El miedo de Bildu

Cuando se llega a la conclusión acomodaticia y fraudulenta que la sociedad solo puede avanzar (e incluso cambiar) a través de los votos y las instituciones, empieza un miedo atroz a no ganar suficientes sufragios, a perderlos por esta declaración o este comportamiento, a coaligarse y co-pactar con este en detrimento del otro, para así sacar adelante un punto de la ley y poder salir con los mejores ropajes en rueda de prensa a explicarlo a los medios, que lo transmitirán al censo para ganar equis votos… . A hacer y practicar política, con mayúscula, dicen los fieles a la religión institucionalista desde las poltronas bien remuneradas.

EH Bildu asumió esta nueva receta con entusiasmo, catalogó al PSOE como compañero de viaje pese al curriculum espeluznante que tiene en todos lados en general, y en el País Vasco en particular, y dio sus votos a Sánchez primero y sus abstenciones al gobierno nacional después, para que quedase claro que entraban en una nueva etapa de organización útil.

El sueño dorado de la nueva dirección de la otrora izquierda abertzale es que en las próximas elecciones al parlamento vasco, la suma de ellos mismos con el PSE y Podemos tenga mayoría suficiente para desbancar al PNV y hacer un hermoso gobierno socialdemócrata. E iba todo encarrilado hasta que Patxi Ruiz se puso en huelga de hambre y provocó la solidaridad activa de cientos de personas, y la «paz social» que tanto se necesita para conseguir votos se puso en solfa. Ahora el miedo se apodera de la cúpula de Bildu. Los dirigentes de la nueva estrategia hacen y hacen cuentas para ver en cada localidad como está el tema y si aún es posible. No temen tanto a que en este momento aparezca una nueva organización que le arrebate votos, sino que miles de personas los pongan a la altura del resto de partidos, y no vayan a las urnas ni siquiera a practicar el «menosmalismo». Ese negocio tan rentable de la socialdemocracia.