Saber "montar"

Hay en la vaguada de enfrente del nuevo barrio llamado de Montecarmelo, zona norte de Madrid capital, unos prefabricados donde se hacinan cientos de personas, prácticamente a la intemperie. No hace falta ser un “lince” en sociología para imaginar el camino recorrido o, por mejor decir, los caminos tortuosos desandados de esa gente hasta llegar allí. Desde uno de los puentes de la M-40 puede verse con total nitidez la desnudez y la crudeza de las condiciones de vida o de supervivencia de quienes allí habitan, por escribir una palabra rápida para explicar la imagen desoladora… Fue el martes en la mañana que me fijé que, a pocos metros de este submundo, se halla un picadero, es decir, un club hípico, un sitio donde se alquilan caballos para darse una vueltecita encima de sus lomos. Y allí estaba, un señor jinete galopando alrededor de aquella vaguada con su trote, su gorra, sus botas arreando al animal… ¿Cómo se puede montar a caballo sin caerse del equino ante la contemplación del empobrecimiento absoluto de cientos de seres humanos que no tienen cubiertas sus más elementales necesidades? Y… ¿cómo puedo hacerme yo esta pregunta tan tonta y tan tierna en esta mañana del nuevo año que aún se despereza casi inconsciente en su cuna de calendario recién estrenado?
El año comienza como el jinete este de la vaguada, porque para competir como sus dioses mandan, es preciso no sólo no ver el desastre teniéndolo al lado, sino hacerlo montado en la yegua con las piernas abiertas y marcando paquete, para que los desgraciados de las vaguadas, sepan quién manda aquí y cómo se anudan las bridas a la bragueta. Mirar y no ver para seguir rodeando de estiércol, del suyo, las cunetas de los subempleados de los que mandan, como Díaz Ferrán, por un poner, que ahí le tienen, tirando de bridas… Quizás en la vaguada de Montecarmelo, rodeados de agua y frío, se hallen a estas horas algunos de sus antiguos empleados, convertidos ahora en esclavos de sus valientes decisiones.
Entre tanta basura y tanta esclavitud y tanto terrorista con corbata o gorra de montar, ¡qué quieren que les escriba tomando las uvas! Pues que es un hálito de esperanza observar que aún quedan miles de personas, ciudadanos, que son capaces de juntarse para defender aún los derechos de quienes son sus hijos e hijas, quiero decir, presos vascos, despojados de sus más elementales derechos en una sociedad que se llama, aún sin avergonzarse, democrática… Lo que, en una instancia digna, significa autodeterminada, autogestionaria, es decir, libre. ¡Feliz año estrenado!

x Gonzalo Romero*

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*Gonzalo Romero es miembro de la Asociación Cultural Candela
(Botón de muestra emitido el 9 de enero de 2010 en El Candelero, RVK, 107.5 FM)
www.nodo50.org/candela