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Mundo, Estado español, Argentina :: 11/08/2022

Guillén y el socialismo autogestionario (y III)

Crescencio Carretero
Prólogo III del libro "Abraham Guillén. Gerrilla y autogestión" de José Luis Carretero Miramar

José Luis Carretero se ha atrevido con una biografía de Abraham Guillén. Y decimos que se ha atrevido, porque en ningún caso Guillén es un personaje nítido, un personaje cómodo.

El mismo José Luis reconoce esa dificultad cuando habla de la “hojarasca de la abundante verbosidad de Abraham”. Sin embargo, digamos ya de entrada, que José Luis ha sabido orientarse entre tanto árbol para mostrarnos el bosque, o al menos uno de los posibles bosques. Pero eso sí, un bosque útil, o que pretende serlo, al marasmo ideológico de la izquierda de hoy día.

Abraham llegó a tocar muchos palos a lo largo de su vida. No en vano, a lo largo de ella, fue tildado de trotskista, maoísta, anarquista, y curiosamente, siempre de comunista. Y, por si fuera poco, la autogestión que él defiende está basada en el mercado, cosa que llegaría a entroncarle con el anarcocapitalismo. Es decir, por si acaso no le bastaran los “calificativos” de izquierda, también uno de derechas, de la derecha más extrema.

Lo que Guillén no fue, en ningún caso, aunque también llegase a acusársele de ello, fue leninista, y mucho menos estalinista, dándose la circunstancia de que a ambos grupos ideológicos (¿uno solo hoy día, aunque con muchas sucursales?), les niega incluso el título de marxistas, como cuando habla de los “pequeñoburgueses marxistas-leninistas”, coincidiendo así con ese otro gran heterodoxo, Heleno Saña, en su análisis de que toda relación social o de grupo, basada en la jerarquización es pequeño-burguesa (Heleno Saña: Cultura proletaria y cultura burguesa).

Sin embargo, Guillén nos rescata, prácticamente a lo largo de toda su obra, al Marx economista, diferenciándolo del Marx político, el de la dictadura del proletariado, validando sus análisis del sistema capitalista de su tiempo (segunda mitad del XIX), del mismo modo que él, Guillén, se implica en el análisis del sistema capitalista de los dos últimos tercios del XX. Atinentes a esto habríamos de decir, que el mismo Guillén, practicó eso que los marxistas de salón o de reclinatorio tratan, hoy día, de salvar del descrédito marxiano, es decir, el análisis.

Guillén es un autor camaleónico, y sus escritos, dependiendo de a quien pretendan influir, se impregnarán del punto de vista de sus interlocutores (peronistas, trotskistas, maoístas, anarquistas…), aunque su experiencia vital le obligará a mantener posturas heterodoxas siempre con todos ellos, de las cuales, quizá, la más conocida sea su postura antifoquista y defensora de la guerrilla urbana frente a la rural, en sus escritos “maoístas”, en contraposición al Che.

Ya en su última etapa, al tildársele de trotskista, Guillén lo negará rotundamente, afirmando que nunca dejó de ser libertario. En este último tramo de su vida, sobre todo en los libros publicados por la Fundación Anselmo Lorenzo, abogará por un anarquismo o bien un anarco-marxismo científico: “El anarquismo (sin la “dictadura del proletariado”) constituye una doctrina social, económica y política, capaz de sustituir con ventaja al capitalismo privado o de Estado. Al anarquismo científico es preferible denominarlo socialismo autogestionario, ya que semánticamente tiene así, el atractivo de unificar a socialistas, anarquistas, trotskistas e izquierdistas pequeñoburgueses que comparten, en esa doctrina, ideales comunes, aspiraciones idénticas hacia un mundo sin clases, en paz y libertad”.

Este Socialismo Autogestionario de Guillén, podemos decir que puede considerarse una etapa de transición al Comunismo Libertario (¡lástima tener que calificar un concepto tan nítido como el de comunismo para intentar salvarlo del desprestigio al que lo llevaron algunos de los que dijeron defenderlo!), que a su vez sería un simple cambio de paradigma económico, pero tan solo un paso, un pequeño paso, en dirección a la anarquía.

La autogestión por la que Guillén aboga, como dijimos antes está regulada por el mercado, entendiendo el mercado como “un mecanismo de fijación de precios y asignación de inversiones”. (Sí, hay dinero, o su equivalente, pues estamos en una etapa de transición, aún no hemos llegado a la anarquía. ¿Llegaremos algún día?).

Sin embargo es éste del mercado, un concepto difícil de aprehender, ya que a su vez, Guillén nos habla de empresas de propiedad social, y es aquí donde las diferencias con el anarcocapitalismo al que hacíamos referencia al principio se hacen más contundentes; pues el anarcocapitalismo, o anarquismo de libre mercado como habitualmente se le viene denominando, es una fauna de ideologías, que teniendo su origen allá por los años cincuenta del pasado siglo en Sociedad sin Estado de Murray Rothbard, a través del tiempo ha dado origen a estrategias tan divergentes como los Partidos libertarios hasta el agorismo, propugnando tanto las vías electorales como la abstención para intentar “eliminar al estado” que tanto les molesta.

Pero todos estos grupos, tienen en común el hecho de conocer muy bien a Stirner, al que el anarquismo moderno, solo llega a calificar como mucho de preanarquista (ver Ángel Capelletti: Prehistoria del anarquismo), e ignorar completamente a Proudhon, pues para todos ellos, la propiedad no es el robo, sino que es el fundamento de sus aspiraciones. Y es así, como el anarcocapitalismo deja ver la patita debajo de la puerta y vemos que era tal como se esperaba: tan negra como la noche.

Pues, en definitiva, si lo que quieren es eliminar al Estado, para que éste no ponga cortapisas a su libertad; pero a su vez abogan por la propiedad privada de los medios de producción y distribución, lo único que buscan es lo que siempre se les ha reprochado: que solo quieren más “libertad”, pero “para explotar a los demás”.

Guillén en contraposición, como ya dijimos al principio, es comunista (comunista antiautoritario) y no se desdice de ello a lo largo de toda su obra y de su vida. Está por tanto por la propiedad colectiva de los medios de producción y su gestión por la propia sociedad, como única forma de superar las desigualdades y las injusticias del presente, independientemente de los vericuetos que haya que sortear para llegar a ello. Cosa que en ningún caso es algo que vendrá automáticamente tras un levantamiento de la población; mucho menos en un momento histórico en que la colonización de las mentes por los medios de fabricación de pensamiento es tan abrumadora.

Es por ello que el estudio que José Luis Carretero hace de la vida de Guillén es tan oportuno y necesario, porque la heterodoxia de este último (cualquier heterodoxia basada en la igualdad de las personas y la horizontalidad del grupo social y no en la jerarquía), es lo único que puede ayudarnos colectivamente a realizar la necesaria gimnasia mental para que, quizá algún día, podamos llegar a despejar las negras tormentas y las nubes oscuras de la historia.

Madrid, 1 de marzo de 2020

La Haine

 

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