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Andalucía :: 26/02/2006

Serranía de Ronda: La violencia de las casas y las causas de la violencia

La Haine - Sevilla
Si verdaderamente queremos destruir al coloso de cemento que amenaza la Serranía de Ronda, como mínimo debemos ser tan audaces como los maquiavélicos cerebros que comandan a la bestia. Un posible punto de inicio podría ser la construcción de un movimiento social contra la especulación que superara las infranqueables barreras partidistas que nos dividen

Un porcentaje muy importante de las viviendas que se sitúan en los centros de las ciudades permanecen vacías, en un lamentable estado de abandono, mientras hay cientos de miles de jóvenes para los que resulta una verdadera utopía acceder a un piso o local donde poder desarrollar sus proyectos personales o colectivos de vida y participación social, política y cultural. El frenético ritmo de crecimiento de la construcción corre en paralelo con una escalada del nivel de precios que excluye cada día a más personas del derecho a disponer de una vivienda digna. Las casas, pisos y edificios han dejado de ser aquel espacio amable en el que tejer afectividades y relaciones de sociabilidad con nuestros seres queridos, para mutarse en el lugar ideal donde reposan y crecen los grandes capitales.

Muchos de los flujos financieros especulativos que acuden al mercado inmobiliario presentan un origen abominable que hunde sus raíces en negocios oscuros como el narcotráfico, la venta de armas, la explotación sexual de mujeres, etc. El sector de la construcción es instrumentalizado por los clanes mafiosos que comandan la economía del sufrimiento para blanquear el ennegrecido aspecto del papel moneda que abarrota sus cajas de seguridad. Los alargados tentáculos del submundo criminal afloran a la superficie democrática por los grandes socavones que preceden al levantamiento de esplendorosas urbanizaciones, alcanzan los despachos de los abogados y notarios más prestigiosos, contaminan las urnas electorales donde cada 4 años los ciudadanos introducimos nuestras papeletas de impotencia, para finalmente apoderarse de la pluma estilográfica que descansa en el bolsillo interior del juez, del alcalde o del consejero de turno.

La actividad inmobiliaria se ha convertido en el nexo de unión entre los políticos de la corrupción y los corruptores de la política, verdadero eje de transmisión que acompasa los movimientos ilegales del crimen organizado al discurrir democrático del Estado de Derecho. Explicitándose, una vez más ante nuestros ojos, la falsedad del enfrentamiento televisado que protagonizan diariamente en horario de máxima audiencia supuestos antónimos tales como Ley y Crimen, Democracia y Violencia, Orden y Caos, cuando en realidad son todos simples instrumentos que los poderosos utilizan indistintamente para hacernos morder el polvo a los pies de la globalización neoliberal.

En este estado de cosas, el mercado inmobiliario bulle, crece y grita alborozado sintiéndose el héroe indiscutible del empuje económico de los últimos y próximos años. El Sr. Ladrillo es respetado y adulado por todos, y en medio de su euforia no muestra ningún ápice de sensibilidad hacia el entorno humano y natural que le rodea. Andalucía en general y la provincia de Málaga en particular son unos de los territorios donde la violencia del mercado urbanístico se ha desatado de una forma más incontrolada.

Hay datos verdaderamente escalofriantes, en el año 2002 se construyeron tantas casas en la provincia de Málaga como en toda Cataluña. Las previsiones no apuntan a que esta evolución enloquecida de la construcción vaya a aminorar en los próximos lustros, más bien todo lo contrario, en los documentos de avance de los Planes Generales de Ordenación Urbana de las ciudades y pueblos malagueños hay proyectadas 600.000 viviendas a construir en la próxima década. Este amorfo engendro de ladrillos, hierros y hormigón verá complementada la grisácea frialdad de sus estructuras con la alegre frescura emanada de las decenas de campos de golf que se añadirán a las 44 instalaciones ya existentes en el intervalo costero que transcurre desde Nerja hasta Manilva. Los recursos hídricos que se despilfarran en el mantenimiento diario de estos auténticos "descampados de golfos", unidos a los que se destinan a piscinas, jardines y lujosas urbanizaciones, están disparando el consumo de agua en la Costa del Sol, que crece a un promedio superior al 8% anual, lo que equivale a decir que el gasto de agua se duplica cada 10 años.

En una región no caracterizada por la abundancia de lluvias y donde el fantasma de las restricciones está presente casi todos los años resulta inconcebible que quienes manejan los hilos de la política y la economía hayan optado por este modelo de desarrollo claramente insostenible. De hecho, ya se han puesto de manifiesto los primeros síntomas de saturación y colapso urbanístico en el litoral malagueño. Esto ha propiciado que las más realistas entre las voraces rapaces de la especulación hayan puesto sus ojos en otras zonas susceptibles de ser enladrilladas. Para nuestra desgracia, uno de esos enclaves que está atrayendo a los fanáticos del hormigón es la Serranía de Ronda.

Urbanización masiva

En los últimos meses se han hecho públicos importantes movimientos ofensivos que buscan convertir a la Comarca de Ronda en un parque temático de sí misma, donde los jubilados y ociosos europeos, de alto poder adquisitivo, podrán disfrutar de una de las atmósferas menos contaminadas del mundo occidental, sin renunciar a ninguna de sus excentricidades consumistas. Las actuaciones urbanísticas que se han anunciado representan verdaderos atentados contra la riqueza natural de nuestra Comarca, contra nuestra identidad popular andaluza y serrana, y, en definitiva, contra todas y cada una de las personas que desarrollamos nuestras vidas en los diferentes pueblos y ciudades de la Serranía. Podríamos enumerar un número muy elevado de Proyectos de Urbanización Masiva que amenazan a nuestros pueblos, pero como el tiempo y el espacio son recursos escasos sólo nombraremos a los más agresivos.

Merinos Norte, dónde se prevén construir 800 mansiones de lujo, 2 campos de golf, 3 hoteles y un centro comercial. Merinos Sur, finca en la que se ha construido un flamante circuito de velocidad, a pesar de que la Consejería de Medio Ambiente sólo autorizó un "vial interior asfaltado", y se pretende levantar un gran hotel. Las Pilas, paraje en el que la aterradora cifra de viviendas a construir asciende a 6.600 (seis mil seiscientas). Los Pinos, zona para la que se proyectan 896 casas, acompañadas del siempre atractivo señuelo del campo de golf.

Casi la totalidad de estos planes inmobiliarios han sufrido algunos tropiezos jurídico-institucionales, y en muchos casos se han topado también con el rechazo popular de los vecinos que se sentían más directamente afectados por las graves consecuencias medioambientales, sociales, culturales y políticas que tales actuaciones conllevarían en caso de ejecutarse. Sin embargo, los futuros directivos del Parque Temático de Ocio y Descanso Serranía de Ronda S.A. están tranquilos. El éxito de su empresa no dependerá de estas primeras escaramuzas iniciales. Hasta ahora sólo hemos oído las primeras deflagraciones inmobiliarias de un auténtico bombardeo de urbanización masiva que se nos viene encima para las próximas décadas.

En los últimos años hemos venido asistiendo con perplejidad e indignación a la irracional evolución del sector inmobiliario en el Estado español. Inmersos en esta coyuntura, y temiendo que en el futuro se hagan realidad nuestros peores pronósticos, a los ciudadanos de a pie de la Comarca de Ronda no nos queda otro remedio que luchar. No será una batalla fácil, ni corta, la que se abre ante nuestros pechos. Ellos, los constructores de barbarie, instrumentalizarán indistintamente a los diversos partidos políticos con vocación de ganar el poder por el poder, idearán planes ofensivos de especulación válidos para las distintas coyunturas políticas que se puedan presentar, y su horizonte estratégico de acción urbanizadora distará mucho más allá de las próximas elecciones municipales de 2007.

Si verdaderamente queremos destruir al coloso de cemento que amenaza nuestra Serranía, como mínimo debemos ser tan audaces como los maquiavélicos cerebros que comandan a la bestia. Un posible punto de inicio podría ser la construcción de un movimiento social contra la especulación que superara las infranqueables barreras partidistas que nos dividen, cuya perspectiva estratégica mirase más allá de las próximas citas ante las urnas, y cuyo discurso de resistencia al modelo desarrollista que se nos quiere imponer fuese bastante más profundo y rupturista que las superficiales proclamas electorales a las que la mayoría de fuerzas políticas nos tienen acostumbrados.

 

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