Un siglo y medio de historia de España en 700 páginas


Un pueblo traicionado. España de 1874 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social. Barcelona. Penguin Random House-De bolsillo, 2023. 776 páginas.
Una objeción posible a esta obra de Preston puede partir de su subtítulo. Allí está implícita la idea de que la inmoralidad administrativa y la inoperancia de las dirigencias son el mayor de los males que ha sufrido España a lo largo del siglo y medio de historia que abarca el libro.
El otro término, "división social" resulta ambiguo. Se puede estar de acuerdo si con eso se alude a la cerrazón de la clase dominante española y las instituciones que la refuerzan y responden, fuerzas armadas e iglesia.
La corrupción y la incompetencia han sido en efecto rasgos perdurables del poder político en España. No pueden ser vistos como variables independientes sino como manifestaciones de una sociedad desigual e injusta. En la que los beneficiarios de relaciones sociales con esas características han sido quienes manejaron el aparato del Estado y otros factores de poder a lo largo de casi todo el período estudiado.
La saga de un siglo y medio
El año de partida de esta obra, 1874, es significativo. Coincide con la breve trayectoria de la primera república española. Un movimiento contra la decadente monarquía. En el que estuvo presente la apelación federalista, en contra del asfixiante centralismo castellano. Un efímero florecimiento de ideas renovadas y de dirigencias no incluidas en el orden tradicional.
Durante la mayor parte del prolongado lapso abordado España ha sido una monarquía, incluso por interpósita persona, cuando se restableció el carácter monárquico del Estado español mientras Francisco Franco continuó su dictadura hasta la muerte.
El país ibérico hasta hoy nunca terminó de constituirse en democracia. Hizo de la represión al movimiento obrero y el campesinado una línea principal de su acción social y política.
Se vivieron los avatares de gobiernos que no terminaban de admitir que España ya no era un imperio ni una potencia mundial. Y sufrieron así el desastre de la guerra con EEUU en 1898.
El parlamentarismo sin democracia del período 1876 a 1923 fue escenario de la máxima hipocresía, de la defensa de la injusticia generalizada bajo un manto constitucional. Una mera alternancia entre grupos oligárquicos, sustentada en el fraude electoral y la discrecionalidad del monarca. Con el ejército y el clero como poderes permanentes. Junto a terratenientes, banqueros y grandes industriales eran los actores de un sistema de poder cerrado y exclusivista.
Para las clases explotadas, trabajadores y campesinos, se reservaba la persecución sin tapujos en cuanto pretendían organizarse y manifestarse en el espacio público. El anarquismo y el socialismo florecieron pese a la cárcel y las balas. Y condujeron luchas que cuestionaron de múltiples maneras el dominio de clase que se pretendía intangible.
La lucha despiadada contra la clase obrera, en particular en Cataluña fue una constante. El libro refleja la particular agudeza de las luchas de los trabajadores en la península. Y el acentuado temor que despertaban en las clases dominantes. La amenaza que percibían los patrones de parte de obreros y campesinos es esencial para entender la vida política de la época.
La escalada colonialista en Marruecos es un punto sin el cual no puede comprenderse lo ocurrido en España desde comienzos del siglo XX hasta la guerra civil. Allí se formaron los militares "africanistas" que desataron la guerra con su golpe fracasado. Allí se construyó la deshumanización del enemigo que luego se trasladó a la península.
Los "moros" de España serían los trabajadores y pobres a quienes había que tratar como "seres inferiores" dignos de aniquilación, como se había hecho en el norte de África.
En 1931 advino la Segunda República. Sectores avanzados intentaron una política diferente. Unos desde una aspiración a la "modernidad" y la "civilización", de inspiración sobre todo francesa. Junto a ellos quienes aspiraban a una España no capitalista, con grandes diferencias entre corrientes de pensamiento y organizaciones diversas en su interior.
La conjunción civil, militar y eclesiástica de julio de 1936 no fue una creación nueva. Se ratificaba allí una alianza de clases y sectores, que estrechaba sus vínculos y se radicalizaba ante lo que percibían como amenaza de una revolución social. "Revolución" no era ya un movimiento al estilo de los acontecimientos de Rusia. Refería al mero intento de mejorar de modo sustancial la situación de los trabajadores, modificar el régimen de la propiedad de la tierra o producir un recorte serio a las prerrogativas de eclesiásticos y militares.
Los terratenientes, la burguesía y la iglesia no estaban dispuestos a aceptar cambios en esa dirección. Serían asimilados por ellos a la subversión, a la "AntiEspaña". Hicieron todo para evitarlo, incluida la perpetración de un genocidio contra su propio pueblo.
Siguió la dictadura de 40 años. La regresión integral, económica, social, política y cultural. Con la conformación de un Estado vigilador que convirtió el territorio hispano en una inmensa prisión. La vida pública quedó reducida a las ceremonias y rituales del régimen. Y la vida cotidiana estaba atenazada por la vigilancia sobre todo eclesiástica, que imponía la moral ultraconservadora y ejercía una censura ominosa.
Las prisiones y la tortura fueron el pan diario para los disidentes. Todos los que no querían o podían acomodarse a la jaula estrecha del Estado dictatorial sufrían sus embates represivos.
Una vez muerto el dictador la monarquía instituida por Francisco Franco pasó por un momento de amplio consenso cuando la "transición española" era tomada como modelo a escala mundial. Esto terminó de derrumbarse ya en el siglo XXI con el hartazgo ante el elitismo y la corrupción y. el resurgimiento de corrientes republicanas.
No podría imaginarse un potencial simbólico mayor al de Juan Carlos lesionado en una cacería de elefantes en África mientras caían sobre él y su círculo íntimo variadas acusaciones de corrupción.
Así se manifestó una monarquía de espaldas al pueblo, en ejercicio de prerrogativas hereditarias que le confirió la dictadura. A diferencia de otros países europeos no son una dinastía de larga data. El propio Caudillo quebró la legitimidad monárquica, salteó una generación. Y condicionó la sucesión a que el heredero jure por los principios del Movimiento. El rey tuvo que quebrar su juramento para dar paso a un régimen parlamentario.
La historia y España hoy
La historia de España sabe del largo predominio de elites exclusivistas. Y también de una dictadura sanguinaria y muy prolongada. Sólo los breves años de la segunda república permitieron avizorar una conjunción social, política y cultural distinta y más justa. No se repitió hasta ahora.
En la historia reciente, algún momento de auge de las protestas fue reabsorbido por el sistema de poder imperante. El esperanzado surgimiento y luego la temprana captación del partido Podemos fue un ejemplo elocuente.
Junto a las distintas vertientes "obreras y socialistas", los nacionalismos regionales fueron y son la bestia negra de la derecha hispánica. Después del triunfo reaccionario en la guerra civil quedaron aplastados por el centralismo castellano. Éste llegó a su cúspide, incluso en forma del anticatalanismo y antivasquismo rampante del período dictatorial. Las reivindicaciones nacionalistas siguen sin tener una respuesta definitiva.
Es difícil hacer el balance de un país que hoy convive con los muertos sin sepultura del franquismo, con una jefatura de Estado creada por el dictador. Resurge la reivindicación del "Caudillo", de la mano de expresiones de ultraderecha y de un enfoque de pretensión "revisionista" que invierte las responsabilidades en lo que respecta a la guerra y a la dictadura.
Una sociedad que arrastra contradicciones profundas, en una lucha por la democracia que no sólo no ha culminado, sino que sufre amenazas de retroceso. No hubo "ruptura" sino consenso con los herederos del franquismo al salir de la dictadura. Y ahora son las fuerzas reaccionarias las que pretenden su propio estilo de ruptura, esta vez contra el consenso democrático impregnado de neoliberalismo y de "atlantismo" en la política internacional.
El libro de Preston, más allá de algún reparo que enunciamos, cumple con dar un panorama ajustado de más de un siglo de historia ibérica Una trayectoria tan dramática como apasionante. El despliegue de información y análisis es singular, fruto de la extensa obra de un profundo conocedor de la historia hispánica, más allá del período de la guerra civil y el franquismo que ha sido su especialidad.
huelladelsur.ar