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Estado español :: 07/07/2014

Félix Padín: «Antaño los parados se pasaban el día trabajando en el sindicato»

I. Nistal
Conversamos con el histórico militante anarcosindicalista, testimonio clave de la querella argentina instruida por la jueza Servini.

«Yo estaba afiliado a la CNT y tengo que decir a nuestro favor muchas cosas. Quiero dejar constancia de que hasta que nos medio militarizaron, fuimos de los primeros en dar la cara, pero no solo en el País Vasco, sino también en el resto del país. La CNT frenó el levantamiento. No éramos escritores a sueldo, ni reaccionarios; no éramos partidistas, ni hacíamos la guerra por dinero; nuestro lema era la revolución social, nuestra lucha era contra la opresión, el Estado y toda clase de farsantes y militares; éramos anti-militaristas y lo seguimos siendo. En los ratos de ocio en el frente, procurábamos leer un libro y sacar el mayor provecho posible. Nos preparábamos, también, para cuando teníamos que entrar en combate. Procurábamos estar a la altura de las circunstancias. Sabíamos emplear la fuerza cuando éramos atacados. El 18 de Julio fuimos atacados y salimos al combate contra todo lo que olía a clero, militares, terratenientes y demás sanguijuelas que nos chupaban la sangre».

Camino de los 98 años, el histórico militante Félix Padín Gallo (Bilbao, 9 de julio de 1916), mantiene intacta en su memoria su odisea personal siempre al lado de su querida CNT. Unida a ella desde los 13 o 14 años, siguió el ejemplo de varios de sus hermanos durante la época de Primo de Rivera. Eran tiempos difíciles pero de mucha ilusión y tremenda actividad propagandística. Precisamente para Félix esa fue una de las labores que le fue encomendada tanto en la central anarcosindicalista como en las Juventudes Libertarias de Bilbao.

También fueron tiempos de mucha acción para hacer frente, entre otros, al fascismo callejero que ya venía asomando y avisando del gran problema que se avecinaba en los años venideros. «Los miembros de Falange venían a provocarnos con pistolas y nos defendíamos. Era una situación que se vivía todos los días», recuerda Félix con esa sonrisa pícara que le caracteriza. De esta forma, participó en un grupo de acción en el sindicato junto a otros compañeros como Lucarini.

En esa época de fuerte persecución al sindicato, comenzaron las primeras detenciones: «un día me detuvieron por tener una carta pidiendo folletos y libros a Barcelona. Quedé detenido y cuando me meten al camión, en un descuido del chófer, les di las llaves de mi casa a unas compañeras y limpiaron todo. Aun así me metieron en un calabozo, recuerdo que al meter mi mano al bolsillo tenía sellos de cotización que me tocó tragar para que no me pillaran». De ahí ya comenzó a figurar en las fichas policiales como “peligrosísimo de la CNT”.

A pesar de ese ambiente pre-bélico, Félix recuerda el carácter pacífico de todos ellos. «Éramos gente tranquila, nos gustaba demostrar que los de la CNT no éramos los pistoleros que decían. Todos los sábados nos reuníamos en el monte, hacíamos deporte, leíamos la revista Estudios…».

Vivir en el infierno

Pero la realidad era la que era y el golpe de Estado cada vez sonaba con mayor insistencia. Algo que no pilló desprevenido a la central anarcosindicalista, que desde hacía tiempo venía asaltando armerías, polvorines, a los guardias de la mina y guardando todo el arsenal en una cueva en el monte.

Ya el 19 de julio formó parte de nutrido grupo de anarcosindicalistas y a los pocos días partieron al frente de Ochandiano. Durante la guerra participó, primero en el Batallón Isaac Puente y posteriormente en el Batallón Durruti, llegando a alcanzar el grado de teniente. De la guerra recuerda las tensas relaciones con los nacionalistas y el infame Pacto de Santoña. Pronto llegaría la desilusión en la zona republicana, los desastres de la guerra, la caída y desaparición de compañeros…

En diciembre de 1937 sería arrestado, comenzando el calvario de los campos de concentración y el trabajo esclavo en los batallones de trabajadores franquistas. Ingresó en el campo de Miranda de Ebro, uno de los más duros (contrajo allí el tifus y la sarna) y el que más años permaneció abierto. Posteriormente sería movilizado a diferentes batallones de trabajadores en Lleida, Guadalajara o Granada, siendo quizás el único superviviente vivo que se conozca que padeciera aquel infierno.

Un testimonio clave de aquel periodo que está sirviendo en la investigación de la jueza Servini sobre la querella abierta en Argentina contra los crímenes del franquismo. Precisamente la jueza le ha visitado recientemente para conocer de primera mano sus vivencias, comprobando la lucidez con la que todavía rememora aquellos hechos con todo tipo de detalles, aunque él no guarda muchas esperanzas en este proceso judicial.

Tiempos de apatía

Casualidades de la vida, hoy Miranda es el lugar de residencia de Félix. Un hombre como todos aquellos de su generación, hecho de otra pasta, que ha sabido sortear todos los avatares de la vida sin olvidar nunca sus orígenes, por lo que ha luchado y sigue luchando. Como anécdota, cabe recordar que hacen muy pocos años (hoy se lo impide una silla de ruedas) estaba pegando carteles como uno más en su querida CNT.

Su gran vitalidad no evita que se muestre un tanto pesimista con la situación actual en la que vivimos. «La gente de hoy la veo muy egoísta y mala. Los trabajadores estamos muy separados, antes había una huelga y salíamos todos juntos. Ya no hay esa forma de luchar como antes, se amoldan al sistema y nuestros sindicatos también se han acomodado». Así le apena ver detalles como que los periódicos se amontonen en los locales cuando en su época no quedaba ni uno por el deseo de salir a la calle a repartirlos. «Antes los jóvenes estábamos a todo, si estabas parado ibas al sindicato desde por la mañana hasta la noche. Allí aprendías a respetar, a hacerte respetar y saber lo que hacer», sentencia el compañero Padín.

Periódico CNT nº 412 - Junio 2014

 

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