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Pensamiento :: 28/04/2016

Les presento a James Connolly

Antonio Torres
Prólogo que ha escrito Antonio Torres para el fantástico libro que recopila una selección de textos del revolucionario irlandés James Connolly

Prólogo que ha escrito Antonio Torres para el fantástico libro que recopila una selección de textos del revolucionario irlandés James Connolly. Esta obra ha sido elaborada y traducida por Ángel Velasco y se puede adquirir a través de Amazon en este enlace: http://www.amazon.es/James-Connolly-Selecci%C3%B3n-textos-ebook/dp/B01EPL5464?ie=UTF8&keywords=james+connolly&qid=1461609685&ref_=sr_1_1&s=digital-text&sr=1-1

Para el común de los mortales que habitan este pedazo de tierra entre el Atlántico y el Mediterráneo el nombre de James Connolly no les dice mucho, es más, podemos incluso  aventurar que al grueso de la militancia andaluza de izquierdas tampoco les diga demasiado  ese nombre. Quizá una minoría sí sepa quien fue James Connolly, pero, ¿cuántos dentro de esa minoría habrán leído a James Connolly?

Con la celebración del centenario del Levantamiento de Pascua (Easter Rising), de 1916, -un intento de expulsar por medio de un alzamiento armado al imperio británico de Irlanda-  la figura de Connolly se ha visto de nuevo realzada, aunque no por las celebraciones oficiales de una República de Irlanda que ha querido pasar de puntillas sobre aquella rebelión ahogada en sangre por los británicos y, como no, por la alargada figura de James Connolly y sus serias advertencias sobre una independencia irlandesa desligada de transformaciones sociales profundas:  “Si mañana derrotáis al Ejército inglés e izáis el pabellón verde de Irlanda sobre el Castillo de Dublín, pero no hacéis una República Socialista, vuestros esfuerzos habrán sido vanos. Inglaterra os dirigirá siempre“, diría Connolly con una clarividencia alucinante, solo que a día de hoy Inglaterra no es la única en dirigir los destinos de Irlanda, la Troika, el temible organismo compuesto por la Comisión Europea, el BCE y el FMI, se ha encargado recientemente de dirigir los destinos de un pueblo que de repente se encontró con la cara más amarga del sueño europeo.

Si por casualidad tienen la oportunidad de pasar un primero de mayo en Irlanda- tanto en la República como en los Seis Condados del Norte- o en algún lugar de este mundo en el que emigración irlandesa se haya concentrado históricamente, desde Londres o Glasgow, pasando Boston o Nueva York, hasta Melbourne o Sidney, quizá puedan ver en las manifestaciones obreras pancartas con el rostro de un señor con gesto serio y un prominente mostacho, pues bien,  ese señor es James Connolly.  Para el imaginario republicano e izquierdista irlandés a lo largo y ancho del mundo, allá donde haya un trabajador irlandés orgulloso de serlo, la figura de Connolly es omnipresente: pancartas, carteles, chapas, camisetas, etc., rivalizando seriamente con el gran icono revolucionario mundial: Ernesto Che Guevara.  Permítanme  explicarles el porqué de este icono, de su fuerza simbólica y de la actualidad de sus palabras, permítanme que les presente a James Connolly.

Hoy la República de Irlanda sale a duras penas de un rescate impuesto por las autoridades europeas, mientras en el Norte, aunque la tensión se palpe en no pocas ocasiones y pueda dar la sensación de que los complicados equilibrios comunitarios trabajados desde 1998 estén a punto de quebrarse,  la vida, como decía la canción, sigue igual. Pero la Irlanda de hoy no se puede entender sin su pasado, y para ello hay que remontarse antes de 1998, antes de la lucha armada del IRA y de otros grupos republicanos, de los movimientos por los derechos civiles, de la proclamación de la República, de la Guerra Civil, e incluso antes de la proclamación del Estado Libre y del mencionado Levantamiento de Pascua.

En  1169, un grupo de anglonormandos a las órdenes de Ricardo De Clare –más conocido como Strongbow-  comenzaron una invasión colonizadora de Irlanda que terminó convirtiendo al rey inglés Enrique II en Señor de Irlanda. Sin embargo, aquellos primeros colonizadores anglonormandos terminaron por asimilarse y fundirse con la población local, adoptando la lengua gaélica, costumbres, etc. Viendo en peligro sus planes de colonización, desde la corona inglesa se impulsará en 1366 los Estatutos de Killkenny que prohibían expresamente los matrimonios entre ingleses  e irlandeses, el uso de la lengua gaélica y las costumbres irlandesas, dando lugar a un proceso ya evidente de anglificación. En el  siglo XVI, se  viviría una vuelta de tuerca a raíz de los conflictos religiosos entre la Iglesia Católica y la corona inglesa, y las rivalidades de ésta con las potencias de la época, especialmente con el católico imperio español. A la represión lingüística y cultural se sumaría una fuerte represión religiosa, que incluiría persecución y ejecuciones del clero católico irlandés, supresión de monasterios, y confiscaciones de propiedades de la Iglesia Católica; pero sobre todo,  se profundizó en una mayor colonización: la tierra fue arrebatada a sus propietarios, pequeños campesinos, sobre todo si demostraban su adscripción al catolicismo,   y repartida entre los colonizadores ingleses, dando lugar a una poderosa clase terrateniente. El problema irlandés de la tierra tiene aquí su origen; por supuesto, desde la rigurosidad y el respeto a la Historia como ciencia, no podemos dejar de hacer similitudes con lo que fue la conquista de Al Andalus y el surgimiento de la Andalucía moderna.
Paralelismos parecidos ya hizo el padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, entre el caso irlandés y el caso andaluz. No podemos dejar de reconocer que los hechos se prestan a ello.

El problema de la tierra junto con una fuerte represión cultural, lingüística y sobre todo, a partir del siglo XVI, religiosa – que tuvo como consecuencia el que prácticamente, a partir de esos años, ser irlandés se identificara automáticamente con ser católico- darían lugar al nacimiento en la época moderna de Irlanda como una nación oprimida. Mucho se podría reflexionar sobre cómo la conquista y colonización Irlanda pudo tener un papel relevante en la posterior configuración del imperio colonial británico, quizá, la “primera joya de la Corona” del imperio colonial británico anterior a la India fuera Irlanda, y quizá sin esa primera colonización no se pueda entender todo el devenir posterior de Gran Bretaña como potencia capitalista. El sociólogo Justo de la Cueva nos daba algunas pistas: “Será útil a estos efectos que te diga que el tratado de Limerick, que concluyó la guerra de 1689-1691, hizo de la autoridad de la Corona inglesa sobre Irlanda algo no ya igual sino incluso mayor que la autoridad de esa Corona sobre las colonias americanas de Inglaterra. Esa autoridad incrementada se usó para eliminar la competencia irlandesa.
Ya antes la ley sobre el ganado de 1666 había prohibido que las vacas, cerdos y mantequilla irlandeses entraran en el mercado inglés, provocando una concentración en la exportación de lana a Inglaterra.
Ahora la ley sobre la lana de 1699 destruyó la producción lanera irlandesa y obligó a los irlandeses a dedicarse a producir lino con unos niveles salariales muy bajos en una industria a domicilio
.”[1] Mucho antes, en 1856,  Friedrich Engels ya afirmó que Irlanda fue la primera colonia inglesa[2].

Grandes extensiones de tierra expropiadas a campesinos fueron transformadas del cultivo al pastoreo para la exportación de la lana. En este caso, Karl Marx, nos lo explica así: “En ninguna otra colonia inglesa se lleva a cabo con una brutalidad tan grande la expropiación del campesinado nativo con el fin de transformar sus tierras de cultivo en tierras de pastoreo para la exportación de lana. Los terratenientes capitalistas ingleses expulsaban masivamente a los campesinos irlandeses que literalmente morían de hambre después de su expropiación[3].

Y vino la gran tragedia. Entre 1845 y 1849 la cosecha de patata, que se había convertido casi en el único alimento de la gran mayoría de la población irlandesa, fue destruida por una plaga de parásitos. La inmensa mayoría de la población se vio privada de su principal alimento, lo que acabó provocando una hambruna de proporciones catastróficas (The Great Famine). Alrededor de un millón de personas perecieron de hambre, la mayoría vagando por campos y caminos después de ser desalojadas de sus casas al no poder hacer frente a los pagos del alquiler. La emigración se convirtió en una cuestión de vida o muerte y se produjo un éxodo masivo de población irlandesa a Inglaterra, Canadá y Australia, pero sobre todo a Estados Unidos. Se calcula que la hambruna redujo la población irlandesa, debido a muertes y emigración, de 8 millones de habitantes con que la isla contaba a principios de 1845 a 4 millones y medio a finales de 1849. Dejando al margen lo relativamente “casual” e  “imprevisible” de aquella tragedia, la Gran Hambruna irlandesa puso de relieve la cara más brutal de la dominación británica sobre Irlanda, aunque no podemos afirmar que aquella hambruna pudiera estar sistemáticamente organizada porque sencillamente sería faltar a los hechos, sí que es cierto que aquella tragedia no podía tener explicación fuera del engranaje de opresión colonial establecido primero por la corona inglesa y, posteriormente, por el ya Reino Unido constituido como tal.

Pero frente a toda opresión siempre surge el ansia de libertad del oprimido, tras la derrota de la rebelión de 1641 y la Confederación de los Irlandeses -que hasta la conquista de Cromwell en 1649 gobernó prácticamente sobre toda la Isla-  nos tenemos que remontar a una figura peculiar en la Historia de Irlanda, la del abogado defensor de los derechos civiles, Theobald Wolfe Tone, líder de la Sociedad de Irlandeses Unidos (Society of United Irishmen) y considerado como el padre del republicanismo irlandés. Wolfe Tone, protestante como la mayoría de los miembros de la United Irishmen, se inspiró en la Revolución francesa, y propugnó la unidad de católicos y protestantes en favor de la libertad política de Irlanda. Al estallar la rebelión de 1798, Wolfe Tone pidió entonces ayuda al Directorio francés,  pero este se limitó a organizar una serie de pequeñas incursiones en diferentes puntos de la costa de Irlanda, el propio Wolfe Tone participaría en una de esas incursiones, la comandada por el almirante Bompard. Esta fuerza encontró un escuadrón inglés en Buncrana (Lough Swilly) el 12 de octubre de 1798. Tone, a bordo de un navío, rechazó la oferta de Bompard de escapar en una fragata antes del combate y fue hecho prisionero. Fue juzgado, declarado culpable y sentenciado a la horca el 12 de noviembre de 1798. Pero, antes de que esta sentencia se llevara a cabo se suicidó.

No podemos comprender por tanto la figura de James Connolly, sin tener en cuenta toda esta historia de colonización, represión, tragedia y lucha por la libertad del pueblo irlandés. El gran mérito de Connolly fue sin duda el de aunar lucha nacional y lucha por el socialismo, y esa síntesis no podemos entenderla en última instancia sin examinar el sistema colonial y sus consecuencias, pero tampoco podemos entenderla sin el creciente interés que desarrollaron las padres fundadores de la filosofía de la praxis, en términos gramscianos, Marx y Engels por la “cuestión irlandesa”.

Fueron muchas las aportaciones que Marx y Engels hicieron sobre la “cuestión irlandesa”, a pesar de que en el ejercicio de resumir nos pudiéramos dejar alguna de lado, por razones de espacio y tiempo nos arriesgamos a hacerlo.  Marx y Engels siempre consideraron el caso irlandés como un caso no tanto de opresión nacional como de opresión colonial, a pesar de darse en el contexto europeo. En un primer momento, iluminados por cierto economicismo, pensaron que la liberación de Irlanda dependería de un proceso revolucionario forjado en Inglaterra, con una clase obrera industrial numerosa, sin embargo, el curso de los acontecimientos hizo que Marx y Engels variaran su posición inicial: “Me he convencido cada vez más de que (la clase trabajadora inglesa) nunca podrá hacer nada decisivo… hasta tanto no separe su política hacia Irlanda de la de las clases dominantes, hasta tanto no sólo haga causa común con los irlandeses, sino tome la iniciativa de disolver la Unión establecida en 1801 y en reemplazarla por una nueva relación federal (…).Si no, el pueblo inglés permanecerá atado a las riendas de sus clases dominantes, ya que tendría que unirse a ellas en un frente común contra Irlanda[4]. Más esquemáticamente podemos resumir:

La dominación colonial inglesa constituyó la causa esencial del mantenimiento y de la profundización del subdesarrollo irlandés.La liberación nacional de la colonia irlandesa no dependía de una previa revolución obrera en Inglaterra, sino que debía preceder a la revolución inglesa y constituía una precondición para la misma, como ya hemos visto.Como consecuencia de lo anterior, mientras Irlanda no alcanzase su liberación nacional de la dominación colonial inglesa, los trabajadores de la metrópoli inglesa no serían capaces de emanciparse socialmente.Para dirigir la liberación nacional anticolonial, se necesita un partido nacional-revolucionario y popular que, sin ser inicialmente socialista, tenga un avanzado sentido de justicia social y pueda ser acogido por los partidos socialistas como agrupación hermana, evolucionando posteriormente hacia una posición socialista democrática.

Sobre esta base, James Connolly construiría una teoría y una praxis de liberación nacional unida a la construcción del socialismo en Irlanda.

James Connolly nació en Edimburgo, Escocia, en 1868, hijo de padres emigrantes irlandeses procedentes de  Monaghan. A los once años dejó la escuela para trabajar. A los catorce se alistó en el Ejército británico y fue destinado a Irlanda, concretamente a la Irlanda rural, donde vivió de primera mano la brutalidad colonial británica, hecho que la acabaría determinado y produciendo un fuerte odio al Ejército y a las instituciones británicas.
Finalmente acabaría desertando y desplazándose a Escocia con Lillie Reynolds, casándose ambos en 1890. En 1892 ingresaría en la Federación Socialista Escocesa, en 1895 se convertiría en secretario de dicha organización. Más tarde se desplazaría con su familia a Dublín, como secretario del Club Socialista de Dublín, asociación que tomaría parte en la fundación del Partido Socialista Republicano Irlandés (IRSP)[5].
En septiembre de 1903 emigraría a los Estados Unidos, motivado por las necesidades económicas y su desacuerdo en la línea adoptada por el IRSP.
Durante su estancia en los Estados Unidos, formó parte del Partido Socialista del Trabajo (Socialist Labor Party of America), del Partido Socialista (Socialist Party of America), del sindicato Industrial Workers of the World (IWW), y miembro fundador de la Federación Socialista Irlandesa en Nueva York.

En 1910 regresa a Irlanda, milita junto al sindicalista James Larkin en el Irish Transport and  General Workers Union (ITGWU), siendo Connolly su secretario general. En 1912, funda el Irish Labor Party y participa en el Irish Trade Union Congress.  En 1913, como respuesta a un cierre patronal, Connolly junto a ex  oficial británico fundan el Ejército Ciudadano Irlandés (Irish Citizen Army, ICA) un grupo de obreros armados cuyo objetivo fundamental fue el de defender  a los obreros en huelga de los ataques violentos de la policía de Dublín. Pronto, de la autodefensa obrera, el ICA se propuso como objetivo político la lucha por la liberación de Irlanda y el establecimiento de una República Obrera. Lenin definiría al ICA como el primer ejército rojo de Europa. Hoy el ICA es tomado como el antecedente directo del posterior Ejército Republicano Irlandés, IRA.

Sobre la participación de James Connolly y el ICA en el Levantamiento de Pascua  mucho se ha escrito, tanto, que de nuevo no disponemos de espacio y tiempo suficiente para determinar el papel de Connolly.  . El Levantamiento tuvo lugar el 24 de abril de 1916, protagonizado por la Hermandad Republicana Irlandesa (IRB) y por el ICA, teniendo en cuenta la fuerza y la disciplina del ICA, prácticamente Connolly quedó como comandante en jefe del Levantamiento.
El futuro líder político de Estado Libre de Irlanda proclamado en 1922, Michael Collins, diría de Connolly que estaba dispuesto a seguirle hasta el infierno si fuera necesario, lo que nos da una medida de su carisma.

El Levantamiento, como hemos dicho al principio, acabó en una sangría, en un baño de sangre y con James Connolly fusilado el 12 de mayo. El Levantamiento pudo ser aplastado con relativa facilidad porque no contó con apoyo popular. El Levantamiento tampoco fue entendido ni apoyado por organizaciones y partidos socialistas de la época en Europa, empezando por el socialismo británico. Antes de ser ejecutado, Connolly preguntó a su hija Nora si había visto la prensa socialista y lo que decía sobre el Levantamiento.
Al parecer Connolly dijo amargamente: “Nunca entenderán por qué estoy aquí. Olvidan que soy irlandés”.
Como excepciones a las condenas que se ganó el Levantamiento de Pascua irlandés, tendríamos las opiniones de la líder sufragista Sylvia Pankhurst, su compañera, la irlandesa Patricia Lynch, fue testigo del Levantamiento y lo justificó con estas palabras sobre la realidad irlandesa: “Los poetas y los soñadores no hacen una revolución. Debe haber un malestar popular detrás incluso de la revuelta más pequeña. En Dublín es imposible que los hombres y las mujeres de la clase obrera vivan como seres humanos. Las condiciones en las que viven son más mortíferas que las trincheras; de cada seis niños que nacen, muere uno.
¿Podemos sorprendernos de que hombres y mujeres de coraje, al ver sus quejas tan desatendidas, hayan unido su descontento al de los reformadores políticos?
[6].
 Pero, si alguien defendió con energía a James Connolly y su participación en el Levantamiento de Pascua, ese fue Lenin, que a pesar de considerarlo  prematuro, diría: “Cualquiera que a una rebelión como ésta le llama golpe es o bien un reaccionario empedernido o un doctrinario totalmente incapaz de hacerse una idea de una revolución social como fenómeno vivo”.

Hoy, se asume que el Levantamiento de Pascua fue decisivo para la posterior proclamación del Estado Libre y de la República, respectivamente. La brutal represión británica ante el intento precipitado de un grupo de voluntarios armados de acabar con el sometimiento nacional terminó por conmocionar a todo el pueblo irlandés y predisponerlo todavía más contra la dominación británica.

Seguramente, una vez leído este esbozo biográfico acompañado de una necesaria introducción histórica a la “cuestión irlandesa”, el lector se podrá hacer una idea de por qué, como decíamos al principio, la figura de James Connolly compite como icono revolucionario con Che Guevara en el imaginario del republicanismo irlandés más combativo y comprometido. Quizá, teóricamente, las aportaciones de Connolly estén tan sujetas al momento y a la coyuntura que puedan parecer carentes de profundidad y globalidad, pero nada más lejos de la realidad. Quien así lo crea, estará cometiendo el grave error de confundir una sencillez expositiva con falta de rigurosidad y perspectiva. En Connolly resuenan las palabras de Marx y Engels, cobran vida y materialidad en una realidad concreta, y encontramos asombrosos parecidos con Lenin, a pesar de que ambos conocían de su existencia mutua, y a pesar de la admiración que ambos se profesaban, nunca se conocieron personalmente. Pero también, sin hacer muchos ejercicios de malabarismo, podemos enlazar a Connolly con las preocupaciones nacional-populares de un Antonio Gramsci, y de alguna manera en Mao y sus formulaciones sobre el patriotismo en las naciones oprimidas, vemos muchos destellos de un Connolly que años antes en la muy lejana Irlanda ya había señalado   que “la causa irlandesa es la causa obrera, la causa obrera es la causa irlandesa”.

Presentado queda James Connolly, ahora, ¡léanlo!

Andalucía, abril de 2016.

[1] De la Cueva, Justo, Negación vasca radical del capitalismo mundial, VOSA, Madrid, 1994.

[2] Carta de Engels a Marx, 23-05-1856.

[3] Carta de Marx a Engels, 30-11-1867.

[4] Carta de Marx a Kugelmann, 29-11-1869

[5] Este Partido Socialista Republicano Irlandés, IRSP, no se puede confundir con el IRSP ni con el Ejército de Liberación Nacional Irlandés (INLA) surgidos ambos en 1974 de una escisión del Sinn Féin “Oficial” y del IRA “Oficial”.

[6] Bell, Geoffrey, El Alzamiento de Pascua: camaradas nuestros, en https://www.vientosur.info/spip.php?article11094 .

 

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