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Estado español :: 19/05/2005

Punk como forma de negación o aceptación del sistema.

La haine- Granada
Cualquier reflexión sobre movimientos contra-culturales opuestos al sistema capitalista no se puede realizar sin tener en cuenta los cambios y adaptaciones que el propio capitalismo apoyándose precisamente en la industria cultural ha ejecutado.[notas de una charla en las Jornadas de la F.A.P. de Lucena (Córdoba) , Marzo 2005.]

Quizás el cambio más importante y que dota de sentido a la acción de aquellos movimientos es el desplazamiento producido en el s. XIX del acento de la producción al consumo. El Capital ya no tenía como único y fundamental objetivo la productividad, sino que le era necesaria un consumo de esta. A partir de entonces, su historia se apoya más en el trabajo sobre el consumo, o de cara al consumo, que en la productividad sin más. Y eso supuso un cambio en la concepción del ser humano (por no decir el "hombre"). Este, va a dejar de ser mera fuerza de trabajo, y su concepto se va a ver ampliado.

El crecimiento de las ciencias humanas en el siglo XIX va a tener como principal objetivo inventar el "tipo" de ser humano que el sistema económico necesita para mantener su eficacia. Las ciencias humanas, como la sociología, la antropología, la historia, la psicología etc. no estudian al hombre, sino que lo "inventan". Esto es, el "hombre", su vida, es diseñada con esmero para ponerla al servicio de la economía mediante la creación de un ejercicio del poder que va a penetrar en todos los aspectos de la vida cotidiana de los seres humanos y que se extiende a todos los procesos vitales en general, para ordenarlos en su provecho. Se va a definir cómo hay que ser y a quienes hay que controlar, domesticar o encarcelar. Por eso, psiquiátricos, escuelas, cárceles y todo tipo de instituciones "sociales" son de creación moderna.

El capitalismo entonces ha desplazado el acento desde un ámbito instrumental regido por necesidades materiales e instrumentales (maquinización de la fábrica, técnicas de maximización de la productividad etc.) a la producción cultural de formas de subjetividad que lo reproduzcan. Estamos en la segunda mitad del siglo XIX. La burguesía ha pactado con la aristocracia para repartir el poder y ostenta ahora todos los medios de producción. Y dentro de estos medios de producción conoce (porque ella misma lo ha venido utilizando) el enorme poder de la "cultura", de la "filosofía", del "arte" para hacer más efectivo el "fetichismo de la mercancía". La burguesía se hace con los medios de producción cultural y potencia tanto civil como institucionalmente la democratización de lo que ella diseña como "cultura" o por "arte". Es con el ascenso de la burguesía cuando se abren los museos públicos o se crean revistas culturales, se "democratiza" la enseñanza, se revitaliza la Universidad etc. etc.. En ese clima, movimientos artísticos como el "Impresionismo" van a nacer después del fracaso de La Comuna de París fomentando el modo de vida conformista burgués (los cafés de plazas de Renoir, las bailarinas de Degas...). El movimiento del "arte por el arte" es una lucha contra los contenidos sociales objetivos de las obras al margen del artista (arte como determinado por el sistema social y económico en el que se produce) que Proudhon o Engels habían defendido y del cuál el Realismo de Balzac, Zola, Pérez Galdós o Dickens son una buena muestra.

Debord va a llamar al efecto que sobre el Capital y los trabajadores tiene esta estrategia burguesa "humanismo de la mercancía", lo que yo entiendo como una forma de fetichismo de la mercancía que genera una forma determinada de humanidad aparentando humanitarismo. Mientras que en la primera fase del capitalismo el/la trabajador/a es tratad@ como mera fuerza de trabajo, como un/a imbécil o una máquina (esa experiencia las tenemos tod@s en el trabajo asalariado, donde no hay ninguna capacidad de decisión sobre lo que hacemos), como una materia prima más, ahora se le inventa un complemento para las horas libres: el "ocio" y la "realización personal". Fuera del trabajo, el proletario se siente "adulto", mayor de edad porque tiene capacidad de elegir (sobre lo que consume), se siente de igual a igual incluso superior con lo Otro (la oferta, la tienda, el dependiente del centro comercial, la operaria de telefonía etc.) en el mundo del/la consumidor/a. El consumo le devuelve al/la trabajador/a el respeto y dignidad que pierde en su empleo. Pero esto se inscribe como estrategia de un proceso de domesticación del deseo, de su reducción: el deseo es deseo cuando puede ser satisfecho por el mercado, o lo que es lo mismo, solo podemos realizarnos personalmente mediando con la mercancía (podemos hacer el ejercicio mental de pensar en cosas que nos satisfagan sin necesidad de consumir nada y vemos el trabajo que cuesta). Así, todo lo que desde entonces es calificado como "humanismo" (el mundo de las letras, del arte, de la filosofía etc.) no es más que "humanismo de la mercancía" puesto al servicio del mantenimiento del orden burgués. Mediante ese mecanismo el capitalismo moderno se apoya en filtrar el potencial normal del deseo sin trabas hasta su instrumentalización práctica: los deseos son convertidos en acciones que al capital le resultan beneficiosas. Esto es, deseo es deseo de mercancía.

El mercado nos trata, aparentemente, como adult@s. Hoy en día, esto se ha disparado hasta tal punto que el mercado se presenta como única posibilidad de nuestra realización personal. Por ejemplo, un anuncio publicitario resuelve en pocos segundos dilemas sobre el ser humano que han ocupado 25 siglos de "pensamiento": la idea de Libertad, de Belleza, de Bondad, de Amistad, de Amor,... . Aquí entendemos que los grandes problemas psicológicos de las personas vienen de problemas filosóficos sin resolver (una equivocada idea de libertad, de amor, de sexo, de cuerpo, de amistad, de moral, de política etc.) precisamente porque la organización que propicia el Estado y el Poder económico lo ha impedido poniendo esas ideas a su servicio mediante el mecenazgo de "especialistas". Mientras, la "Ciencia" (desde la industria de armamento hasta la farmacología o la sexología, pasando por la biotecnología) se ocupa de la parte que toca a lo que se debe considerar como "verdadero" y por tanto, "necesario". Así, en este primer punto concluimos que la "cultura" institucionalizada desde la burguesía es una cultura al servicio de su dominio, es la que cerca y modela nuestros deseos.

Negación

El hecho de que la cultura se encuentre al servicio del Capital significa que todos aquellos movimientos opuestos a este deben de ser conscientes de que también la cultura es su enemigo. Las importantes creaciones culturales que han sido determinadas desde los grandes movimientos socialistas, como las creaciones artísticas o literarias bajo la estela marxista (el movimiento cultural de la Rusia bolchevique o el proletkult del PC alemán) o de la anarquista (la cultura libertaria española hasta la guerra civil es quizás el mejor ejemplo de ello), no dejaban de suponer la separación entre especialistas del arte y sus receptor@s. Much@s creador@s anarquistas -cartelistas, dibujantes, grafistas, novelistas etc.- se entendieron a sí mism@s como "vocer@s" de pueblo, como voz de su conciencia, manteniendo la separación entre este y la creación artística. Siguiendo de nuevo a Debord, cuando el anarquismo se presenta como una ideología sistemática y cerrada presupone la necesidad de "especialistas" que la conserven y transmitan, los cuáles se ponen al servicio ideológico de las organizaciones que les promueven. Lo mismo ha pasado precuentemente en el terreno del arte libertario. No obstante, siempre han existido en la historia que venimos contando excepciones, individualidades y movimientos que podemos calificar contra-culturales o anti-artísticos, en cierta forma independientes de la ortodoxia socialista en cualquiera de sus "formas".

Cuando se dice contra-cultura o anti-arte no se está diciendo que necesariamente no sean también movimientos culturales (toda creación humana al margen de la naturaleza es "cultura" y el "arte" nace también de esta), sino que son contra- y anti- la institución separada de lo que es cultura y lo que es arte. En el caso del siglo XX, negaciones del orden de vida instaurado por el capitalismo moderno. Del mismo modo que un movimiento socialista coherente tiene como objetivo eliminar la "separación" entre dirigentes y dirigidos, entre amos y esclavos, la contra-cultura se dirige a criticar la "separación" entre artistas y público, entre intelectual y masa, entre el pueblo y sus distintos "especialistas".

En 1956 se reunieron en Alba (Italia) miembros de la Internacional Letrista y otr@s provenientes de distintos grupos disidentes con el arte oficial. Se trataba del acta de nacimiento de la Internacional Situacionista. Su intención era superar esa escisión entre vida y arte abierta por el capitalismo moderno, como ya había buscado el Dadaismo. Mediante su dominio, el Capital había producido el tedio, la depresión, el hastío ante una vida ajena y carente de sentido. Pues bien, si al principio se dijo que el capitalismo moderno se caracteriza por haber filtrado los deseos, l@s situacionistas se van a proponer identificar cuáles de esos deseos fueron los que quedaron en el colador y que resultaban peligrosos para el mantenimiento del orden burgués. Mediante el arte (o anti-arte), y el poder de la imaginación junto a una amalgama de instrumentos teóricos, buscaron implantar la negación de lo que llamaron "viejo mundo", promoviendo la sátira, la ironía, la conspiración entre artistas etc., inspirándose en movimientos como el dadaismo, el surrealismo o el letrismo, los cuáles habían sido, sobre todo los primeros, las primeras negaciones de la totalidad capitalista.

Se podría decir que a nivel de teoría los situacionistas aportaron pocas novedades. Partiendo de la crítica de la economía política de Marx, a nivel de ideología política sus posiciones eran muy cercanas a las del grupo Socialismo o barbarie: crítica radical al sistema soviético, al capitalismo y como propuesta consejismo obrerista, que derivaría en ricos análisis sobre autonomía obrera y ampliaciones fuera de la reivindicación laboral. Esa ideología fué plasmada por los situacionistas en la práctica, bien mediante sus análisis de acontecimientos históricos (como La Comuna) y publicación de textos, bien llamando a la lucha contra partidos y recuperadores en mayo del 68. Además, siendo conscientes de que el capitalismo se apoyaba fundamentalmente en lo que antes llamamos "domesticación del deseo", pusieron el acento de su crítica en la vida cotidiana, coincidiendo muy de cerca en los análisis de H. Lefebvre. Su crítica de la institución cultural va poco más allá de las conclusiones que alcanzó la Escuela de Francfort (Benjamin, Adorno, Marcuse), aunque sí potenciaron prácticas subversivas y acuñaron conceptos, como el de "espectáculo", que permitían una lucha más adecuada en su presente. Es importante en los situacionistas el haber acercado la escisión entre teoría y praxis típica de la heterodoxia marxista anterior.

También compartieron con H. Lefebvre la atención al "urbanismo". Lucharon por crear un "urbanismo pasional", un diseño de la ciudad que no estuviese al servicio de la circulación de soldados y mercancías, sino del deseo sin trabas de sus habitantes. Lo situacionistas representan una amalgama de la mejor teoría crítica del momento enfocada hacia la praxis revolucionaria a través del arte, y con ello practicaron imaginativas técnicas como la deriva, la desviación o el plagio, que aún hoy inspiran buena parte de la producción anti-capitalista. Otro logro importante de los situacionistas es la comprensión lúcida de su momento presente. Estos nacen en un contexto de revueltas frente al Capital por parte de amplios sectores de la población. En los años 50 y 60 el Capital soltó lastre y mucha gente tomó conciencia de sus "derechos". Se pone de moda la búsqueda de "derechos humanos" para los africanos, las mujeres, los niños o los negros. Al margen de las luchas radicalizadas dentro de estos ámbitos, como la de los negros en U.S.A., en muchos casos esa toma de conciencia vino propiciada por el propio Capital, que tenía la necesidad de engrosar las filas tanto de productores complacientes como de consumidores felices: la salida al espacio público de la mujer se potenciaba culturalmente, resultando la salida de nueva mano de obra y agentes de consumo.

La conciencia burguesa se había apropiado ya de un amplio sector de la clase proletaria: ser es ser trabajador-consumidor. Para acceder a la categoría de persona, había por tanto que convertirse en esclav@ de la mercancía. Sin embargo, a estos movimientos acompañó en muchos casos la toma de conciencia sobre la enajenación de la vida, y ambos se enfrentaron en distintas dosis de radicalidad a un Estado que aún era anticuado y autoritario. Era un momento en el que la población, básicamente proletaria, el Capital y el Estado iba cada uno por su lado (un ejemplo clarísimo es la España franquista). Se inicia por tanto un proceso de luchas -Hungría, países del Este, U.S.A., Inglaterra, Francia, España, Portugal, Italia etc.- que van a desembocar en una nueva alianza entre el poder económico burgués y los poderes fácticos tradicionales enquistados en los aparatos estatales, policiales, el ejército y organizaciones religiosas o de extrema derecha. Esa alianza vino forzada por las luchas, luchas que se convirtieron en todo un riesgo de asalto cuando el capitalismo sufre una crisis regresiva (1973). En España esa alianza se llama transición, y en países como EE. UU. o Inglaterra, Reagan y Thatcher. Y a partir de entonces el Capital desarrollará nuevas armas, y puede que definitivas: la mercancía se vuelca casi completamente al mundo del ocio y los servicios, se dispara la medicalización y se entroniza a la tecnología como el elemento determinante de todo lo que ocurre en el planeta, elementos que sitúan nuestra época en un contexto distinto al de los situacionistas.

Punk

Renovando la crítica situacionista, el PUNK tuvo las condiciones adecuadas para comprender que el marco histórico de la lucha de clases había trascendido sus límites: la lucha no es únicamente una lucha económica, sino una lucha por la reapropiación de la vida, pues la explotación no es únicamente laboral, sino que somos explotados y puestos al servicio del sistema las 24 horas del día. El PUNK como anti-arte nace en un contexto en el que la música aparentemente rebelde se ha vuelto conformista y repetitiva y representa un movimiento de apropiación de la creatividad extirpada tradicionalmente al pueblo. La explotación de la fuerza de trabajo estaba englobada en una estrategia más general de explotación de la creatividad cotidiana. Como diría Vaneigem, la garantía de no morir de hambre (al menos en Occidente) se ha sustituído por la posibilidad de morir de aburrimiento. Por eso, quien hablase en aquel (y en este) contexto de lucha de clases sin cuestionarse la vida cotidiana, sin comprender que la subversión es global y que debe de estar unida necesariamente al deseo, al placer cotidiano, tiene un cadáver en la boca.

El Capital hace tiempo que se salvaguarda haciendo luchar a sus supuestos oponentes en combates que en realidad sobreviven porque sirven para agotar "las fuerzas vivas de cada uno de nosotros". Es decir, todo movimiento de oposición debe de comprender que la lucha se instaura en todas las horas del día, es más, en todos los procesos que afectan a la vida, pues el poder, o bio-poder, los explota todos, y no adherirse a luchas parciales o unidimensionales, pues esas luchas se mantienen gracias a su gran potencial de creación de modas y estereotipos (el caso de la unión de punk y anarcosindicalismo en España es muy significativo al respecto). Por eso no cabe hablar de oposición, sino de negación, de destrucción de la totalidad del mundo civilizado capitalista. Hay que entender el PUNK como movimiento contra-cultural que niega desde su base el dominio generalizado sobre la vida que lleva a cabo el Capital y que la propia cultura institucionalizada encubre, y por tanto, hay que ser crític@ con aquellas posturas que se autoproclaman PUNK y se encuentran fuertemente determinadas por luchas que no tienen eso en cuenta, o no lo niegan con la suficiente radicalidad, o que simplemente no pasan de lo espectacular y folklórico.

Cuando el PUNK nace lo hace en un contexto socio-económico degradado, con unas condiciones materiales de vida miserables (se pueden ver las pelis Lloviendo piedras o Riff - Raff de Ken Loach), muy visibles a nivel material. Hoy día no obstante al menos en Occidente ha triunfado el bienestarismo, aunque se está en tiempo de receso seguramente y nuevas luchas, conspiraciones y alianzas quedaran por venir. No obstante, ya no se habla de bienestar sino de "calidad de vida", esto es, bienestar para quien se lo pueda pagar. Lo cierto es que en Occidente la miseria ya no es tanto material -pues en la precariedad no sólo se puede vivir, sino que se vive más feliz-, más bien es lo material, la mercancía, lo que nos hace miserables. El poder ha aprendido que se perpetúa mejor "humanizándo" su imagen (buena muestra es la era ZP). Por eso, poner el acento en la lucha obrera sigue siendo algo vacío sino se le acompaña un rechazo generalizado de la civilización actual, la cuál se sustenta en una forma de vida determinada (consumismo, egoísmo, especismo etc.). Cuando el PUNK nace es una negación total en su conjunto, p.e. los Sex Pistols decían: "no tenemos trabajo y no queremos trabajar, meteros vuestro trabajo por el culo".

De formas contradictorias de entender el PUNK hay muchos ejemplos. Una moda en todo su esplendor es la del oi!, cuyas letras y estéticas reproducen dos luchas que contienen hoy día un grado muy bajo de importancia (en comparación con la lucha cotidiana de la conquista de nuestra vida): el antifascismo y el obrerismo. Estos estereotipos conviven con otros para compensar graves problemas emocionales y mentales para los que para much@s el buen rollito punk es una terapia. Por ejemplo, tod@s tenemos experiencia de la utilización de la estética antisexista precisamente para ocultar al baboso, o a la babosa, que se lleva dentro. Algunos otros estereotipos bastantes ridículos del entorno del PUNK en el Estado español son la unión entre estética punk y afiliaciones políticas o sindicalistas. Esta costumbre empezó con el Rock Radical Vasco, música subvencionada en buena medida por el abertxalismo euskaldun. Esa ridícula unión entre algo pretendidamente PUNK y un ideología nacionalista de izquierdas también se ha dado por ejemplo en Andalucía o Cataluña. Otra unión de lo más curiosa que se ha dado en la última década es la de PUNK y anarcosindicalismo. Estas cosas han sido igualmente un fruto de la falta de creatividad: como no se sabe que crear, se copia a bandas que al menos mantuvieron un punto de originalidad y coherencia. Lo cierto, es que tanto la unión de PUNK y nacionalismo, como la de PUNK y sindicalismo, es algo puramente contradictorio. PUNK es negación, y por lo tanto solo se acopla con la anarquía, unirlo a "otra cosa" es negarlo a sí mismo, es como sustituir una tostada de miso por una tostada de arcilla. No queremos decir que el PUNK no pueda adoptar diferentes enfoques (por ejemplo, tan PUNK es Crass y su anarcopacifismo como Seein Red con su estética y lírica socialista-autónoma), solo que en su mensaje y en su práctica autogestionaria tiene que ir incluída la crítica radical del sistema de separación capitalista y a los falsos oponentes de esta, y ahí si puede haber diversidad creativa y estratégica. La base del punk es el "do it yourself", el "hazlo tu mism@" sin intermediarios, y también sin clichés. Romper con esos estereotipos es tarea básica en un presente donde el folklore, como hijo directo de aquellos, es la cara más visible del movimiento.

Falta de "creatividad’ y falta de teoría. El PUNK, como pariente de DADA, nace aboliendo la separación entre artista y público. Los grupos y conciertos de punk son un buen ejemplo de ello, y también la estética. Cada PUNK se convierte en su propi@ diseñador/a. Cualquiera puede coger un instrumento y hacer ruido, expresar sus ideas y emociones etc. No olvidemos que para los situacionistas la realización del arte pasaba por saquear los museos y llevar los cuadros a los espacios públicos, o lo que es lo mismo: arte es todo aquello que suprime el antagonismo de clases. La actitud que genera el PUNK lleva eso incorporado del mismo modo que la creación de élites y personalismos dentro del PUNK va contra sus propios principios básicos.

Por otra parte, al PUNK le está costando mucho defenderse de ataques como las drogas y la comercialización. Hace tiempo que debería de saberse que la droga ha sido una de las armas más eficaces de la policía para desmantelar barrios, movimientos y espacios -casas, cárceles, reformatorios, centros sociales...-, conciencias de negación del sistema del que son defensores. Por eso, un/a camell@ es un/a policía, o aún peor, les hace el trabajo más sucio. Al margen de eso, las drogas representan un negocio prototipo de la burguesía: destruye la conciencia, maximiza beneficios con mínimos costes y mantiene la explotación en muchos puntos del mundo. Por todo ello, el PUNK debe de entender como enemig@s los camellos, comprender que estos no son bienvenidos a nuestro lado.

Por último, la comercialización del PUNK representa la negación de este, pues no se puede pretender representar el ladrillo que parte el escaparate donde estás exhibido y puesto a la venta. Así, pienso que a estas alturas cabe diagnosticar que un movimiento que presentándose como negación perdura casi 25 años, su supervivencia se debe en buena medida a la escasa realidad de sus planteamientos, que se quedan en folklore y estética. Es hora de comprender, y se cuentan con las condiciones adecuadas para ello, la necesidad de pasar de la oposición a la negación, del adormecimiento de la mente a la subversión de las formas de conciencia que el Capital impone, revolucionando el deseo, es decir, educándolo y practicándolo. Es hora de hacer teoría -el punk no es garrulismo, y del mismo modo que no está reñido con la lectura, tampoco lo está con la higiene-, pero también de realizarla en la praxis mediante la extensión de la autogestión. Y esa autogestión no sirve de nada si no está bien pensada, o lo que es lo mismo, si no tiene en su base y en su finalidad la supresión de la sociedad de clases.

Sin embargo, está claro que cabe un análisis más profundo sobre los factores apuntados. La reproducción de estereotipos y relaciones sociales mediatizadas por las drogas no están causada ni por aquellos ni por estas, aunque con el tiempo si repercuten. El hecho de que se necesiten identidades prefabricadas mediante estética y asunción de sloganes y determinadas actitudes predeterminadas, así como el consumo de drogas (que es consumo de una determinada relación social cosificada), es un síntoma de un movimiento generalizado de estirpación de la capacidad de estimar y vivir la vida sin que esta tenga al Capital y sus valores como intermediarios.

Para contactar: dmum@latinmail.com

 

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