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Pensamiento :: 02/12/2009

Recuerdos de escuela

Asociación Cultural Candela
?A veces, cuando se van ciertas personas, parece que con ellas se va toda una época?.

Escribe el escritor Pedro Ugarte en la necrológica del diario El Pais del pasado martes que “A veces, cuando se van ciertas personas, parece que con ellas se va toda una época”. Queridos oyentes y oyentas de este Candelero, ya maduro: ha muerto Amparo Amparitxu Gastón. A los 89 años. Quizás muchos de vosotros al oír este botón hoy, os preguntaréis: ¿Y quién fue esta Amparitxu que Gonzalo nombra tan familiarmente? Pues… fue cuatro décadas compañera sentimental de Gabriel Celaya, en mi opinión, uno de los más grandes poetas del siglo XX. Vasco, para más señas… Amparitxu, durante 18 años más, después de desaparecer él, preservó con fidelidad su obra y su memoria. Celaya, como muy bien escribe Ugarte, elevó la poesía ante los ojos del pueblo, y éste la utilizó para levantar banderas y alumbrar utopías. Quizá la poesía nunca ha sido necesaria, pero entonces consiguió parecerlo un poco… Y, como muestra, hoy más que nunca, este botón.

Yo conocí a Gabriel Celaya y Amparitxu (como él la llamaba) en la Escuela de Magisterio donde yo empecé a reconocer la profesión a la que me dedico: profesor con pretensiones de educar. Fue de la mano de Fernando González Lucini, que compartía entre nosotros una maravilla de asignatura que se sacó de la manga para alumbrar eso que conocemos técnicamente como curriculum, y que se llamaba: Música, canción y pedagogía. Y un buen día, Lucini, revestido de mago, se sacó un maravilloso conejo de su chistera: Amparitxu y Gabriel, de los que era íntimo amigo, se presentaron en aquel aula de La Latina, que era ya una fiesta mágica. Y entre versos y canciones y palabras que brincaban llenas de sentido, les regalamos una pequeña y sentida representación de su poema “El buen Retiro” y algunos más, mientras ellos dos se besaban las manos:

Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca,
hay que medir, pesar, equilibrar,
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino,
un poco de pirata,
un poco de poeta,
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que esa barca, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestro propio barco,
en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

Cuando leí que Amparitxu se nos había ido, supe que también viajó con ella una parte de mi propia historia, una parte de mi vida, y que gracias a ella y al cuidado de la memoria de Gabriel, retenemos todavía hoy -para que no se nos hielen nuestros sueños - las palabras bellas que nos cuentan cariñosas, y casi en silencio, lo que somos: nosotros, pueblo, paz…


*Gonzalo Romero es miembro de la Asociación Cultural Candela
(Botón de muestra emitido el 28 de novimebre 2009 en El Candelero, RVK, 107.5 FM)
www.nodo50.org/candela
 

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