Salamanca: Paso a paso

No vamos a hablar de las dificultades que puso el poder, ni de las que pusieron supuestos compañeros que no dudaron en intentar desmovilizarnos. Estas dificultades se dan siempre, en todo tiempo y lugar. Nada tienen de excepcional. Si aún acaso, dificultad añadida serían las dudas de nuestra izquierda, poco acostumbrada a montar barricadas, a enfrentarse a la policía, a ocupar pabellones para organizar los actos de forma adecuada, o a desobedecer y cuestionar la ley en las calles para manifestarse por el recorrido que considere más adecuado.

Es cierto que hay una izquierda en el norte, más patriótica que revolucionaria, que acostumbra a organizarse y actuar independientemente de lo que piense y diga el poder, pero en esta ocasión no era ella quien organizaba, sino una izquierda más grande, más amplia. Y también más inexperta, porque la izquierda de este país, salvo pequeñas y honrosas excepciones, hace mucho tiempo que olvidó a Marx, que renunció a la lucha de clases y que dejo de enfrentarse al sistema.

Sin embargo, reapareció. Con dudas, con inexperiencia, pero también con voluntad revolucionaria. Y si tenía unas dudas en el plano organizativo que, poco a poco, a medida que acostumbre a recorrer las calles, resolverá, también hay que señalar que reapareció con un pensamiento rebelde y fuerte, consecuentemente anticonstitucional y republicano, consecuentemente solidario con los pueblos que construyen realidades enfrentadas al capitalismo.

En primer lugar, la izquierda revolucionaria reivindicó la III República bajo el ya conocido lema 30 años de monarquía bastan. Autodeterminación, socialismo y República son las consignas que desde hace años recorren las calles del Estado español. Fue una concurrida manifestación. Pero hacen falta realidades para construir y ofrecer la alternativa anticapitalista. Alternativa que construyen Cuba y Venezuela en la actualidad, alternativas gracias a las cuales la izquierda española fue capaz de resurgir en cifra de a miles. Las banderas rojas y republicanas y cubanas y venezolanas e ikurriñas y galegas y castellanas y esteladas, las banderas de los pueblos, se hicieron con Salamanca.

Somos muchos los anticapitalistas que vivimos en el Estado español. En Salamanca fuimos miles, muchos miles. Fuimos tantos que los medios de comunicación no pudieron informar del acontecimiento. Los periodistas, que acostumbran a pedir transparencia y hablan de libertad y de nuestro derecho a la información, no pueden manipular las imágenes de las manifestaciones con sus palabras y han optado por silenciar la noticia.

Pero Salamanca fue sólo un paso. Allí no hubo ninguna victoria. Si no nos sirve para avanzar, lo que hicimos ni tuvo sentido ni es motivo para la alegría. Será el camino que recorra la izquierda revolucionaria española, fraccionada debido a las muchas traiciones que ha sufrido, el que nos permita hablar de victoria o de derrota.

En Salamanca sólo dimos un paso: vimos que somos capaces, que somos muchos. Vimos que hay una izquierda, que necesitan urgentemente los pueblos del Estado español, que no ha renunciado a representar los intereses de la clase obrera, que no ha renunciado, por qué no decirlo, a hacer la revolución. Una izquierda que debe reagruparse y constituir un bloque anticapitalista que responda a las esperanzas de los miles que nos manifestamos, que constituya un proyecto en el que se pueda confiar ciegamente. Así, juntos, quizá la III República, el socialismo y la libertad y la autodeterminación, estarán más cerca.