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Andalucía :: 12/07/2020

Islamofobía de ayer y de hoy

Alí Manzano
La islamofobia en el Estado español no es algo nuevo que haya llegado con el ascenso electoral de la extrema derecha

Antecedentes históricos

 La islamofobia en el Estado español no es algo nuevo que haya llegado con el ascenso electoral de la extrema derecha. El Estado español, desde sus inicios tras la conquista de Andalucía por Castilla tiene en sus genes el racismo de Estado y más concretamente la islamofobia. No en vano, para justificar la rapiña sobre Andalucía y para aglutinar ejércitos y mercenarios, además de contar con el favor del poderoso Estado Vaticano, la invasión y genocidio sobre el pueblo andaluz se hizo sobre presupuestos religiosos, donde la idea racista de imponer la “religión verdadera” a los “herejes sarracenos” tuvo un papel central en el relato bélico castellano.

 Tras la conquista de Granada, último bastión andalusí, cuyo sometimiento a los reyes castellanos se produjo por capitulaciones (1), y después del incumplimiento de estas, comenzaron las políticas racistas e islamófobas hacia la población andaluza.

 El 14 de febrero de 1502 se emite una pragmática en la que los musulmanes “sometidos” (2) a la corona de Castilla (Andalucía pertenecía a Castilla por conquista militar) se les daba a elegir entre el exilio y la conversión al cristianismo. 3 días más tarde se publicaba una nueva pragmática en la que a la población musulmana se le prohibía abandonar el reino, quedando como única posibilidad el bautismo.

 A estas pragmáticas les siguieron otras muchas y las leyes de “limpieza de sangre” …

 “La sanción Papal otorgada a los estatutos generales de limpieza de sangre, fechada en mayo de 1548. Desde entonces, hubo necesidad legal de demostrar la ausencia de antepasados judíos o moros (es decir (musulmanes), para acceder a ciertos privilegios, a ciertas actividades profesionales, e incluso, después de la gran deportación, para casarse, tener hijos legítimos y heredar” (3)

 Tras políticas de deportaciones de judíos, musulmanes y gitanos, siguieron otros métodos más sutiles a la vez que más efectivos, las políticas asimilistas, a través de la manipulación histórica que convierte los mitos y leyendas en fuentes históricas para justificar la unicidad política, religiosa y lingüística. A las andaluzas se nos ha cortado el cordón umbilical que nos unía a nuestro pasado, a nuestra historia y a nuestra cultura, lo que ha provocado una carencia de conciencia histórica, disrupción en la transmisión de la memoria, en el sentido y la percepción de la identidad, creyéndonos descendientes de nuestros colonos, pero sin ser aceptados por estos y sin tener los nexos culturales que nos unen a la nueva identidad. Esto origina un trauma psíquico y un pueblo destruido emocionalmente.

 En estas circunstancias que hemos descrito, es fácil que el discurso racista e islamófobo penetre en parte de la población, incluso en aquella que está formada intelectualmente. El discurso racista, se caracteriza por no ser un discurso intelectual regido por la razón y la argumentación lógica, sino por estar dirigido a las emociones, generando un síndrome de disociación inducida que genera obsesión con el objeto de sus fobias, justificándolo en una argumentación pobre basada en “verdades absolutas”, “indiscutibles” que les llevan a no escuchar a las personas objeto de su ira, así como una distorsión de las percepciones que generan agresividad emocional, irritabilidad, odio, miedo...y un rechazo a toda persona que no piensa de la misma manera.

 Esta penetración de las ideas y emociones racistas están apoyadas en un discurso hegemónico difundido a través de los medios de comunicación del sistema, a través de la reiteración de noticias que generan miedo, preocupación, odio. Un ejemplo de esto es la reiteración de noticias sobre pateras que llegan a nuestras costas con inmigrantes ilegales. A pesar de que el mayor número de inmigrantes ilegales que llegan al Estado español lo hacen a través del aeropuerto de Barajas en Madrid, las Tvs y periódicos repiten machaconamente noticias sobre la llegada de pateras, utilizando un lenguaje racista que genera rechazo hacia esas personas, además de una manipulación de datos que de igual manera busca el mismo rechazo. Los medios de comunicación van generando un discurso que se convierte en hegemónico y que permite que los políticos lo asuman como propio y que implementen políticas que van en esa dirección. La gestión de la crisis del coronavirus nos ha dado muestras de cómo el discurso hegemónico ha dado pie a declaraciones racistas de los políticos y a actuaciones igual de racistas cuando por ejemplo desde la Junta de Andalucía se pide al ejecutivo central que impida el tránsito de personas de origen magrebí hacia Marruecos, mientras que presionan para que se permita la llegada de turistas ingleses y alemanes a pesar de que estos países tienen importantes brotes del Covid-19.

 Una forma de racismo es la islamofobia. Y aquí se juntan todas las fobias y todo el odio generado por el trauma psíquico inducido. Se junta el odio al inmigrante, por ser musulmanes una parte importante de este colectivo, la aporofobia por la condición de pobreza de la inmigración y el odio al Islam por ser el “culpable” de todos los problemas que nos acucian. En definitiva, un rechazo a todo el diferente, a todo aquel que no se mimetice con nuestro entorno y a todo el que no acepte una “integración” por asimilación, renunciando a su religión, lengua y cultura para adoptar la cultura hegemónica impuesta desde los centros de poder del Estado.

 Hoy, la totalidad de los racistas se consideran personas “tolerantes”, incluso aquellos más violentos. La islamofobia como todas las formas de racismo, se basa en motivaciones inconscientes de orden afectivo, que hacen que el sujeto no sea consciente de que sufre esta patología: “De ello resulta que el prejuicio es el efecto de una dimisión de la conciencia, que se fía solo de apariencias y las acepta como realidades válidas por ser viables. Como resulta atrayente, la apariencia ejerce sobre las mentes una fascinación decisiva por el hecho de que responde a motivaciones de orden afectivo...El prejuicio impide al pensamiento acceder a una visión clara de la realidad...Por lo tanto puede dar lugar a una opinión acertada o falsa, pero su índole “apriorística” le hace engendrar más el error que el acierto, hasta el punto de convertirse incluso en el fundamento de lo erróneo. En esas condiciones, el prejuicio es un error en potencia”.(4)

 En muchos casos, los prejuicios vienen por traumas causados algunas veces por la apariencia física. El destacar por una tez morena, por ejemplo, o por unos rasgos más parecidos a los pobladores del norte de África que a los del norte peninsular o europeo, puede provocar el rechazo a los colectivos que comparten esos rasgos. Los políticos más racistas del Estado español comparten esa característica, casos de Abascal o de Aznar (castillo de fuego en árabe).

 Aunque pudiera parecer que estos casos de racismo solo se dan en la ideología de extrema derecha, lo cierto es que su influencia es transversal, infectando también a una “izquierda” que asume el discurso hegemónico de la “seguridad” para vomitar todo su odio racista contra las personas más vulnerables, asumiendo el discurso “oficial” de los derechos humanos para justificar el bombardeo de poblaciones de mayoría musulmana como pueden ser Siria, Libia, Afganistán, Irak, etc. Son los mismos que claman contra el velo de las mujeres musulmanas los que justifican las guerras del imperialismo occidental. Su discurso solo se diferencia del de la extrema derecha en la justificación: unos lo justifican en el peligro de una “invasión” y los bulos sobre el coste económico que tienen que soportar los “españoles” y los otros lo justifican en los derechos humanos, y principalmente, en la “opresión de la mujer musulmana”, para defender las mismas políticas de exclusión de una parte de la población por sus ideas religiosas o por su procedencia.

 La islamofobia pretende dar la apariencia de un discurso reflexivo basado en datos “demostrables”. Para ello se sirve del discurso hegemónico fundamentado en la visión de la inmigración como un peligro para la estabilidad económica, cultural y religiosa del Estado, lo que permite que el resto de justificaciones vayan calando en una población poco informada y con muchos prejuicios. La “intelectualidad” islamófoba basa sus justificaciones en hechos que ocurren en una pequeña muestra para aplicar las conclusiones a la totalidad. Para esto, se cogen la situación política y social de algunos Estados de mayoría musulmana, como por ejemplo Arabia Saudíta, estado regido por la ideología wahabita (5) .

 Lo que realmente molesta al espectro islamófobo, es la visibilidad del islam y de otras formas culturales diferentes de las hegemónicas. Los disturbios en los barrios pobres de París que tanto han preocupado al eurocentrismo político y cultural, promovidos por jóvenes de religión musulmana, nos lo presentan como un problema ocasionado por el “integrismo religioso” cuya pretensión es obligar a toda la población a practicar sus ritos religiosos y a imponer su visión religiosa sobre la “laica” Francia. Este discurso, que podríamos llamar el “discurso del poder”, lo que realmente pretende es ocultar la verdadera razón de los disturbios, una situación social y económica que ha desencadenado la lucha de clases de la población más perjudicada por la crisis económica, el paro y la precariedad. La Islamofobia y el resto de las formas de racismo son utilizadas para tapar los problemas reales que están padeciendo los más vulnerables de la clase trabajadora, así como invisibilizar la sobreexplotación de la mano de obra migrante.

En zonas de Andalucía donde el racismo se ha hecho más visible, como El Ejido o los campos de fresa de la provincia de Huelva, se crean problemas de convivencia cuando los inmigrantes salen de sus guetos y se mezclan con la población en los espacios públicos. Se les explota económicamente y se les obliga a vivir en condiciones infrahumanas de sobreexplotación. A nadie le importa mientras no salgan de sus guetos y no se les visibilice. La protesta por esa visibilización se traduce muchas veces en actos violentos contra los migrantes, justificados en un discurso de inferiorización y de deshumanización que hace posible que mentalmente no sientan el más mínimo remordimiento por el sufrimiento causado a seres humanos.

 Sin duda, la estrella de las “agresiones” que sufre la población musulmana, es el velo de las mujeres, considerado por la “militancia” anti-musulmana como una prenda que simboliza el sometimiento de la mujer a un sistema social patriarcal, la adscripción de la mujer a corrientes ideológicas fundamentalistas y la imposición familiar. La elección del velo femenino como elemento arrojadizo contra el islam no es por casualidad. Como he dicho en líneas anteriores, lo que más molesta al “islamófobo” es la visibilidad del islam y el velo es lo más visible e identificable. Las musulmanas no molestan mientras no se les note, mientras que acepten los usos y costumbres del lugar y eliminen de su vestimenta o vocabulario cualquier signo de pertenencia a una corriente religiosa distinta de la hegemónica.

Y todo el discurso islamófobo sobre el velo se construye sin escuchar a las mujeres que lo utilizan, sin conocer sus argumentos o motivaciones sobre su utilización, sin importarles los problemas que soportan por su decisión, y sin interesarse por la marginación que padecen. Pero no voy a ser yo quién hable sobre las motivaciones o los problemas de las mujeres que han decido vestir un hiyab. Aquí os dejo un video donde una mujer musulmana explica sus motivaciones.

 

Con la excusa de “salvar” a las mujeres musulmanas de las imposiciones religiosas familiares y del patriarcado integrista, pretenden prohibir el hiyab, es decir, una nueva pragmática que nos devuelva al siglo XV cuando las vestimentas islámicas fueron prohibidas en Andalucía. Y junto con la prohibición del hiyab, el menoscabo de los derechos fundamentales de las mujeres que decidan su utilización. En algunas redes sociales leído el gran problema que supone para el futuro de Andalucía el velo islámico, y la necesidad de luchar contra este peligro implementando medidas como el no permitir a ciudadanas del Estado español presentarse a elecciones con esta prenda por representar una ideología extremista. Y esto, lo juro, no viene exclusivamente de la extrema derecha. Y estos apologistas del “choque de civilizaciones” (6) pretenden hacer del velo un problema para Andalucía, cuando en Andalucía no existe este problema, ni la sociedad andaluza contempla el velo de la mujer musulmana como uno de sus problemas. El problema que están intentando crear en Andalucía es el de la intolerancia y el racismo.

 La mujer en los países de mayoría musulmana sufre el patriarcado y el machismo, al igual que lo sufren las mujeres occidentales y sobre todo, las mujeres pertenecientes a la clase trabajadora y a las clases populares. La lucha por la emancipación de la mujer musulmana la están llevando a cabo mujeres con un excepcional coraje y con una capacidad intelectual y de lucha encomiable. No necesita la mujer musulmana que un machirulo occidental las “libere”. Ya sabemos lo que pasa cuando desde occidente se pretende “liberar” a los pueblos. A continuación, os dejo un video de una feminista musulmana con hiyab hablando sobre feminismo decolonial. Si los apologistas del “choque de civilizaciones” quisieran o pudieran escuchar, seguro que cambiarían de opinión tras escuchar a las mujeres musulmanas y tuvieran una mínima empatía haca las minorías que sufren la intransigencia del “españolismo” (7).

Las mujeres musulmanas, con hiyab y sin hiyab están dando una muestra de compromiso social y político con la sociedad en la que viven. Un simple ejemplo son las candidatas por diferentes partidos políticos que se presentan a las elecciones y las que ocupan cargos públicos, como Fátima Taleb, concejala por la CUP en la alcaldía de Badalona.

Pretender dejar sin derechos a mujeres por la prenda que visten es regresar a la edad media, al españolismo más rancio y reaccionario. Y en el caso andaluz resulta cómico. Pretender una Andalucía libre construida con los mismos mimbres que el españolismo nos ha impuesto durante 500 años, en el mejor de los casos sería construir una “España” en Andalucía, sería continuar con la sociedad racista, insolidaria, unicultural; de espaldas a su pasado y de espaldas a su espacio geográfico natural.

 Andalucía fue el faro cultural del mundo cuando supo integrar pueblos y culturas,. Esa es la palabra clave para construir el futuro de Andalucía, “integración”, la misma que nos condujo al éxito en el pasado, la integración frente a la asimilación, la convivencia frente a la imposición, el respeto frente a la inferiorización, la multiculturalidad frente a la uniculturalidad, la cooperación frente a la guerra. La inmigración y el “choque” de culturas nunca deben ser un problema, nunca lo fueron en Andalucía; es una oportunidad de desarrollo económico y cultural.

 A los racistas del S.XXI les vendría bien leer a Blas Infante. Su visión histórica, su relación sentimental y espiritual con los pueblos del norte de África, aquellos a los que llama hermanos. “En Andalucía no hay extranjeros” decía Blas Infante, refiriéndose a la capacidad del pueblo andaluz por integrara todas las culturas y a todos los credos.

 La libertad de las personas debe estar por encima de prejuicios, respetando las creencias y ritos dentro de una sociedad laica que garantice las libertades individuales. Defendamos la libre elección de todas las personas, las que deciden llevar un hiyab y las que deciden no llevarlo.

 

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