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Pensamiento :: 21/02/2007

El desierto de los vándalos y la megamáquina de la desdicha.

Llavor d'anarquia
"No lo olviden somos el producto de lo que ha provocado esta maldita sociedad, odiamos porque amamos todo eso que nos niegan, han querido que vivamos resignados, sometidos, negándonos como seres humanos, convirtiéndonos en máquinas de producir y sujetos de consumo, ustedes nos han metido en su guerra". Reflexiones de unxs encapuchadxs, escrito por los Infiltradxs organizadxs, Chile setiembre de 2006.

El 11 de setiembre pasado fue muy movido en Chile, los saqueos de tiendas y supermercados y las barricadas se fueron sucediendo en las poblaciones, con un muerto en el balance final, que naturalmente acabó a favor de los de siempre. En el centro de Santiago las manifestaciones más o menos oficializadas se vieron desbordadas por grupos de "vándalos", que promovieron la destrucción de bienes y un ataque incendiario al palacio de la Moneda (sacralizado como monumento a Allende y a la Unidad Popular).

Los hechos de este 11 de setiembre han levantado un clamor unánime: ¡hay que aislar el vandalismo infiltrado! Un clamor que recorre todo el espectro político, desde los pinochetistas hasta la izquierda y la extrema izquierda. Las Juventudes Comunistas, que se enzarzaron a palos con los vándalos, amenazan con armarse para evitar nuevas tropelías De hecho, en estos momentos ya están haciendo pagar a los refractarios su vandalismo y las recientes detenciones y encarcelamientos son sólo la cara más evidente de la represión.

Esta es una canción que con letras diversas pero siempre con la misma música, la hemos estado escuchando últimamente aplicada a diferentes "sujetos" (sujetos en el sentido policial, no en el de "sujeto histórico").

Aplicada a los casseurs franceses, que quemaron coches en noviembre del año pasado (y que ya están repitiendo alegremente sus hazañas), aplicada a los que creaban problemas a los civilizados estudiantes durante la primavera anti-CPE (que tanto hace suspirar a los añoradores del 68) o a los energúmenos que en las mismas fechas del año pasado ocuparon l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de la Calle Raspail en Paris destruyendo datos científicos (¡sacrosantos datos!), equipos informáticos, expedientes administrativos etc.

Aplicada a las barricadas rebeldes a la neo-priista/peredista APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) en su oposición a la recuperación de la lucha contra

También se ha aplicado a los jóvenes festeros que convirtieron las calles de Barcelona y otras ciudades españolas en un campo de batalla lúdico en las protestas pro-botellón del invierno pasado o en las fiestas del barrio de Gràcia.

Aplicada a los saqueadores que aprovechando la fiesta de la victoria en la liga de fútbol u otras concentraciones masivas, practican un "yomango" sin la "fashion" del original. Como cuando saquean tiendas de ópticas y de ropa en Barcelona

Y aplicada en otros muchos casos, desde el ya lejano caso de New Orleáns hasta las manifestaciones en el "forat de la vergonya" en Barcelona.

El asunto está en si el vandalismo moderno es realmente un fenómeno peligroso e inquietante o sólo es un nuevo espectáculo mediático para entretenernos y asustarnos.

Quizás una cosa o quizás la otra; quizás sí o quizás no... Pero lo que parece evidente es que el número de vándalos y candidatos a vándalo ha crecido y seguirá creciendo en el futuro.

EN LAS AFUERAS DEL SISTEMA.

En la periferia del sistema tecnoindustrial o en el corazón de los cascos antiguos de sus ciudades, en el sistema periurbano o infiltrado en las cloacas y patios traseros; en los márgenes de las autopistas (autopistas de automóviles y autopistas de la información), se extiende un desierto a medio camino entre lo dominado y lo salvaje.

Como todos los desiertos, a los ojos del civilizado, parece un espacio vacío, sin habitantes, sin uso despreciable. Pero como en cualquier otro desierto, a poco que el observador ponga buena voluntad y buen ojo, el desierto aparece lleno de vida, lleno de organismos animales y vegetales, de presas y de depredadores, de fenómenos e interacciones.

Como todo territorio más o menos salvaje, el desierto se infiltra en los baluartes civilizados. Sus zorros van a comer a los vertederos de basura, las gaviotas se posan y se cagan en los edificios emblemáticos, los roedores pueblan sus cloacas y a menudo acceden a los apartamentos más caros de la ciudad. Las alimañas de este desierto se alimentan de despojos urbanos.

Hay técnicos institucionales que trabajan como los guardas forestales de los parques naturales, técnicos que controlan las plagas que nos llegan de él, limitan las poblaciones de depredadores y de presas, encauzan ríos, limpian de arbustos, facilitan nidos y guaridas artificiales a las especies que se quiere favorecer, ponen comederos, administran vacunas

Pero el desierto se resiste a ser domesticado del todo y, a pesar del esfuerzo y el gran presupuesto empleado, parece que cada vez es más extenso y sus envites contra el mundo dominado más fuertes.

Este desierto que rodea nuestras ciudades, que llena los barrios antiguos, que se infiltra en nuestros cajeros automáticos para dormir, es un desierto habitado por una especie muy peculiar: esta plagado de vándalos ¡ES EL DESIERTO DE LOS VÁNDALOS!.

Los vándalos no se adaptan al trabajo, no se adaptan a la escuela, obedecen a regañadientes. Y cuando la autoridad no mira, desobedecen sistemáticamente. Los vándalos son sucios, malos y violentos y sobretodo son dañinos para los buenos animales domesticados.

El vandalismo da miedo. Da miedo a los ricos, pero sobretodo le da miedo a los pobres y a los mediopelo. Los vándalos viven en un desierto donde no crecen las flores de la cultura. Por no crecer no crecen ni siquiera las reivindicaciones, ni los programas, ni los proyectos. Para el observador poco avezado, en este desierto parecen escasas las flores del afecto y en cambio abundan las plantas espinosas y coriáceas.

Los vándalos no constituyen "movimientos sociales", no cultivan el pensamiento crítico, no leen, ni a los clásicos ni a los postmodernos, no saben quien es Toni Negri, ni John Zerzan, ni Guy Debord. Pero actuar, lo que se dice actuar, si que actúan y mucho. La acción parece que es lo único que les define.

¿PERO QUIÉNES SON LOS VANDALOS?.

"El vandalismo designa la hostilidad hacia las artes, la literatura o las propiedades ajenas, llegando al deterioro o destrucción voluntaria de monumentos, un comportamiento que se dice propio de los vándalos en sus ataques contra el Imperio Romano" Definición de vandalismo en la Wikipedia, septiembre de 2006.

El desierto contiene una gran biodiversidad vandálica. Hay muchos vándalos y de diferentes orígenes. Eso sí, a todos les une la falta de perspectivas dentro del sistema, no sólo en su versión actual, también en las pasadas y seguro que en las futuras.

Todos hemos escuchado historias de vagabundos sin techo que fueron doctores, profesores, empleados de banca, tenderos, militares pero que en un momento dado, por algún déficit del sistema de domesticación, se quedaron a la intemperie, se encontraron viviendo un poco como cimarrones, aún sin desearlo. Es cierto que se trata, a menudo, de vándalos apacibles, pero son vándalos al fin y al cabo.

También encontramos a jóvenes, de familia aposentada e ingresos regulares, prometedores estudiantes o aplicados empleados, incluso independientes emprendedores que, en un momento dado pierden su apacible vida doméstica y pasan de una agresividad a otra. De la agresividad competitiva e incomunicada del dominador/dominado civilizado, a una agresividad ciega y a menudo "lúdica" próxima a "lo salvaje". Pasan de responsable ciudadano joven, al colérico borracho del botellón. Del participativo y motivado estudiante, al reventador de fiestas mayores institucionalizadas. Del chico sano amante de los deportes, al energúmeno celebrador de las victorias del F.C. Barcelona En momentos así, estos vándalos que normalmente son finolis, contenidos y educados, se mezclan con aquellos que no tienen nada que perder y el resultado es altamente inflamable.

Sin embargo, el grupo mayoritario de vándalos lo constituyen los jóvenes en un sentido amplio de la juventud. Jóvenes expulsados de la sociedad del consumo compulsivo, de la "meritocracia" ficticia del mundo actual, descalificados en la carrera del éxito antes de comenzarla, jóvenes cuyos padres ya perdieron por ellos la partida antes de que naciesen. Jóvenes "fracasados escolares", inadaptados al trabajo, emigrantes desarraigados. Carne de subsidio, de cárcel, de centro de salud mental, de plan de empleo subvencionado, de PIRMI, de Renta Básica, de hospital y de asilo.

Los vándalos no han de ser violentos y destructores de lo estrictamente material. Destrucción vandálica de los "deberes cívicos", e inmateriales por tanto, son por ejemplo la abstención electoral, que va creciendo sin que nadie pueda hacerla suya, la resistencia a las nuevas normas de aparcamiento urbano o de recogida de residuos (al margen de otras implicaciones que tienen estos temas). Vandálica fue la revuelta contra el orden electoral del 13 de marzo (a pesar de los beneficios que pudo obtener de ella algún partido), una revuelta sin convocantes y totalmente ilegal por ser un día de "reflexión electoral".

LA MALA DOMESTICACIóN DE LOS VÁNDALOS.

Hay fuego
En las calles hay fuego
Cubrete la espalda
Este es el juego

o
En las calles hay fuego
Cuida tus negocios
Este es el juego

Las cosas estallan
Los cristales se destruyen
Las sirenas no se callan
Los cobardes huyen
De una canción de "Dos Hermanos con full Nelson"

Los vándalos no son salvajes, están tan domesticados como cualquier hijo de vecino y, a veces, más. Por ejemplo pueden llevar el patriarcado (uno de los instrumentos de domesticación) hasta sus mayores extremos, ejerciendo sobre niños y mujeres una dominación absoluta, sofocante y a menudo mortal. No se diferencian en esto de sus parientes domesticados, aunque su capacidad de "ocultamiento" está muy mermada.

El vándalo, incluso cuando vive al margen de la ley social y se dedica a "delitos económicos" busca sus víctimas entre las personas de su medio, entre los que menos se pueden defender de él. Así ejercen una dominación económica igual a la de cualquier capitalista, llegando a expropiar todo lo expropiable. En cambio los grandes ladrones de bancos, los falsificadores, los secuestradores serian más bien artesanos emprendedores con un oficio poco común que vándalos desesperados.

Los vándalos son como estos árboles frutales domésticos mal injertados que no le dan fruto al payés: son vegetales domesticados, pero, como no dan el fruto esperado, o se les corta o se intenta un re-injerto, o se les abandona a su suerte en el margen del camino.

La sociedad tecnoindustrial en que vivimos los occidentales, ha dejado a estos "mal injertados" en el margen del camino, aunque dedica ingentes fondos para contenerlos: planes sociales, manicomios, cárceles...

En otros países, generalmente países explotados periféricos, se llevan a cabo erradicaciones; legal o paralegalmente, se están cortando los árboles mal injertados. Como ejemplos tenemos los asesinatos de mendigos y niños de la calle en diversas partes del mundo, la persecución a tiros y cárcel para las "maras" de Centroamérica, las expulsiones de sin-papeles en la culta y muy civilizada Europa...

Por el hecho de estar domesticados, los vándalos en acción saben donde está su enemigo. Y lo saben mucho mejor que todos los teóricos de la revolución, que los conocedores de la historia del capitalismo, que los estudiosos de los "movimientos sociales", que los conferenciantes habituales... Saben donde está su enemigo y como golpearle eficazmente.

Lo sabía la chusma que quemaban los conventos, las iglesias y las primeras fábricas mecanizadas en la Barcelona de finales del siglo XIX. Lo saben los que quemaban los coches de sus vecinos obreros en Francia. Lo saben los saqueadores que toman lo que necesitan y un poco más cuando pueden. También lo sabían los que arrasaron la sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas durante los disturbios del botellón en el pasado mes de marzo en Barcelona o los que se enfrentaron a la policía local en Salamanca. Puede que no se les entienda, puede que se expliquen mal... pero ellos lo saben.

LA MEGAMÁQUINA DE LA DESDICHA.

Los "servicios" que antes definían el medio urbano han perdido buena parte de su cara bondadosa y blanda y exhiben cada vez más su "cara dura", dependiendo de las características del usuario, claro está.

Su función de elementos de contención ha convertido, a lo que en otras partes podían ser amigables puntos de relación, en infernales megamáquinas de desdicha. Desdicha ligada a la desesperación, la soledad y la desolación.

En tiempos pasados también había unas maquinillas de la desdicha, la familia, el pueblo, los amos, la parroquia Pero los medios que tenían a su alcance y las posibilidades de aniquilación totalitaria no eran nada comparado con los actuales. El estado actual de enajenación, de anulación, de control, de mediación, de ubicuidad no tiene comparación con los de épocas pasadas.

Los Centros de Salud se acercan cada vez más a centros de exterminio químico-quirúrgico que a instituciones "sanitarias". Se dispensan psicofármacos desde la más tierna infancia hasta la más decrépita vejez. Se sustituye la vida real con un sucedáneo formado por moléculas farmacológicas, diagnósticos, amputaciones y contención. La biología personal representada por la reproducción, la enfermedad, el crecimiento, la vejez y la muerte son secuestradas por los entramados tecno-sanitarios y usados como dientes de una trituradora de cuerpos y mentes...

Las escuelas, sin perspectivas, son institucionalmente peores que cárceles. La condena es indefinida para el alumno y más todavía para el maestro. Los alumnos van deslizándose por la pendiente de la violencia y el desencanto chocando contra el "muro" humano que constituyen sus profesores ... y sus "compañeros".

Las posibilidades de establecer relaciones de aprendizaje, posibles en otros momentos y en otros marcos, aunque difíciles en cualquier institución escolar, devienen imposibles o ilusorias. El sistema no pide nada de esto. No pide ni potenciar la adquisición de conocimientos y habilidades, ni siquiera la transmisión de los valores en los que se sustenta este sistema. Sólo pide diagnóstico y contención y a veces ni esto. A veces sólo pide almacenamiento provisional, un lugar de pasaje entre la infancia y el sistema tecnosanitario, entre el parvulario y los "manicomios", la cárcel y los márgenes del sistema productivo.

Toda va tomando este camino de desesperanza, desde el centro social, la biblioteca, el piso protegido, alquilado o de compra, la estación del metro y el paso de peatones, la sucursal bancaria, la oficina de empleo, la comisaría de los "mossos"...

Los vándalos son fundamentalmente DESDICHADOS, pero la desdicha se extiende desde los márgenes hacia el corazón del sistema. Es evidente que cada vez hay más gente descontenta, frustrada, enferma. Cada vez hay más dolor incurable, cada vez más y más... y todo esto alimenta y proporciona energía a la megamáquina de la desdicha, la hace más fuerte, más grande, más eficaz...

Porque la desdicha nos hace débiles y obedientes, desconfiados y timoratos. La desdicha acrecienta el rencor, la incomodidad, pero también la necesidad de cambiar de lugar, de posición, de vida...

LOS VÁNDALOS NO SON PRECARIOS.

"¡Dejemos de reclamar un empleo estable para cada uno!
¡Que la crisis se agrave!
¡Que la vida se la lleve!"

APPEL du RASPAIL aux étudiants, ch'meurs, salariés plus ou moins précaires, comunicado de los ocupantes del EHESS, Paris 21 de marzo de 2006.

Los vándalos están bien asentados en su papel, no son precarios esperando el tránsito a una nueva situación. Entendámonos, vándalos en su situación actual, no en sus ingresos ni en su condición social, un vándalo deja de ser vándalo y un civilizado pasa a se vándalo según muchas circunstancias.

Últimamente se ha querido "forjar" (verbo obrerista donde los haya) una hipotética unión entre "precarios". Pretenden poner en el mismo saco por una parte a los asistentes a una escuela taller de empleo protegido, a los siervos de las ETT"s, a los emigrantes sin papeles, a los becarios de empresa y por otra a los becarios de investigación y de doctorado. De este modo las elucubraciones teóricas de los últimos tienen la "legitimación" en la opresión de los primeros.

Se trata de una unión falsa, heterogénea y contranatural. Heterogénea en intereses (unos van "pa l"agujero" y los otros a ocupar plazas directivas e intermedias), heterogénea en ingresos, heterogénea social y culturalmente, y heterogénea en sus objetivos existenciales. Unos quieren vivir bien y los otros además de esto prosperar socialmente. Los caminos de los vándalos y los de los jóvenes "creativos y brillantes" y del "cognitariado" son vitalmente divergentes.

LA BORROSA FRONTERA ENTRE EL CIUDADANO APACIBLE Y EL VÁNDALO FURIOSO.

La frontera entre un vándalo y un ciudadano productivo, entre un vándalo y un militante sindicalista, entre un vándalo y un responsable militante de un movimiento social no es tan clara como podría parecer a simple vista... Todos tenemos una pulsión hacia el gozo de la destrucción... la destrucción de todo aquello que nos impide ser nosotros mismos, de lo que nos mediatiza, de lo que nos acogota, de lo que nos entumece, y esto nos coloca a un paso del vandalismo.

La búsqueda de este gozo sin restricciones puede estar más o menos adormecida, más o menos soterrada, más o menos dominada, pero a poco que se arañe la leve capa de esmalte de la civilización surge nuestra verdadera cara. El apocado padre de familia se convierte en un saqueador de New Orleans, el zoquete fracasado escolar en un incendiario parisino de los coches de sus vecinos, el aficionado al fútbol en un rompecristales y el estudiante de ciencias empresariales en un incendiario de contenedores de basura...

Este afán, que tenemos todos, de sustituir la desdicha por gozo es la única esperanza de destruir la megamáquina de la desdicha y sustituirla por una vida plena, libre y salvaje. La única posibilidad de cambiar la seguridad dominada de la civilización por la inseguridad del salvajismo, por el goce salvaje. No por la destrucción misma que suele ser irrelevante, sino por la disociación con el sistema de obediencia -tanto voluntaria como involuntaria- y por tanto de la aceptación de lo impuesto que ello supone.

VIVAQUEANDO EN EL DESIERTO DE LOS VÁNDALOS.

"Nosotr@s que hemos sido desposeid@s por este mundo ahora sabemos que no podemos esperar nada de él. Si soñamos con otro mundo, no podemos expresar estos sueños, porque este mundo no nos proporciona las palabras para hacerlo" Una revuelta no primitivista contra la civilización, Willful Desobediente.

Ya sabemos que los vándalos no son el "sujeto histórico" de ninguna revolución, tampoco son los actores concientes de una "insurrección final" (ni falta que les hace). Pero no nos desilusionan, porqué no estamos esperando la llegada de una revolución redentora, ni de un nuevo proletariado u otro sujeto histórico que la haga. Nosotros esperamos y queremos vivir la anarquía y en anarquía, pero ahora mismo, no en un futuro lejano, ni sólo para las generaciones venideras, aunque sólo sean momentos de anarquía.

Pero los vándalos, son los más propensos a enfrentarse al sistema, los desobedientes más desacomplejados, los más cercanos a la destrucción sin trabas... por tanto los más cercanos al caos los más cercanos a la anarquía.

Si en alguna parte ha de comenzar la destrucción luddita de la megamáquina de la desdicha, será con ellos o cerca de ellos. Si en algún lugar es posible vivir, por un tiempo corto o largo, la anarquía será a su vera. Quizás se vivirá a través de la destrucción, o quizás no, no hay caminos obligatorios, no hay recetas, no hay diseñadores. Quizás se pueda producir a través de alguna otra cosa, algunos piensan en el colapso de la civilización (pico del petróleo u otro desastre ), otros en una crisis menos definida y más difusa...

El pesimismo decrépito no imagina cosas nuevas, no concibe marcos diferentes lejos de sus ordenados huertos y jardincillos autocultivados ¡pero tan civilizados!. Los vándalos no son jardineros y no temen crear cosas nuevas, porqué no miran ni hacia el pasado ni hacía el futuro, miran el aquí y ahora.

Y como queremos vivir la anarquía o en anarquía aquí y ahora, aunque sea por poco tiempo, y como no nos queremos perder esto, lo mejor, es estar cerca suyo y vivaquear a su lado. Mientras nos preparamos para ser, si podemos y somos capaces, LIBRES Y SALVAJES.

Barcelona, finales de 2006.

 

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