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Pensamiento :: 04/01/2007

Estado y autonomía: Contradicciones en (todo) movimiento

Hernán Ouviña
¿Cómo renovar la praxis emancipatoria tras la crisis de las "socialismos reales" y de los movimientos de liberación nacional?

A proposito de La autonomía como búsqueda, el Estado como contradicción, Editorial Prometeo, 2004; y ¿Qué (no) hacer?. Apuntes para una crítica de los regímenes emancipatorios, Editorial Antropofagia, 2005.

¿Cómo renovar la praxis emancipatoria tras la crisis de las "socialismos reales" y de los movimientos de liberación nacional? ¿De qué manera trascender las matrices propias de la izquierda ortodoxa y el nacionalismo populista, sin caer en el tentador canto de sirenas del derrotismo posmoderno?

Tales son los interrogantes que asolan la escritura de Mabel Thwaites Rey y Miguel Mazzeo, dos autores que no buscan a través de sus libros respuestas con un ánimo meramente teórico ni (menos aún) academicista, sino en tanto y cuanto logren incidir en la polémica, militante y colectiva, que desvela al campo popular.

De ahí que, aunque resulte un tópico recurrente en estos casos, no podamos dejar de celebrar la publicación de estos dos libros que, a partir de un lenguaje llano y sin perder un mínimo de rigurosidad, desmenuzan los pormenores de un asunto tan espinoso como es la relación contradictoria -a la vez que asimétrica- entre el Estado y las clases subalternas. Un eje de discusión que, especialmente a posteriori del 19 y 20 de diciembre de 2001, cobró una centralidad inusitada.

Hecha esta breve introducción, nuestro grado cero de la escritura será explicitar que acordamos con la caracterización general del problema realizada tanto por Thwaites Rey como por Mazzeo. Por ello, las líneas que siguen serán ante todo a modo de complemento al llamamiento que realizan, desde las provocativas páginas de sus libros, a enriquecer el debate público alrededor de las formas que debería asumir la praxis política para lograr quebrantar la reproducción del orden social existente. No hemos hecho, pues, más que levantar gentilmente el guante.

***

Recuperando un "dilema" enunciado en ambos libros -qué hacer frente a y en el Estado para potenciar y expandir las prácticas libertarias en pos de la emancipación social-, dos términos ordenarán nuestra exposición: contradicción y asimetría. Desglosados de la definición que subyace a la relación establecida a diario tanto con el Estado como con las prácticas autónomas, la articulación de ambos vocablos nos permitirá confrontar con los planteos de posiciones políticas (tales como el "autonomismo ingenuo", la izquierda ortodoxa, y el instrumentalismo populista) que a nuestro entender -y a pesar de sus notables diferencias- coinciden en minar el fortalecimiento de un proyecto de transformación integral de la sociedad.

Consideramos que la primera y la tercera de estas tendencias -si cabe la homologación- responden al serpenteante derrotero de la lucha de clases en la Argentina reciente. En efecto, la política de la última década [1] parece haber sufrido una dinámica pendular sumamente abrupta: del extremo "autonomismo" abrazado en los albores de diciembre de 2001 se ha pasado, por momentos de manera dramática, a una acérrima "estadolatría", que amenaza con desmembrar las otrora experiencias de lucha más ricas en términos de radicalidad y autogestión, subsumiéndolas ahora bajo los marcos previsibles del andamiaje estatal.

Los textos de Thwaites Rey y Mazzeo, escritos al calor de los debates vividos durante 2002 y 2003 en torno a las potencialidades de una construcción política a distancia del Estado, allanan el terreno del primer movimiento pendular y nos advierten sobre las limitaciones y obstáculos de concebir a lo estatal como una entidad totalmente ajena a las luchas de los sectores oprimidos. Asimismo, evidencian el carácter conflictivo de las prácticas concretas en las que se encarna todo proyecto autónomo (expresadas, por ejemplo, en la indefinición de tareas dentro de un colectivo, la falta de recursos materiales y organizativos básicos, la producción acotada al autismo de la subsistencia grupal, la ausencia de instancias de coordinación, o la paradójica "imposición" del horizontalismo).

Como complemento, denuncian la ingenuidad de muchos movimientos surgidos en el contexto del ¡Que se vayan todos!, centrada en pretender -según la exacerbada afirmación de John Holloway- que "olvidemos al Estado y construyamos nuestra propia sociedad’ [2], explicitando el hecho de que a poco de andar, estas experiencias (auto)referenciales mostraron las múltiples dificultades que se presentan al intentar constituir comunidades cuasi-insulares cuyo horizonte inmediato termina siendo, en no pocas situaciones, el "socialismo en un solo barrio" [3]

De acuerdo a los autores reseñados, lo que se perdía de vista en la mayoría de estos casos, más allá de la necesaria y saludable crítica frente al poder político propio de la sociedad capitalista, era precisamente algo de lo cual da cuenta la segunda parte del libro de Thwaites Rey: la dimensión contradictoria del Estado, expresada en sus acciones y morfología misma. Desestimándolo como importante lugar y momento de la lucha de clases, este "autonomismo ingenuo" terminó cayendo -al igual que la izquierda tradicional- en la tentadora "eseidad’ que concibe al Estado como un bloque monolítico y sin fisuras, al que hay que ignorar, o bien asaltar cual fortaleza enemiga. [4]

Así fue como esta retórica -que equiparaba cualquier tipo de vinculación con el Estado con subordinación total de los tiempos de construcción política a él- cobró protagonismo en los debates al interior de asambleas barriales, movimientos de trabajadores desocupados, agrupaciones estudiantiles, e incluso empresas recuperadas. Su predica hizo foco en la denostación per se del Estado como institución parasitaria y totalmente "externa" a las relaciones sociales en las cuales estaban inmersos variados proyectos de cooperativismo y autogestión.

Lo paradójico resultó ser regla en muchos emprendimientos productivos, culturales, educativos y políticos impulsados desde abajo: el "imperativo categórico anti-estatal" terminó minando sus bases de sustentación mismas. Contra ese autonomismo infantil batallan en sus textos Thwaites Rey y Mazzeo. Aquel que pretende construir el "cambio social" ignorando que si bien el Estado expresa el poder político dominante, y como tal es garante -no neutral- del conjunto de relaciones constituyentes de la sociedad, las formas en que se materializa no deben sernos ajenas. De lo contrario, el paso adelante que podrían haber significado las numerosas construcciones de base en plazas, barrios, escuelas, asentamientos y fábricas, como formas de auto-organización alternativas a la de los partidos y sindicatos tradicionales, quizás no hubiese devenido un páramo en el actual contexto de "adversidad’. Todo esto en función de una especie de "purismo" pretendidamente descontaminado de toda reminiscencia mercantil o estatal, que tendió a hacer de la necesidad una virtud.

No obstante esta primer advertencia, cabe destacar un segundo eje de la polémica, no tan desarrollado por Mabel y Miguel, como es el otro extremo del péndulo. El corrimiento hacia la derecha desarrollado por ciertos movimientos y grupos activistas tras el triunfo de Néstor Kirchner en marzo de 2003, resignificó a una porción considerable del peronismo bajo el nuevo terno de lo podríamos llamar en forma apresurada "instrumentalismo populista". Más que poner a los "barrios de pié", fue al desprestigiado andamiaje estatal al que levantaron en los últimos años estos movimientos socio-políticos de raigambre nacional-popular, aportando al proceso de recomposición hegemónica del régimen [5].

Quienes apoyan y solventan la gestión del gobierno de Kirchner -brindando inclusive referentes y militantes sociales varios para consolidar el nuevo funcionariado a cargo de Secretarías y Ministerios- pasan por tanto la otra arista presente en la definición del Estado antes mencionada: entenderlo como una relación -material y simbólica- constitutivamente asimétrica, vale decir, no igualitaria, y por lo tanto imposible de convertirse en su reverso [6].

Si en los meses posteriores al proceso destituyente del 19 y 20 resultaba prioritario como llamado de atención resaltar la dimensión contradictoria e inestable de la relación de dominación que constituye el Estado, inmersos en el kirchnerismo hoy el énfasis debería investirse, expresando que dicha contradicción es desigual (y lo que es más importante aún: no puede ser de otra manera) y arraiga materialmente en aparatos estatales. Omitir esto sería caer en una concepción instrumentalista de las instituciones "públicas" [7].

Leídas en el actual contexto kirchnerista, las críticas formuladas por Thwaites Rey y Mazzeo resultan en apariencia caducas. "Han pasado de moda las formas de construcción autónoma", nos advierten los gurues de la siempre actualizada Academia. Hoy se torna prioritaria "la razón populista" y la colaboración creciente -al extremo de la mimesis- de los movimientos sociales con los aparatos estatales. Vistos a la luz de los últimos acontecimientos en nuestro país, consideramos que los planteos y advertencias de ambos libros con respecto al Estado y a la praxis política cobran plena vigencia. Ni asalto al Estado-fortaleza ni estadolatría populista; tampoco autismo y mero regodeo "micropolítico". Hic rhodus, hic saltus, los senderos que caminen las revoluciones del siglo XXI deberán resistir y afrontar creativamente a estos escollos, despojándose de todo dogmatismo, incluso del que se pretende hereje bajo el ropaje de la innovación.

Para terminar, vale la pena recordar uno de los bellos poemas de Mario Benedetti, el cual expresa que si a uno le dan palos de ciego, la única respuesta eficaz es dar palos de vidente . Partiendo de este aforismo, los textos reseñados podrían concebirse como un par de anteojeras teóricas, imprescindibles para lograr una mejor "óptica" en torno a esa enigmática maquinaria llamada Estado, pero también para orientar y hacer visibles nuestros garrotazos diarios en el sinuoso transito hacia la emancipación humana.

No obstante, cabe insinuar como última apreciación que el espectro de Lenin nos sigue interpelando, más allá de pertinentes aniversarios y del sugestivo título del libro de Mazzeo. Saldar cuentas con el "progenitor" bolchevique es aún tarea una pendiente [8]. Al fin y al cabo, el nuevo milenio es hijo de la revolución rusa, lo que incluye tanto sus notables éxitos como -a no olvidarlo- sus rotundos fracasos. Hemos reconocido de sobra la paternidad, pero al parecer resta todavía romper con el complejo de Edipo. En eso andan muchas de las experiencias autónomas, al margen de sus involuntarios errores e inevitables contradicciones.


Notas

[1] Sin ánimo de caer en una abstracta generalización, podríamos hacer extensiva la hipótesis a otros países latinoamericanos, tales como Bolivia y Brasil.
[2] Prologo a Keynesianismo, una peligrosa ilusión, 2003, Ediciones Herramienta, Buenos Aires.
[3] Tal es la irónica denominación utilizada por Miguel Mazzeo. Al margen de la experiencia argentina, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona , difundida por el EZLN en junio de 2005, puede leerse quizás como una radical autocrítica respecto de esta dinámica centrada en el fortalecimiento "interno" de los espacios autónomos conformados a lo largo de los territorios bajo influencia zapatista en el estado de Chiapas. Muestra de ello es su propuesta de "realizar una CAMPAÑA NACIONAL para la construcción de otra forma de hacer política", que contemple la creación de "un programa de lucha nacional y de izquierda", teniendo como horizonte articular no solo las resistencias presentes en todo el territorio mexicano, sino también las del resto de "los pueblos latinoamericanos".
[4] Esta caracterización no-dialéctica, predominante en el marxismo ortodoxo a lo largo del siglo XX, puede inferirse de ciertos párrafos del propio Manifiesto Comunista, donde por ejemplo sus autores conciben al Estado como el "comité que administra los negocios comunes de la clase burguesa".
[5] A modo de ejemplo revival, basta mencionar el título de portada de uno de los tantos periódicos que, con tiradas de a miles, circularon de mano en mano por los alrededores de la Plaza de Mayo en las recientes fechas "patrias": Fortalecer el Estado es agrandar la Nación.
[6] Lo cual no significa desconocer -como hace la izquierda ortodoxa- que el kirchnerismo expresa una importante modificación de la contradicción concesión-conquista inscripta en la dimensión material y simbólica del Estado. Antes bien, supone reconocerla, aunque explicitando asimismo su carácter desbalanceado en favor del polo del capital, debido a que en tanto forma-estatal es co-constitutiva y garante de las relaciones sociales burguesas.
[7] El enfoque instrumentalista entiende al Estado como un mero aparato técnico, de carácter neutro, pasible de ser manipulado para diversos -y hasta contrapuestos- propósitos por cualquier sector o clase social que logre apropiarse de él o bien "colonizarlo". Para entender a qué nos estamos refiriendo, cabe recordar la concepción del Estado enunciada por parte de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) diez años atrás: "El Estado es una herramienta que no es ni buena ni mala en sí misma: un martillo puede ser usado para construir o para destruir, depende quien lo utilice. Ahí se define la voluntad, la intención política". ¿Un país sin Estado?, Asociación Trabajadores del Estado, Congreso de Trabajadores Argentinos, Buenos Aires, 1996.
[8] Quizás sea ésta una de las pocas críticas que podrían formularse a Mabel y, parcialmente, a Miguel, en la medida en que nos parece que no ahondan con suficiente profundidad en el tema.

Prensa de Frente

 

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