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Madrid, Angeles Maestro, Estado español :: 16/10/2016

Sus manos son las que van en otras manos tirando. Para Amparo

Ángeles Maestro - La Haine
Esta noche ha muerto Amparo, la abuela de Alfon una gran mujer, una gran militante.

Esta noche ha muerto Amparo, la abuela de Alfon una gran mujer, una gran militante.
En su vida y en su muerte se ha condensado todo el dolor, toda la alegría, la firmeza y el valor de la clase obrera; consciente de sí misma, hecha mujer.
Luchadora desde su juventud,  y a lo largo de toda su vida de madre obrera, la detención de su nieto Alfon la colocó en primera línea de combate.
Junto a  su hija Elena y a su nieta Paz, supo crear una organización solidaria que, desde el primer momento, se planteó toda su dimensión política.
El ensañamiento de los aparatos del Estado con Alfon, incluyendo la ferocidad con la que los medios de comunicación trataron el montaje policial que echaron sobre él como rehén de la juventud obrera y luchadora, lejos de plantearse con victimismo, fue enarbolado como bandera de lucha y exigencia de la libertad de todas las presas y los presos políticos.
Empezando, como debe ser, por su barrio de Vallekas, se extendió a lo largo del Estado. Alfon se convirtió en emblema de la lucha de la juventud contra un capitalismo salvaje que aniquila los pocos derechos sociales que nos quedaban a las clases populares.
La Vallekas obrera, rebelde y solidaria resurge con fuerza en el terreno abonado de una crisis que niega todo futuro a una juventud que aprende las auténticas dimensiones de la lucha con el asesinato a manos de un militar fascista, de Carlos Palomino, compañero de clase de Alfon.
Amparo, hija y madre de trabajadores, forjó con su ejemplo y su amor una familia de una talla humana y política que no es fácil de igualar y que es un preciado tesoro para la lucha del pueblo.
El dolor por la ausencia de Amparo, hermana y compañera, militante de la Unidad Popular de Klase y luego camarada de Red Roja, sólo puede encauzarse como hizo el pueblo cubano con el Che, transformándolo en querida presencia.
La grandeza de Amparo le ha permitido hacer de su enfermedad y de su propia muerte una obra de arte. Sabiendo que ese cáncer que le mordía las entrañas se alimentó del sufrimiento por los golpes que recibía su nieto, intentó derrotarle a golpes de sabiduría, de firmeza, de amor y de dignidad.
Consciente de su final miró a la muerte a la cara. Su enorme dignidad atea, permitió a su familia y a quienes estamos cerca, sentir el dolor y tragarnos las lágrimas para rendirle homenaje como a una madre coraje, como a una combatiente.
Con esa serena firmeza pude despedirme de ella dos días antes de su muerte. Mirándole a sus limpios y hermosos ojos le dije cuán grande ha sido el honor de Red Roja y el mío personal por haberla tenido como camarada. Le pregunté que le quería decir a las compañeras y los compañeros: “diles que les quiero mucho y que no olviden que no podemos hacer otra cosa que luchar”.
Este dolor que sólo se mitiga transformándolo en razones para seguir combatiendo es el que ayuda a llenar de vida ese concepto aparentemente frío de la dimensión histórica de la lucha de la clase obrera.
Una de las nuestras, una de las mejores, ya no está con nosotros.
Como ella quería: ¡la lucha continua!

“Mi tumba no anden buscando
porque no la encontrarán.
Mis manos son las que van
en otras manos tirando,
mi voz, la que está gritando,
mi sueño, el que sigue entero.
Y sepan que solo muero
si ustedes van aflojando,
porque el que murió peleando
vive en cada compañero”.

15 de octubre de 2016
Red Roja

 

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