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Estado español :: 30/01/2010

¿Diario Público... o privado?

Carlos Tena
?Siempre lo mismo, tío; comienzan pareciendo una cosa y a los seis meses se les caen los pantalones?

Ya ha transcurrido el tiempo suficiente, aunque a miles de ciudadan@s, escaldados por experimentos previos ya lo habían decidido, para asegurar que el diario madrileño Público, comandado por el periodista Félix Monteira (en la foto), ex corresponsal y redactor de su colega El País, cumple con unos mínimos deberes a la hora de recabar la opinión de periodistas y/o personalidades variopintas del campo cultural internacional, ubicados desde la derecha rancia a la izquierda parlamentaria, con tímidos coqueteos hacia el mundo de la sociedad combativa, pero encerrando a sus corresponsales (con la excepción única del colega Antonio Albiñana, destacado en Colombia) en una jaula ideológica, cuyas rejas permiten el paso de cierta cantidad de aire, mientras quienes dan de comer a los inquilinos indican a estos la conveniencia de aplicar Tolerancia Cero para con el conflicto político en Euskadi, o con las medidas que aplican mandatarios como Raúl Castro, Hugo Chávez, y en menor medida Rafael Correa y Evo Morales, pero colocando paños calientes a las promesas incumplidas por el grupo Barak Obama y Sus Desayunos Religiosos, su mañana monaguillo Zapatero, Sarkozy, el FMI o Alan García, así como sobre los crímenes, invasiones, ocupaciones y otros desmanes varios en Irak, Palestina Haití o Afganistán, pontificando y manipulando en sentido inverso, cuando se aplica una normativa de obligado cumplimiento en los medios de comunicación de la TV mundial, no sólo la venezolana, clausurando una emisora que, entre otras lindezas, llama a la rebelión militar para derribar, como en Honduras recientemente, entre la infame comprensión de muchos mandatarios.

¿Qué hubiera ocurrido, qué editorial hubiera aparecido en Público, si se aplicara aquí la misma medida, en una estación de TV de alcance nacional, cuyos servicios informativos hubiesen llamado a la asonada militar del ejército español? Y para colmo, dos jóvenes chavistas, asesinados en una reciente manifestación contra la revolución bolivariana, a manos de mercenarios de los llamados escuálidos, aparecen en la prensa europea (El Mundo, en cabeza), con la excepción honrosa del diario vasco Gara, como víctimas de los ciudadanos leales a la democracia venezolana y a su Constitución. Manipulación constante, descarada y humillante para unos medios de un viejo continente que aún se autoproclama civilizado.

Público se ha enfangado también, desde hace meses, en el muladar de esa estrategia desinformativa, con la misma alegría con la que el Rey Juan Carlos acostumbra a pronunciar las memeces propias de la ralea borbónica, en medio del aplauso generalizado de colegas que se niegan a defender la objetividad.

Público chantajea de forma descarada a los lectores colocando firmas de reconocido prestigio como articulistas esporádicos, mientras los llamados habituales no hacen otra cosa que lanzarse contra los populares y ad láteres, para justificar un trasnochado izquierdismo de salón, repleto de euros donde pastan los contratados. Aparentar progresismo por lapidar con frases despectivas o irónicas a Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre o cualquiera de los franquistas que se solapan bajo las siglas del PP, dejando incólume al resto del inane espectro político del Parlamento y el Senado, ya que en el fondo los partidos allá representados, también defienden idénticos intereses (los empresariales), no es otra cosa que agarrar en marcha la máquina del tiempo, colocando el punto de mira a comienzos de la década del 80, cuando la realidad es que la cobardía y pusilanimidad del PSOE permitieron, en pleno siglo XXI, que el Borbón, que jamás ha condenado el genocidio cometido por su padrino, se halle tan satisfecho porque Franco, como Pinochet en el Chile traicionado de la patética Michelle Bachelet, son aún promocionados y vistos con buenos ojos por buena parte de esa sociedad anclada en la venganza, la apología del terrorismo y el odio a la memoria histórico.

Tal vesania, que humilla y traiciona la el recuerdo imperecedero de los verdaderos demócratas, que quienes entregaron su vida por una España en libertad, es culpa de la parálisis política en torno a una Carta Magna manchada de sangre inocente, algunos de cuyos artículos son intolerables en un estado democrático. Una constitución injusta, pacata, inútil y sectaria que jamás acataré como ciudadano.

El concepto de libertad informativa sólo se encuentra hoy en dos polos antagónicos: el Norte, donde abunda el dinero, las influencias y la manipulación, y el Sur, en el que los trabajadores, sin cobrar una moneda o recibir otra cosa que la mera solidaridad para con la sociedad más castigada por este gran teatro de la democracia representativa, se enfrentan a esa desnivelada situación sin bancos que les respalden, pero con la voluntad indispensable y la firmeza de quienes saben que la razón está de su parte. Dos conceptos sobre la libertad también antagónicos: el de aquí-vale-todo, y el de contrarrestar esa inmensa cordillera de falsedades.

En el centro, los trabajadores que no desean pasar penurias o fatigas, obedeciendo al patrón sin rechistar, esperando que algún día pueda ser alguno de ellos como la hija del empresario Juan Luís Cebrián (el nepotismo es la virtud más destacada de ese tipo de espécimen, que ojalá se hallara en peligro de extinción), pueda ocupar la dirección de programas de la televisión pública española, para asegurarle un contrato blindado millonario, que consiente, ampara y protege un gobierno que se dice socialista.

El propietario de un medio de comunicación internacional privado, situando a su vástaga (que diría alegremente Bibiana Aido), en un cargo público.

De nuevo queda demostrado el matrimonio, civil y religioso, entre los miembros de la patronal y el ejecutivo de una nación, a la hora de entregar a los primeros una sustancial parte del dinero que pagamos de nuestros impuestos. Casos y cosas con aroma inequívocamente norteamericano.

Si en la BBC británica, por cierto cada vez más vergonzante en su carrera meteórica hacia sus homólogas yanquis, el puesto de Director/a de Programas fuese ocupado por una hija/o del empresario Robert Murdoch, pongo por caso, a pesar de todo, se hubiera armado la de San Quintín. Es el gramo deontológico que aún queda de la vieja y otrora neutral British Broadcasting Corporation.

Por mi parte, comprendiendo y respetando a los habituales lectores del diario Público, entre quienes hay algunos amigos personales, debo sonreír cuando, con cierto aire masoquista, me comentan en voz baja: “Siempre lo mismo, tío; comienzan pareciendo una cosa y a los seis meses se les caen los pantalones”.

Hay que decir con rotundidad que el diario Público nos ha privado de otra pequeña parcela de libertad, de mínima ilusión, aunque sigo constatando que la maravillosa manía de la lectura obligue, en determinadas ocasiones, a preferir un periódico tramposo antes que la ausencia de todos.

Kaos en la Red

 

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