García Montero, o cuando los intelectuales sistémicos se la cogen con papel de fumar
A propósito de los escrúpulos de los "intelectuales sistémicos"
Mantiene nuestro colaborador Aday Quesada, que a la hora de someter a la reflexión los sucesos cotidianos, los "intelectuales sistémicos" se la cogen con papel de fumar. Tal es el caso, escribe Quesada, del poeta, catedrático, candidato por IU a la Comunidad de Madrid y hoy flamante presidente Instituto Cervantes por la gracia y el agradecimiento de Pedro Sánchez. Hace unos años, este ductil gladiador no dudó llamar a la guerra en contra de Libia. Hoy, algunos años después, no se la coge con tantos escrúpulos cuando se desparrama en elogios hacia esta España monárquica, resultante de la voluntad imperecedera del Caudillo
En política hay pocas cosas que no sean pronosticables. Y entre ellas no se encuentran las que se refieren a cuál va ser la estación de llegada de determinados personajes. Y es que nada hoy resulta tan fácil como augurar en qué basurero van a concluir sus biografías algunas "lumbreras" que nos ofrece nuestra actualidad cotidiana.
Tal es el caso, por ejemplo, de Luis García Montero. Poeta, catedrático, ¿inexplicable? candidato por IU a la Comunidad de Madrid y, además, flamante director del Instituto Cervantes, recién recompensado por el gobierno de Pedro Sánchez.
Este peculiar "intelectual sistémico", que no dudó un solo instante en cogérsela con papel de fumar a la hora de formular declaraciones favorables a los bombardeos de la OTAN sobre Libia, ahora, en cambio, se siente hondamente cabreado y ofendido porque en la Europa de la UE se empieza a tener dudas, al parecer, sobre la naturaleza presuntamente democrática del Estado español.
Hace unos pocos años, este fragilísimo poeta y deslenguado bocazas respondía de esta guisa a quienes se atrevían a comparar la intervención otánica en Libia con la que se había producido una década antes en Irak.
“Seamos sinceros. - escribía suficiente entonces -. La intervención en Libia no es comparable con la invasión de Irak, declarada al margen del derecho internacional por el trío de las Azores. Hemos vivido en el Norte de África una experiencia cívica imprevista que merece todo nuestro respeto democrático “.
Comoquiera que temiera que no quedara del todo claro su apoyo a la operación militar contra Libia, que desde España encabezó el general de Podemos, Julio Rodríguez, el"poeta bocazas" agregó que en su opinión:
Un espacio de exclusión aérea, como hacía la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, era una decisión incómoda pero necesaria para evitar una masacre y suponía una respuesta mejor que dejar que un dictador comoGadafi machaque a su pueblo”.
Para muy pocos constituye hoy un secreto qué era lo que se escondía tras las bambalinas de aquella operación aérea genocida. En cuanto a los efectos remotos que aquellos bombardeos iban a provocar, los tenemos ahora crudamente a la vista: la conversión del mediterráneo en el féretro de miles de africanos.
El "granito de arena" que el "poeta bocazas" aportó entonces a aquella brutal intervención militar posiblemente muchos lo hayan olvidado. Pero quienes sí lo anotaron con agradecimiento en sus respectivos libros de bitácora fueron los jerarcas del PSOE, los de ahora y los de entonces- que hoy compensan complacidos con un puestecillo al exégeta de aquel horripilante magnicidio y de la destrucción de todo un país.
Pero si en aquella ocasión García Montero se la cogió escrupulosamente con papel de fumar a la hora de reflexionar sobre bombas y masacres, hace unos días no tuvo tantos melindres, ni se le encogieron los esfínteres, cuando enjuició al actual régimen monárquico español y las trampas leguleyas que hicieron posible que se cumpliera la imperecedera voluntad del dictador Francisco Franco, de que aquí todo habia quedadoatado y bien atado
Hace unos dias, un plumilla del "El Pais' - ¿qué mejor periódico que ese? - le preguntaba en una entrevista a nuestro personaje si creía que era real la imagen de unaEspaña democrática.
Muy resuelto, y sin que se apreciara en sus palabras la menor duda, García Montero contestó:
" Cuando se dice que en España no hay democracia me dan ganas de decir «un momento y un respeto, que yo sé lo que es vivir en una dictadura». Tenemos que luchar por dignificar la democracia, por impedir que dé un paso atrás. Yo no estoy de acuerdo con la Ley Mordaza, con que una chica se destroce la vida por un chiste. Pero no hay que confundir eso con una dictadura. Y a Europa hay que decírselo claro: nuestra democracia se compara, y muchas veces tiene ventaja, con cualquier otra de la UE. Es nuestro deber decirlo ".
Y para que quedara patente su imperturbable lealtad a la España borbónica y bipartidista, el poeta bocazas respondió sin atragantarse:
" Ahora podemos hacer cosas imposibles en 1976. La gente se equivoca mucho sobre lo que fue la Transición. En 1976, 1977 despertabas y tenías miedo de un golpe de Estado, de que hubieran ametrallado a unos abogados laboralistas... Cuando se niega la importancia de la Transición se comete una injusticia. La prueba de eso es que 2018 no es 1977 y ya podemos tomar decisiones propias de una sociedad madura que ennoblecen la democracia".
Finalmente, temiéndose el diluvio de observaciones malévolas que sobre él lloverán a propósito de su venta a las huestes socioliberales, García Montero parafraseando aFoucault quiso pertrecharse tras una admonición muy socorrida por los intelectuales vergonzantes del sistema, en estos tiempos en los que la ambigüedad impera :
«Siento por el capitalismo el mismo desprecio que los estalinistas sienten por mí».
Y se quedó tan pancho.
Dejo a que sea el lector el que se ayude a sí mismo en la comprensión de este intrincado y paradójico personaje, sacando sobre él sus propias conclusiones.