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Pensamiento :: 20/09/2004

Terrorismo. Izquierda. Movimiento Antiglobalización (2a Parte)

Agustín Morán - CAES
[ver 1a parte] La reconstrucción del movimiento contra la globalización, la Europa del capital y la guerra (MAG) como condición para la refundación de la izquierda y de la democracia.

7 Globalización y antiglobalización
La globalización capitalista como modo de producción social, exige la constitución política y posterior naturalización, de un conjunto de instituciones: la economía, el dinero, el trabajo asalariado, el individuo y el género. Se globaliza, sobre todo, una economía cuyo producto por excelencia es el beneficio del capital, no los bienes y servicios que necesita la gente. Eso supone, entre otras cosas, una violenta reconversión de todos los trabajos y actividades en trabajo asalariado, directo o indirecto, como condición para la valorización del capital. La globalización del capitalismo y la globalización del trabajo asalariado, son una y la misma cosa. El dinero, creado por la sociedad como representante del valor de los objetos, medio de circulación y medio de pago, se convierte en la sublimación de todos los deseos y absorbe la fuerza de la sociedad que le otorga tal representación. Con ello, una vez acumulado y privatizado, pasa de instrumento técnico de la sociedad a protagonista de las relaciones sociales. Aunque son los de arriba los que, al apropiarse privadamente de este poder económico convertido en poder social, tienen el mando, en este hechizo que nivela todos los fines sociales al identificarlos con el dinero, participan por igual los de arriba y los de abajo. La economía de mercado, la política de mercado y el individuo de mercado que, en un círculo vicioso, se retroalimentan y engendran mutuamente. Cualquier pacto social se sustenta en un pacto sexual implícito. La globalización capitalista se legitima en base a teorías que consideran protagonista al individuo adulto, plenamente socializado, productivo y consumidor. Pero estas teorías se mantienen en la sombra de múltiples actividades no mercantilizadas de cuidados y afectos que crean y recrean el vínculo social, que cuidan y acogen a las personas que no han llegado o se salen de ese perfil. La subordinación de estas actividades a las necesidades del ciclo del capital, es una de las bases para la subordinación de quienes las realizan, en particular la actividad de los cuidados a otras personas realizadas casi exclusivamente por las mujeres. Sin estas actividades, no mercantilizadas, médula de la dimensión social que constituye la naturaleza humana, no habría mercado, ni estado, ni sociedad, ni vida humana. Todas las ciencias sociales se basan en esta ocultación, lo cual nos informa acerca de su cientificidad y de la capacidad transformadora de una izquierda que comparte estos paradigmas "científicos".
Criticar la globalización capitalista exige dos operaciones. Una de ellas consiste en describir los mecanismos que la constituyen. Su desarrollo histórico, sus múltiples contradicciones, sus consecuencias económicas, políticas, sociales, medioambientales y morales. Sus márgenes de reformabilidad, sus formas de dominio y legitimación, el modo en que incorpora a su movimiento todos los recursos económicos, políticos, culturales y emocionales, incluidos cada uno de nosotros mismos. No estamos embrutecidos porque Aznar o Zapatero nos gobiernen, sino que Aznar y Zapatero nos gobiernan porque estamos embrutecidos, lo cual nos embrutece todavía más. No reconocemos a Juan Carlos de Borbón como jefe del estado por ser rey, sino que es rey porque le reconocemos como jefe del estado. El capitalismo global no se mantiene sólo porque nos reprime, sino también porque nuestros actos cotidianos le alimentan mediante un consumismo irresponsable, una indiferencia disfrazada de tolerancia y un egoísmo individualista y estrecho, oculto tras la máscara de la decencia y la ciudadanía.
La segunda operación necesaria para la crítica de las formas de explotación y dominio del capitalismo global consiste en impedir el despliegue de dicho capitalismo en miles de lugares sociales. Los discursos críticos deben convertirse en poder popular para validarse como verdaderos. La crítica a un hecho, exige otro hecho. La fuerza de la crítica no es nada sin la crítica de la fuerza. La crítica, para ser algo más que pirotecnia y lucha de frases en manos de la izquierda postmaterialista cortejada por la socialdemocracia, como una 3a. o 4a. marca, des sus "marcas" además de la sindical, la mediática y la artista, debe transformarse en una herramienta en manos de miles de personas y colectivos que luchan, a diario, contra las consecuencias del terror globalizado de la forma mercancía.
El movimiento antiglobalización puede convertir en sujeto político a millones de personas que sólo son un objeto, una mercancía, en el capitalismo global. Eso exige instrumentos políticos capaces de demostrar, de lo pequeño a lo grande, que se pueden impedir los hechos injustos (y frecuentemente ilegales), que soportamos de forma cotidiana. Demostrar la posibilidad de la acción política eficaz, desde abajo, es condición necesaria para construir sujetos sociales transformadores. Sin ellos la democracia es sólo una "marca" del capitalismo y la "Inteligencia General" el contenido de un Imaginario social colonizado por el enemigo. El movimiento antiglobalización ha mostrado con sus discursos y sus movilizaciones, la posibilidad de ser una fuerza constituyente y una herramienta para la reconstrucción de la izquierda anticapitalista
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8 La irrupción del movimiento contra la globalización, la Europa del capital y la guerra (MAG)
En nuestro país, podemos clasificar en cinco etapas la historia de este nuevo modo de desobediencia y rebeldía social del primer mundo:
a) Una acumulación sorda de experiencia (1994-1999) de las redes sociales antiglobalización a través del "Foro las otras voces del planeta" contra el FMI y el BM, el Movimiento Antimaastrich, la solidaridad con el zapatismo, las marchas europeas contra el paro y la Iniciativa Legislativa Popular por las 35 horas de jornada, sin rebaja salarial y en cómputo semanal;
b) Una etapa de movimiento de masas de militantes, -"La nube de mosquitos"- hostigando las cumbres de los organismos del capitalismo internacional (Diciembre 1999 a Julio de 2001);
c) Como momento central de la potencia del MAG, el salto, pionero en Europa, del movimiento de masas de militantes antiglobalización a movimiento de masas populares, durante la campaña contra la presidencia Europea del gobierno español, en el primer semestre de 2002, potenciado por la lucha contra el inicio de la guerra imperialista, con el ataque a Afganistán (Noviembre 2001);
d) Las movilizaciones contra la Guerra de Iraq. (Octubre de 2002 a Abril de 2003), ya bajo la iniciativa política de la izquierda globalizadora;
e) El reflujo y la dispersión del MAG en múltiples espacios fragmentados y competitivos en un contexto de recrudecimiento de la guerra en Iraq, el atentado terrorista en Madrid y tres días después, la victoria electoral del PSOE, como su resultado, el 14 de Marzo de 2004.
La revuelta de Seattle (Diciembre de 1999) inauguró el Movimiento Antiglobalización como un movimiento de militantes, juvenil e internacionalista que, siguiendo la agenda de las instituciones del capitalismo global (OMC, BM, FMI, G-7, Unión Europea, Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, Cumbre de Davos, etc.) señaló, mediante grandes debates y manifestaciones, a estos organismos como responsables de la mercantilización de las relaciones sociales y por lo tanto, como culpables de las consecuencias en términos de contaminación, desarraigo, precariedad, pobreza, hambre, enfermedades, guerras y muerte.
En el acto de poder popular de Seattle, al privar a los delegados y delegadas de la OMC de su libertad de reunirse para privar de derechos humanos a la mitad de la humanidad, radicó la fuerza insurgente del movimiento antiglobalización y su diferenciación respecto a las muestras habituales de desacuerdo (e impotencia) en los regímenes parlamentarios de mercado. La pluralidad de sujetos disidentes, sumo varias decenas de millares de manifestantes, suficientes para bloquear, durante un día, los accesos al centro de convenciones de Seattle. La visión poliédrica de múltiples identidades y reivindicaciones políticas, expresándose unificadas en una identidad compartida, supusieron un desafío político al capitalismo global. No sólo una suma de intereses corporativos, buscando mejorar su posición en la globalización, sino también una enmienda a la totalidad de la misma, representada por las instituciones antidemocráticas que la impulsan. Tras una represión creciente que retroalimentaba el movimiento: Washington (Abril de 2000), Praga (Septiembre 2000), Niza (Diciembre de 2000), Barcelona (Junio de 2001), llegó Génova (Julio de 2001), donde el planteamiento militar del gobierno de Berlusconi ante la protesta democrática de centenares de miles de personas contra la reunión del G-8, elevó la represión a cotas indescriptibles, produciendo entre los manifestantes centenares de heridos y un muerto.
El movimiento carecía de madurez y experiencia para gestionar el castigo y la criminalización que, desde los gobiernos y desde la social-democracia, se realizaba en base a la manipulación de las imágenes de grupos juveniles que se enfrentaban a la policía y atacaban con piedras a bancos y multinacionales. Los que practican una masiva violencia militar, tecnológica y económica que mata un millón de seres humanos al día, autodenominados, "los demócratas", llamaban violentos a los que rompían un cristal.
Desde Génova, se agotó la táctica de bloqueos, la acción directa no violenta, y la desobediencia civil eficaz y no sólo espectacular y testimonial. Tras el verano de 2001, flanqueado por Génova en Julio y por los "avionazos" de NY y Washington en Septiembre, el movimiento se debatió entre dos tendencias contradictorias. Una de ellas, mantener su perfil radical como movimiento de activistas y posiblemente, sucumbir ante la deriva autoritaria generada por el 11-S. La otra, desarrollarse como un poderoso movimiento social contra los efectos de la globalización y su expresión más violenta, la guerra preventiva y colonial, llenando el vacío de la izquierda cómplice y constituyéndose en el medio de expresión política de millones de personas perjudicadas, material y moralmente, por un capitalismo depredador.
Esta segunda opción fue la que se desarrolló en España. La presidencia española de la Unión Europea se vio contestada, durante el primer semestre de 2002, por una enorme proliferación de luchas, protestas, jornadas festivas y actos que vincularon entre sí a multitud de colectivos sociales en torno a la lucha contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra. Cientos de grupos, redes y organizaciones protagonistas de acontecimientos cotidianos de resistencia y lucha, vivieron un proceso identitario común, al enfrentarse explícitamente a la lógica económica, política, social y militar que origina, en cascada, la diversidad de daños del capitalismo global. La acumulación de fuerza popular fue posible por la forma política unitaria que adoptó el movimiento. Esta forma política contó con
a) una Asamblea estatal,
b) el compromiso de que cada territorio o nacionalidad del estado organizara de forma unitaria las contracumbres a los correspondientes Consejos de Ministros de ramo,
c) el compromiso de apoyar los actos contra las dos reuniones del Consejo Europeo -Barcelona (15-III-02) y Sevilla (22-06-02)-, además de la marcha sobre Madrid del 11/VII/01 en protesta por las políticas sociales y laborales del gobierno.,
d) Unos lemas comunes: "Contra la Europa del Capital y la Guerra. Globalicemos las resistencias, Otro mundo es posible".
Ante esta oleada de intervención social unificada, el bloque socialdemócrata formó con los partidos de izquierda parlamentaria, ONG's filiales y sindicatos mayoritarios, una estructura propia, el Foro Social, primero en Barcelona y posteriormente en Madrid. El primer intento de división y recuperación del MAG por parte de la izquierda capitalista, fracasó en Barcelona, donde el 15 de marzo del 2002, tras una semana de diferentes movilizaciones, se produjo la mayor manifestación en Europa contra la globalización, la Europa del Capital y la Guerra, ya no sólo de militantes, sino también de ciudadanos. Varios cientos de miles de personas se movilizaron a pesar de las amenazas, la criminalización, la intimidación policial-judicial y el divisionismo. El encuentro horizontal y cooperativo de múltiples subjetividades sociales aplastadas por el mercado global y por el Estado Español, tuvo su expresión más intensa en el reconocimiento y equivalencia entre el movimiento popular vasco por el derecho a la autodeterminación y el resto de los movimientos sociales del Estado. En este vínculo se encuentra la vía principal para una solución pacífica y democrática del drama de Euskalherria.
A partir de aquí, las direcciones de CCOO y UGT, entregadas desde muchos años atrás a una desmovilización resignada, se vieron obligadas a convocar, el 20 de junio de 2002, una huelga general, contra un decretazo que modificaba la prestación por desempleo. El PSOE, (que diez años antes hizo un decretazo igual en la forma y más duro en el contenido, provocando la convocatoria de una huelga general de media jornada el 20-V-92), apoyó activamente la huelga contra el "decretazo" del PP. El movimiento antiglobalización, como no podía ser menos, impulsó generosamente esta lucha. Las manifestaciones en todo el Estado, movilizaron, esa tarde, a varios millones de personas.
El movimiento, estructurado desde abajo con consignas anticapitalistas, avanzaba incorporando cientos de colectivos y miles de militantes sociales, muchos de ellos pertenecientes a la izquierda tradicional. Organizado en red, el MAG consiguió una movilización extensiva y unificada sin precedentes. Estábamos obligando a la izquierda globalizadora a sumarse, incluso en contra de sus propias políticas. Todo ello, a través de redes informales y formales, articuladas en una estructura política unitaria de baja intensidad representativa (sólo tres lemas comunes) y más baja aún organizativa (la Asamblea Estatal) que se reunió cinco veces en el plazo de catorce meses (Septiembre de 2001, Octubre 2001, Noviembre de 2001, Febrero de 2002 y Noviembre de 2002).
La unificación conseguida en la lucha contra la Unión Europea, la globalización y la guerra de Afganistán, contó con estructuras horizontales que, al vincular la actividad militante de numerosos movimientos, colectivos y organizaciones, aumentaban la superficie de contacto del MAG con la sociedad, estimulando, en un círculo virtuoso, la influencia social de los colectivos reales en su trabajo cotidiano y la fuerza del movimiento antiguerra al incorporar a dichos colectivos.

9 El MAG y la guerra
El 11 de Septiembre de 2001, los atentados contra el Pentágono y las Torres Gemelas de Nueva York, originaron miles de muertos y humillaron a la omnipotencia militar y tecnológica de EEUU. Un mes después (10 de Octubre 01), se produjo el ataque contra Afganistán por parte de una coalición internacional liderada por EEUU e Inglaterra.
Estos acontecimientos cambiaron abruptamente los equilibrios del sistema de Estados e impulsaron por doquier el retroceso de las libertades democráticas. Supusieron un gigantesco salto adelante del militarismo y el imperialismo como forma dominante de la hegemonía política y económica norteamericana en el proceso de globalización. Sentaron las bases para una nueva política exterior de EEUU, sustentada en los ataques preventivos al margen y en contra, de las instituciones políticas y jurídicas internacionales. A partir de aquí, la oposición a la guerra atravesó de forma contradictoria al MAG, al propiciar las condiciones para su crecimiento y maduración como un nuevo movimiento popular constituyente, pero también, el riesgo de su recuperación temprana por parte de la izquierda capitalista.
Desde otoño de 2002, la opinión pública española se opuso, tanto a la amenaza de agresión contra Iraq de la coalición Bush-Blair-Aznar, como a los falaces argumentos que la justificaban. Al comienzo de 2003, el grupo PRISA reconvino al PSOE, por su parálisis ante la creciente protesta social contra el gobierno, debido a que, él mismo en 1991, organizó la primera guerra contra el mismo Sadam Hussein. Tras la marcha a Torrejón de Enero de 2003, el PSOE reaccionó poniéndose al frente de la protesta social contra la política belicista y proyanqui del PP. El resultado fue una enorme campaña en prensa, radio, televisión, universidades, institutos, empresas, artistas, escritores, ayuntamientos, etc. , convocando a las protestas contra la guerra.
Esta fuerza política y mediática levantó un enorme movimiento unificado en el "NO A LA GUERRA", pero con amplios sectores que incorporaban sus propias reivindicaciones y, en la calle, gritaban, además: "PP asesino", "Le llaman democracia y no lo es" y "Otan no. Bases Fuera". Sin embargo, a partir de este momento, la dirección del movimiento recayó por completo en la izquierda constitucional que bloqueó cualquier contenido "políticamente incorrecto" que pudiera llegar a las grandes masas de ciudadanos. Poco después, siguiendo su agenda electoral, la socialdemocracia cesó en su apoyo a las movilizaciones y el movimiento desapareció.
Esta interrupción supuso un corte en el proceso de crecimiento y coordinación política de la disidencia social, favoreciendo la vuelta a la dispersión y el aislamiento de numerosas luchas que constantemente se producen y la división e impotencia del MAG.

10 De cómo la izquierda capitalista cancelo la movilización ciudadana.
La pérdida de la iniciativa del MAG tiene su historia. Quienes se opusieron hasta el último minuto de la Asamblea Estatal de Noviembre de 2001, en Zaragoza, a la constitución de un movimiento unificado, también boicotearon y ningunearon las Áreas Temáticas del Movimiento, como estructuras de participación social del mismo. Posteriormente, se concentraron en el control de las estructuras unitarias para montar campañas, contracumbres y jornadas de debate. Apoyaron a la izquierda cómplice en sus exigencias de dejar a un lado, con el argumento de la unidad, las consignas "Otan no bases fuera" y "Por el derecho de autodeterminación como base de una solución pacífica y democrática del conflicto vasco". Dificultaron e impidieron la constitución de un espacio unitario contra la globalización y la guerra, en Madrid y a escala estatal, que diera continuidad el existente de Enero a Junio de 2002. A pesar de negarse a apoyar ninguna estructura estable, muchas de estas organizaciones, ingresaron inmediatamente en el Foro Social de Madrid creado por el PSOE, IU de Madrid y los sindicatos mayoritarios. Posteriormente, ante el inminente ataque a Iraq, trataron de impedir con todas sus fuerzas la marcha a Torrejón del 19 de Enero de 03 que, sin su apoyo, movilizó a más de 20.000 personas, anunciando con ello la etapa de plasticidad social y política que vino a continuación. También boicotearon, un año después, la Marcha a Torrejón del 25 de Marzo de 2004 en la que más de 60 colectivos y organizaciones pedían la retirada de todas las tropas invasoras, la salida de España de la OTAN, el cierre de las Bases Norteamericanas en territorio español y el derecho a la autodeterminación de Iraq y de todos los pueblos.
Aprovechando la ilusoria finalización oficial de la guerra proclamada por Bush el 1 de Mayo de 2003, el bloque socialdemócrata canceló abruptamente las movilizaciones. Aunque el PSOE albergaba, a la vista de las encuestas, serias dudas sobre la rentabilidad electoral de la inmensa presión popular que había desencadenado sobre el PP, no podía continuar con un proceso de participación social que iba en contra de su propia naturaleza. Los resultados de las elecciones autonómicas y municipales del 25 de mayo de 2003, nos ofrecieron valiosas enseñanzas:
a) La ruptura de la ciudadanía con el PP se limitaba a la política respecto a Iraq. Esa ruptura parcial no fue suficiente para generar un cambio en la orientación del voto.,
b) Al desconectar la guerra capitalista contra Iraq, de la guerra del mismo capitalismo contra los trabajadores, los pueblos y las libertades, y al poner fin a las movilizaciones sin motivo justificado, se cortó el proceso de participación social capaz de ampliar la comprensión ciudadana acerca del origen común de la guerra y los diversos malestares sociales.
c) Para profundizar la ruptura de la población con la política del PP en su conjunto, era necesario continuar la movilización , enriqueciendo sus contenidos, dar el protagonismo a las asambleas sectoriales y territoriales frente a las estructuras controladas por la izquierda globalizadora y aumentar la movilización hasta obligar al gobierno a cambiar su política. Con una huelga general, en estas condiciones de ebullición social contra la guerra, lo habríamos conseguido. Pero este proceso, no sólo suponía una ruptura creciente con la política del PP, sino también con la del PSOE, intercambiables en los temas centrales de la gobernabilidad. El PSOE no podía permitirlo y con la ayuda de sus colaboradores dentro del M.A.G., no lo permitió.
La división y la impotencia política del MAG no ha sido una casualidad, sino el resultado de una dura lucha. ¿Cómo se puede explicar que un movimiento, articulado por colectivos con discurso propio, raíces sociales y amplia experiencia política y teórica en la lucha contra la globalización, que lleva la iniciativa en este campo desde hace más de una década, sea colonizado por una socialdemocracia que, desde el gobierno, ha perpetrado las políticas más impresentables y desde la oposición, defiende "otra globalización" cuyo único contenido verdadero es su propia vuelta al gobierno, boicoteando una larga lista de iniciativas sociales contra las guerras militares, políticas, económicas y ecológicas del capitalismo global?
Sin duda, no se explica sólo por la habilidad y la fuerza de la izquierda globalizadora. Esta izquierda es exterior y antagonista al movimiento popular. Baste como ejemplo su papel en la Transición Política Española, en el Referéndum de la OTAN (12 de Marzo de 1986), en el "conflicto vasco", donde su postura respecto al derecho de autodeterminación es coincidente con la del PP, en la defensa de la monarquía y en la aplicación de las políticas monetaristas, precarizadoras y privatizadoras, causantes de la inseguridad alimentaria, el despoblamiento del campo y la subordinación de la mujer, que han hecho posible el Euro.
Las maquinaciones de la socialdemocracia, cuyos intereses han estado hábilmente representados dentro del movimiento por algunos grupos, se han producido al ritmo vertiginoso del "tempo" político marcado por
1) la irrupción internacionalista del MAG en muchos países desarrollados, como fin de la resignación y la reactivación de la lucha contra el capitalismo global,
2) el cambio brusco de la política internacional de EEUU, tras el once de septiembre de 2001 y la liquidación, a través de un imperialismo belicista, de los restos del orden mundial bipolar, agonizante desde la implosión de la URSS en 1989;
3) la lucha entre corrientes internas de I. U. Por la hegemonía en el nuevo movimiento,
4) el fracaso en Madrid de las alianzas que se sustentaron en los movimientos sociales anticapitalistas, autónomos y juveniles (movimiento antimaastrich, plataforma cívica por los derechos sociales, rompamos el silencio, refundaación de lucha autónoma, CSO el laboratorio, precari@s en acción, etc.),
5) la irrupción de coaliciones de militantes desterritorializados con vocación de constituirse en la burocracia permanente del nuevo movimiento, 6) el auge de una cohorte de doctorandos postmaterialistas y expertos en la crítica artista que, recitando de memoria frases traducidas del italiano y con una mirada autorreferente, suponen una nueva marca juvenil de la "altermundialización" socialdemócrata a la izquierda de las ONGs.
Es incongruente enfrentarse con los responsables de agresiones imperialistas y coloniales contra países lejanos sin hacerlo simultáneamente, con sus destacamentos cercanos en Rota, Pozuelo, Morón y Bétera. La pertenencia de España a la OTAN, junto con la presencia de las bases militares norteamericanas en nuestro territorio, es una herencia, como tantas otras, del franquismo. OTAN y Bases norteamericanas constituyen un dato ineludible para oponerse a la guerra y a la ocupación de Iraq, Afganistán y Palestina.
No es racional hablar de las tragedias de estos países y callar respecto a la OTAN y las Bases Pero tampoco lo es combatir la precariedad, los recortes sociales y las privatizaciones, apoyando la pertenencia al euro, o pedir que la agricultura salga de la OMC, sin mencionar su instrumento, la Política agraria Común de la Unión Europea, o defender sinceramente la democracia y la paz sin defender, respectivamente, la República como modelo de estado y una salida dialogada y democrática al conflicto vasco, en base al reconocimiento del derecho de autodeterminación. La desaparición de las palabras que expresan los efectos particulares, cercanos y materiales de la violencia globalizadora sobre las personas, los pueblos y las relaciones sociales, es una operación semántica sobre la que se realiza la recuperación política de la movilización popular por parte de la izquierda cómplice y su catálogo de "marcas" y "franquicias".

11 La agonía de izquierda unida vampirizada por el PSOE
La disolución de la componente anticapitalista en la izquierda parlamentaria queda subrayada en la agonía de Izquierda Unida. Inmersa en su cuarta transición que es sólo la prolongación de la 3a. (Marzo de 2000), recibe, tras su desastre en las elecciones del 14 de marzo, un trato preferente del PSOE con gestos llenos de materialidad. Entre ellos, permitirle que tenga grupo parlamentario prestándole los diputados necesarios para cumplir las condiciones del Reglamento del Congreso, o la inclusión de Felipe Alcaraz, dirigente de IUCA que no llegó a alcanzar escaño en la lista de Sevilla, en el Consejo de Radio Televisión Española. En la situación crítica de las finanzas de IU Federal, que despide a parte de su plantilla laboral en condiciones dudosas de transparencia económica y respeto a los derechos sindicales, estos favores son vitales. Con este "trato preferente" del PSOE, la fuerza que IU no recibe de la sociedad, va a ser compensada por la fuerza del Estado en manos del PSOE.
IU lleva, con la salvedad del acuerdo electoral de 2000, más de 25 años sufriendo el peor trato por parte del PSOE. La identidad "anticomunista" ha sido cultivada por este partido como una componente de su poder político fundacional, otorgado por el franquismo y por una socialdemocracia europea alineada contra el bloque comunista, a favor de EEUU durante la guerra fría (1945-1989). IU ha sufrido rupturas internas producidas por los submarinos del PSOE (PDNI: Diego López Garrido, Carlos Carnero, Cristina Almeida, etc). Ha soportado durante años el acoso diario a Julio Anguita a través de espadachines a sueldo del grupo Prisa, como Rodolfo Serrano. Con el coordinador de la coalición convaleciente de su segundo infarto, se tramó un acuerdo electoral con el PSOE en las puertas de las generales del 2000. El resultado fue la aceleración de la caída de IU hacía el extraparlamentarismo, cuando casi toda su política está regida por la vocación parlamentaria.
Hoy, cuatro años después, el PSOE acoge a IU para protegerla de sí misma y llevarla por el buen camino. El equipo dirigente de IU, con Gaspar y sus discretos consejeros a la cabeza, pretenden soltar el lastre del PCE. Pero no de la política del PCE, que no es diferente de la de IU. Ni tampoco de muchos sectores del PCE tan vulnerables , en su relativismo teórico, a los cantos de sirena de la socialdemocracia. Lo que se tira fuera es la imagen simbólica de un PCE que todavía recuerda y añora algunas de sus verdades históricas como organizador de la lucha de los desheredados de la tierra y de la resistencia contra el franquismo. Hoy, ya no se admiten retóricas revolucionarias, aunque sean sólo máscaras de la entrega al antiterrorismo, al progreso tecnológico, a la competitividad, a la empleabilidad, a la eficiencia económica y a la pertenencia al club de "los demócratas".
El comunicado de Paco Frutos, secretario general del PCE en la mañana del 11-M-04 condenando "el atentado terrorista de ETA" y poniéndose a disposición del gobierno (del PP) para cuantas modificaciones legislativas permitan acabar de una vez por todas con el terrorismo, me impulsó a no votar a IU el 14 de Marzo, después de hacerlo lleno de dudas en los últimos años. Episodios como la asistencia de Fidalgo y Méndez a la boda de Felipe de Borbón, certifican la crisis terminal de la izquierda mayoritaria, sin alternativa alguna para los hombres y mujeres revolucionari@s que aún la habitan.
Tampoco existe articulación de fuerza popular anticapitalista fuera de IU, debido a la división y la pérdida de iniciativa del movimiento antiglobalización, producida por la actividad saboteadora del bloque socialdemócrata en el que hay que catalogar, no sólo al PSOE, sino también a una gran parte de IU, además de CCOO, UGT y un montón de ONGs, sin olvidar a la secta trotskista que sirve de gozne al PSOE, dentro y fuera de IU y que ha colonizado, entre otras, la parte de la oficina de Madrid de Ecologistas en Acción que interviene en el MAG. Todos ellos, con la colaboración por acción u omisión, de redes radicales juveniles reconvertidas, han conseguido esterilizar la fuerza del MAG. Lo han hecho con el argumento de defender la unidad del movimiento, lo que ha consistido, en realidad, en bloquear los acuerdos contenidos y acciones que le venían mal al PSOE. El resultado ha sido romper e impotentizar el mayor movimiento de masas desde la transición política española.
La lucha entre IU y su componente mayoritaria y casi única, el PCE, es decir la lucha de IU contra si misma, sólo servirá para abrir un nuevo boquete por el que mane, hasta el agotamiento, la energía de la militancia de IU y del PCE. Todo ello a mayor gloria del proyecto socialdemócrata que, en España, supone una de las patas del bipartidismo postfranquista neoliberal, siempre atado a su identidad original, golpista, españolista, monárquica y proyanqui.
Quienes escribieron antes de las elecciones generales de Marzo de 2000 un artículo en El País "El veneno de la izquierda cansada" que, en términos taurinos, buscaba dar la puntilla a las gotas de jacobinismo anticapitalista y ético que Julio Anguita representaba en una IU ya muy enferma, deberían explicarnos el resultado de su apuesta generacional (por ellos mismos, ya que han sido y son los ideólogos de guardia del actual coordinador general). Y sin olvidarse de su responsabilidad en la transición electoral, política y económica de Izquierda Unida de los 2,6 millones de votos, 21 parlamentarios en el Congreso de los Diputados, 190 en los Parlamentos Autonómicos y 3.500 cargos municipales "de la izquierda cansada", a los 900.000 votos, cinco diputados mestizos, con grupo parlamentario prestado en el Congreso y menos de la mitad de diputados autonómicos.

12 La reconstrucción del movimiento contra la globalización, la Europa del capital y la guerra (MAG) como condición para la refundación de la izquierda y de la democracia.
Entre Junio de 2001 y Abril de 2003 el MAG tuvo una efímera, aunque enormemente productiva existencia política en el Estado Español. En la práctica de millares de activistas se forjaron, simultáneamente, dos identidades complementarias y sinérgicas. Por un lado, la identidad del colectivo particular de cada militante. Por otro, una identidad más amplia, consistente en la experiencia cooperativa con otras muchas identidades particulares, pero también en los lemas políticos, las Asambleas Estatales y las movilizaciones, formalmente compartidos por tod@s.
Se produjo en este proceso, la suma de una enorme diversidad de identidades sociales, en una identidad común de baja intensidad. En ella, las identidades singulares no solo no se disolvieron, sino que se potenciaron al cooperar. Este modo de organización horizontal, flexible y generosa, generó una enorme productividad social. El resultado fue, durante los últimos años, una actividad política descentrada en el espacio y en el tiempo, pero unificada, objetiva y subjetivamente, contra el enemigo común representado en la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra. Las condiciones para un proceso constituyente desde lo social estaban dadas.
La diversidad de los múltiples contenidos y reivindicaciones, expresada en las palabras singulares de cada colectivo, en dialogo igualitario y bajo la envolvente compartida de los lemas comunes y la legalidad de las asambleas estatales del MAG, como referente unitario, eran inseparables de las formas participativas horizontales. La intervención política, unificada desde lo social, creó unas palabras comunes y un proceso democrático radical, de abajo a arriba, en el que el centro de gravedad estaba en las identidades sociales que, progresivamente, dialogaban entre sí reconociéndose como iguales. Esta experiencia sentó las bases para la cooperación y el apoyo mutuo. La identidad y la representación general fueron el resultado de un proceso participativo donde la ganancia de productividad de cada grupo dependía del crecimiento de la productividad general. Al aportar todos al espacio común, todos recibíamos de él. Las asambleas territoriales, las áreas temáticas, la coordinación sectorial y la Asamblea Estatal, facilitaron la expresión de lo diverso a través de formas organizativas de baja intensidad que, a su vez, en un círculo virtuoso, promovían la participación, la incorporación de nuevos colectivos y la identidad compartida. Todo ello, gracias a la autonomía política del MAG respecto al bloque socialdemócrata que se vio obligado, a regañadientes y como mal menor, a sumarse, a partir de octubre de 2001, a la dinámica movilizadora.
El éxito político de este modelo de desarrollo del MAG llegó a condicionar, tanto a los sindicatos mayoritarios, sacándoles de su pasividad, como al PSOE, obligándole a apoyar, por motivos electorales, movilizaciones contra las mismas políticas que él ejecuto desde el gobierno. Pero, una vez perdida la iniciativa política y la coordinación asamblearia del movimiento a escala estatal, en Junio de 2002, tras la finalización de la presidencia española de la U.E., se creó un vacío de representación unitaria del movimiento. Sobre este vacío, se alzó la hegemonía del bloque socialdemócrata.
En la representación del movimiento popular de febrero de 2003 NO A LA GUERRA desaparecieron las luchas sociales que se daban en ese momento y las palabras que las evocaban: Otan, bases, precariedad, globalización, euro, PAC, privatizaciones, derecho de autodeterminación, República, abusos sobre inmigrantes y mujeres, despoblamiento del campo, represión, etc. Con esta negación indeterminada - No a la guerra - que sirvió eficazmente como eslogan movilizador, no solo se perdió lo mejor de todo lo representado, sino que también se mantuvo la separación artificial propia de los regímenes parlamentarios de mercado, entre lo particular y lo general, entre la actividad reivindicativa y la política, entre la estrategia utópica y la táctica pragmática. Las grandes movilizaciones, al ritmo del grupo Prisa y de rectores e intelectuales jornaleros de la socialdemocracia, solo anunciaban la enfermedad del MAG y un nuevo desencanto.
La indeterminación de "No a la guerra " como consigna unitaria que convocó a la población, es producto de la subordinación del movimiento contra la guerra a las necesidades electorales de la izquierda parlamentaria. La abstracción e irracionalidad de esta consigna, descontextualizada de su envolvente política y social, expresa la racionalidad política del bloque socialdemócrata. Esta racionalidad electoralista permite, a través de su poder político y mediático, movilizar a mucha gente. Pero vacía de verdad y contenido transformador al movimiento, convirtiéndolo en un cuerpo grande sin personalidad ni autonomía. Esta racionalidad corporativa, manipuladora y separada de los problemas de la gente de abajo, compartida por el PP y el PSOE, explica que, sólo cuando las consecuencias de la política del PP han causado un baño de sangre y un shock en la población
(atentado del 11-M-04 ) el partido socialista consigue ventaja electoral, no por sus méritos sino por los desmanes de sus competidores.
El encuentro de las luchas obreras con otros movimientos sociales, presentes en el Movimiento contra la Globalización, la Europa del Capital y la guerra, produjo, en el 2002, un salto adelante del poder constituyente popular y en el 2003 un extraordinario episodio de movilización de masas contra la guerra que condicionó, de manera diferida, al PP y cortó su incontenible avance, desde el gobierno, hacia el fascismo neoliberal. La independencia política del MAG respecto a la izquierda mayoritaria, posibilitó la unidad de acción con dicha izquierda para arrastrarla al enfrentamiento contra las políticas de derecha, es decir, contra el núcleo constituyente de sus propias políticas, dando alas a sus sectores más combativos que se incorporaban al MAG. La confrontación con estas políticas es condición, no sólo para la defensa de los derechos y libertades, sino también para limitar la creciente complicidad de los de abajo con un modelo de modernización basado en el predominio del individualismo y la competitividad.
La temprana manipulación del MAG por parte de la izquierda capitalista no supone la desaparición para siempre de la fuerza del movimiento que llegó a condicionar seriamente a las políticas de derechas, ni la eliminación de la memoria de las mentiras, maniobras y traiciones que dicha izquierda realizó para despedazar e impotentizar al movimiento desde dentro, degradándolo de movimiento antiglobalización, anticapitalista, antiprecariedad, antiguerra a movimiento por otra globalización, otro capitalismo, otra precariedad y otra guerra. La conciencia de estos procesos con sus luces y sus sombras por parte de miles de militantes y activistas sociales, es la condición para reconstruir el MAG y llevar adelante la lucha y la organización popular en el próximo ciclo, que está próximo.

El movimiento popular contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra, es tan necesario como posible y tan poderoso como inmaduro. La comprensión, tanto de las dinámicas que lo han hecho fuerte, como de las maquinaciones que, desde dentro, lo han desestabilizado, es la condición de posibilidad para su reconstrucción. La política de la izquierda mayoritaria supone el mayor obstáculo para cualquier intento de revitalizar el MAG como movimiento popular y detener la avalancha totalitaria, privatizadora y flexibilizadora que, en nombre del mercado global, está construyendo una sociedad de violencia, exclusión y sumisión. La coexistencia pacífica de la izquierda con la cultura del consumismo, la inseguridad material y jurídica de la mayoría de l@s trabajador@s y la subordinación de las mujeres a los hombres, es la base del aislamiento y el desgaste de los sectores de hombres y mujeres más conscientes, generosos y activos. Esa debilidad conduce a un círculo vicioso, en el que la izquierda tiene cada día menos fuerza propia, lo que la hace más dependiente del poder y, por lo tanto, más corrupta y despreciada por la gente que, progresivamente, se desafilia de la "política".
Es de la confluencia entre las luchas sociales, los discursos críticos sobre la violencia capitalista y la experiencia acumulada del MAG, de donde puede salir la fuerza que impida la violación de los derechos humanos y las libertades democráticas, posibilitando la reconstrucción de una izquierda real, anticapitalista, capaz de parar los abusos de la globalización y de construir una sociabilidad humana. En este proceso no hay atajos. Cualquier gran salto adelante que clausure el pasado y se concentre en salir de la marginación mediante la optimización de la forma del mensaje y la lucha de frases para la progresía, es solo un salto, otro más, con otra nueva marca, al vacío de la izquierda cómplice.

A.M..
Julio de 2004


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Terrorismo. Izquierda. Movimiento Antiglobalización [PDF]

 

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