que simboliza las dictaduras de Primo de Rivera y Franco

Paco Campos para La Otra Andalucía
“Kichi” no visita un buque por simbolizar la dictadura de Pinochet, pero sí lo hizo a otro que simboliza las de Primo de Rivera y Franco

 

El Alcalde podemista de Cádiz, José María González, “Kichi”, se ha negado a realizar una visita protocolaria al buque-escuela de la Armada Chilena, el Esmeralda, que arribó el pasado martes al puerto. No lo hace, según sus propias declaraciones, por constituir el barco “un símbolo del asesinato de la democracia”.

La razón de esta afirmación se haya en el golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973 contra el entonces Presidente democráticamente elegido, Salvador Allende. Tras el mismo, el buque fue utilizado como lugar de detención, interrogatorio y tortura por el régimen, y posteriormente como elemento de propaganda internacional de la Dictadura, de ahí sus palabras en torno a simbolizar “el asesinato de la democracia”.

También las secciones gaditanas de Amnistía Internacional (AI) y la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) han hecho públicas su repulsa por la presencia del Esmeralda en el Puerto de Cádiz. AI ha manifestado al respecto estar en contra de ella “mientras se mantienen la impunidad de los crímenes cometidos en él durante la dictadura de Pinochet”. La APDHA ha declarado por su parte que “es inaceptable que un navío en el que se realizaron numerosas torturas y asesinatos,  sea considerado símbolo de concordia y los valores culturales de Chile, sin haberse reparado la memoria de las víctimas”.

González ha manifestado con respecto al Esmeralda, que ni él ni ningún miembro de su equipo de Gobierno subirán a dicho buque dada la referida carga simbólica dictatorial y represiva que contiene. En este sentido declaró que “Es importante no perder la memoria… por ejemplo, en este país siempre ha habido personas empeñadas en que la perdiésemos, y lo mismo pasó en Chile, igual que en España hubo un golpe de Estado a manos de Francisco Franco, allí fue Pinochet quien fue a interrumpir un proceso de construcción democrática que se tradujo en miles de muertes, en miles represaliados, entre ellos Salvador Allende”

Añadiendo, en referencia a sí mismo y su grupo, que “pensamos que es importante no mirar para otro lado, no olvidar, por eso el equipo de Gobierno ha decidido no subir al Buque Esmeralda”. A pesar de que se fabricase en Cádiz el buque Esmeralda simboliza el asesinato de la democracia no solamente en su país”. Por lo tanto, “por el expresidente Salvador Allende, por los miles de muertos y represaliados tanto en Chile como en España” ha tomado “este equipo de gobierno de no subir al Buque Esmeralda”.

¿Y el Juan Sebastián de Elcano qué?

Hasta aquí nada que objetar. Por el contrario, podría incluso ser aplaudido como una actitud de dignidad democrática y de mantenimiento de unos principios y de la memoria histórica por parte de González y su grupo, si no fuese porque hace apenas mes y medio, el pasado 21 de julio, no tuvo el más mínimo inconveniente en recibir en el puerto al buque-escuela español, el Juan Sebastián de Elcano, y en subir a bordo del mismo, lo que llegó incluso a calificar como “una experiencia muy bonita”.

Este otro buque-escuela, que sepamos, no fue utilizado como centro de internamiento y asesinato, pero también representa, no ya a una dictadura, sino a dos. El Buque fue ideado y botado por la dictadura de Primo de Rivera en 1927, y utilizado posteriormente por la de Franco como altavoz propagandístico de su régimen a nivel internacional, al igual que hizo Pinochet con el Esmeralda. De su utilización actual como propagador del más rancio españolismo militarista ni hablamos, ¿para qué?. Carece de sentido critidar españolismos y militarismos, a estas alturas,  ante actuaciones de Podemos, un partido abiertamente españolista y cuyo lider ha llegado a dar vivas al ejército y la Guardia Civil.

Si, como el mismo afirma, tanto en el Estado chileno como el español hubo sendos golpes de estado, aquí “a manos de Francisco Franco, allí fue Pinochet” y en ambos casos “supuso interrumpir un proceso de construcción democrática que se tradujo en miles de muertes”, ¿si en el caso del chileno su buque-escuela lo simboliza por qué no en el caso del español? ¿No es esto “mirar para otro lado” y “olvidar”, además sobre hechos mucho más cercanos y que afectan mucho más directamente?

Si, como afirman la APDHA y AI, y suponemos que él comparte, de ahí su determinación, es inaceptable la presencia y el agasajo al Esmeralda “mientras se mantienen la impunidad de los crímenes cometidos en él durante la dictadura de Pinochet” y no se han “reparado la memoria de las víctimas”, ¿Cómo es admisible la presencia y el agasajo al Juan Sebastián de Elcano, un buque escuela de otro Estado en que también “se mantienen la impunidad de los crímenes cometidos en él durante la dictadura”, en este caso la de Franco, y tampoco se ha “reparado la memoria de las víctimas”?. Lógicamente, esta pregunta es extensible a la APHA y AI.

Esta especie de memoria histórica selectiva que hace actuar de forma diferente ante dos situaciones similares, la visita al puerto de sendos buques que simbolizan antiguos regímenes dictatoriales reconvertidos en “democráticos”, y en los que se mantienen impunes crímenes políticos pasados y se niega la reparación presente debida a las víctimas, no sólo carece de defensa racional sino que debería avergonzar a sus protagonistas.

Todo grado de positividad, de dignidad y de defensa de valores que contienen y conllevan tanto las declaraciones como las actitudes con respecto al Esmeralda, quedan invalidados cuando, por contra, se mantiene el silencio con respecto a las arribadas del Juan Sebastián de Elcano, se participa en su agasajo o se le visita. Lo que, de hacerse en ambos casos, podría haber sido considerado como un acto de coherencia ideológica y ética política, queda al descubierto como un mero gesto propagandístico cuando sólo se hace en el de uno de ellos.

Pero esa contradicción sólo lo es en apariencia, en el caso del Alcalde, y no sería realmente tal si se analizan dichas decisiones a la luz de unos cálculos electoralistas. No subirse al Esmeralda da pátina de cierta rebeldía y suma votos entre sectores progresistas, mientras que no hacerlo en el Elcano produciría rechazo en la “mayoría social” gaditana y restaría votos. Y de eso es de lo que se trata, de lo que da y lo que quita votos. Se trata sólo de ganar, como diría Pablo iglesias, y en diciembre hay elecciones generales, fundamentales para Podemos y su ínclito líder.

 

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