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Carlo Frabetti :: 05/09/2017

Caníbal cautivo (IX)

La Haine - Euskal Herria
Canibalismo de izquierdas

 

El antiespecismo solo forma parte del programa político de algunas organizaciones anarquistas y feministas, y muchos paleomarxistas siguen diciendo que la defensa de los animales no humanos es una maniobra burguesa para desviar la atención hacia objetivos anecdóticos y debilitar la lucha de la clase trabajadora…

La conducta humana, como la de los demás animales, obedece a tres pulsiones básicas: el hambre, el sexo y el miedo, y las distintas culturas y organizaciones sociales se articulan alrededor de la forma de satisfacer estas necesidades primarias. Los hábitos alimentarios, amorosos y defensivos, así como las relaciones de producción e intercambio que los regulan, definen una sociedad, y modificar dichas relaciones conlleva necesariamente la modificación de los hábitos a ellas asociados. No se puede superar la hipócrita moral burguesa sin desmontar el mito del amor romántico y la familia nuclear patriarcal (respuesta irracional a la pulsión sexual); no se puede superar el individualismo y la competitividad capitalistas sin sustituir el chovinismo y la xenofobia (respuesta irracional al miedo) por el internacionalismo solidario; y, análogamente, no se puede superar un sistema basado en la explotación y la violencia sin dejar de explotar y devorar a los animales no humanos (respuesta irracional al hambre).

El socialismo no es compatible con el carnivorismo, perfecta metáfora (o metonimia) de la despiadada depredación capitalista. Sin embargo, el mal llamado “socialismo real” (pues hasta ahora el socialismo solo ha sido, a lo sumo, un desiderátum) nunca se ha planteado seriamente esta incompatibilidad. E incluso Cuba, el país que con más tesón y éxito ha llevado adelante un proyecto socialista, es, en este sentido, decepcionante.

En apenas medio siglo, Cuba ha dejado atrás (no del todo, pero sí en una medida satisfactoria dado el poco tiempo transcurrido desde el triunfo de la revolución) el clasismo, el machismo, el racismo y la homofobia típicos de la sociedad burguesa; pero no ha avanzado un solo paso hacia la superación del especismo, y los hábitos alimentarios de la mayoría de los cubanos son, desde todos los puntos de vista, lamentables. El desaforado cerdivorismo imperante en la isla, la malsana costumbre de freír con manteca y la desmedida afición a los dulces (“Como ya no podemos vender nuestro azúcar a la Unión Soviética, nos lo comemos todo”, le oí decir jocosamente a un cubano) han hecho que la obesidad, la diabetes, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares hayan aumentado de manera alarmante en las dos últimas décadas, en paradójico contraste con la excelente sanidad de un país que puede enorgullecerse de tener el menor índice de mortandad infantil del mundo.

El carnivorismo no solo es una aberración ética, sino también bromatológica, y tras una veintena de viajes a Cuba y numerosas conversaciones sobre el tema (incluso me he entrevistado un par de veces con el máximo responsable de la producción porcina), sigo sin entender por qué la revolución cubana aún no ha dado un paso sin el cual no se ganará plenamente el calificativo de socialista; y no solo porque el carnivorismo es profundamente antisocial (dadas sus nefastas consecuencias económicas, ecológicas y sanitarias), sino porque la falta de compasión hacia los animales no humanos es un signo inequívoco de subdesarrollo moral. Lo que equivale a decir que vivimos en un mundo moralmente subdesarrollado, del que inevitablemente Cuba forma parte; pero sería deseable que la revolución cubana fuera excepcional y ejemplar también en este terreno.

Y lo mismo cabe decir, con honrosas pero muy escasas excepciones, de la izquierda en general. El antiespecismo solo forma parte del programa político de algunas organizaciones anarquistas y feministas, y muchos paleomarxistas siguen diciendo que la defensa de los animales no humanos es una maniobra burguesa para desviar la atención hacia objetivos anecdóticos y debilitar la lucha de la clase trabajadora (dijeron lo mismo del feminismo y del frente de liberación homosexual, lo cual da idea de la talla intelectual, moral y política de la izquierda institucional).

Siempre estuvo claro que la izquierda es incompatible con el racismo, y desde hace unas décadas está claro que es incompatible con el sexismo. ¿Por qué para muchos todavía no está claro que también es incompatible con el especismo? Creo, e intentaré demostrarlo en sucesivos capítulos, que podemos englobar esta pregunta en otra más amplia y aparentemente distinta: ¿por qué hay tanta gente que aún no tiene claro que la revolución es incompatible con la religión?

(Continuará)

 

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