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Estado español :: 22/03/2016

Del "asalto a la Moncloa" a una regeneración Light del régimen el 78

Aday Quesada
El sesgo que ha tomado la organización, - cree Diego Lotito - no es más que la ratificación de una trayectoria que venía de atrás

La pasada semana se publicó un interesante análisis sobre la turbulenta crisis que está sufriendo Podemos en estos últimos días. El análisis en cuestión tiene, además, el interés agregado de haber sido formulado desde el marco de una corriente trotskista, ideológicamente contradictoria con la denominada "izquierda Anticapitalista”, convertida en Asociación Anticapitalista para integrarse en el partido de Pablo Iglesias.

       Según opina el corresponsal del digital “Izquierda Diario”, Diego Lotito, la crisis que ha sufrido esta organización en el curso de las dos últimas semanas ha terminado saldándose con la asunción por parte de su Secretario General, Pablo Iglesias, del control de las funciones de mando en la organización, pese  a que el pasado fin se semana fuera nombrado  para ejercer la responsabilidad de organización en el Partido, Pablo Echenique.

        El  sesgo que ha tomado la organización, - cree Diego Lotito - no es más que la ratificación de una trayectoria  que venía de atrás y que ahora  quedado ratificada con el claro pronunciamiento de su Secretario General de que “en Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos”. El propósito del macho alfa del partido parece claro: acabar con los múltiples sectores que dentro de la organización pretenden competir por el dominio en el control del aparato orgánico.

        Pero ¿cuál es el origen real de esta crisis? Según escribía la semana pasada Diego Lotito, en el digital de tendencia  trotskista “Izquierda Diario”,

        “Podemos –como también lo fue Syriza- es en última instancia un epifenómeno del desvío y posterior bloqueo del proceso ascendente de la lucha de clases posterior a la crisis, el cual podría haberse desarrollado si las direcciones burocráticas del movimiento obrero aliadas a los partidos tradicionales y los aparatos reformistas no lo hubiesen impedido. Por ello Podemos era expresión política y negación a la vez del proceso de movilización y descontento social que se abrió en los últimos años contra las consecuencias de la crisis capitalista” .

         No obstante, en opinión de este corresponsal, a diferencia del reformismo clásico, en el que prevalecía una estructura de partido y un profundo anclaje social en la clase trabajadora y los sectores populares, Podemos surge como una organización amplia, tributaria de la videopolítica y dependiente de figuras mediáticas como Pablo Iglesias .

        Según Lotito  fue precisamente esta fisonomía la que permitió al videolíder  de Podemos  disponer desde el momento mismo en que se creó  organización, de un inmenso poder en perjuicio del que se suponía iban a asumir los evanescentes “círculos de base".

       Este proceso de concentración de poder tuvo su plasmación en la llamada “Asamblea de Vista Alegre”, en la que Iglesias, Errejón y Monedero se hicieron con el control absoluto de la organización, imponiendo a partir de entonces  una moderación programatica  que iba a quedar garantizada con la utilizacion del método plebiscitario online en las votaciones decisorias.

        Lotito recuerda  que a lo largo de la trayectoria recorrida por Podemos, Iglesias  ha fulminado sin contemplaciones a sus socios iniciales de Izquierda Anticapitalista, imponiéndoles su disolución como partido. Una rendición incondicional - opina el reportero de la “Izquierda Diario” que los seguidores de Urbán y Teresa Rodríguez no sólo no combatieron, absteniéndose de presentar una sola batalla política seria contra la naciente burocracia dirigida por Iglesias, sino que terminaron  santificándola  con un pacto en Andalucía.

        “Iglesias, Errejón -y entonces también Juan Carlos Monedero “el breve”-, salieron de Vistalegre con el convencimiento de que podían “asaltar” electoralmente La Moncloa en un año, sobrestimando al infinito las capacidades performativas de un discurso cada vez más moderado –para atraer votos del espacio de representación socialista- y negando de plano la movilización y la lucha de clases como terreno de disputa política” .

        “El fracaso del intento arrogante -prosigue Lotito en su articulo- de imponerle al aparato del PSOE un gobierno de coalición con vicepresidencia y ministerios incluidos –arrogante no porque los social-liberales de Sánchez y compañía se merezcan gestos de humildad, sino por su incapacidad de medir la relación de fuerzas-, deja a Podemos en una “encrucijada”: aceptar ser furgón de cola de una regeneración light del decadente Régimen del 78, pactando con el PSOE en malas condiciones; o jugarse a un segundo round electoral con la ilusión de que la relación de fuerzas parlamentarias cambie y sobrevenga un pacto que lo tenga como gran artífice de la “segunda transición”.

 

 

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