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Estado español, Carlo Frabetti :: 09/01/2018

El placer de matar (Canibal Cautivo XIII)

Carlo Frabetti - La Haine
Alguien que disfruta matando o viendo matar es, en el mejor de los casos, un degenerado.

La mayoría de las personas (empezando por los psicólogos) suscribirían esta afirmación; sin embargo, también son mayoría quienes aceptan con naturalidad “actividades deportivas” como la caza y la pesca, y siguen siendo muchas (aunque por suerte cada vez menos) las personas que no se oponen a las corridas de toros y otras “fiestas” en las que se tortura y mata a animales no humanos. ¿Cómo se explica esta contradicción? ¿Por qué tolera la sociedad que un reyezuelo miserable se aproveche de su impunidad para matar por diversión a animales de especies protegidas?

En el Estado español hay, según datos de 2017, unas 850.000 licencias de caza, y hace tan solo siete años eran más de un millón, lo que significa que, aunque el porcentaje va disminuyendo, aproximadamente el 5 % de los hombres disfrutan matando (la proporción de mujeres cazadoras es insignificante), es decir, son lo que los psicólogos denominan perversos narcisistas, a un paso de la psicopatía y el sadismo. Y en la televisión, incluso en la pública, hay programas dedicados a la caza y a la tauromaquia, por más que la mayoría de la población opine que matar por placer es una aberración. ¿Cómo es posible?

Tanto en la política como en las grandes empresas, incluidos los medios de comunicación, el poder está en buena medida en manos de “psicópatas integrados” (y esta no es una opinión de radical antisistema: lo dicen incluso los psicólogos más conservadores), lo cual explica muchas cosas. Pero no todas: la gran tolerancia social hacia aberraciones como la caza “deportiva” y la tauromaquia está directamente relacionada con el carnivorismo. Si se me permite expresarlo esquemáticamente mediante una regla de tres, carnívoro (humano) es a caníbal como cazador (deportivo) es a asesino en serie.

Al igual que el 'serial killer', el cazador intenta ahogar su insignificancia -y obtiene su morboso placer- en la sensación de poder absoluto ligada al hecho de disponer de la vida de otro ser, o de hacerlo sufrir. Los maltratadores suelen haber sido maltratados en su infancia, y quienes necesitan sentirse por encima de los demás es porque en el fondo saben que valen muy poco.Y al igual que el caníbal ancestral, el carnívoro humano necesita cosificar o exorcizar al ser vivo al que mata -o hace matar- para convertirlo en comida; por eso puede pensar que es una aberración divertirse matando, y a la vez aceptar al cazador que se divierte matando, porque histórica y simbólicamente es un “conseguidor de alimentos”. Es muy significativo, en este sentido, que quienes se oponían en el Reino Unido a la tradicional caza del zorro (prohibida en 1905) alegaban, como principal argumento, que el zorro no es comestible. Como si los que cazan liebres y perdices lo hicieran para alimentar a sus familias hambrientas.

Afortunadamente, la aceptación social es mucho menor en el caso de las corridas de toros, que entroncan directamente con los sanguinarios espectáculos del circo romano. 'Panem et circenses'. Pan y toros. Pero aún se celebran en el Estado español cerca de dos mil “festejos taurinos” al año, con una asistencia global de más de un millón de espectadores. La corrida ya no es la fiesta nacional, pero sigue siendo la vergüenza nacional y la más sórdida expresión del subdesarrollo moral de un país.

“Haya pan y haya toros, y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado: pan y toros pide el pueblo. Pan y toros es la comidilla de España. Pan y toros debes proporcionarle para hacer en lo demás cuanto se te antoje in secula seculorum. Amen”. Así rezaba un panfleto ilustrado de principios del XIX. Y aunque la sangrienta violencia de las corridas ha sido sustituida en gran medida por la violencia sublimada del fútbol, la frustración subyacente y la miseria moral de una muchedumbre enajenada, así como los poderes políticos y económicos que las fomentan y gestionan, siguen siendo los mismos.

(Continuará)

 

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