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Estado español :: 29/02/2008

Hagamos la calle nuestra este 8 de marzo

Inés Arcia - La Haine
Los partidos institucionales y los medios de comunicación repiten machaconamente que tenemos igualdad formal y que somos privilegiadas por poder acceder a un puesto de trabajo precario con salarios de subsistencia.

El próximo 8 de marzo se cumplen 100 años desde aquel nefasto día en que 146 obreras textiles de la fábrica Cotton, en Nueva York, murieron calcinadas por negarse a abandonar la lucha por mejores salarios y mejores condiciones laborales. A lo largo y ancho del mundo, somos muchas las mujeres que esperamos este día para manifestarnos, como símbolo de la lucha cotidiana. Dependiendo del lugar, se reivindicarán unas cosas por encima de otras. En los países de América Latina las reivindicaciones girarán sobre el derecho a la tierra, la sanidad, la educación, el derecho al aborto, el trabajo, la vivienda, la participación política. En África y Asia se reclamará además, la no penalización del adulterio y de la homosexualidad y hasta el derecho de las mujeres a tener un carné de conducir o poder hacer deporte.

En Europa y en el Estado español la mayoría de las mujeres pensamos que estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles. El patriarcado de consentimiento (1) y el poder del capitalismo globalizado que coloca a este país en el puesto 8º, nos permite creer que las mujeres hemos alcanzado la igualdad. Los partidos institucionales y los medios de comunicación repiten machaconamente que tenemos igualdad formal y que somos privilegiadas por poder acceder a un puesto de trabajo precario con salarios de subsistencia.

No obstante, el malestar va por dentro. Las mujeres del estado español sentimos que algo no funciona cuando vemos que nuestro proyecto de vida de familia feliz y prosperidad económica es cada inalcanzable, empieza a resquebrajarse o a agotarse. La mayoría de los príncipes azules son sólo ranas y ese que alguna vez creímos haber encontrado, sólo piensa en si mismo. Nosotras estamos hartas de ser su soporte afectivo y su muñeca inflable, trabajar dentro y fuera de casa, llevar todo lo árido del cuidado de los niños y ocuparnos de las relaciones familiares. El tiempo no nos alcanza para nada y el salario menos. El puesto de trabajo es un asco que no tiene nada que ver con lo que hemos estudiado.

Por todo esto y mucho más, las mujeres hacemos del día de la mujer nuestro espacio. Lugar de encuentro con otras mujeres, iguales y diversas, para convertir nuestra queja en acción. Haciendo lo personal político, las mujeres nos manifestamos para denunciar la doble jornada, la violencia, la penalización del aborto, reclamar el derecho a nuestra sexualidad, a nuestro cuerpo, a tener independencia económica, a participar en política. En fin, derecho a existir en igualdad de condiciones.

Sin embargo, este año nos lo han quitado. Este 8 de marzo es jornada de reflexión de unas elecciones que han convocado los políticos, en el convencimiento de que nuestro día se puede cambiar. ¿Qué más nos da a las mujeres salir un día u otro? Este cambio representa el ninguneo de “nuestros representantes”. A pesar de que el actual gobierno se jacta de tener en sus filas a la vanguardia del feminismo español, y que por eso mismo, se considera el depositario del voto de las mujeres, la realidad nos muestra, una vez más, que apenas existimos.

Este 2008 se presenta difícil. Los días pasados mataron a cuatro mujeres. La despenalización del aborto y el derecho a decidir parece una reivindicación cada vez más lejana y el discurso de la derecha nos convierte, igual que en los años 80, en presuntas asesinas de niños. Eso sin mencionar la situación económica cada vez más amenazante.

El 8 de marzo es un día, nuestro día, el de todas. Convertir nuestra queja en acción es trabajo de todo el año. Organizándonos en colectivos feministas, horizontales y democráticos, donde la preocupación de cada una sea la de todas, con debate y consenso, conseguiremos nuestra fuerza. Sólo con fuerza y organización conseguiremos que no se nos ignore. Depende de nosotras.


1. Patriarcado de consentimiento: Todo sistema patriarcal se basa en la coerción y en el consentimiento. Ambos elementos están presentes a la vez. Las sociedades de mayor violencia represiva patriarcal tienen altos niveles de aceptación de sus normas por el solo efecto de la socialización, esto es, sin tener que apelar al recurso de la violencia (Alicia Puleo, Patriarcado, 10 palabras clave sobre mujer).

 

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