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Estado español :: 03/03/2021

Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en el bar «Una Grande Libre»

Insurgente
En España, a día de hoy, existen comercios que son auténticos museos en honor al dictador Franco y su cruzada fascista contra la libertad.

Hace pocos días observamos, sin mucha sorpresa, cómo se levantó una polvareda de indignación e incredulidad ante el cuestionamiento público de la democracia española. Conservadores, liberales y socialdemócratas se rasgan las vestiduras ante la sola idea de que nuestro sistema político tenga lagunas importantes en cuestión de derechos humanos.
Incluso la ultraderecha, que lleva meses penando por estar sufriendo una “dictadura socialcomunista”, defendía repentinamente las bondades de una democracia plena.

Podríamos pensar que los problemas de España son similares a los de los países de nuestro entorno, que es con los que debemos comparar nuestras fortalezas y debilidades.

Pero no es cierto.

Existen problemas similares, sí. Pongamos como ejemplo el nuevo auge de la ultraderecha. Esto es algo que todos los países europeos comparten en mayor o menor medida, pero existe una diferencia importante que tiene que ver con la manera de lidiar con este problema.

En Alemania e Italia es delito hacer apología del nazismo y exhibir sus símbolos. Jean-Marie Le Pen fue condenado en Francia a tres meses de prisión “sólo” por decir que la ocupación nazi “no fue tan mala”.

La explicación más lógica es que en todos aquellos países el fascismo perdió. Fue purgado de su país y de sus instituciones, creándose un sustrato de antifascismo que ha calado en la política y la vida social. En España en cambio en fascismo venció, mantuvo el poder durante décadas y realizó una transición muy indulgente, que permitió la filtración de muchos altos cargos en todos los ámbitos de la sociedad.

Esa falta de reparación, de repulsa hacia los regímenes dictatoriales ha permitido que diariamente se condene a cualquier línea ideológica que vaya un milímetro más a la izquierda de la socialdemocracia liberal, mientras se normaliza a la ultraderecha y se permite la exaltación de ideologías que atentan contra los derechos humanos.

En España, a día de hoy, existen comercios que son auténticos museos en honor al dictador Franco y su cruzada fascista contra la libertad. A lo largo de los últimos años hemos visto varios ejemplos. Pero lo más grave no es que estos lugares existan y desde las instituciones no se actúe o se legisle para impedirlo. La noticia es que aquellos que se supone defensores de todos los ciudadanos, acudan sin pudor a un lugar que rinde homenaje a una ideología que trató de eliminar a la mitad de un país.

¿Qué puede esperar la ciudadanía de unos cuerpos de seguridad, dotados de armas letales y la capacidad legal de retenerte y acusarte sin otra prueba que su palabra, cuando a éstos no les incomoda o incluso apoyan el fascismo?

¿Realmente puede alguien extrañarse de que haya raperos en la cárcel o exiliados, torturas, presos políticos, contenedores ardiendo y camisetas asegurando que “todos los gatos son bonitos”?.

La realidad de estas vergonzosas fotos no va a cambiar nada, porque la Fiscalía prefiere perseguir a artistas, humoristas y tuiteros antes que investigar a miembros de unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, supuestamente defensores de la democracia, compadreando con fascistas, golpistas y apologistas del genocidio.

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