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Estado español :: 10/02/2014

El fin de la crisis, la represión y la recuperación

Grupo Anarquista Cencellada
Una de las lecciones más interesantes que se está sacando es sobre las violencias: ¿qué es violencia? ¿quién la ejerce? ¿cómo se gestionan situaciones de violencia?

La “crisis” que nos azota ni empezó en 2007 ni acabará ahora: el paro, la precariedad, los crímenes machistas, la corrupción, la especulación y la represión salvaje llevan aquí muchísimos años. Nuestra crisis, la crisis que azota a nuestra sociedad, es una crisis múltiple y es lo que hace que seamos una sociedad casi indefensa de personas impotentes. Con la “crisis” oficial –que es una reestructuración de la estructura de poder, sin más– nuestra gente está sufriendo y aprendiendo bastante. El aprendizaje es un proceso lento, pero ya vemos sus frutos. Van a cumplirse 3 años de la explosión social que supuso el 15 de mayo de 2011, inicio de un ciclo de movilizaciones que ha recorrido todos los sectores económicos y sociales y que ha reactivado la vida política y social de muchas ciudades, barrios y pueblos. Hoy los discursos, los análisis, las movilizaciones y las formas organizativas de la población tienen la huella indiscutible de ese proceso: el asamblearismo, la relación con los medios de comunicación, el desprecio unánime hacía la policía –como aparato y como individuos–, la cuestión de las violencias, la influencia del machismo evidente y camuflado….

Una de las lecciones más interesantes que se está sacando es sobre las violencias: ¿qué es violencia? ¿quién la ejerce? ¿cómo se gestionan situaciones de violencia? ¿cómo no caer en una espiral acción-represión infinita?. En otros territorios (Grecia, Francia, Chile, País Vasco…) el tema estaba bastante trabajado dado que los colectivos más politizados tenían una amplia experiencia a sus espaldas en tratar con ciertas situaciones en la calle, pero no aquí. La cercana lección de Gamonal ha sido un revulsivo para quienes olvidaron adrede muchas otras luchas cercanas en que se ha demostrado que las demostraciones de fuerza popular son la única vía de conseguir algo y que esa fuerza es la que hace efectivas las vías judiciales, las negociaciones y el resto de supuestas alternativas. Esa conclusión acota mucho el ficticio debate abstracto y metafísico sobre la violencia y lo trae a un mundo real de correlaciones de fuerzas. En este debate entra inevitablemente la cuestión de las demostraciones de fuerza contra nuestra gente: la represión. ¿Cómo evitarla? ¿Cómo gestionarla? ¿Somos víctimas inocentes o somos una amenaza que necesitan eliminar? Llevamos una temporada bastante dura en cuanto a la represión: en la lucha de Gamonal hubo casi 50 detenidos, 15 en Alcorcón en el conflicto de basuras municipales y yéndonos atrás en el tiempo tenemos las casi 30 detenciones aleatorias que hubo en Madrid a principios de diciembre o las dos anarquistas en prisión preventiva desde el 13 de noviembre. Lo ocurrido el 2 de febrero en Valladolid y posteriores sucesos nos pone sobre la mesa la necesidad de dar respuestas rápidas y contundentes a la represión, pero que no impliquen arriesgar innecesariamente a más gente de la nuestra. Para ello, hay que desarrollar formas de acción que eviten la ingenuidad o la ignorancia de lo que son capaces de hacernos. Que el gobierno busca estallidos sociales que se desinflen antes de que hayamos desarrollado todo nuestra capacidad de resistencia es un secreto a voces y es responsabilidad nuestra gestionar esos estallidos para que desarrollen nuestras capacidades colectivas y no las debiliten.

Otra cosa que enrarece el ambiente es que la coyuntura política y partidista está cambiando rápidamente. Claro, empiezan los años electorales. Eso explica no sólo las maniobras del gobierno para no fracturar un Partido Popular al que le crecen los enanos –mentales– sino también la sorprendente permisividad, complicidad e incluso participación con determinados conflictos que están teniendo desde los partidos socialdemócratas y social-liberales. Vuelven una y otra vez los cantos de sirena electorales, y vuelve otra vez la respuesta propia de la clase trabajadora: las elecciones no sirven de nada a nuestra gente.

La cuestión de la recuperación es vieja, pero a día de hoy no se tiene tan presente en la sociedad como a su hermana la represión. La recuperación es el mecanismo con el que un poder determinado desactiva una amenaza a su poder integrando a la amenaza en su propio poder. Sin entrar en muchos más detalles ni en los muchos efectos de la recuperación, la vía electoral es posiblemente el mejor retrato que podemos hacer de la misma. Si una mayoría social está dispuesta a un cambio ¿para qué es necesario ganar unas elecciones para llevarlo a cabo? Si las elecciones son parte de aquello que hay que cambiar o destruir ¿por qué vamos a entregarnos en brazos de lo que queremos cambiar o incluso destruir? Podemos respetar a quién decida entretenerse con el electoralismo como un espectáculo más, pero no a quién pretenda paralizar y condicionar las luchas por sus intereses electorales.

Estamos por todo esto ante un nuevo escenario, distinto al de hace uno o dos años. Nuestra gente está muy harta, pero cualquier mal movimiento nos llevará al desencanto y de vuelta a la impotencia. Es tiempo de actuar en colectivo y con inteligencia. Es tiempo de estrechar lazos y preparar los golpes que sin duda están por venir.

Valladolid. Febrero de 2013. Grupo Anarquista Cencellada

 

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