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Pensamiento, Pensamiento, Mundo :: 07/07/2012

Entrevista con Nicolás González Varela sobre "Cuaderno Spinoza" de Karl Heinrich Marx (II)

Nicolás González Varela / Salvador López
En su etapa de Bonn y Berlín, Marx se desplazará hacia la izquierda con su incorporación al movimiento de los Jóvenes Hegelianos

La primera parte de esta entrevista ha sido publicada en http://www.lahaine.org/index.php?p=62613

Estábamos en asuntos materialistas. ¿Observas alguna similitud entre el materialismo de Marx y el de Spinoza? ¿Qué destacarías entre estas similitudes?

Yo creo que son muy diferentes, aunque Althusser haya refundido a Spinoza hasta convertirlo en el predecesor “materialista & inmanentista” de Marx y de él mismo. Spinoza (y Descartes su maestro) generalmente etiquetados, con rapidez e imprecisión, como “materialistas”, aunque habría que llamarlos, con más acierto, como “naturalistas”; uno dualista, y el otro, Spinoza, que intentó construir un sistema inmanentista (el gran centro de atracción para la tradición althusseriana). Spinoza no dejó de ser un cartesiano crítico, con todo lo que implica. La supervivencia, inesperada y fantasmagórica, de la oposición metafísica entre la extensión y el pensamiento, hacen muy problemático que pueda ser calificado como “materialista”, ya que sigue existiendo la oposición entre Ser (pensamiento) y no-Ser (cuerpo), cuestión que en un auténtico Materialismo carece de sentido. No hay dudas que Spinoza intentó renovar al Naturalismo de una forma novedosa, con aportes de antiguos filósofos materialistas (Epicuro, Demócrito, por ejemplo), quienes después, en feliz coincidencia, también atraerían el interés del joven Marx.

En Althusser, su idea materialista (no dialéctica) se basa en la imposibilidad de salir de la relación y conexión entre la infraestructura económica y la superestructura (jurídica, política, etc.); si mantenemos este feliz tópico, es imposible caer en el “delirio idealista”. El materialismo spinozista, como ya dijimos, tiene esa carencia fundamental, ya que en él se encuentra ausente todo análisis social o económico, sin hablar de su credo minimum. Spinoza seguía siendo un “ebrio de Dios” como le llamaba Novalis, o pensemos por un momento que la acusación que más la dolía a Spinoza era precisamente que se le calificara de ateo. Su idea puede ser anti idealista, pero es muy problemático calificarla de materialista. No es casualidad que Althusser reflexionara señalando que seguramente un marxista no puede llevar a cabo el rodeo anti hegeliano por Spinoza sin arrepentirse, “pues la aventura es peligrosa y hágase lo que se haga siempre le faltará a Spinoza lo que Hegel dio a Marx: la Contradicción.” ¿Se puede pensar el Materialismo de Marx sin el método dialéctico? No lo puedo imaginar. El intento, una fuga teórica del Estructuralismo, de “buscar argumentos para el Materialismo” que propugnaba Althusser puede llegar al límite en el que la interpretatio desfigure no sólo a Spinoza sino al propio Marx.

Tu prólogo, su deslumbrante estudio preliminar que es más que un prólogo (alcanza la página 124), son más de 120 páginas de densa, documentadísima y muy erudita prosa que incluye 257 notas (¡más de dos por página!). ¿Qué has pretendido con este escrito tan erudito, tan admirable?

Bueno, muchas gracias. El estudio pretende, no sé si lo logra, situar al lector no especializado en una de las etapas más importantes y, al mismo tiempo, por diversos factores ideológicos, menos estudiadas o conocidas de Marx. Quería que su lectura de Spinoza, tan anómala e inesperada, pudiera ser deducida a partir del tortuoso desarrollo intelectual juvenil de Marx y del magma ideológico, tan rico en consecuencias para nuestra Modernidad, de la izquierda en Alemania de mediados del siglo XIX.

Abres con una cita de Lissagaray de 1876: “Karl Marx, el genial investigador, desterrado de Alemania y de Francia, que aplicó a la ciencia social el método de Spinoza…”. ¿Qué método es ese?

Prosper-Olivier Lissagaray, republicano y socialista, es un superviviente del experimento más avanzado de democracia social de todo el siglo XIX: la Commune de París de 1871. Conocía a Marx bastante bien: tuvo un largo romance con una de sus hijas, la menor Eleanor. La cita la tomé de sus impresionantes memorias, que son en realidad una historia contada en primera persona: Histoire de la Commune de 1871. Es un gran elogio, una desmesurada obra; pensemos que Spinoza es un pensador científico consumado (basta con adentrarse en su correspondencia privada para comprobarlo), incluso para los parámetros de nuestra época, que se “anticipó” a muchos aspectos de la Física y la Cosmología tal como las conocemos, pero que al mismo tiempo no reconocía una división absoluta entre Ciencia y Filosofía. Para él, como para su maestro Descartes, la Física descansa sobre una idea ontológica, sobre un fundamento último (meta-físico), y un científico no puede llamarse así si ignora las preguntas fundamentales. Y estas cuestiones primigenias no pueden contestarse ni responderse correctamente desde la experiencia sans phrase, ni desde el experimento: es la Razón (y no la certeza sensible) la que constituye nuestra guía hacia lo real.

Es por este método, por esta forma de pensar que Spinoza puede ser definido como un “racionalista” (nunca un empirista), y esta es la causa de su demostración more geometrico, la única en el que la Razón no puede extraviarse. Todas las verdades de la Razón son evidentes en sí o derivadas de verdades evidentes en sí, a las que se llega mediante un encadenamiento de argumentos deductivos. No debemos olvidarnos que Spinoza era un cartesiano holandés crítico, como ya dijimos, pero cartesiano hasta el final. El fundamento y el saxum firmissimum de Spinoza (una expresión cartesiana) ya no es el soberano ego o la intuición del yo, sino la Idea verdadera; cualquier idea, con tal que sea verdadera, pero que todos puedan poseer (a través de un método deductivo genético), puesto que es el resultado del vis natural del Entendimiento. El universo spinoziano es de ideas y cosas, como el de Marx, no de dudas, fantasmas escépticos o voluntad de poder (buena o mala).

Marx también puede considerarse un “esencialista”, con un método racional y un modo de exposición dialéctico, ¿algo más dialéctico que el barroco spinozista?, y alejado de todo empirismo (lógico o no). En el post script a la segunda edición de Das Kapital, Marx subraya como correcta una recensión rusa de su obra, del tomo I, aparecida en una revista de San Petersburg donde por fin se aclara su método científico “que ha sido poco comprendido”, calificándolo de “estrictamente realista” con un modo de exposición “dialéctico-alemán”, y que es “infinitamente más realista que todos sus predecesores en el campo de la crítica económica”, con lo que Marx concuerda en su totalidad, citando literalmente al comentador ruso con esta descripción metodológica: “Para Marx, sólo una cosa es importante: encontrar la Ley de los fenómenos en cuya investigación se ocupa… concibe el movimiento social como un proceso de Historia Natural, regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, conciencia e intención de los hombres, sino que, por el contrario, determinan su querer, conciencia e intenciones.” Marx concluye señalando que “al caracterizar lo que él llama mi ‘verdadero método’ de una manera tan certera, y tan benévola en lo que atañe a mi empleo personal del mismo… ¿qué hace el articulista sino describir el método dialéctico?” No quiero extenderme mucho, pero aquí está la problemática tan mal comprendida, incluso por los marxistas, entre Forschungswiese (modo de investigación) y Darstellungswiese (modo de exposición), que Marx no se cansaba de aclarar. Otra similitud entre ambos métodos, entre dos grandes pensadores…

Rastreando influencias hablas del panteísmo militante de Gans. El mismo Engels, recuerdas, lo alabó, junto a Strauss y Ruge. ¿Cómo concibió el panteísmo el joven Marx?

Sintomático para nosotros es que su padre, Heinrich (Heschel) Marx, abandonó la religión hebrea milenaria de su familia y abrazó con pasión un racionalismo deísta muy típico del Iluminismo, diríamos muy cartesio-spinoziano. En una carta de noviembre de 1835, Heinrich le urge al joven Karl permanecer “fiel en una creencia pura en Dios”, tal como lo hicieron “Newton, Locke y Leibniz”, nada menos. Una prueba fehaciente de su inicial credo racionalista, panteísta e iluminista, con mucha afinidad con el pensamiento de Spinoza, son sus trabajos escolares de examinación en la secundaria, los abiturientenarbeit. Allí Marx enarbola, además de un Deísmo radical, la idea bien iluminista del progreso como camino hacia la libertad y la perfección, además, como profesión de fe, se declara convencido que la salvación (si existe) no es nunca individual, sino comunitaria. Si me lo permites, leo un fragmento de uno de sus trabajos

Adelante con él.

“También al Hombre le ha trazado Dios un fin general: el de ennoblecer a la Humanidad y ennoblecerse a sí mismo, pero encargándole al mismo tiempo encontrar los medios para alcanzarlo… si las condiciones de nuestra vida nos permiten realmente escoger la profesión deseada, debemos procurar elegir la de mayor dignidad… que abra ante nosotros el mayor campo de acción para poder actuar en bien de la Humanidad, que nos permita acercarnos a la meta general al servicio de la cual todas las profesiones son solamente un medio: la perfección… la experiencia demuestra que el ser más dichoso es el que ha sabido hacer a mayor número de hombres felices; la misma Religión nos enseña que el ideal al que todos aspiran a acercarse se sacrificó por la Humanidad.” Éste es el auténtico joven Marx alrededor de 1836.

Existe un segundo ensayo muy significativo de la época de estudiante de secundaria, titulado Die Vereinigung der Gläubigen mit Christo nach Joh. 15. 1-14, in ihren Grund und Wesen, in ihrer Wirkungen dargestellt (“Unión de los Creyentes en Cristo de acuerdo con Juan 15: 1-14, mostrando sus bases y esencia, como su absoluta necesidad y sus efectos”). Formalmente el tema era “una demostración”, según el Evangelio de San Juan, pero Marx trata el tema de la unión creyentes-Cristo en términos puramente éticos de autorrealización del individuo y perfeccionamiento de la virtud, sin ninguna referencia al pecado, los milagros, el cielo o la inmortalidad y además no menciona ninguna iglesia organizada. En muchos casos el joven Marx da la sensación de parafrasear a Voltaire, Kant, Hegel, Lessing o incluso al mismo Spinoza. Justifica la necesaria unión con Cristo tanto desde la propia historia de los pueblos del mundo (filogénesis) como desde el punto de vista de la historia individual del hombre (ontogénesis), y concluye diciendo que “por lo tanto la unión con Cristo da una alegría que los epicúreos se esfuerzan en vano de obtener de su filosofía frívola o el más profundo pensador de las profundidades más ocultas de sus conocimientos, una alegría conocida sólo por la mente ingenua, infantil, que está vinculada con Cristo y por medio de ella con Dios, una alegría que hace la vida más sublime y más hermosa.”

Marx parte de un deísmo en lo religioso en un entorno monárquico-liberal; en su etapa de Bonn y Berlín se desplazará hacia la izquierda con su incorporación al movimiento de los Linkshegelianer, Jóvenes Hegelianos; se hará republicano hacia el fin de sus estudios universitarios, para finalmente transformarse en comunista hacia 1843, cuando tenga veinticinco años. Sabemos que alrededor de abril de 1837 Marx comienza a estudiar seria, intensa y directamente a Hegel, posiblemente acicateado por el impacto de las clases, como bien señalas, del hegeliano liberal Eduard Gans. Y que ha llegado, como lo confiesa, a un punto de no-retorno (grenzmark), una metamorfosis, una encrucijada límite en su desarrollo intelectual, que muchos consideran el momento más decisivo en la vida de Marx. Había garabateado antes un extraño texto filosófico en forma de diálogo platónico titulado Kleanthes oder Ausgangspunkt und notwendigen Fortgang der Philosophie (Cleantes o el punto de partida y del progreso necesario en filosofía), texto con colores spinozianos evidentes. Marx confiesa que “yo terminaba por donde comenzaba el sistema hegeliano, y este trabajo, para el que hube de familiarizarme hasta cierto punto con las Ciencias Naturales, con Schelling y con la Historia, me causó infinitos quebraderos de cabeza…” A su padre le confiesa que había comenzado Einen Dialog von ungefähr 24 Bogen (“un diálogo de 24 páginas”) basado en el desarrollo “dialéctico-filosófico de la Divinidad, y sus manifestaciones como Potencia, como Religión, como Naturaleza y como Historia.”

Hay páginas muy hermosas que dedicas al estilo de trabajo intelectual de Marx (Manuel Sacristán también trabajaba así). ¿Puedes describirlo? ¿Lo abandonó en algún momento? Parece agotador, casi imposible.

Los escritos de Marx son muy especiales porque su técnica de trabajo es única y muy singular. Al parecer aunque esta pericia la adoptó de muy joven, la siguió perfeccionando en su madurez. Leer muchísimo; escribir en abundancia, no concluir casi nada. Comienza a escribir –con una grafía que resultará infernal y recalcitrante, hermética e indescifrable– minuciosa e incansablemente notas sobre los libros “rumiados”, acumulando cuadernos sobre cuadernos de citas y extractos de las lecturas hechas. Ya el gran marxólogo Rubel había señalado la importancia de estos cuadernos para seguir la evolución y comprender el tortuoso recorrido intelectual de Marx. En estos primeros esbozos durante el semestre de invierno 1836-1837 Marx inaugura un curioso estilo de trabajo que jamás abandonará y que aplicará en su estudio de Spinoza. Escribe, con una escritura propia de un “jeroglífico egipcio” (como dirá Engels, quien tuvo que descifrar los manuscritos para editar Das Kapital), transcribe notas de lecturas y comentarios sobre los libros que lee en profundidad: hasta 1849 escribió treinta y uno de estos cuadernos.

Conociendo la enorme angustia existencial de Marx, en las bellas palabras de Frossard “su itinerario está jalonado de hojas muertas, gacetas sin lectores, libros y panfletos incautados que devoran sus escasos ingresos”, y las limitaciones de su técnica de investigación, su forschungswiese, su programa de investigación sin biblioteca personal; es asombroso el talento para vencer tantas restricciones y lograr un texto limpio, coherente y profundo. En una carta a su padre en 1837, el joven Marx ya le confiesa que “me había acostumbrado a hacer extractos (exzerpte) de todos los libros que leía…” Su ars era la siguiente: primero se enfrentaba a algunos autores sobre el tema a estudiar, los que pensaba que eran los mejores y que se encontraban en la biblioteca; en segundo lugar sacaba largos extractos con la indicación bibliográfica y escribía reflexiones y largos comentarios, desgajando si hacía falta el nudo argumental del autor; finalmente pasaba a la redacción “nocturna” de su manuscrito por completo y teniendo in pectore su publicación (la recepción del lector proletario o lo que es lo mismo: la darstellungswiese, la exposición dialéctica), aunque si consideraba que su método de exposición fallaba suspendía su aprobación final y publicación. Coherente hasta el final con este proceso científico y escrupuloso sólo dos grandes obras llegaron a feliz término editorial: Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859) y el primer tomo de El Capital (1867). Esto significaba que sólo un 15 o 20 por ciento de la producción total de Marx “diurno” alcanzara la luz pública.

¡Sólo el 15 o el 20 por cien!

Sí, sí. Si catalogamos todas las publicaciones incluyendo los escritos con Engels, brochures, phamplets, revisiones de traducciones (francesa y rusa) y programas, la lista se extiende a tan solo veinticuatro obras (excluimos los artículos para el New York Tribune). Podemos clasificar su metodología de trabajo en los siguientes puntos: 1) lecturas de libros, con marcas de lectura y comentarios; 2) redacción de cuadernos de extractos o exzerptes; 3) elaboración de cuadernos de notas marginales o memoranda; 4) confección de manuscritos monográficos o monotemáticos; 5) redacción de manuscritos “semi-públicos”, con difusión restringida; 6) confección de borradores y pruebas para la imprenta; 7) finalmente los libros y panfletos que llegaban al público general. Esta complicada y meticulosa técnica de trabajo intelectual se agravaba con una extrema escrupulosidad en las fuentes que llega a la exasperación. A todo ello se le sumaba que sus sucesivos exilios y la pobreza casi extrema en la que vivió, le impedía poseer una biblioteca personal, por lo que utilizaba la mejor biblioteca del mundo de la época, la del British Museum.

En el período londinense, a modo de ejemplo, estas constricciones le obligaban a estudiar y escribir de día en la biblioteca pública que tuviera más a mano (ya sea la Chetham’s Library de Manchester o el mítico Reading Room del British Museum en Londres). Allí anotaba con su grafía ininteligible en sus Citanhefte y Grundrisse, cuadernos de citas y resúmenes, para luego redactar en la noche, ya en su casa, la obra que maduraría para su publicación final. Pero este “laboratorio” artesanal de Marx al mismo tiempo hizo nacer un problema editorial de implicaciones ni siquiera imaginadas por él mismo: que su producción “diurna”, sus largos períodos de estudio en el escritorio Nº 0-7 de la Biblioteca del Museo Británico superarán con creces la parte esotérica y “nocturna” de su obra, como puede verse comparando lo editado con su nachlass literario. La obra conocida era sólo la punta de un iceberg, menos de un tercio de su obra, que emergía de una masa sumergida de manuscritos inéditos, los famosos cuadernos, un verdadero continente compuesto con minúscula taquigrafía y que constituía un dilema editorial de primer orden.

Hobsbawm, a propósito de los originales de los Grundrisse, por ejemplo, ha dicho que se trata de una “especie de estenografía intelectual privada, que se vuelve impenetrable”, acompañada con subrayados y destacados hechos con tres colores de lápices. Un visitante ruso social-revolucionario, Charles Rappoport, que visitaba a Engels en 1893 le preguntó por el estado de la publicación del IIIº tomo de Das Kapital, le señaló en su casa un enorme volumen de manuscritos sobre un escritorio “y me propuso que por lo menos leyera una sola línea de ellos. Pero no logré descifrar absolutamente nada, pues la escritura era completamente ilegible. ‘Ahora comprenderá’, me dijo Engels, ‘cuán difícil me resulta establecer tan sólo el texto’”. ¿Cómo era su método de trabajo en esa época? Tenemos el relato de un auténtico englishman, el socialista Hyndman: “ya estaba en el ‘British Museum’ cuando éste abría sus puertas por las mañanas, y no salía de él hasta la noche, cuando cerraba sus puertas. De nuevo en casa, sólo se permitía unos breves instantes para descansar y cenar, y seguir trabajando luego hasta las primeras horas de la madrugada. Dieciséis horas diarias de trabajo era su ritmo habitual, y en no pocas ocasiones todavía añadía una o dos horas más. ¡Y qué trabajos realizaba!”.

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