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Andalucía :: 25/11/2021

Huelga en Cadiz: "No es una gotita que colma un vaso que estaba demasiado lleno"

Sputnik / La Haine
El conflicto es resultado de un proceso patronal y estatal de cierres de empresas y precarización que convierte a Cádiz en una región sin oportunidades

Tras una negociación eternizada, nueve días de huelga y una represión policial asombrosa por su violencia, sindicatos y patronal alcanzaron a última hora del 24 de noviembre un principio de acuerdo que desconvoca la huelga. En la mañana de hoy ya volvían al tajo muchos empleados y los represores de Policía Nacional y Guardia Civil comenzaban a retirarse.

El acuerdo se tendrá que refrendar en asamblea de empresa por parte de los trabajadores, aunque ya es vinculante y suscita reacciones positivas y negativas a ambos lados de la negociación. El régimen "socialista", que apoyó en todo momento a la patronal, ahora se lava la manos y pretende aparecer como "árbitro".

Las negociaciones entre la CTM (Coordinadora de Trabajadores del Metal) y los sindicatos mayoritarios del sector auxiliar con la Federación de Empresarios del Metal de Cádiz (FEMCA) tratan –simplemente– de hacer que se cumpla el convenio laboral del metal, lo que es demasiado pedir para esdta burguesía retrógrada.

Un convenio que es papel mojado y que se traduce en alta temporalidad y pérdida de derechos laborales y salario. Los nueve días que duró la candente Cádiz han permitido superar uno de los elementos que encalló el acuerdo, el incremento del salario y la duración del nuevo convenio. Los empresarios proponían un incremento del salario acorde al 1,5%, los trabajadores del 2,5%.

Finalmente, las ascuas se arriman más a los trabajadores, con el incremento del 2% y el compromiso de la patronal de que el trabajador no perderá poder adquisitivo. Si el IPC se desboca, los empresarios se comprometen a compensar en un 80% este incremento. La patronal consigue que este convenio se alargue por tres años, lo que dota de más estabilidad al sector.

Analizando cómo se ha llegado a este grado de confrontación, la respuesta viene de lejos."En Cádiz no ha ocurrido esto por una negociación puntual. No es una gotita que colma un vaso que estaba demasiado lleno. Con quitar esta gota no basta, las administraciones tienen que rebajar mucho el hartazgo para que esto no vuelva a pasar y la gota no sea un tsunami", explica, exhausto tras las negociaciones (aunque no por haber corrido delante de la policía), Jesús Serrano, secretario general de Industria de CCOO.

"No arden los contenedores, arde la indignación de la gente de Cádiz"

"Parecerá pintoresco que una simple negociación de convenio provoque todo esto, pero hay que tener en cuenta el sentimiento de abandono que siente la provincia de Cádiz, con la tradición de lucha y épica de resistencia ante los abusos", analiza el periodista y escritor gaditano Juanjo Téllez.

Los nueve días de enfrentamientos son definidos por la prensa burguesa como altercados protagonizados por radicales, pero en realidad son un levantamiento justo y necesario ante la injusticia laboral. Todos coinciden en que estos incidentes son el reflejo de un engranaje que salta por los aires tras sustraerle varias piezas esenciales.

"Esta tradición de lucha callejera viene desde los 70. Ya entonces los desmanes de los antidisturbios provocaron tal reacción popular que he visto a vecinos arrojar macetas a la policía y hasta una lavadora desde un cuarto piso contra una lechera –furgón policial–", explica Téllez, cronista de Cádiz por excelencia.

Esta tradición de lucha viene ahora retroalimentada por un proceso de vaciamiento industrial. Con la entrada en la Unión Europa se desactivó el sector pesquero y Cádiz pasó a apoyarse en la llamada Triple A: astilleros, aeronáutica y automoción. Pero con el tiempo, la industria se fue a países de mano de obra barata (con el silencio de los gobiernos "socialistas") o se degrada en trabajo precario, que pivota en las empresas auxiliares, subcontratas, en las que los salarios y derechos laborales se incumplen con facilidad.

La sangría de cierres es enorme: en 2007 se fue Delphi, del sector de la automoción, dejando a 1.500 trabajadores (en cálculos a la baja) en la calle. "Son grandes empresas que se instalan en la zona a rebufo de exenciones fiscales y ayudas públicas pero a las que luego no se les mueve una ceja a la hora de echar el cierre", explica Téllez.

Tras Delphi cerró Cádiz Electrónica, Gadir Solar (placas y hélices), San Carlos (motores de navíos), la tabacalera Altadis, que también dejó a más de mil trabajadores en la calle o en prejubilación, Sadiel Sistemas, LTK… la lista es infinita y llega hasta ahora.

"En el último mes se han sucedido decenas de despidos en Alestis, el cierre de la planta de Airbus Puerto Real, las condiciones precarias e inestables en un sector del metal que pelea ahora por un convenio digno y contra los recortes en derechos, y la respuesta del Gobierno no es un plan de industrialización, es tanquetas y cargas policiales", comunica el alcalde de Cádiz, Jose María González (Kichi), muy activo en las protestas.

Mucha hambre y ganas de comer

Sorprende que la única central de Airbus que ha cerrado en España sea, precisamente, en una provincia tan afectada por el desempleo como Cádiz, con un 23,16%, lejos del 14,57% de media nacional. "Hay que entender que llevamos mucho padecido, en 15 años no he visto instalarse en Cádiz ni una empresa con más de 50 empleados", reflexiona Serrano.

En la provincia de Cádiz se junta el hambre con las ganas de comer. Además de tener una desértica zona portuaria habitada por trabajadores precarios, la otra zona más industrializada, el Campo de Gibraltar, va a pagar el pato de la obsolescencia de la industria, que nos lleva al cierre de la central térmica –de carbón– de Los Barrios.

La precarización en la industria del metal a través del sector auxiliar –subcontratas– que se calcula emplea a 30.000 personas, copando un 70% del empleo en el sector, hace que los empleados terminen asumiendo condiciones de explotación como jornadas de 12 horas y sueldos por debajo del mínimo. Pero también provoca la emigración.

"Cádiz fue punta de lanza nacional en industria, pero los trabajadores quieren seguridad, por el sueldo que cobran, prefieren irse a Mercadona, donde saben que tienen al menos un contrato estable", explica Serrano.

 

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