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Pensamiento, Estado español :: 11/06/2012

Sobre "recortes" y plusvalía

Carlos X. Blanco
Todo este “apretar de tuercas” que va a notar la clase trabajadora y también la clase media no debe ser entendido, superficialmente, como un simple fin del Estado de Bienestar

La Economía es hoy la gran Diosa y la gran Ramera. En su nombre todo se sacrifica, como divinidad que rige todo lo humano. Pero también a su paso todo se prostituye, adquiere un precio y se pone en venta. Esta falsa ciencia, tan falsa como la Ufología o la Astrología, sin embargo, goza de todo el prestigio ideológico que le confiere el Capitalismo. El Capitalismo es un modo de dominación tanto como un modo de producción, y por ello, sin ideología no es posible perpetuar la explotación. Se hace preciso que los Sumos Sacerdotes, quizá enfrentados entre sí en temas menores, académicos o técnicos, comulguen en temas esenciales en orden al mantenimiento de este sistema de dominación-producción-explotación.

Los Sumos Sacerdotes que son los economistas pontifican sobre el “desarrollo”, el “crecimiento” y profetizan sobre el pasado, mas casi nunca las ven venir. Hoy, ante las terribles crisis financieras europeas, se resisten no obstante a calar hondo en los mecanismos reales de la Producción, y niegan u oscurecen los verdaderos motores de las mismas. En la raíz de toda crisis financiera reside siempre la imposibilidad de seguir acumulándose el Capital. La intensificación y ampliación de la explotación del trabajo humano es la única forma con que el Capital puede seguir su andadura en el proceso incesante de su producción y acumulación. En el proceso, se ha visto que la simple división internacional de la explotación, fracturando el mundo en dos, entre trabajadores privilegiados (Europa, o más en general, Occidente) y subproletarios (“Tercer Mundo”) no era suficiente. Tampoco resultó suficiente el constante aumento de invenciones tecnológicas compaginadas con la deslocalización de numerosas industrias. Ahora se hizo preciso intervenir en el propio “Primer mundo” por medio de agresivas reformas laborales y hachazos a los llamados “derechos sociales” adquiridos.

Ahora bien: ¿Qué significan estos “derechos sociales y laborales” adquiridos en Europa, ciertamente tras dos siglos de lucha de clases, esto es, arrancados al Estado burgués a sangre y fuego. Siempre con la visión dialéctica de la Historia, los derechos se nos muestran (comparativamente, fijándonos en otras regiones del orbe) como Privilegios. Lo que arrancaron los proletarios en su fase ascendente de conciencia de clase y aumento de su organización, esto es “el derecho”, se torna prebenda, privilegio, ventaja, en su fase decadente, parasitaria. Los últimos defensores de los derechos no se están dando cuenta de que (comparativamente) defienden privilegios de una clase que ya no es la clase ascendente. En realidad los “derechos adquiridos” fueron subjetivamente derechos arrancados por la lucha, pero objetivamente fueron frutos factibles que se arrancaron del árbol de la Plusvalía. La creación de grandes masas de Plusvalía lista para ser repartida en cierta medida en la sociedad permitió la continuidad del Capitalismo en el llamado Primer Mundo. Mientras el Capitalismo puro y duro siguió funcionando con su ley implacable en las regiones neocolonizadas (por el Capital) en el planeta, no era necesario sostener ningún “Estado del Bienestar” (así en Sudamérica, así en el Lejano Oriente). Pero, simultáneamente, el Capitalismo inflado de plusvalía excedente, el de Europa Occidental, para poder sobrevivir precisamente como sistema de dominación y de producción, “quemó” excedentes de plusvalía de mil maneras, gasto del excedente de plusvalía que en su conjunto se llamó “Bienestar”

Los ambulatorios que se cierran o los profesores que expulsan al paro, la bajada de las nóminas y los recortes de plantilla funcionarial, la facilidad en el despido, todo este “apretar de tuercas” que va a notar la clase trabajadora y también la clase media no debe ser entendido, superficialmente, como un simple fin del Estado de Bienestar. Cabe entender el momento presente como un fin del ciclo de reparto de botín, un fin del ciclo en el reparto (o consumo) de plusvalía. De forma didáctica diríamos que el Capital acumulado y no “consumido” o inyectado en forma constante ni en forma variable, no susceptible de ser invertido en un proceso productivo, es un capital que envenena sus propias condiciones de existencia. Es un capital que se niega a sí mismo y engendra una crisis que acaba por recorrer todos los órganos de la totalidad social. Su mero atesoramiento social, más allá de cierto volumen, estrangula los ciclos productivos, ahoga la propia vida social y productiva. Y, recíprocamente, el Capital que, atesorado y disponible para ser lanzado de forma crediticia, no encuentra puntos donde incidir prácticamente en ninguna rama de la producción, ese es un Capital que se ahoga a sí mismo, se desploma en cuanto a valor. Debe recordarse que el Capital no es más que un entramado de relaciones sociales, y que el valor que representa todo capital no es otra cosa que el resultado acumulativo del plustrabajo a que la mayor parte de la sociedad se ve abocada a realizar. Y, con éstas premisas, no debe sorprender que una buena parte de las formaciones sociales europeas haya gozado de grandes cantidades de plusvalía dispuesta a ser quemada (a veces de forma suntuaria y “muy poco social”) mientras que su propia clase obrera era débil demográficamente y escasa porcentualmente con respecto a los sectores parasitarios o (para alejarnos de términos cargados moralmente) sectores dependientes directamente del erario público.

Debo aclarar de inmediato que el concepto de “empleado público” que difusamente se nos quiere meter con calzador, y mala conciencia, durante estos días de crisis y de guerra capitalista contra el pueblo, abarca en parte a trabajadores igualmente explotados cuyos “privilegios” son de índole relativa, en comparativa con otro tipo de asalariados, pero que también engloba a liberados sindicales y liberados patronales (perceptores de parte de la “plusvalía” que debía ser consumida, cargos políticos y “de confianza”, para-funcionarios de ONGs, en su mayor parte ornamentales y superfluas, “animadores culturales” y miembros de la farándula, alimentados con subvenciones y fondos públicos perdidos). Si no somos capaces de analizar, distinguir, manejar bisturís del entendimiento, vale más renunciar a toda lucha y resistencia, pues esto del “empleado público” se está convirtiendo en el saco donde se descargan las iras más diversas, los puntapiés de empresarios arruinados y de obreros en el paro, por ejemplo. Hay que remontarse hasta un concepto más básico, esencial, como es el de plusvalía excedente, para conocer un poco mejor el por qué de esta crisis y el papel que a cada uno le compete en el proceso social de la Producción.

Una pregunta necesaria hoy –y sin embargo confusa- sería: ¿cuál es el límite de “recortes” que un Estado desarrollado puede soportar sin cortar sus propias posibilidades de “desarrollo” ulterior? Y las propias comillas señalan los conceptos que, ideológicamente, apuntan a las posibilidades de realización de la plusvalía excedentaria. No hay dinero en el erario público y sin embargo hay un Capital excedente que ve comprometida su futura aplicación. No se invierte nunca en aquello que no promete recuperación de lo invertido más reembolso de una plusvalía. La espiral se acrecienta en unas regiones del mundo, como la nuestra, donde la porción de clase obrera disminuye, como resultado de la deslocalización, terciarización y transformación del obrero “privilegiado” en un perceptor clientelista de los excedentes de plusvalía (o sea, el llamado “Estado del Bienestar”). Este Primer Mundo parece que va a enfrentarse a un dilema: o se protege –por desconexión, en el sentido en que habló de desconexión Samir Amin- de los países emergentes y del mercado global, o bien se pone a su nivel, y trata de competir mercantilmente, igualándose a ellos en cuanto a degradación del empleo y aumento de la tasa de explotación.

Me parece a mí que una “taiwanización” de Europa no se ve posibilitada por el poco énfasis que aquí se pone en la formación de una clase obrera especializada , cosa que sí ocurrió en el lejano Oriente. Aquí hemos perdido los hábitos de disciplina, esfuerzo, abnegación y va a costar mucho trabajo re-formar a la población, habituada a altos niveles de vida, y una alta formación en cuanto a diplomas pero escasa en cuanto a conocimientos reales. Europa no parece encontrar su propia vía dentro de la lógica capitalista.

De aquí, de la vieja Europa, nació el mal, y aquí parece ese mal que es el Capitalismo clavará finalmente su aguijón, sirviendo este modo de producción –para los dos próximos siglos- como motor de “desarrollo” (léase Acumulación) de amplias regiones americanas, asiáticas y en general antaño periféricas del planeta.

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