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Estado español :: 10/03/2004

Nada mas nacer

D.Crespo-La Haine
Nada mas nacer, me metieron en una habitación grande, todos eran como yo, apenas podíamos movernos, nos rozábamos continuamente, era una sensación desagradable, faltaba el aire y constaba respirar. Algunos se mordían entre sí, perdían el control y se aca

Meses más tarde nos metieron entre rejas individuales, yo me preguntaba quienes serian mis padres, cada vez se hacia mas férrea la sensación de que nunca los conocería.
Donde estábamos era complicado moverse, con girar el cuello o dar un pasito a un lado u otro ya te topabas con aquellas rejas frías y viejas. Físicamente era imposible darse la vuelta.

Comíamos varias veces al día en un cuenco exterior donde nos ponían los alimentos, siempre era lo mismo, al año ya había perdido el sentido del gusto, más que perderlo se me había deformado hasta tal punto que era incapaz de deshacerme de aquel sabor agrio.
¿Día o Noche? Quien sabe, aquellas potentes luces estaban siempre con la misma intensidad, se pierde por completo la noción del tiempo.

Muchos de los compañeros tenían que ser medicados para poder sobrevivir ante tales condiciones de vida, muchos de los cuales, acaban con claros signos de enajenación mental: gemidos desmesurados, espasmos musculares y continuas autolesiones.
Pasado el tiempo te das cuenta que has engordado de forma desproporcionada, estas deforme. Los que todavía manteníamos algún resquicio de cordura sabíamos que eso no era lógico y que estaba producto por alguna sustancia que premeditadamente nos habían introducido en la comida.

Los años pasan y aquella sensación rutinaria te hace perder el control en muchas ocasiones, cuando estas prácticamente inmovilizado durante años es muy difícil mantener la calma y las ganas de vivir.
Un buen día nos sacaron y nos metieron en un camión. Aunque fuera por unos segundos, pude ver la luz del sol, me alegre, digo me alegre, porque tuve una sensación nueva que me satisfacía, nunca me había pasado antes, imagino que fuera la alegría.

En el camión viajábamos muy apretados, sin ningún tipo de control, los golpes fueron constantes y el calor nos asfixiaba, algún compañero no lo aguanto y murió. Siempre es desagradable ver como un compañero muere, no obstante no era la primera vez que ocurría.
Nos bajaron y rápidamente, a golpe de palo, nos metieron en una nave muy grande, donde se oía un gran estruendo al entrar. Nos colocaron en fila en un pasillo que parecía interminable, colocados uno a uno, una fila sin aparente fin y sin escapatoria.
Aquello avanzaba, el suelo se movía hacia delante, y a medida que te ibas acercando podías oír los gritos de un compañero agonizando. olía la sangre.
Oler la sangre de un ser muerto, asesinado. Es ahí cuando te das cuenta que dentro de poco vas a ser tú. Pierdes el control, te agitas hacia todos lados y la escena se repite varias veces pero con el olor más intenso y los alaridos más profundos. Se te clavan en el alma.
Me ha llegado el turno. Hasta siempre

Obviamente, los animales no pueden hacerse estos planteamientos, ni abstraer la realidad de esta manera. Ahora bien, los animales, a diferencia de los vegetales, poseen células y nervios sensitivos del dolor al igual que tu y que yo. Padecen y sufren los abusos a los que son sometidos para su consumo.
Del mismo modo, en el matadero son colocados en fila india, y van siendo ejecutados uno a uno, desde que el primero es matado, tanto por sus gritos como por su olor a sangre, el resto de la fila sabe autamáticamente que algo malo se acerca, posiblemente la muerte, ahí empieza (continua) la agonía hasta que les llega su turno.
Pásate al veg(etari)anismo! Por una alimentación ética y saludable!

crespez@hotmail.com

 

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