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Estado español, Pensamiento :: 05/01/2021

Nuestros niños y niñas en el laberinto de la lucha de clases

Mente Revolucionaria

Entre el año 1997 y 2004, el investigador Michael Meaney de la Universidad McGill (Canadá), realizó unos experimentos en el que estudió a las crías de ratas recién nacidas y a sus madres. Descubrió que la cantidad de lametones y de cuidados que una madre dedica a sus crías durante sus primeras doce horas de vida influye permanentemente en la química cerebral que responde al estrés y modifica la configuración de más de mil genes. Las crías de rata que son muy lamidas por su madre son más creativas, más valientes y producen menores niveles de hormonas del estrés bajo situaciones estresantes que aquellas cuyas madres son menos atentas. También se recuperan más deprisa, una ecuanimidad que les dura toda la vida. Desarrollan unas conexiones más gruesas en el hipocampo, un centro clave para el aprendizaje y la memoria, y tienen mejores resultados en una capacidad importante en los roedores: encontrar la salida a través de laberintos.

¿Y qué pasa con los humanos? Hoy en día existen corrientes progresistas en el mundo de la psicología que señalan que el maltrato en los niños tiene unos efectos negativos duraderos en el desarrollo cerebral. Nuestras primeras experiencias esculpen nuestro cerebro. El maltrato es un cincel que da forma al cerebro para que lidie con los conflictos, pero pagando el coste de unas heridas profundas y duraderas. Sin embargo estas tesis son rechazadas por las corrientes psicológicas dominantes, vinculada a las multinacionales farmacéuticas, que tachan todo esto de “intuiciones clínicas” y de no existir “ninguna evidencia” a pesar de que se han publicado cientos de investigaciones en las que han participado miles de personas y que lo corroboran. El objetivo de rechazar estos estudios es para no contextualizar el maltrato y el abuso infantil. Por un lado porque los abandonos, los abusos sexuales y las palizas tienen un mejor caldo de cultivo en ambientes de pobreza y precariedad, pero no solamente. Aunque en menor medida también se da en otros estractos sociales. Sin embargo las multinacionales farmacéuticas no quieren solucionar la raíz de los conflictos, si esto fuera posible entonces el papel de los fármacos perdería protagonismo y el negocio correría peligro. Es mejor simplemente ir a los síntomas, a lo que se ve, a la superficie. Si una persona se encuentra mal, se le receta un fármaco para que se calme.

Los barrios obreros no sólo están sufriendo las consecuencias económicas de la crisis brutal que atraviesa nuestra sociedad actualmente, también las consecuencias emocionales. La lucha de clases es un laberinto muy difícil de superar, hace falta nuestra más ingeniosa creatividad y nuestros mejores recursos psicológicos para ser construivos en contextos de presión y estrés, por eso es tan importante que nuestros niños y niñas vengan al mundo en contextos de cariño y crezcan sanos y cuidados.

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