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Pensamiento, Estado español :: 01/09/2010

El condenado por Franco que no existe

Eduardo Andradas
No puede descansar Valdetorres del Jarama, cuando uno de sus hijos le falta. Y solo vive ya, en un archivo, condenado por rojo por la fachada de FET-JONS.

Si las nubes vivieran dos veces, contarían este relato, es lo bueno de la tinta que nunca muere, si se escribe.

Julio despierta el trigo seco, el garbanzo duro, la sombra en el olivo y mata el agua de los arroyos de pozo. Pone más fuego en el sol y derrumba el terrón del surco. A los campos del Jarama los alarga de día y blanquea la cal de las paredes en la mañana.

Valdetorres de su rio, el día 22 de ese Julio rápido de 1936, dejo el colchón de lana, la oveja en el pasto frío de la noche, el pan pequeño y la leche en el mantel pobre y se echo a la calle de tierra y cantos.

Madrid, José Giral mantenía desde su presidencia de la II República, a base de milicianos y guardias de Asalto más de media España en su control, esperando el embiste de la otra armada de legionarios y
requetés entrenados por Mussolini.

En el Ayuntamiento, se daban instrucciones de Frente Popular, se requisaba la propiedad de las fincas y pasaban al trabajo de las manos del pueblo. El ganado era de todos los vecino/as y se retuvo por cuatro horas en el salón del baile, a los más destacados que tramaban derrocar al alcalde Pedro Valdeavero y situarse a las ordenes del “Director” Emilio Mola.

Los Bloque Nacional de José Calvo Sotelo, dirección fascista en la localidad, Julián Blázquez Iglesias, Mariano Rodríguez Hernán, Felipe Valdeavero Martin, José García Aguado y Juan Pablo Grimaldi Benito, azules, terratenientes de esos que decían a los jornaleros , “No queríais república, pues comer república”, que daban hambre y quitaban lindes. Son presos hasta la noche en el calabozo y a comienzos de la luna, se les suelta.

En el preludio del mediodía, se toma posesión obrera y campesina de la Iglesia parroquial, algún exaltado/da llama a un altar, donde el cura impartía doctrina de la CEDA y se prende una hoguera con unos cuantos bustos de santos. Se daña un órgano de dar misa y se colectiviza las copas y el vino, el tendido eléctrico es herido.

El 23, el amanecer disperso el jaleo y las azadas ahora eran de la CNT y la JSU uniformaba pioneros en la plaza del Pueblo.

28 de Julio, el cura de Torremocha del Jarama, Andrés de Luz, a mula quiere pasarse a Franco y dar discursos de Dios y cruzada a sus tropas moras. Varios valdetorreños le cortan el paso de equino, acaba en el cementerio, después de un momento de violencia.

Pasan tres años y llegan los falangistas victoriosos, su victoria, abaten y saquean casas humildes, llevándose un apero de labranza o una pesa para tasar el kilo de verdura. Van con ojos de ruines y camisas de yugo y flecha, detenciones masivas, rapes de pelo, aceitadas de ricino, bofetadas, donde participa la ya no Guardia Nacional Republicana, sino la Guardia Civil.

Sentencias de cárcel, paredón y allí estaba el cacique haciendo de alcalde, Serafín Martin Rodríguez y su compinche el Secretario, José Moreno Garrido, los hombres de Franco en la nueva Valdetorres del
Jarama fascista.

Muchos no regresarían a sus puertas, ni abrazar a sus hijos o mujeres, hasta 5 o 6 años más tarde, apretados en celdas y rejas, en Ocaña o Alcalá de Henares, juzgados por el tribunal represor, presidido por el coronel Franquista, Guillermo Gil y los vocales José Monleón y Máximo
Miguel Antonio Romero. A uno se le deportó a Canarias y durante años, a su madre analfabeta le envió cartas, que leían Alejandra Blanco en voz baja.

Dos del Ejército Popular de la Republica se exiliaron a Francia, escapando de la España irreal y de cartón piedra del Caudillo. A últimos de la década de los setenta caminarían otra vez por donde
jugaban de niños, besaban de adolescentes y que la guerra de tres Franco-Mola-Queipo de Llano, les arrebató.

Sebastián de Diego Hortiguela

Joven que no había aprendido todavía a vivir los veinte años, empuño un fusil, ato pañuelo rojo al cuello y se monto en una carretera, que a cada kilometro hacia desaparecer mas el campanario, los tejados y su casa. Le tuvieron que saber a Verdún las trincheras, las caminatas desde Alcázar de San Juan, a las ofensivas que diseñaba en el mapa, el Coronel Vicente Rojo.

Nada más se conoció, de este muchacho, sentenciado en rebeldía por la justicia de Serrano Suñer, como vencido, pero como vencer a nadie. Se perdió por Francia, dicen, en lo más parecido a una leyenda, que aun hecho. No puede descansar Valdetorres del Jarama, cuando uno de sus hijos le falta. Y solo vive ya, en un archivo, condenado por rojo por la fachada de FET-JONS.

Colectivo de Poesía – Cultura Indigente-
Investigador histórico de la Guerra Civil Española en la comarca Norte de Madrid.

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