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Estado español :: 09/08/2009

Incendios: el fracaso del modelo económico

Teodoro Santana
La desaparición de la agricultura canaria en aras del monocultivo turístico, más los intereses privados que suelen estar detrás de la mayoría de los incendios

Cada verano, la actitud de los políticos burgueses y de los medios de comunicación ante los cada vez más frecuentes y feroces incendios es de simple sensacionalismo y lamentaciones hipócritas. Las alusiones a pirómanos “incontrolados” o la “ola de calor que padecemos” es la única “explicación” que se nos da: una mezcla entre la “natural” maldad humana y los avatares de la naturaleza. La acción diaria de los políticos (especialmente de los que corren a fotografiarse con los bomberos y las cuadrillas) no parece que tenga que ver con estas “tragedias”. Aparentemente, poco se puede hacer, salvo rezar porque cambie el viento, vengan lluvias o haya suerte.

Sin embargo, cada año los incendios aumentan en cantidad e intensidad. Cierto que los científicos advierten que en el próximo cuarto de siglo habrá temperaturas más elevadas, menos precipitaciones, aunque más intensas, y mayor velocidad del viento en verano. Estas consecuencias del cambio climático, que desde hace algunos años sentimos en Canarias, aumentan las probabilidades de incendios. Pero son los aspectos estructurales de nuestro modelo económico y productivo los que multiplican el riesgo de incendios y la peligrosidad de éstos.

La práctica desaparición de la agricultura y la ganadería, se ve reforzada por la integración de Canarias en la Unión Europea y la imposición de la Política Agraria Común (PAC), que restringe la producción en favor de las importaciones masivas de los excedentes de las potencias centrales europeas. La agricultura es dura, penosa y ya no da ni para comer. Si a eso añadimos primas a los capitalistas importadores, como el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), el cuadro aparece completo.

Esa desaparición de nuestra agricultura en aras del monocultivo turístico -y su corolario de urbanización acelerada y especulación urbanística del suelo-, el consecuente abandono del campo y el éxodo a las grandes concentraciones urbanas, y la ausencia total de una gestión forestal planificada (y de las correspondientes inversiones públicas), hacen a nuestros montes más vulnerables al fuego. Si a eso añadimos los intereses privados que suelen estar detrás de la mayoría de los incendios, y la especulación por las recalificaciones de terrenos, nos enfrentamos a una bomba bien cebada.

Y aunque el fuego pueda iniciarse por un rayo, la irresponsabilidad de un volador lanzado en unas fiestas o a acción de un loco, la cuestión no es sólo como se inician los fuegos, sino por qué se descontrolan y extienden de la forma que lo hacen. El abandono del medio rural y de nuestros montes y las políticas represivas contra nuestros agricultores (a los que se ve como enemigos de un medio natural concebido, “ecologistamente”, como si fuera una postal turística) hacen que cada verano nuestros bosques y nuestras laderas aparezcan llenas de pinocha (que ni se utiliza ya en la ganadería ni en la agricultura y cuya recogida está severamente sancionada) y rastrojos, que actúan como verdadera yesca.

Para el burgués, el campo no es negocio sino bajo la forma de suelo urbanizable. Las mujeres y hombres que aún se aferran a nuestro medio rural no les proporcionan ningún beneficio, ni siquiera como mano de obra. Dedicar dinero al mantenimiento y limpieza de nuestros montes y bosques (en invierno, que es cuando se previenen de verdad los incendios) no reporta ninguna plusvalía a corto y medio plazo. Por eso los políticos burgueses, meros empleados a sueldo de los capitalistas, actúan en consecuencia y destinan el dinero público a beneficiar directamente y a corto a los que les financian las campañas electorales y les provén de otras bagatelas.

El modelo económico canario, destructor de nuestras propias fuentes de riqueza, depredador, dependiente hasta el paroxismo (el 99% de los alimentos que consumimos son importados) y colonial, no solo genera paro, precariedad y miseria, sino que es el detonante principal de que, cada vez más, Canarias arda por los cuatro costados.

http://prcc-canarias.org

 

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