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Pensamiento :: 16/02/2013

El radicalismo pequeñoburgués de fachada socialista

Fran J. R. León
En el movimiento obrero las tendencias revisionistas tienen sus orígenes principales en la rápida proletarización de vastos sectores de las capas medias

Prólogo del traductor:

En la década de 1970 en Portugal la lucha antifascista contra el régimen de Salazar estaba en auge. Dentro de esta lucha se comprueba un total protagonismo del Partido Comunista Portugués, que a pesar de las desviaciones izquierdistas y derechistas de otros partidos comunistas europeos, consiguió en base a la formación de sus militantes mantener los principios marxistas-leninistas. No estuvo exento este Partido de contradicciones que tuvieron que resolver. La obra que he traducido (tan sólo la introducción) da buena muestra de ello. Y muestra, a su vez, el papel fundamental de Álvaro Cunhal en la historia del Partido Comunista Portugués y, por extensión, en el movimiento comunista internacional. Su pensamiento y obras deben formar parte de la biblioteca de cualquier Partido Comunista, no sólo como parte de la Historia, sino como reflexiones que, más allá de un tiempo concreto, pueden enseñarnos a tener una mayor visión de la lucha diaria. Algunas de esas reflexiones siguen preocupantemente vigentes hoy en día. Es el caso de la temática de la obra traducida. Está vigente no tanto en Portugal, pero sí en el estado español, donde la ideología pequeñoburguesa, las desviaciones derechistas e izquierdistas, el infantilismo político, el culto a las acciones de unos pocos más que a la lucha del pueblo, el culto a la violencia “per se” y otros vicios a veces tienen demasiada influencia.

Señalaba Lenin, y en Andalucía Comunista tenemos muy en cuenta desde nuestro nacimiento político, que la lucha alejada de las masas sólo puede llevar a frustraciones que deriven en desviaciones izquierdistas o derechistas, como el electoralismo o el terrorismo. Ojo en no confundir los términos terrorismo y lucha armada, o el electoralismo con presentarse a elecciones claro. Los comunistas no podemos renunciar a ningún tipo de lucha, pero esta siempre tiene que estar ligada a nuestra clase, la clase obrera. Del mismo modo, hay que señalar que, como dice el camarada Antonio Torres, la revolución no llegará “mediante decreto”. Con esto queremos expresar que la revolución no trata exclusivamente de un hecho puntual que en un momento dado se anuncie el cambio de situación. La revolución es un proceso largo, duro y lleno de contradicciones que deberemos enfrentar, aprender de ellas, solucionarlas y aprovecharlas para crecer.

Son estas razones, entre otras, las que me llevaron a preguntar a varios camaradas del Partido Comunista Portugués si era posible la traducción y publicación, sin ánimo de lucro, de esta introducción que a continuación muestro. Su respuesta fue de todos la misma: Debemos enseñar las ideas de Álvaro Cunhal al mundo, algo en lo que estoy completamente de acuerdo. Una vez contextualizado, tengo el honor de pasaros esta traducción, hecha humildemente (discúlpenme traductores profesionales) para mostrar al mundo una pequeña parte de las ideas del camarada portugués Álvaro Cunhal:

Radicalismo Pequeñoburgués de fachada socialista

Introducción:

Con el desarrollo del capitalismo la pequeña burguesía toma cada vez una más clara conciencia de que es una clase sin futuro. La apisonadora de la centralización y de la concentración capitalista, y la incesante ampliación del poder de los monopolios va desglosando, liquidando y proletarizando a enormes capas y sectores de la pequeña burguesía. El hecho de que sus representantes se pronuncien hacia transformaciones radicales de la sociedad, incluso por la liquidación del capitalismo y por el socialismo, es un índice de esa toma de conciencia y de la radicalización política resultante.

La radicalización política de la pequeña burguesía es un fenómeno positivo. Crea condiciones favorables a su alianza con el proletariado en la lucha contra el dominio y el poder de los monopolios. Abre el camino a la alianza con el proletariado, en la lucha por la revolución socialista, de fracciones importantes de la pequeña burguesía. Trae al movimiento obrero numerosos cuadros revolucionarios que, ilustrados por el marxismo-leninismo, comprenden el papel de la clase obrera, se integran en su vanguardia y dedican la vida a la causa de los trabajadores.

Sin embargo, esa radicalización va también acompañada por fenómenos negativos. Al empeoramiento de la inestabilidad económica y social corresponde una verdadera crisis política de la clase, donde se manifiestan, con una agudeza jamás vista, vacilaciones, contradicciones, desorientación, súbitos virajes a la derecha y la izquierda, manifestaciones de impaciencia y desespero. Alcanzada y amenazada por el desarrollo del capitalismo la pequeña burguesía, en una reacción de subsistencia y de defensa, se coloca contra el gran capital monopolista. Pero no por eso deja de temer a la clase obrera y ve con inquietud la perspectiva de la conquista del poder por los trabajadores y la instauración de la dictadura del proletariado. Porque, si el socialismo, y sólo el socialismo, puede dar una salida a los problemas que enfrentan los pequeños productores y las capas intelectuales, la construcción del socialismo viene a significar también la desaparición de la pequeña burguesía como clase. Esto explica las reservas, las incomprensiones y, con frecuencia, el combate de sectores radicalizados de la pequeña burguesía a las experiencias históricas del socialismo, al poder de los trabajadores, a los países socialistas, donde la pequeña burguesía, como clase, o desapareció, o está en vías de desaparecer. Levantándose contra el poder del capital la pequeña burguesía, por su instinto de conservación, como clase, teme también el poder proletario, el socialismo y el comunismo.

Por eso, cuando la pequeña burguesía (en voz de sus intelectuales radicalizados) se afirma anticapitalista y socialista, imagina un nuevo modelo de “socialismo”, un socialismo sin el papel dirigente de la clase obrera, un socialismo en el que ella, la pequeña burguesía, pueda sobrevivir como clase, un socialismo a su propia imagen: sin centralización de la dirección y sin partido proletario y dirigente, un socialismo donde las libertades tengan el mismo contenido que tienen las democracias burguesas, donde el individualismo pequeño burgués determine las relaciones económicas, las soluciones políticas, la ideología y la moral. Es un sueño de supervivencia como clase más allá del capitalismo y del socialismo, que resulta la manifestación de una pretensión hegemónica en la revolución que conduzca a ese tal “socialismo”.

Esta corriente ideológica del radicalismo pequeño-burgués se manifiesta, por un lado, en la creación de grupos o partidos pequeño-burgueses de “opción socialista” y de verbalismo izquierdista; se manifiesta, por otro lado, en tendencias revisionistas en el seno del propio movimiento obrero.

Al pronunciarse por la “revolución socialista”, tales grupos y partidos no dicen hablar en nombre de la clase, cuya ideología y aspiraciones encarnan. Algunos ni serán conscientes de ello. Las pretensiones hegemónicas de la pequeña burguesía son veladas por toda una teorización, según la cual los intelectuales pertenecen a la “población productora”, los estudiantes son “fuerza de trabajo en formación” y, unos y otros, por este hecho, no sólo hablan legítimamente como “proletarios”, como son el “sector del proletariado” más informado, más ilustrado, más capacitado, y por tanto aquél al que cabe el papel de vanguardia y de dirección en la “revolución socialista”. La respuesta de la clase obrera como única clase verdaderamente revolucionaria, la respuesta de su misión histórica como apisonadora del capitalismo y creadora de la sociedad socialista, la respuesta del partido del proletariado de tipo leninista, se vuelven puntos centrales de la ideología y de la actividad del radicalismo pequeño-burgués de “opción socialista”.

En el análisis político, en la táctica, en los problemas de organización, se refleja la inestabilidad, la impaciencia, el desespero, el individualismo de la pequeña burguesía.

En el plano político, en vez del estudio objetivo y científico de los fenómenos sociales (posiblemente sólo en la base del marxismo-leninismo), se manifiesta el subjetivismo, la toma de la parte como el todo, la toma de aspectos superficiales, derivados, accidentales y episódicos del desarrollo social como si fuesen la raíz de los acontecimientos o la fuerza motora de los procesos.

En el plano de la táctica, en vez de la comprensión de las luchas de clases y del proceso revolucionario, se manifiesta la precipitación de “quemar etapas”, la ilusión de alcanzar de inmediato los fines últimos, sin un trabajo revolucionario en profundidad, alargado en el tiempo.

En el plano de las formas de lucha, en vez de la adaptación a las condiciones concretas, se manifiesta la condena despreciativa de las “formas inferiores”, las llamadas inmediatas a las formas radicales, la absolutización de la lucha violenta, la exaltación de los “héroes libertadores” tendente al terrorismo individual.

En el plano de la organización, en vez del trabajo metódico, de la comprensión de la organización como instrumento indispensable de la ligación de la vanguardia a las masas, se manifiesta el culto de la espontaneidad, el menosprecio por la organización obrera, la idealización del papel de las “minorías activas” constituidas por los intelectuales pequeño-burgueses.

Todos y cada uno hablan de la “innovación” de ideas, de métodos, de procesos. Y, juzgando ser pobre la memoria del movimiento obrero, van a desenterrar antiguallas de la chatarrería del radicalismo pequeño-burgués, del revisionismo, del oportunismo de derecha y de izquierda. Así, tales “novedades” tienen el sabor de las anécdotas que contaban nuestros abuelos y que, olvidadas muchos años, nos vuelven a hacer reír a nuestros hijos.

Todas estas concepciones pequeño-burguesas intervienen como factor de desinformación, de desorientación, de desorganización, de contención de la lucha popular.

En el movimiento obrero las tendencias revisionistas tienen sus orígenes principales en la rápida proletarización de vastos sectores de las capas medias, en la entrada en la lucha por el socialismo de sectores cada vez más amplios de la población trabajadora con menor experiencia de la lucha de clases, así como de intelectuales y de estudiantes. Como Lenin advertía, las tendencias revisionistas no pueden explicarse sólo por “accidentes o errores de individuos o grupos” (O. C. ed. Ing., v. 16, p. 347). “Entre el proletariado y las secciones de la pequeña burguesía que están en contacto con él (subrayaba Lenin) no hay y no puede haber una muralla china. La pequeña burguesía para las filas del proletariado da lugar a vacilaciones en la táctica de este” a “oscilaciones en la esfera de la teoría y de la táctica”, a “repeticiones de viejos errores”, a la “vuelta temporalmente de puntos de vista anticuados” y de “métodos anticuados” (Ibíd., p. 348 y 351). Esto explica que la ideología del radicalismo pequeño-burgués, sus concepciones típicas acerca del proceso revolucionario, del papel de la clase obrera, del socialismo, del partido, aparecen en el propio movimiento obrero y, a veces, en el interior de los partidos comunistas.

En nuestro propio Partido, tales concepciones se manifiestan a veces de parte de camaradas de origen pequeño-burgués, más permeables a la influencia ideológica de su clase original. En casos raros ha sido traducido en la defensa de plataformas revisionistas y en la salida del partido de sus defensores, sea porque concluyen que el Partido del proletariado portugués no podrá jamás transformarse en un partido de la pequeña burguesía radical, sea porque, comenzando a aplicar en su actividad la propia “plataforma”, infringen sus deberes de miembros del Partido, caminan por actividades fraccionarias o escisioncitas y son expulsados del Partido.

Es una tarea importante lograr, en la práctica, la alianza del proletariado con la pequeña burguesía para la lucha por el derrumbamiento de la dictadura fascista, para la revolución democrática y nacional. Es otra tarea importante ganar para la causa de los trabajadores, para la causa del socialismo, para la causa del Partido Comunista, para el marxismo-leninismo, los sectores más ilustrados de la pequeña burguesía, particularmente los intelectuales y los cuadros técnicos, que el desarrollo del capitalismo tiende a integrar en el proceso de producción. Pero la realización de estas tareas exige el combate firme, pertinaz, incesante, contra la influencia ideológica del radicalismo pequeño-burgués, dentro y fuera del partido del proletariado, y más particularmente contra las pretensiones hegemónicas en el movimiento obrero por parte de la pequeña burguesía radical, pretensiones que la ubican objetivamente en la lucha por el socialismo y se traducen en un anticomunismo de fachada socialista y en actividades divisionistas y desintegradoras.

En Portugal, el radicalismo pequeño-burgués no tuvo aún ninguna expresión fuerte organizada. Se formaron algunas pequeñas agrupaciones en varias épocas, pero ninguna de ellas consiguió evolucionar hasta la constitución de un verdadero partido político. Como corriente ideológica, se ha manifestado en tendencias en el movimiento democrático y en un verbalismo pseudo-revolucionario (en gran medida “exterior” al movimiento) que se expresa en una “teorización” de intelectuales o para-intelectuales separados de las masas.

Se pretende en este trabajo exponer los aspectos más característicos del radicalismo pequeño-burgués de fachada socialista en la actualidad. Lo hacemos en la base de los escritos más típicos, no tanto porque en lo general sean ampliamente difundidos (pues algunos no pasan de círculos insignificantes), sino por lo que contienen de esclarecedores de una corriente ideológica y porque constituyen la documentación escrita existente.

En la teorización de la pequeña burguesía radical de fachada socialista, existen etiquetas y clichés, existen también numerosas contradicciones. Cada cual se contradice a sí mismo y, en muchos puntos, cada uno contradice a los otros. Esta característica es resultante de la inestabilidad ideológica, de la versatilidad, de la falta de un pensamiento político firme y coherente de la pequeña burguesía. Lo que interesa resaltar es, sin embargo, el denominador común: lo que hay de fundamental, de típico, en todas esas manifestaciones, influenciando en el mismo sentido a quien toma contacto con ellas y conduciendo grupos de individuos a una convergencia de ideas, punto de partida para la busca recíproca de contactos y entendimientos.

El radicalismo pequeño-burgués de fachada socialista no se caracteriza por la constitución de agrupaciones revolucionarias que den lucha al fascismo y al capitalismo. Si así fuera, aunque aclarando concepciones, habría que saludar su aparición organizada (finalmente) en el campo de la lucha. No es el caso. Dominados por la especulación de gabinete y por el verbalismo, “acomplejados” por el hecho de que el partido del proletariado portugués es el único partido revolucionario organizado, incapaces de desenvolver una acción clandestina metódica, los radicales pequeño-burgueses de fachada socialista toman como objetivo preferencial de sus ataques el movimiento obrero y el partido de la clase obrera. También ese hecho tiene una explicación y un significado. El radicalismo pequeño-burgués de fachada socialista no es una creación de “malas personas”. Tiene unas causas objetivas y constituye una corriente ideológica característica de algunas secciones de la pequeña burguesía. Intentaremos mostrar la naturaleza y significado de sus conceptos esenciales y de lo que representan en la práctica.

Tal examen crítico hace resaltar el contraste entre la ideología pequeño-burguesa y la teoría revolucionaria del proletariado, entre el verbalismo pseudo-revolucionario pequeñoburgués y la práctica revolucionaria de la clase obrera y de su partido.

No hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria. La teoría esclarece y orienta la actividad práctica. Pero la teoría se enriquece con la experiencia de la práctica, se mide en la práctica y, cuando se separa de la práctica, se torna estéril, vacía e inútil. Por eso, para discutir concepciones acerca de la situación política, de los objetivos de la lucha, del proceso revolucionario, tenemos en cuenta la definición correcta de las tareas que se dan a las fuerzas revolucionarias y su realización. Acorde con una famosa cita, el problema que se da a los comunistas no es sólo el de explicar e interpretar el mundo, sino el de transformarlo.

(Traducción de la introducción de la obra: CUNHAL, A. (1974) “Radicalismo pequeño burgués de fachada socialista”, 3º ed., Edições Avante, págs. 11-18. A cargo de Fran J. R. León, militante de Andalucía Comunista)

 

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