El movimiento anticapitalista frente al "triunfo" de la sociademocracia

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Las movilizaciones masivas del 15-F, más allá de representar una postura social mayoritaria contra la guerra en Irak, constituyen una intervención política clara: mientras el sistema pretende hacer creer que el espacio que tiene el pueblo para opinar son las urnas, el 15F demuestra que el pueblo opina de hecho en las calles. Esa jornada supuso un posicionamiento social contra la política del gobierno -tanto en el ámbito puntual de la guerra como en muchos otros-, contra la prepotencia de sus ministros, contra la catástrofe del Prestige. La gente ha expresado masivamente su profundo descontento; y desde amplios sectores se ha especificado que “esto nos pasa por haber votado a un gobierno facha”.

Pero una vez apagado el triunfalismo de esas jornadas, como militantes anticapitalistas debemos discutir y analizar lo ocurrido, y sacar conclusiones para el futuro. Como aporte a esa discusión desde este espacio lanzamos dos temas fundamentales:

1. La guerra va a producirse, más allá de haber logrado sacar a 30 millones de personas a la calle; por lo tanto no se consiguió el objetivo buscado.
2. La izquierda anticapitalista no ha desarrollado propuestas políticas durante el 15F, por lo que debe crearlas con urgencia, para presentar a la gente alternativas que posibiliten la consecución de las metas de esta movilización coyuntural: parar la guerra.

No se consiguió el objetivo buscado

En el plano organizativo, el 15F representa una victoria parcial del movimiento reformista internacional, con sedes en Florencia y Porto Alegre, por un lado, y de los partidos “de izquierda”, PSOE, IU, Refundación Comunista italiano, Comunista francés, por otro. En el estado español, el PSOE no sólo ha conseguido imponer sus criterios, pancartas y cabeceras, sino que, a pesar de las permanentes ofensivas “antiterrorista” y favorable a la guerra impulsados por sus medios de prensa –como El País-, ha sabido mostrar el apoyo a la “expresión democrática” y ha cubierto ampliamente las protestas, influyendo incluso en la canalización y organización de la participación masiva, algo que en parte ha escapado a sus previsiones y a sus intereses de controlar y contener el descontento social existente. En este ámbito, cabe remarcar el alto peaje pagado por los movilizados a los intereses del Gobierno en primera persona incluyendo su lema “Contra ETA”, fuera de contexto y del problema planteado en las movilizaciones, respondiendo a un claro chantaje político.

A pesar de que seguramente muchos aspectos contribuyeron a la decisión de la gente de salir a la calle, el principal fue la repetición hasta el hartazgo en medios “pseudoinformativos” y abiertamente publicitarios del lema: No a la guerra. Y No a la guerra significa que la gente no quiere que haya una guerra, venga ésta de los EE UU o de las Naciones Unidas; la gente no quiere una guerra. Somos conscientes de que muchos han participado en la movilización llevados por la presencia de famosos o por otros motivos no políticos, pero también hay seguramente un buen número que se va a sentir mortificado cuando descubra la triste realidad: a pesar de los millones de manifestantes en todo el mundo, la guerra seguirá y sigue adelante. Sin ir más lejos, el imperio destruye Palestina y arrasa Colombia y lo tapa con sus medios de difusión, que mientras en estos casos silencian, el 15F publicitan y se ponen “al servicio” de un pueblo al que no respetan, con intención de acaparar el discurso y reducir reivindicaciones globales a movilizaciones anecdóticas.

En cualquier caso el objetivo de la socialdemocracia neoliberal no era parar la guerra en Irak, puesto que no existen políticas orientadas a este fin: el objetivo era sacar gente a la calle, y el PSOE se lleva la palma, los votos, y sobre todo se llevará su objetivo más próximo: ganar las elecciones sin necesidad de parar la guerra, la cual apoyan. Parece claro que el poder económico prepara el cambio de gobierno para contener un descontento social que va en aumento.

En cuanto a Attac y sus aliados, su objetivo era la manifestación en sí misma: cuantos más millones, mejor. Que la gente demuestre que no se amilana ante las ofensivas mediáticas y represoras; que demuestre que es capaz de expresar sus opiniones. No importa si después, cuando empiece la guerra, unos cuantos miles se sienten frustrados y piensan que “movilizarse no sirve para nada, ya que al final los que mandan hacen lo que quieren.”

La izquierda anticapitalista no ha tenido propuestas

Repetimos una y otra vez que la socialdemocracia consigue que el pueblo salga a la calle sacando a la superficie contradicciones sociales ya existentes, creando subjetividad, pero sin conseguir en definitiva ninguno de sus pretendidos objetivos políticos. En realidad si bien plantea en el papel “parar la guerra”, se conforma con permitir que ”la población se exprese”, ya que constituye un acto de democracia real (acto, en última instancia, delimitable ejercido bajo presión mediática). Pero la cuestión esencial es que el proyecto anticapitalista no sabe aprovechar estas situaciones de efervescencia social para fortalecer una conciencia real y desarrollar un trabajo por unas transformaciones profundas y estructurales.

Estas situaciones ponen de relevancia la incapacidad del movimiento anticapitalista de dar una respuesta a la crisis del sistema, reduciendo su protagonismo a la formación de “bloques con lemas diferenciados” dentro de las manifestaciones “unitarias”, o lo que es lo mismo, corriendo como ovejas detrás de la socialdemocracia y tratando de arañar beneficio político de sus iniciativas. Las manifestaciones del 15F no suponen un ejemplo aislado. Han sido varias las situaciones en que la socialdemocracia ha construido espacios de expresión y activación de conciencias, y el movimiento anticapitalista ha tenido el único papel de espectador inútil.

Si situamos el eje de las movilizaciones del pasado semestre europeo en las tres grandes manifestaciones de Barcelona, Madrid y Sevilla (aunque sin olvidar las destacadas movilizaciones llevadas a cabo en todo el Estado) y le sumamos la Huelga General del 20J, tenemos todo un periodo de tiempo donde la iniciativa global ha estado del lado de la socialdemocracia y donde las expresiones más radicales de la Huelga General las protagonizaron los piquetes de CCOO y UGT. El semestre europeo fue una oportunidad para fortalecer el proyecto anticapitalista dado que se crearon buenas condiciones para el desarrollo de trabajo político real y para la coordinación de actividades en este sentido. Las movilizaciones estuvieron en mayor o menor medida dentro del debate social. Pero las reivindicaciones realizadas por los sectores disidentes han quedado en el vacío. Los puntos esenciales del decretazo siguen en pie, las políticas contra los inmigrantes, los ”terroristas” y de explotación laboral, profundizadas durante el semestre, siguen intactas.

Durante el semestre fue palpable el abandono de lo que hasta entonces era la mejor estrategia de las luchas: el asedio de la población al Poder económico o político y la visualización de unos gobernantes electos obligados a encerrarse en búnkers militarizados para protegerse de su propio pueblo.

En las asambleas de preparación de cada Cumbre se valoraron las posibilidades de avance de una movilización hacia la zona donde se reunían los representantes del capital. Pero estas opciones se descartaron mayoritariamente por el miedo a la respuesta armada de la policía y el ejército sobre los manifestantes, el ejemplo de Génova y la histeria antiterrorista después del 11-S. La tónica de las movilizaciones antiglobalización del 2002 fue la de relegar la iniciativa política a los sectores menos combativos.

Pero no siempre ha sido así en los últimos años. En Seattle la izquierda transformadora hizo política y presentó propuestas: demostraron que si los grandes no hacían caso a sus manifestaciones pacíficas, había alguien que podía ofrecer alternativas organizativas y políticas, que permitieron conseguir el objetivo buscado: que la OMC no pudiera implantar su estrategia, al menos en ese momento. En los meses siguientes a ese fin del año 1999, Washington DC, Filadelfia y Los Angeles vieron, a través de la continuidad del movimiento y del surgimiento de expresiones como Indymedia, los bloqueos de calles pacíficos o el Black Bloc, la corrección de la estrategia aplicada por la izquierda anticapitalista.

El 15F nació en el Foro de Florencia y se mundializó en Porto Alegre, liderado por Attac y el resto de sectores reformistas. En el Estado español fue propagandizado por el PSOE, IU, los sindicatos, los medios y la cultura del poder… sin dudarlo aparecieron millones de personas en las calles. Sin embargo, después del 15F nuevamente nada?

Debemos desarrollar alternativas

Ahora, una vez que hemos visto que la socialdemocracia ha permitido a millones de personas alzar la voz en la calle diciendo ”paremos a la guerra”, comprobaremos que la guerra no la vamos a parar sólo con manifestaciones multitudinarias.

Los sectores más combativos del movimiento pacifista, desobediente y marxista libertario internacional, deberíamos lanzar una ofensiva social ideológica, introducir un importante debate en la sociedad, ahora que la gente ha empezado a hablar de política y a darse cuenta que cuestionar al gobierno es posible.

Por una parte deberíamos situar el problema de la guerra como un problema de clase; demostrar que mientras intentamos evitar la guerra en Irak, los muertos se cuentan a montones todos los días en América Latina o el Estrecho de Gibraltar. Y no solo por el hambre, la miseria y otras “consecuencias del capitalismo”: mucha gente muere por el enfrentamiento militar que los Estados llevan a cabo contra amplios movimientos sociales que están cuestionando al gobierno y las relaciones sociales existentes. Esta confrontación de clase no se produce, por lo general, en términos pacíficos. Tampoco debemos olvidar que la guerra también está en casa. Mientras todos exigen la paz en Irak el 15F, en Euskal Herria se producen decenas de detenciones políticas ilegales en apenas 2 semanas.

Por otra parte debemos discutir y presentar alternativas políticas viables que desarrollar ahora y cuando quiera que el poder nos niegue su atención y continúe con sus planes de guerra mirando hacia otro lado como si no pasara nada. Hemos pedido paz al Estado. Y si no nos la da debemos intensificar la lucha en todos los ámbitos, pacíficos o violentos, contra ese Estado y sus estructuras de control y opresión social, laboral, educativa, etc… porque queremos y debemos imponer nuestros intereses irrenunciables e innegociables: los intereses de la dignidad y la naturaleza humana, que son los intereses de la mayoría del planeta. Y debemos imponer ese proyecto mediante todas las formas posibles de lucha.

26/02/03

 
       

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