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Asturies :: 23/01/2012

La muerte del nacionalismo asturiano

Carlos X. Blanco
¿Cómo se ha conseguido liquidar la exigua, pero constante base del nacionalismo asturiano ineludible en la vida política astur desde 1974 por lo menos?

Muchos, dentro y fuera del País, se preguntan por qué no existe un nacionalismo asturiano. Desde hace años yo me he formulado esa pregunta y he intentado buscarle una respuesta.

Confieso ahora que mis esfuerzos por estudiar la realidad de Asturies y sus condiciones objetivas y subjetivas han resultado más bien baldíos. Sigo sin una respuesta clara si se admiten que las condiciones objetivas por las que Asturies es una nación me parecen claras: fue la primera nación (“pueblo” sería la palabra más apropiada para aquella época) que emergió en la Alta Edad Media cuando la mayor parte de la Península Ibérica era un emirato y un califato. Y eso fue así tras una larga lucha de resistencia de los astures y cántabros ante romanos y godos.

El Reino de Asturies fue el primer reino de factura occidental en esta Iberia tan plural y compleja donde nos asentamos. Desde luego hay un fondo de verdad cuando se dice que España no se entendería sin Asturies. Esto, no obstante, no justifica en modo alguno el Covadonguismo. Como se sabe, la malhadada frase “Asturias es España y lo demás tierra conquistada” supone una deformación intolerable de la realidad. No es creíble que España existiera en el siglo VIII, como una especie de esencia o potencialidad que aguardara su actualización. Este tipo de nacionalismo español –de corte metafísico e irracional- quiere entender que la España actual, el Estado que surge en realidad bien pasado el siglo XIX, era eterna y ya se agazapaba entre romanos y godos, entre celtas o iberos.

Los nacionalistas españoles de Asturies suelen emplear distintas versiones del covadonguismo para reforzar distintas tesis, siempre encaminadas a la defensa de un Estado unitario y una negación de entidades nacionales distintas de una supuesta españolidad homogénea y sin matices. En parte, así satisfacen el ansia de autoestima de muchos asturianos, reconociéndoles su papel de cuna o semilla de una nación más grande y poderosa. Según éstos, la nacionalidad asturiana ha de morir para que la nacionalidad hispana nazca y se expanda, gracias a la derrota sobre el moro y a la necesaria unión con otros pueblos hispánicos. El covadonguismo ha resultado una ideología de lo más eficaz para que el asturiano se sienta, por un lado, plenamente español y, por otro, asuma sus diferencias, que a menudo destierra a su subconsciente: lengua, acento, costumbres, paisaje y en general, cosmovisión. El covadonguismo se me presenta claramente como el truco dialéctico perfecto que ha conseguido educarnos a todos los asturianos como españoles sumisos, autorrepresores de nuestra propia identidad, identidad vivida muy hondamente, pero inconfesable. La muestra más viva de lo que digo está en el hecho de que escondamos nuestra lengua ante turistas y demás forasteros.

El covadonguismo, sin duda, ha sido el gran obstáculo para un desarrollo teórico, ideológico, coherente del asturianismo político. Sabido es que nuestros próceres (Xovellanos, Caveda y Nava), así como la mayoría de nuestros escritores en lengua asturiana, los mejores (Acebal, Fernán Coronas) casi siempre han compatibilizado su fuerte asturianismo identitario con un españolismo encendido. De hecho el regionalismo asturiano, precedente ineludible de todo nacionalismo, no fue inexistente antes de 1934, aunque tendió a aliarse a los sectores más conservadores y reaccionarios del elenco político. Es muy curioso que sea la fecha de 1934 la que supone la muerte de los últimos rescoldos tanto del regionalismo conservador como del republicanismo federal, banderas identitarias o “asturianistas” desde finales del XIX.

El Octubre Revolucionario de 1934 me parece hoy, a la luz de la historia, un verdadero desastre. Tengo para mi que los asturianos (los proletarios asturianos) fueron dirigidos por unos socialistas españoles estúpidos y carentes de escrúpulos (la cantinela nos suena) y embarcados a una verdadera guerra contra militares profesionales, una loca guerra contra todo el aparato represor del Estado. Tengo para mí que la clase obrera de otras regiones no fue solidaria o “las vio venir” , mientras que Asturies pagó los platos rotos de una ideología radical, precipitada, alocada. Asturies murió, en cierto sentido, a partir de 1934.

Asturies fue reino en la edad media. Llegó a ser, en las puertas de la Modernidad, un Principado prácticamente independiente, y de haber ejercido su autogobierno y disfrutado de privilegios especiales (incluyendo el derecho a contrafuero) hasta 1833. Asturies fue una de las nacionalidades federadas en la I República. Asturies contaba con lengua propia y un derecho tradicional propio. Pero todo este recuerdo se borró con el desastre de 1934. La represión de los revolucionarios fue la represión de lo asturiano. Curiosamente, yo nunca he defendido que Belarmino Tomás fuera un nacionalista, ni que aquellos “rojos” que le secundaron fueran nacionalistas asturianos avant la lettre. Eso es una solemne tontería, como solemnes bobadas son las que me atribuyeron publicaciones de nacionalismo español extremo como El Catoblepas. Lo que sí se puede sospechar es que la represión de lo “rojo” y lo revolucionario en Asturies fue una represión de todo el pueblo asturiano, incluyendo sus anteriores impulsos y hechos regionalistas e identitarios. Esto último sí se puede argumentar.

La burguesía y los caciques asturianos no apoyaron ninguna veleidad regionalista, abrazaron la causa de Franco, la falange y el fascio en general. El pueblo trabajador de Asturies tampoco tenía mucho que ver con aquel nacionalismo chovinista de los años 30 (no muy distinto del actual). El Pacto de Santoña, es decir, la traición de los “gudaris” vascos a los destacamentos de milicianos astures que precisamente les estaban defendiendo del fascismo durante la guerra civil es algo que se debería enseñar obligatoriamente en la escuela. El linaje de cierto nacionalismo “periférico”, entre reaccionario y oportunista, es muy alejado de nuestras coordenadas.

Hubo que esperar a la Transición, hacia 1974, para encontrar un resurgir del nacionalismo asturiano, ya explícitamente identitario (antes que regionalista) y muy centrado en la reivindicación lingüística. Me llama la atención que aquellos padres del Conceyu Bable (la asociación cultural que es la raíz de todo nuestro nacionalismo) no descuidaban la crisis económica como centro de preocupación y herida sangrante a cerrar. Hoy, por desgracia, tenemos mucha reivindicación ortográfica y un excedente de filólogos asturianistas, pero nulo análisis socioeconómico de nuestro País, que no sale de la dependencia colonial y de la muerte demográfica. Todavía estamos deletreando la ortografía del nacionalismo: nos falta construir una red semántica que nos indique qué queremos ser en España y en Europa.

Las dos pasadas elecciones, la de mayo y la de noviembre de 2011 me han confirmado la muerte de este modelo nacionalista, hijo del ya mítico Conceyu Bable. Los asturianos hemos logrado unos avances objetivos de resultas de aquellos inicios: una Academia de la Llingua Asturiana, una Ley de Uso del idioma, un mayor prestigio del mismo, una notable producción literaria. Queda mucho por hacer: una normalización. Los franquistas, los ignorantes, los amantes de la España Una, Grande y Libre ya fueron quedándose sin argumentos ante la evidencia científica de que el asturiano (recalcitrantemente llamado “bable” incluso a nivel oficial) era una lengua, y ante la realidad autonómica del Estado (que en Asturies fue la restauración de su Junta General y de un cierto autogobierno). El Estado de las Autonomías hubiera sido un buen momento para el despertar de una conciencia identitaria de los asturianos. Pero no lo fue.

Desde los 80, el PAS (Partíu Asturianista) ha intentado esa labor. Sánchez- Vicente llegó a ser diputado, pero ahora su formación se extingue. Es un partido unipersonal, prácticamente se limita a ser un blog escrito por él mismo.

Desde los 90, Andecha Astur hizo el mismo intento, más hacia la izquierda, con mayor dosis de independentismo en sus proclamas. Siempre en la marginalidad, este grupo ha ido perdiendo votos sucesivamente casi hasta su extinción. El pasado 20-N concurrió a las elecciones y cosechó aproximadamente unos mil… en un País de un millón de almas. Evidentemente, se trata de un partido “familiar”. Una familia y unos amigos pueden –todos juntos en “andecha”- cosechar esas cifras. Por otro lado su existencia es cada vez más fantasmal: unas veces concurren como “Conceyu Abiertu”, y otras como Andecha. Además, llegó a hablarse de dos “Andechas”, que se acusaban mutuamente de ilegitimidad. Yo no tengo ni idea de estas cuestiones fantasmales e infantiles, simplemente dejo constancia de que poco más de mil votos no son alternativa ni base para ningún movimiento nacionalista serio.

La Coalición Bloque por Asturies y UNA (Unidad Nacionalista Asturiana) llegó aproximadamente hasta los 7.000 votos en las elecciones de mayo de 2011, cifra insuficiente para obtener representación parlamentaria. Constituye el único efecto de una Xuntanza (Unión de Nacionalistas), unión que tanto hemos defendido en el pasado, fue esta coalición, una coalición que es víctima de errores básicos. Su inactividad en periodo no electoral es manifiesta. Su último comunicado (que yo recuerde) fue protestar por un tweet de una diputada. ¿Es esto hacer política? Muchos de sus militantes confiesan miedo ante la posibilidad de recibir la categoría de “nacionalista”. No parecen estar muy convencidos de que Asturies sea nación. Antes bien, se escudan en etiquetas como la de “izquierda soberanista” para expresar esos recelos ante una idea que, como algunos han dicho por escrito, “les da miedo”. El 20-N decidieron no presentarse ni siquiera a las elecciones generales del Estado, dando –implícitamente- su apoyo a Izquierda Unida, grupo que ha agitado la bandera asturianista para rebañar votos de forma oportunista y siempre traicionera. Este “asturianismu d´izquierdes” se convierte así, progresivamente, en un entorno periférico de la Izquierda Unida de siempre, partido español y sucursalizado en Asturies, íntimo colaborador del etnocidio del PSOE.

Nos queda por comentar la situación generada por FORO Asturias. El partido creado por Cascos ha reivindicado retóricamente a Asturies como “País en el pleno sentido de la palabra”. Pero todavía hace falta que pase a los hechos. Se echa en falta una política lingüística decidida, tanto a nivel oficial como en el plano partidista. Han reclutado a prestigiosos asturianistas y nacionalistas, pero sus aproximaciones a UPyD en Madrid, así como la aventura de crear una sección madrileña de Foro han restado credibilidad a su propia retórica como “partido asturianista” o regionalista de veras. Frente a Foro, que gobierna el Principado en minoría, parece haberse alzado una “Santa Alianza” (PSOE-PP e IU). En los blogs y foros de internet esa alianza es conocida como “Duernu” esto es, el comedero tradicional para animales (incluidos los porcinos), haciendo una alusión directa a la resistencia numantina que los beneficiados y alimentados por Areces y su Régimen están presentando al gobierno de Foro y al presidente Cascos, negándose a abandonar la estructura clientelar y parafuncionarial que el gobierno arecista de la “izquierda plural” fue creando durante años.

Ahora mismo, frente al “Duernu” no queda otro techo y cobijo para el nacionalismo que el actual partido Foro, teóricamente regionalista –a pesar de sus contradicciones- y no sucursalizado. A fecha de hoy, el partido de Cascos podría llegar a ser todavía regionalista si no comete el error de transformarse en un UPN a la asturiana o, peor todavía, en un aliado de UPyD, lo que equivale, en realidad, a servir como un apoyo más al centralismo intransigente y nacionalista hispano de Rosa Diez.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo se ha conseguido liquidar la exigua, pero constante base del nacionalismo asturiano ineludible en la vida política astur desde 1974 por lo menos? Os prometo más entregas para reflexionar sobre esto. Baste ahora señalar que el nacionalismo asturiano lleva años manejado por lo que en el país conocemos con la etiqueta de la “izquierda del bable y la gaita”, esto es, por militantes de IU y de FSA, además de simpatizantes y agentes suyos, que reprimen cualquier afirmación identitaria de los que somos nacionalistas y subordinan la defensa de nuestra personalidad étnica a sus reivindicaciones genéricas de la izquierda: proletariado universal, revolución, estado de bienestar, o lo que sea. Son los Coros y Danzas de la Izquierda Española camuflados entre los llamados “soberanistas”.

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