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Pensamiento :: 05/05/2006

La globalización neoliberal y los problemas medio ambientales

Kisimira Díaz Machado, Zenaida López Borges
Existe un consenso creciente de que la lógica del mercado se está expandiendo en América Latina. La mayor parte de los análisis de este proceso han enfocado aspectos macroeconómicos (como por ejemplo el déficit fiscal o la inflación), la privatización de empresas públicas y la reducción de las políticas sociales. Sin embargo, esta reorganización economicista expresa una forma de concebir a la sociedad y la Naturaleza

Ponencia presentada en la III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI

El mundo de hoy está notablemente marcado por lo que se conoce como el proceso de globalización. Aunque algunos autores lo asumen como un proceso novedoso, este no es desconocido, solo que los cambios provocados por la revolución de las comunicaciones y la información le han dado nuevas dimensiones, o sea, que esta en la que de alguna manera nos encontramos inmersos " no es la primera globalización, sino la tercera, que tiene por antecedentes la que consideran se experimentó en las primeras décadas del pasado siglo y una segunda alrededor de los años 50-60"; por lo tanto se coincide con que la globalización "es un término que se utiliza para denominar la nueva forma que reviste, en la contemporaneidad, la esencia internacionalizadora del capital", y que tiene repercusiones no solo en el ámbito económico sino también a escala social y cultural; y por supuesto, en el orden ecológico, viéndose afectada la relación que se establece entre los factores sociedad-naturaleza.

Existe un consenso creciente de que la lógica del mercado se está expandiendo en América Latina, desencadenando profundas transformaciones en sus matrices culturales y políticas. La mayor parte de los análisis de este proceso han enfocado aspectos macroeconómicos (como por ejemplo el déficit fiscal o la inflación), la privatización de empresas públicas y la reducción de las políticas sociales. Sin embargo, esta reorganización economicista tiene muchos otros efectos, en tanto expresa una forma de concebir a la sociedad y la Naturaleza.

Aunque actualmente se habla de justicia social y equidad, hay evidencias de la permanencia de una impronta que una y otra vez muestra la presencia del reduccionismo de mercado. A pesar de los acalorados debates que se han suscitado sobre el neoliberalismo, hay algunos temas que han pasado casi desapercibidos; por ejemplo: las repercusiones de la mercantilización de estirpe neoliberal sobre las políticas sociales y ambientales.

La perspectiva neoliberal además de ser un modelo económico, es también una visión amplia de la vida en sociedad. Postula al mercado como el escenario social perfecto. Su funcionamiento se basaría en la aceptación voluntaria de los individuos, a partir de sus intereses particulares, sin atender a los fines colectivos. Las interacciones sociales quedan reducidas a relaciones de mercado. El centro se pone en el individuo, y la sociedad deja de ser una categoría con características propias, reflejando en cambio un mero agregado de personas distintas, cada una atendiendo sus propios fines.

Los derechos personales son reducidos a derechos del mercado, y la libertad es presentada negativamente, como ausencia de coerción, y en especial restringida a la libertad de comprar y vender. Es en el mercado donde se realiza la libertad personal. Para asegurar su correcto funcionamiento debe estar protegido de intervencionismos, y en especial, de los provenientes del Estado.

Un breve vistazo a algunas medidas que se han tomado en los terrenos social y ecológico, servirán de ejemplo. Las políticas sociales, en particular los servicios de seguridad social, y la educación, así como las políticas ecológicas de conservación de la Naturaleza, quedan subordinadas a criterios de mercado.

De la misma manera se considera que el mercado también puede solucionar por sí mismo los problemas ambientales. Los defensores del "ambientalismo del libre mercado" sostienen que hay argumentos fuertes que sugieren una superioridad del mismo en relación con los gobiernos, sea ella medida en términos de calidad ambiental, equidad o eficacia económica. Paralelamente, las políticas ambientales pasan a basarse en asignación de derechos de propiedad a los recursos naturales, desembocando en la privatización de bienes comunes. Así como se habla del capital humano, en este terreno también se propone un "capital natural", de donde la conservación es una forma de "inversión". La CEPAL (1991) indica que "... es imprescindible reconocer que los recursos naturales y ambientales son formas de capital y que, como tales, son objeto de inversión." o sea que cuando se conserva un área natural, en realidad no se están protegiendo ni las especies ni los procesos ecológicos, sino que se está invirtiendo.

La conservación se convierte en un negocio. Las políticas ambientales pasan a depender cada vez más de mecanismos de mercado, como el pago de tasas o impuestos a la contaminación, donde aquellos que tengan el dinero suficiente podrán pagar para seguir contaminando. ivEl ambientalismo neoliberal puede alcanzar incluso posiciones ridículas. En su búsqueda obsesiva de optimizar los mercados, se ha llegado al extremo de plantear que el principio de contaminador-pagador se aplicaría a aquellos afectados por la contaminación, quienes deberían pagar esos impuestos (y no el contaminador), de manera de inhibir a las personas de escoger lugares de residencia próximos a industrias contaminantes.

En el caso de la gestión ambiental, lo que se busca es la privatización de los recursos naturales, en particular otorgando derechos de propiedad y patentes sobre variedades de plantas y animales, y transfiriendo la gestión ambiental a organismos por fuera del Estado y del control social.

Aquí se evidencia el terreno confuso donde se desenvuelven los análisis y propuestas alternativas. En especial varios movimientos sociales y partidos de izquierda, con su constante crítica al Estado, muchas veces justificada, terminan haciéndole el juego a una propuesta neoliberal. No se ha atendido con la misma rigurosidad como se da esa transferencia de potestades, ya que no es lo mismo la sociedad civil expresada en una cooperativa de campesinos, que aquella representada por una asamblea de accionistas de una empresa.

El sesgo mercantil avanza sobre todo en la cotidianidad. Allí se observa una avalancha de conceptos y términos mercantiles. Pero no menos relevante, es el hecho de cómo esos cambios están pasando inadvertidos o son tomados con toda naturalidad.
Gran parte de la sociedad se mueve al vaivén del mercado y piensa en términos de mercado: el auge de las tarjetas de crédito, la instalación de los shopping centers, la seguridad privada, la difusión y acumulación de bienes materiales, y cambios de este tipo, muestran en las ciudades latinoamericanas la irrupción cultural del consumismo. Hasta se llega a generar un "marketing ecológico" para atender a los ambientalistas.

No puede desarrollarse un programa de justicia en los puntos de partida o llegada en tanto ello contraviene los principios del mercado. Su funcionamiento ya lleva implícita la idea de ganadores y perdedores. Como no puede existir la justicia social, es mucho menos posible una "justicia ecológica" que proteja las demás formas de vida.

El ambientalismo del libre mercado reniega de discusiones ética tales como las que consideran si los animales y plantas pueden ser sujeto de derechos, y en cambio afirma que: el desarrollo de una ética ambiental puede ser deseable, pero difícilmente cambiará la naturaleza humana básica. En vez de intenciones, la correcta administración de los recursos depende de cómo buenas instituciones sociales controlan el interés personal a través de incentivos individuales.

Una advertencia que a pesar de ser obvia, todavía no ha suscitado la atención que merece, es que si no existe un escenario político donde discutir colectivamente, nunca podrá construirse ni una política social ni una ambiental.

La temática ambiental introduce un nuevo sesgo que está pasando desapercibido. Mientras la racionalidad de apropiación, acumulación y competencia trabajaba en contra de la justicia social, en tanto su desaparición la favorecería, ello no puede ocurrir frente a los límites ecológicos. La crisis ambiental pone en riesgo a todos, hasta quienes sustentan un progresionismo destructor.

La atención a esos aspectos ambientales implica discutir valores, diseñar formas de desarrollo con algún tipo de planificación y rescatar a la justicia social. Todo ello sirve al fortalecimiento de la política y la sociedad civil en tanto la justicia social y la ecológica van de la mano.

Hay factores como la deuda externa, los hábitos consumistas, la pobreza, el descenso de las ayudas al desarrollo y la distribución desigual de las inversiones, que se identifican como contribuyentes al deterioro continuo y agresivo del medio ambiente.

Problemas más acuciantes del medio ambiente

La población mundial tiende a incrementar el consumo de agua pero se va agravando la escasez por la pérdida de los ecosistemas, ya sea por la desertización o por la deforestación, que dificulta las posibilidades de retención de agua en el planeta. Por otro lado, se abusa de los fertilizantes, lo cual expone a muchas regiones a productos químicos peligrosos, que enfrentan a las poblaciones campesinas a riesgos de contraer enfermedades y envenenamientos. Sólo en los Estados Unidos, se calcula que podría llegar a 50 millones de personas que reciben agua potable contaminada con plaguicidas.

Se producen cerca de tres millones de muertes anuales relacionadas con la contaminación del aire, de las cuales, más del 70% se dan en países en vías de desarrollo. Además, la contaminación del aire hace bajar el rendimiento de las cosechas y por ese motivo se producen muchas pérdidas de producción agrícola. Esto sucede también en los países más desarrollados del Norte, como Alemania, Italia o Polonia.

En otros países como Suecia o Canadá se han acidificado buena parte de los lagos, entre otros factores por la contaminación del aire. En Asia, los ríos contienen veinte veces más plomo y vertidos nocivos que en los ríos de los países industriales; por ejemplo, la bahía de Yakarta, tiene una alta acumulación de metales pesados porque las 30.000 industrias cercanas vierten desechos sin tratar. Y si bien es cierto que se ha limitado el ritmo de productos químicos que destruyen la capa de ozono, se ha progresado poco en la lucha contra el calentamiento del planeta.

La realidad, una vez más nos muestra la necesidad de una visión integral que sepa mantener en armonía el crecimiento y la sostenibilidad. Para muchos de los líderes mundiales en la producción de fármacos, fertilizantes y otras industrias, la globalización económica o nueva economía significa crear valor y crecimiento, sin embargo, esto contrasta con una mirada más amplia, de futuro.

Mientras el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo dedica un 25% de sus recursos al componente ambiental, los responsables de economía no parecen demasiado sensibles al deterioro ecológico que genera este sistema.

En la actualidad los fenómenos provocados por el hombre que inciden en el mantenimiento de la calidad ambiental y de los recursos naturales en el mundo se resumen en:

calentamiento global, provocado por el aumento de la temperatura global debido al uso de combustibles fósiles;
contaminación atmosférica;
deterioro de la capa de ozono por halocarburos y refrigerantes;
contaminación del agua;
degradación de los suelos
pérdida de la biodiversidad.

La crisis ambiental sirve de problemática al los paradigmas establecidos del conocimiento y demanda nuevas metodologías capaces de orientar un proceso de reconstrucción del saber que permita realizar un análisis integrado de la realidad.
La construcción de una racionalidad alternativa no solo depende de la transformación de las condiciones económicas, tecnológicas y políticas que determinan las formas de producción. Las estrategias del desarrollo están sujetas también a ciertas ideologías teóricas y delimitadas por paradigmas científicos que obstaculizan las posibilidades de reorientar los paradigmas productivos hacia un desarrollo sustentable con el cual se plantea la necesidad de reorientar el modelo de desarrollo dominante, como condición para superar los grandes costos sociales y naturales que la sociedad esta pagando en estos momentos.

Todo esto podría lograr un proceso de cambio progresivo imponiendo la calidad de vida del ser humano, mediante el crecimiento económico con equidad social y la transformación de los métodos de producción y de los patrones de consumo en las diferentes regiones, lo que por supuesto implicaría la participación ciudadana, y un mejor equilibrio de la naturaleza garantizando así la calidad de vida de las futuras generaciones.

Bibliografía:

Castro Ruz, Fidel. Capitalismo actual. Características y contradicciones. Neoliberalismo y globalización. Selección temática 1991-1998. La Habana, Editora Política.
Colectivo de Autores. Lecciones de Economía Política de la Construcción del Socialismo. Dirección de Marxismo-Leninismo, Ministerio de Educación Superior, La Habana 1991.
Cherni, Judith A. Medio ambiente y Globalización: desarrollo sustentable (Revista Bimestre Cubana enero-junio, 2001.
Ferriol Muruaga, Angela. Apertura externa, mercado laboral y política social. Disponible: http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/economia/ferriol1_280201.htm. Gónzález Arencibia, M. (2005) Estrategias alternativas frente a la globalizacion y al mercado. Edición a texto completo en: www.eumed.net/libros/2005/mga/
González Arencibia. Mario. Globalización, crisis del socialismo y alternativas de desarrollo. En: Santiago No. 81-82, Santiago de Cuba, julio 1996-abril 1997.
Martínez, Osvaldo. Globalización: ¿alternativa o destino del sistema capitalista? (Revista Cuba Socialista #8, 1997,

Cuba Siglo XXI

 

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