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Estado español :: 08/08/2025

Laboratorio Torre Pacheco: ensayando cacerías étnicas

Andrés Pedreño y Miguel Ángel Sánchez
Uno de los grandes éxitos de la ultraderecha es imponer un marco de discusión del que es muy difícil salir: la vinculación entre la inseguridad vecinal y los hijos de familias migrantes

La estrategia de la ultraderecha global contra la democracia consiste en abrir una divisoria amigo-enemigo dentro de la comunidad política. En la agenda del nuevo fascismo, un enemigo prioritario es la población trabajadora inmigrante extranjera, particularmente la inmigración pobre y/o la procedente de países musulmanes. La cacería convocada en Torre Pacheco contra la inmigración marroquí, por parte de Vox y su red ultraderechista afín, se enmarca dentro de esta estrategia, la cual requiere del recurso a la violencia. Desde la emergencia del nuevo fascismo en el Estado español asistimos a un programa político que busca sustituir una concepción democrática del pueblo (demos) por una concepción etnicista (ethnos). Lo que el sociólogo Michael Mann denominó "el lado oscuro de la democracia".

El fascismo global propone este giro a la etnocracia, en la cual la etnicidad es concebida para cerrar la democracia a la alteridad inmigrante, unificándola en torno a una única y depurada concepción cultural. Esta búsqueda de conversión de la democracia en una etnocracia es, precisamente, lo que ha convertido a Israel en un estado admirable y emblemático para el fascismo global.

¿Por qué Torre Pacheco para prender la llama? Como es sabido allí se dio un suceso delictivo que fue utilizado tanto por el PP (en el gobierno regional y en el ayuntamiento de Torre Pacheco) como por Vox para articular la vinculación entre inmigración y delincuencia, y fundamentar la "solución final" de las deportaciones masivas anunciada por Vox en los días previos.

En este artículo se tratará de mostrar que las fracturas abiertas por un régimen específico de explotación y vulnerabilidad de la población inmigrante han actuado como razón de fondo por la cual las organizaciones fascistas han optado por Torre Pacheco para su ensayo político de fragmentación de la comunidad en la lógica amigos-enemigos. La existencia de esas fracturas previas ha actuado como condición de posibilidad para activar (y ensayar) la facticidad de las cacerías humanas contra las poblaciones inmigrantes.

Un régimen de explotación

En 1970 Torre Pacheco tenía 13000 habitantes. En aquellos años se inició la gran transformación al regadío de este municipio, y por extensión, de la Comarca del Campo de Cartagena. Las expectativas sociales abiertas por el inicio de una obra estatal de gran hidráulica, el Trasvase Tajo-Segura, indujeron a numerosos agricultores a la apertura de pozos y a la extracción de agua subterránea mediante motores eléctricos. A partir de 1979, con la llegada de agua del trasvase, la gran transformación se aceleró. Al tiempo, cambiaba la estructura de la realidad agraria por una intensa capitalización que impuso una mayor concentración/centralización de las unidades de explotación, lo cual supuso la progresiva sustitución de las explotaciones familiares por un régimen empresarial sostenido en el trabajo asalariado. Esto atrajo un flujo de trabajadores a través de migraciones internas procedentes del interior de la Región de Murcia, Andalucía, La Mancha y País Valenciano. En 1991, Torre Pacheco creció demográficamente en 16.568 habitantes.

Muy pronto este reclutamiento de trabajadores agrícolas se iba a mostrar insuficiente. Entre la entrada de España a la Comunidad Económica Europea (1986) y la formación del Mercado Único Europeo (1991), el proyecto de especialización regional sobre la base de la construcción de un espacio para la producción intensiva de frutas y hortalizas estaba plenamente decidido. Al tiempo que la Región se desindustrializaba con dramáticos cierres de empresas (Cartagena y otros municipios), las élites políticas y económicas anunciaban que la Región de Murcia sería una "California del Sur de Europa". Este término habitual en los años 70, se cambió a inicios de los 90 por el triunfal lema de "la Huerta de Europa".

Esta conversión a "la Huerta de Europa" se encontró muy pronto con un problema de escasez de mano de obra jornalera. A lo largo de la década de los 80, las tradicionales bolsas de jornaleros y jornaleras de las regiones meridionales se estaban desactivando, en el contexto de la modernización del país, mediante trasvase a otros mercados laborales como la construcción o la hostelería turística. Al tiempo, el movimiento sindical organizado de los trabajadores del campo lanzó una oleada de huelgas reivindicando cambios profundos en las relaciones laborales agrícolas. Todo esto presionaba al alza los salarios, en un sector agrario cada vez más dependiente de las grandes distribuidoras alimentarias europeas que imponían una contención de los costes muy ajustados. De tal forma que, a finales de los años 80, el problema del trabajo era la principal incertidumbre a resolver por la incipiente "Huerta de Europa".

Las migraciones internacionales proporcionaron el trabajo requerido. Y vinieron fundamentalmente procedentes de Marruecos y uno de los primeros municipios en el que se asentaron fue Torre Pacheco. Ya en aquel entonces se manifestó una carencia de infraestructura social relacionada con la vivienda para acoger a los nuevos trabajadores que estaban siendo llamados para atender las necesidades expansivas de la Huerta de Europa. Y es que, en aquellos años, apenas nadie cayó en la cuenta que el milagro agrario californiano, que se había decidido implementar, requería de un suministro continuo y cuantioso de mano de obra inmigrante.

Los jornaleros marroquíes que se fueron estableciendo en los campos de Cartagena y Torre Pacheco se ubicaron en chabolas, viejas y derruidas viviendas, siempre en las afueras de los pueblos, en el diseminado rural. El proyecto empresarial y político de la Huerta de Europa no previó en ningún momento que las nuevas poblaciones iban a necesitar vivienda. Con el tiempo, y conforme se iba logrando una cierta estabilidad social y laboral, y no sin considerables esfuerzos y sacrificios, los migrantes accedieron a viviendas en alquiler en los centros de los pueblos, reagruparon a sus familias, tuvieron hijos e hijas con nacionalidad española, y transformaron la vida y el urbanismo de Torre Pacheco. En 2025, Torre Pacheco es un municipio de 40.000 habitantes, de los cuales 11649 tienen origen extranjero (31%). 96 nacionalidades viven en Torre Pacheco, no obstante, más de la mitad de la población extranjera son personas procedentes de la migración de Marruecos (unas 6000 personas, sin contar los nacionalizados en España o los que han nacido aquí).

La población migrante, y particularmente, la presencia marroquí, siempre fue incómoda para el vecindario autóctono. El racismo, con mayor o menor intensidad, impuso una lógica de ordenación social basada en la coexistencia, pero sin mucha convivencia e intensa segregación (residencial, cultural, escolar, etc.). Al tiempo en Torre Pacheco se dio un importante tejido asociativo de apoyo a la población migrante, e incluso durante algunos años hubo una política local de favorecimiento de la convivencia desde el Ayuntamiento, con una interesante labor de mediación social.

Sin duda, la historia del éxito de la agricultura intensiva del Campo de Cartagena es la historia de las migraciones internaciones que atendieron sus necesidades de reclutamiento de trabajo barato. Lo que llama la atención, al menos para los que venimos estudiando esta realidad desde hace décadas, es la relativa ausencia de conflicto con la que se ha desarrollado este intenso proceso de explotación y extracción de plusvalía absoluta. Y ello, a pesar de que la población trabajadora marroquí ha experimentado innumerables situaciones de violencia laboral: salarios bajos, irregularidades laborales, contrataciones precarias a través de ETT,s y empresas de servicios, accidentes in itinere de furgonetas de jornaleros, uso de migrantes sin papeles, acoso sexual de encargados a jornaleras, etc.

El racismo ha facilitado esta extracción de plusvalor absoluto, al facilitar un disciplinamiento de una población que nunca ha obtenido un reconocimiento pleno de su ciudadanía. Esta fractura ha garantizado el máximo de explotación laboral con el mínimo de reconocimiento de ciudadanía.

Además, Torre Pacheco ha pasado en apenas cinco décadas de una población de 13000 habitantes a una ciudad de 40000, con una base económica sostenida sobre un proletariado cuantioso y muy diverso étnicamente. Es un territorio abonado para que funcione lo que Pierre Bourdieu denominó "la ley de conservación de la violencia", según la cual toda violencia estructural, como la violencia laboral ejercida por el modelo agroexportador, "se paga" y "se ve equiparada, más tarde o más temprano, en forma de suicidios, crimen y delincuencia, adicción a las drogas y alcoholismo, un sinnúmero de pequeños y grandes actos de violencia cotidiana".

Un territorio de estas características solamente puede reducir las tensiones propias de la fractura étnica con una intensa inversión pública en infraestructura social de mediación y convivencia. Ya hemos apuntado como en los inicios de la llegada de la población jornalera marroquí no se dispuso de una política de vivienda pública para atender las necesidades de alojamiento. Pero tampoco ha habido una política de desarrollo de los servicios sociales y de otros servicios públicos a la altura de los problemas sociales que conlleva un modelo de crecimiento como el experimentado por Torre Pacheco. Y la poca inversión pública existente fue desmantelada, primero, con las medidas de austeridad de la crisis económica de 2008-2010, y segundo, con la emergencia electoral de Vox que impuso una agenda local de retirada de cualquier apoyo social a la población inmigrante y a las entidades de solidaridad.

En las elecciones generales de 2019, Vox obtuvo un importante respaldo electoral y quedó primera fuerza política en Torre Pacheco. Posteriormente, ni en las elecciones municipales de ese mismo año, ni en las de 2023, Vox repitió ese éxito, aunque ciertamente consiguió entrar en el ayuntamiento con grupo municipal propio (3 concejales en 2019 y 4 en 2023, condicionando el gobierno del PP).

Indudablemente, la emergencia política de Vox favorece la permanencia del régimen de explotación y vulnerabilidad de la población inmigrante que venimos exponiendo. De alguna forma hace factible aquel lema del alcalde de El Ejido, Juan Enciso, "a las ocho de la mañana los necesitamos a todos, a las ocho de la tarde es cuando sobran". Este es el programa político soñado por muchos de los que respaldan electoralmente a Vox en Torre Pacheco. Además, el apoyo agrario a Vox tiene otras razones añadidas.

La agricultura intensiva del Campo de Cartagena no solamente ha necesitado trabajo migrante barato, sino también naturaleza barata, muy especialmente agua. Desde 2016, la laguna del Mar Menor, un frágil ecosistema litoral en las inmediaciones de Torre Pacheco y en el que vierten todas las ramblas y aguas del Campo de Cartagena, experimentó una situación de colapso ambiental por un proceso de eutrofización estimulado por la contaminación de nitratos procedentes de la agricultura intensiva. Fue en ese momento cuando se tomó conciencia de una lógica de explotación agraria del territorio que ha estado incumpliendo sistemáticamente las regulaciones públicas para abastecerse de naturaleza barata (agua y suelo). En las elecciones del periodo 2019-2023, Vox obtuvo un respaldo de los actores vinculados al sector agrario en la medida que garantizó la permanencia del entramado que había venido suministrando trabajo migrante barato y naturaleza barata al modelo agroexportador.

La cacería racista convocada por grupos ultraderechistas en las calles de Torre Pacheco, y auspiciada por Vox, entre el 11 y 14 de julio de 2025, no obtuvo un apoyo explícito por parte del vecindario de Torre Pacheco. Vox ha dado un paso delicado, pues este tipo de acciones violentas que claman deportaciones y expulsiones alteran el requisito de la reproducción del régimen de explotación y vulnerabilidad de la población trabajadora inmigrante sobre el que se sostiene el éxito del modelo agrario intensivo. El tiempo dirá sobre la eficacia política y electoral de este apoyo abierto a la violencia y deportación étnica.

Los hijos de la inmigración: entre la criminalización y el miserabilismo

Desde el primer momento, Pedro Ángel Roca, alcalde de Torre Pacheco, no solamente estableció una vinculación explícita entre inmigración y delincuencia, sino que además concretó en los hijos de las familias migrantes el objeto de su estigmatización y criminalización: "la delincuencia ha crecido en el municipio ligada a un colectivo juvenil de segunda y tercera generación de inmigrantes" (Diario La Verdad, 14/07/2025).

Esto dio pie a que, en la prensa escrita, desde el inicio de los acontecimientos, hayan ido apareciendo artículos, tanto de opinión como piezas más periodísticas, centrados en estos jóvenes. Es el caso, por ejemplo, del escritor derechista Arturo Pérez Reverte, que en una columna reciente opinaba sobre lo sucedido alertado del problema que representan los hijos de la inmigración marroquí o argelina para nuestra sociedad.

En paralelo a este tipo de textos, cargados de estereotipos y alarma social, otro tipo de reportajes y crónicas, con mucha mejor intención, han tratado también estos días de responder a la pregunta de "¿qué pasa con los hijos de inmigrantes?". Se trata de artículos, en principio más empáticos y críticos con la situación de la población inmigrante en la Región de Murcia, en los cuales es habitual encontrar palabras como "desarraigo", "marginación", "fracaso", "abandono". Es decir, el imaginario de la exclusión social referida a poblaciones concretas que habitan en espacios concretos.

Este tipo de enfoques, sin embargo, se saltan las advertencias que el sociólogo francés Löic Wacquant hizo hace unos años a quienes informaban de forma "miserabilista" sobre las periferias urbanas. Su crítica, fundamentalmente, consistía en, por un lado, cuestionar la noción de 'underclass' ("infraclase") para hablar del proletariado urbano afroamericano o de origen migrante, y, por otro lado, advertir del peligro de importar la noción de gueto desde EE.UU. para explicar otras periferias urbanas (francesas, fundamentalmente).

En sociología está muy superado el concepto de gueto como analizador de contextos urbanos europeos, poniendo de manifiesto el racismo que se esconde detrás del uso público que se hace de esta categoría. ¿Pero qué pasa con la noción de 'underclass'? En un libro de 2024 (El diablo en la ciudad; Siglo XXI) Wacquant rastrea la génesis de este término, muy utilizado en EE.UU. entre la década de los 70s y los 90s, tanto en medios como en la academia, tras los disturbios en Nueva York en 1977. Según el autor, a finales de los años setenta se empieza a hablar de un nuevo «animal urbano», una «minoría en el seno de una minoría», instalada en las periferias de las grandes ciudades norteamericanas y que coloniza el debate público: la 'underclass'. El concepto servía para explicar el surgimiento del precariado urbano negro y la descomposición social del gueto. En cambio, según Wacquant, el uso de esta categoría respondía más a los pánicos morales y racistas de las clases medias estadounidenses.

En España el concepto 'underclass' apenas se ha utilizado en la academia o en los medios de comunicación. Sin embargo, lo ocurrido en Torre Pacheco ha permitido comprobar el uso de enfoques similares de carácter miserabilista al informar sobre los hijos de origen migrante que viven en zonas agrícolas, incluso en la prensa más comprometida. Una similitud que se basa, principalmente, en la idea de que estos jóvenes forman una suerte de subclase ("una minoría dentro de una minoría"), articulada sobre ciertas características sociales compartidas: origen marroquí, familia asalariada agrícola, desarraigo y exclusión social.

En el caso de la prensa más conservadora, este marco se utiliza para destacar los comportamientos "antisociales" de estos jóvenes-hijos, que son vistos como un nuevo sujeto urbano amenazante y expulsable. En el caso de la prensa más progresista, esta perspectiva sirve para denunciar las dificultades de las familias migrantes para garantizar a sus hijos unas condiciones de vida dignas, víctimas de un sistema socio-productivo que favorece la "marginación social" y la prolongación de la condición migrante en sus hijos.

Aunque vistos desde otra luz, en estos artículos periodísticos los jóvenes-hijos son, por lo general, representados de manera homogénea en narraciones que sirven para hablar del sistema dominante que se critica, pero no de ellos. Una aproximación que, si bien es útil para tomar conciencia de la insostenibilidad social del campo murciano, también encierra algunos problemas.

Primero, los artículos tienden a poner el foco en los jóvenes de origen migrante como un nuevo problema público (de desatención, de desarraigo, de marginación), presentados como una "subclase" desligada del resto de jóvenes de clase trabajadora de municipios agrícolas con los que comparten necesidades y demandas.

Segundo: esta separación simbólica de los jóvenes de origen migrante con respecto a su contexto social de referencia, enfatiza su necesidad de asimilación/integración, en lugar de pensar, desde otra perspectiva, el modo a través del cual construimos sociedades integradas, no colectivos integrables.

Tercero: muchos de estos artículos hacen un uso retirado de ciertos imaginarios mediáticos de la marginalidad urbana europea (Francia, Reino unido), ligados a otros "jóvenes-hijos" de la migración, que por el momento confunden más que explican.

Y, por último, estos reportajes tienen el peligro de favorecer un "efecto arrastre" para las ciencias sociales más perezosas del trabajo empírico sobre el terreno, que pueden asumir e incorporar ciertas ideas bienintencionadas pero prefabricadas sobre los sujetos y sus prácticas.

El caso de Torre Pacheco demuestra que uno de los grandes éxitos de la ultraderecha es haber conseguido imponer un marco de discusión del que es muy difícil salir: la vinculación entre la inseguridad vecinal y los hijos de familias migrantes, especialmente marroquíes y argelinas, considerados un grupo específico, homogéneo. Una asociación sobre la que hay que salir al paso para desmentir o explicar, sin duda, pero que define el carácter de la discusión pública más de lo que pensamos.

Todo texto que denuncie una cacería organizada y legitimada políticamente como la que hemos presenciado en Torre Pacheco es un aporte positivo. Sin embargo, corremos el riesgo de reproducir ciertas imágenes que, cargadas de buena voluntad, son malas radiografías de lo social. Hagamos el esfuerzo por elaborar relatos más justos, matizados y útiles de la sociedad, aunque la urgencia de los tiempos actuales lo ponga más difícil. Ahora es quizá más importante que nunca.

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