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Pensamiento :: 09/07/2006

Furia española

Abel Ortiz
Aun a riesgo de ser considerado un ente disipador de la concentración que exige tan alta ocasión deportiva me atrevo a sugerir, por lo bajini, que al fin y al cabo, un partido de futbol es menos importante que un referéndum, un estatuto o unos presupuestos. Habrá más. Tira Pirolo, que estoy solo

Uno de los inventos propagandísticos nacional-futboleros con más repercusión en el imaginario hispánico, acostumbrado a las frustraciones colectivas, es esa gaseosa furia española que, desde que Marcelino metiera un gol en blanco y negro a la URSS cuando Franco era seleccionador nacional, ha servido para radiografiar el alma de un pueblo que se sienta, como un solo hombre, o mujer, a ver, desde su sillón favorito y pertrechado de cerveza y berberechos, el enésimo partido de la seleccion nacional; ese crisol de pueblos y culturas, unidad de destino en lo universal con camiseta roja y pantalón azul.

La descripción de semejante fenomeno circunstancial, la furia española, es tarea compleja digna de sociólogos, psicólogos, chamanes periodistas deportivos, una variante humana de lo más chillona, o directores espirituales, más sibilinos pero igualmente atosigantes en las calurosas noches de los veranos con mundial.

Parece ser que, como la risaga o el arco iris, cuando se juntan los hados propicios, o géminis pasa por tauro fumando una faria, el combinado nacional, el calimotxo patrio, (vamos a ver Veterano, la estufa en la mano) gana un partido en lo que se considera una gesta heróica, una reafirmación del espiritu que nos une a todos, en la salud y en la enfermedad, al equipo de futbol que, por extraños convencionalismos edificados durante siglos, es nuestra representación astral.

Que el futbol se mueve en el territorio de lo simbólico lo han dicho, de cientos de maneras, grandes sabios que de niños cambiaron cromos y contruyeron, sobre un deporte inglés, toda un arquitectura de las relaciones humanas y políticas. Ganar un mundial, u otro evento similar, es un éxito político por no se sabe muy bien que operación de transustanciación de lo físico y lo inmanente.

Pelé o Maradona son equivalentes a Yuri Gagarin o a Belmonte en la memoria de los pueblos; la encarnación de las virtudes portadas en no se sabe que gen exactamente, posiblemente en alguno que tambien tenga la mosca del vinagre, por el prototipo que según el mito identitario, corresponde a los valores comunes compartidos por un grupo humano susceptible de convertirse en hinchada, torcida o grupo de hooligans.

Aun a riesgo de ser considerado un ente disipador de la concentración que exige tan alta ocasión deportiva me atrevo a sugerir, por lo bajini, que al fin y al cabo, un partido de futbol es menos importante que un referéndum, un estatuto o unos presupuestos. Habrá más. Tira Pirolo, que estoy solo.

abelortiz.blogspot.com

 

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