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Pensamiento :: 30/05/2009

La liberación de los pueblos: Una visión libertaria

Cosimo Piovasco di Rondò
[Cast/Cat] Nueva aportación al debate de La Haine sobre "Anarquismo, liberación nacional e independentismo".

[Cast]

El debate sobre la liberación de los pueblos y el anarquismo, debido a las diferentes realidades culturales que vivimos dentro del Estado español, vuelve a aparecer continuamente en nuestros medios y conversas. Con este artículo intentaré hacer una definición de términos y explicar porque creo que el anarquismo no sólo busca la liberación de los pueblos sino que es quizás una de las pocas soluciones que encontramos para conseguir que todos los pueblos sean libres.

Para empezar, y sin entrar en profundidad en las raíces del nacionalismo (ideología por cierto, con menos de un par de siglos de antigüedad), hace falta definir los conceptos que usamos. En ocasiones, vemos como colectivos denominados revolucionarios, incluso libertarios, usan el término “liberación nacional”. Nosotrxs preferimos usar el término “pueblo” antes que “nación”, por las connotaciones que esta palabra implica. La palabra nación no puede entenderse sin pensar en la relación con el Estado-nación moderno; denominamos normalmente “nación” o bien a la cultura presente dentro de un Estado, o bien al conjunto de personas que, sin tener estado propio para encarcelar su cultura, quieren crearse uno y separarse del que actualmente las oprime. El nacionalismo ha demostrado ser una ideología atada al estatismo en todo momento, y así queda constatado cuando vemos que las reivindicaciones nacionalistas suelen basarse en conseguir un Estado propio. Los Estados, por su parte, cumplen su tarea normalizadora y homogeneizadora de lo que pretenden que sea su “nación”; así lo vemos, por ejemplo, en los casos próximos de los Estados español y francés. Por lo tanto, y no encontrando precedentes que demuestren lo contrario, podemos decir que el nacionalismo intenta eliminar la diferencia y edificar unas fronteras dónde construir su idea nacional. Pese a no tener todas las competencias necesarias, la actuación de la Generalitat de Catalunya nos puede mostrar el principio de cómo podría ser un Estado Catalán si este se llegara a conseguir, cosa bastante probable puesto que, como dice Miquel Amorós, “el Estado está perdiendo progresivamente poder ante el poder del mercado”(1), y así además, se reduciría una parte de la conflictividad social que hay en el Principado.

Es por este motivo que preferimos hablar de pueblos (o culturas, comunidades, personas, etc.), puesto que no creemos en esta homogeneización, en este intento de hacer ver que todos somos una unidad forzada y que necesitamos imponernos unas fronteras propias. Las fronteras, es decir, las delimitaciones que marcan dónde acaba el monopolio de la violencia de un Estado y empieza el del otro, son un ejemplo bien claro del autoritarismo que supone creerse capaz de poder dividir el planeta, impedir la libertad de movimiento a las personas y crear este forzado pensamiento binario: ellxs (lxs del otro lado) y nosotrxs (2). El libre federalismo libertario no conoce estas fronteras, puesto que no necesita crearlas, pues “los territorios anarquistas son constituidos por aquellas personas que por afinidad deciden construirlos al margen y en rechazo a cualquier institución de poder, sea el Estado, la familia o de otros exponentes pasados [...] sin necesidad de basarse o justificarse en la diferenciación con elementos externos” (3). El discurso del nacionalismo catalán, incluso el de izquierdas, se basa principalmente en esta diferenciación lingüística, y la situación de minorización que sufre la lengua catalana. Si bien en la cuestión lingüística creemos que el discurso es del todo aceptable, puesto que esta lengua ha sido minorizada y casi eliminada por esta homogeneización estatal que hablábamos antes, no consideramos que sea lo suficiente para argumentar un discurso. Para nosotrxs, la liberación del pueblo catalán (o de los pueblos catalanes), también debe tener relación con los vínculos de solidaridad, los espacios de proximidad, la defensa conjunta del territorio y la necesidad de crear una red económica más próxima ante las desastrosas consecuencias económicas, humanas y ecológicas del capitalismo global.

Esta liberación, sin embargo, se debe construir bajo la base no de la imposición sino del respeto, del saber aceptar la diversidad y la no infinitud de las cosas, dejando de lado la uniformización que quiere el nacionalismo. La cultura, aún así, es un hecho cambiante y no eterno. Claro está que es importante nuestra historia, nuestro pasado y los conocimientos tradicionales que la especialización y el capitalismo nos han hecho perder, así como lo es el futuro de nuestra cultura, pero sobre todo lo que importa somos nosotras, las personas, aquí y ahora, y poder reivindicar todo aquello que tengamos necesidad. La reivindicación de la libertad de un pueblo no puede estar estancada en la reivindicación de un pasado histórico, del enaltecimiento de una simbología feudal o de determinados caudillos (¿cómo puede ser que desde sectores de la Esquerra Independentista se esté celebrando tal sandez como el centenario del nacimiento del imperialista y asesino Jaume I?).

Otro problema del nacionalismo, es que se trata de una ideología interclasista de la que es muy fácil sentirse partícipe, y que por lo tanto, es muy fácil de reconducir hacia intereses partidistas y económicos de las élites, usando este sentimiento común. Una muestra de esto la tenemos cada año al ver desfilar en procesión durante la Diada a todos los sectores de la sociedad catalana (desde partidos españoles hasta grupos libertarios). El nacionalismo es por lo tanto, tanto interclasista cómo puede ser el feminismo (y más difícilmente el discurso antipatriarcal que ya van asumiendo algunos partidos políticos). Aún cuando quizás no es el autor más indicado (por su conocido racismo antieslavo y su amor por un mundo industrial y homogéneo), una frase de Marx ilustra bien esto: “Para que los pueblos puedan unificar realmente sus intereses, sus intereses habrán de ser comunes. Para que sus intereses puedan ser comunes, hace falta abolir las actuales relaciones de propiedad, pues estas condicionan la explotación de los pueblos entre ellos [...] La victoria del proletariado sobre la burguesía es, al mismo tiempo, la victoria sobre los conflictos nacionales” (4). Pero, como ya hemos dicho antes, la causa de opresión de los pueblos va más allá de la opresión cultural; también la opresión económica (basada en la propiedad), la opresión patriarcal y la opresión estatal, son hechos que no nos permiten liberarnos completamente. Un Estado-nación no puede resolver ninguno de estos conflictos. La opresión cultural, no sólo no desaparece sino que se ve aumentada por la homogeneización. La opresión económica y estatal no se puede resolver con un Estado-nación, puesto que no elimina la propiedad y crea una serie de jerarquías estatales no productivas. Y por último, la opresión patriarcal seguirá existiendo mientras exista una dominación jerárquica de la sociedad y una concepción dominadora de la vida (cómo son los estados), puesto que, “la sociedad patriarcal la hacemos todos y todas, no es algo exterior a nosotros sino que las instituciones descansan en los individuos que hemos sido formados para la obediencia a la autoridad y por entender los bienes, la tierra y las personas como posesiones” (5).

Con respecto al movimiento libertario también encontramos la problemática de lo que algunxs llaman “españolismo”, término despectivo que recrimina que algunos colectivos se dejen llevar por esta dinámica homogeneizadora del Estado español. Seguramente, este término no toca utilizarlo puesto que no creemos que sea una cosa intencionada sino un desinterés por estos temas. También encontramos que con la coordinación de colectivos o sindicatos aparece siempre el espectro de la coordinación estatal (o ibérica en término eufemístico), que representa la aceptación de las fronteras que nos impone el Estado español. Esto es justificado con la excusa de la proximidad, que en nuestro caso es totalmente falsa, puesto que tenemos mucho más cerca la Catalunya Norte, Tolosa o Marsella que no Huelva o Vigo. Otra excusa es la del marco legal en que nos movemos, que puede ser verdad en algunos casos, pero la Generalitat por ejemplo tiene la suficiente autonomía como por modificar este marco legal (como por ejemplo la Ley de Educación de Catalunya). Estas coordinaciones suponen también una homogeneización lingüística, puesto que la lengua vehicular de las mismas es generalmente el castellano, sin establecerse propuestas alternativas.

El problema en las organizaciones libertarias quizás ha surgido por el desinterés por este tema y no por voluntad de construir la nación española, pero está claro que también es un hecho en continuo debate y que se viene teorizando desde el mismo Bakunin, el cual ya pedía la libertad de los pueblos (de todos), y Kropotkin, quien tenía un concepto muy federal que acababa con la imposición de fronteras. Si no queremos caer en la contradicción que supone realizar una solidaridad antiimperialista con pueblos como los mapuxes, zapatistas, saharauis o palestinos, pero dejar de lado las diferentes realidades adentro de este Estado, tendremo que continuar trabajando para destruir nuestras fronteras y poder así defender la tierra.

Notas

(1) AMORÒS, M. El partido del Estado.

(2) Revista ANARCO-TERRITORIS nº1

(3) Revista ANARCO-TERRITORIS nº3

(4) MARX, K., ENGELS, F. Los nacionalismos contra el proletariado

(5) RODRIGAÑEZ, C. El asalto al Hades


[Cat]

El debat sobre l’alliberament dels pobles i l’anarquisme, degut a les diferents realitats culturals que vivim a dins de l’Estat espanyol, torna a aparèixer contínuament en els nostres mitjans i converses. Amb aquest article intentaré fer una definició de termes i explicar perquè crec que l’anarquisme no només busca l’alliberament dels pobles sinó que és potser una de les poques solucions que trobem per aconseguir que tots els pobles siguin lliures.

Per començar, i sense entrar en profunditat en les arrels del nacionalisme (ideologia per cert, amb menys de un parell de segles d’antiguitat), cal definir els conceptes que fem servir. En ocasions, veiem com col·lectius anomenats revolucionaris, fins i tot llibertaris, fan servir el terme “alliberament nacional”. Nosaltres preferim fer servir el terme “poble” abans que “nació” per les connotacions que aquesta paraula implica. La paraula nació no pot entendre’s sense pensar en la relació amb l’Estat-nació modern; anomenem normalment “nació” o bé a la cultura present dins d’un Estat, o bé al conjunt de persones que, sense tenir estat propi per empresonar la seva cultura, volen crear-se un i separar-se del que actualment les oprimeix. El nacionalisme ha demostrat ser una ideologia lligada a l’estatisme en tot moment, i així queda constatat quan veiem que les reivindicacions nacionalistes solen basar-se en aconseguir un Estat propi. Els Estats, per la seva banda, compleixen la seva tasca normalitzadora i homogeneïtzadora del que pretenen que sigui la seva “nació”; així ho veiem, per exemple, en els casos propers dels Estats espanyol i francès. Per tant, i no trobant precedents que demostrin el contrari, podem dir que el nacionalisme intenta eliminar la diferencia i edificar unes fronteres on construir la seva idea nacional. Malgrat no tenir totes les competències necessàries, l’actuació de la Generalitat de Catalunya ens pot mostrar el principi de com podria ser un Estat Català si aquest s’arribés a aconseguir, cosa bastant probable ja que, com diu Miquel Amorós, “l’Estat està perdent progressivament poder davant el poder del mercat” (1), i així a més, es reduiria una part de la conflictivitat social que hi ha al Principat. És per aquest motiu que preferim parlar de pobles (o cultures, comunitats, persones, etc.), ja que no creiem en aquesta homogeneïtzació, en aquest intent de fer veure que tots som una unitat forçada i que necessitem imposar-nos unes fronteres pròpies. Les fronteres, és a dir, les delimitacions que marquen on acaba el monopoli de la violència d’un Estat i comença el de l’altre, són un exemple ben clar de l’autoritarisme que suposa creure’s capaç de poder dividir el planeta, impedir la llibertat de moviment a les persones i crear aquest forçat pensament binari: ells (els de l’altra banda) i nosaltres (2). El lliure federalisme llibertari no coneix aquestes fronteres, ja que no necessita crear-les, doncs “els territoris anarquistes són constituïts per aquelles persones que per afinitat decideixen construir-los al marge i en rebuig a qualsevol institució de poder, sigui l’Estat, la família o d’altres exponents passats [...] sense necessitat de basar-se o justificar-se en la diferenciació amb elements externs” (3). El discurs del nacionalisme català, fins i tot el d’esquerres, es basa principalment en aquesta diferenciació lingüística, i la situació de minorització que pateix la llengua catalana. Si bé en la qüestió lingüística creiem que el discurs és del tot acceptable, ja que aquesta llengua ha sigut minoritzada i gairebé eliminada per aquesta homogeneïtzació estatal que parlàvem abans, no considerem que sigui prou per argumentar un discurs. Per nosaltres, l’alliberament del poble català (o dels pobles catalans), també ha de tenir relació amb els lligams de solidaritat, els espais de proximitat, la defensa conjunta del territori i la necessitat de crear una xarxa econòmica més propera davant les desastroses conseqüències econòmiques, humanes i ecològiques del capitalisme global.

Aquest alliberament, però, s’ha de construir sobre la base no de la imposició sinó del respecte, del saber acceptar la diversitat i la no infinitud de les coses, deixant de banda la uniformització que vol el nacionalisme. La cultura, tanmateix, és un fet canviant i no etern. És clar que és important la nostra història, el nostre passat i els coneixements tradicionals que la especialització i el capitalisme ens han fet perdre, així com ho és el futur de la nostra cultura, però sobretot el que importa som nosaltres, les persones, ací i ara, i poder reivindicar tot allò que tinguem necessitat. La reivindicació de la llibertat d’un poble no pot estar estancada en la reivindicació d’un passat històric, de l’enaltiment d’una simbologia feudal o de determinats cabdills (com pot ser que des de sectors de l’Esquerra Independentista s’estigui celebrant tal bajanada com el centenari del naixement de l’imperialista i assassí Jaume I?).

Un altre problema del nacionalisme, és que es tracta d’una ideologia interclassista de la que és molt fàcil sentir-se particip, i que per tant, és molt fàcil de reconduir cap a interessos partidistes i econòmics de les elits, fent servir aquest sentiment comú. Una mostra d’això la tenim cada any en veure desfilar en processó durant la Diada tots els sectors de la societat catalana (des de partits espanyols fins a grups llibertaris). El nacionalisme és per tant, tant interclassista com pot ser el feminisme (i més difícilment el discurs antipatriarcal que ja van assumint alguns partits polítics). Tot i que potser no és l’autor més indicat (pel seu conegut racisme antieslau i el seu amor per un món industrial i homogeni), una frase de Marx il·lustra bé això: “Per a que els pobles puguin unificar realment els seus interessos, els seus interessos hauran de ser comuns. Perquè els seus interessos puguin ser comuns, cal abolir les actuals relacions de propietat, doncs aquestes condicionen l’explotació dels pobles entre ells [...] La victòria del proletariat sobre la burgesia és, al mateix temps, la victòria sobre els conflictes nacionals” (4).

Però, com ja hem dit abans, la causa d’opressió dels pobles va més enllà de l’opressió cultural; també l’opressió econòmica (basada en la propietat), l’opressió patriarcal i l’opressió estatal, són fets que no ens permeten alliberar-nos completament. Un estat-nació no pot resoldre cap d’aquests conflictes. L’opressió cultural, no només no desapareix sinó que es veu augmentada per la homogeneïtzació. L’opressió econòmica i estatal no es pot resoldre amb un estat-nació, ja que no elimina la propietat i crea una sèrie de jerarquies estatals no productives. I per últim, l’opressió patriarcal seguirà existint mentre existeixi una dominació jeràrquica de la societat i una concepció dominadora de la vida (com són els estats), ja que, “la societat patriarcal la fem tots i totes, no és quelcom exterior a nosaltres sinó que les institucions descansen en els individus que hem sigut formats per a l’obediència a l’autoritat i per entendre els bens, la terra i les persones com a possessions” (5).

Pel que fa al moviment llibertari també trobem la problemàtica del que alguns diuen “espanyolisme”, terme despectiu que recrimina que alguns col·lectius es deixin portar per aquesta dinàmica homogeneïtzadora de l’Estat espanyol. Segurament, aquest terme no toca utilitzar-ho ja que no creiem que sigui una cosa intencionada sinó un desinterès per aquests temes. També trobem que amb la coordinació de col·lectius o sindicats apareix sempre l’espectre de la coordinació estatal (o ibèrica en terme eufemístic), que representa l’acceptació de les fronteres que ens imposa l’Estat espanyol. Això és justificat amb l’excusa de la proximitat, que en el nostre cas és totalment falsa, ja que tenim molt més a prop la Catalunya Nord, Tolosa o Marsella que no pas Huelva o Vigo. Una altra excusa és la del marc legal en que ens movem, que pot ser veritat en alguns casos, però la Generalitat per exemple té prou autonomia com per modificar aquest marc legal (com ara la Llei d’Educació de Catalunya). Aquestes coordinacions suposen també una homogeneïtzació lingüística, ja que la llengua vehicular de les mateixes és generalment el castellà, sense establir-se propostes alternatives. El problema en les organitzacions llibertàries potser ha sorgit pel desinterès per aquest tema i no pas per voluntat de construir la nació espanyola, però està clar que també és un fet en continu debat i que es ve teoritzant des del mateix Bakunin, el qual ja demanava la llibertat dels pobles (de tots), i Kropotkin, qui tenia un concepte molt més federal que acabava amb la imposició de fronteres. Si no volem caure en la contradicció que suposa realitzar una solidaritat antiimperialista amb pobles com els maputxes, zapatistes, saharians o palestins, però deixant de banda les diferents realitats a dins d’aquest Estat, haurem de continuar treballant per destruir les nostres fronteres i poder així defensar la terra.

Notes

(1) AMORÒS, M. El partit de l'Estat.
(2) Revista ANARCO-TERRITORIS nº1.
(3) Revista ANARCO-TERRITORIS nº3
(4) MARX, K., ENGELS, F. Els nacionalismes contra el proletariat
(5) RODRIGAÑEZ, C. El asalto al Hades

*Cosimo Piovasco di Rondò era el heredero de una familia tradicional contra la cual se rebeló desde un primer momento mediante pequeñas protestas, hasta que en la etapa adolescente decide subirse a los árboles y no volver a bajar nunca jamás, decisión que llevará hasta sus últimas consecuencias.


Debate en La Haine: Anarquismo, liberación nacional e independentismo

 

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