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Venezuela, Pensamiento :: 20/09/2017

Algunas lecciones de la revolución bolivariana

Guillermo Cieza
La revolución bolivariana sigue siendo una epopeya de final incierto, pero ya ha entrado en la historia de las revoluciones

Exposición en Seminario de la Red Riosal. Rosario 14/9/2017

Para empezar a abordar el tema de algunas lecciones de la revolución bolivariana me parece necesario hacer referencia a un hecho de la historia de Venezuela, cuyas conclusiones me parecen ilustrativas.

Durante la época colonial, la Capitanía General de Venezuela fue una región donde el imperio compensaba sus carencias de yacimientos de oro y plata desarrollando una potente producción agropecuaria, sobre la base del cacao, el tabaco, el café y la caña de azúcar. Las plantaciones, que utilizaban mano de obra esclava secuestrada de África, dieron lugar al crecimiento de una importante casta de terratenientes blancos, cuya familia más importante eran los Bolívar. La invasión napoleónica a España en 1810 se presentó para estos plantadores como una oportunidad favorable de desembarazarse del monopolio español, para poder comerciar con quien quisieran. Esos intereses puramente económicos fueron dominantes al proclamarse la Primera República y la Independencia, sin desconocer que en esos primeros tiempos participaron grupos con mayor sensibilidad popular, como los de la Liga Patriótica, donde participaba el joven Bolívar. El primer intento independentista fue derrotado por el ejército español. Correspondió a Simon Bolívar, quien organizó su Campaña Admirable, recuperar el control de las principales ciudades y proclamar la Segunda República.

La respuesta del Imperio se produjo de un modo inesperado. En el año 1814 un tendero, blanco de orilla llamado José Tomas Boves, agitó una gran insurrección de negros africanos, que comenzó en sus territorios libres, "las cumbes", y se extendió a las plantaciones. Los esclavos insurrectos movilizados por el odio a sus explotadores directos y animados por la consignas de Tierra y Libertad, no solo liquidaron a la Segunda Republica, sino que provocaron la eliminación física del 90% de la elite blanca terrateniente.

Bolívar reflexionó sobre esa derrota, advirtiendo que las revoluciones y proyectos independentistas impulsados desde las elites, aun con intenciones republicanas o inclusivas, estaban destinadas al fracaso. Aquellas cavilaciones fueron confirmadas, cuando desamparado por EEUU y negado el apoyo desde Inglaterra, se vio obligado a viajar a Haití, una revolución radical realizada por negros, donde el Presidente Petión condicionó su apoyo a la promesa de liberar los esclavos en Venezuela.

Bolívar concluyó que sin los negros, esclavos o cimarrones, y sin los llaneros (muy parecidos a nuestros gauchos) donde se cruzaba la sangre originaria, negra y de los blancos de orilla; sin sujeto popular, no había revolución ni independencia posible.

Con base en esas conclusiones construyó su proyecto independentista asentado en propuestas sencillas pero fuertemente disrruptivas: guerra a muerte al imperio, para proclamar la Republica y construir una Patria Grande, sin esclavos y otorgando la tierra a sus soldados. La potencia de ese proyecto no solo le alcanzó para liberar Venezuela sino que le permitió llegar hasta Bolivia. Ese proyecto fue encarnado por el pueblo venezolano al punto de recorrer más de 20.000 Km. a caballo y perder en la epopeya la mayoría de su población.

El chavismo nace de un encuentro

El antecedente independentista nos proporciona una clave para tratar de entender el chavismo, un movimiento político que como bien dice Reinaldo Iturriza, nació del encuentro de una gran rebelión popular, el Caracazo, y una vanguardia al principio militar, y después cívico-militar liderada por Chávez.

Si la hazaña del primer proyecto bolivariano fue liberar 5 países, la hazaña del chavismo ha sido hacer una revolución en un país que en 1970 Samir Amin calificaba como territorio colonial. Una revolución con un pueblo que había vivido sometido por el Estado y los sucesivos gobiernos durante casi 100 años a condiciones de marginación y maltrato solo comparables con las que padecían los pueblos en los países petroleros de África. Un pueblo moldeado a imagen y semejanza de una burguesía lumpen y parasitaria e invisibilizado por la propia matriz petrolera exportadora, que lo arrojaba al rincón de las poblaciones excedentes. El pueblo de America del Sur con niveles mas bajos de acumulación de poder popular, de conciencia y organización popular, y con las menores posibilidades de liberarse de las cadenas impuestas por la matriz productiva a partir de un desarrollo productivo endógeno.

Hubo un momento inicial en que estos dos protagonistas recorrieron caminos propios, sin tocarse, pero la trascendencia de los hechos que protagonizaron les permitió empezar a reconocerse.

El Caracazo fue una gigantesca rebelión popular contra el ajuste neoliberal, que puso en crisis a la política burguesa de la IV Republica y deslegitimó a los partidos que habían venido gobernando desde hacía décadas. Pero también pareció un hecho que ingresaría en la historia solamente por el recuerdo de su saldo trágico de 3000 muertos.

El lento y paciente trabajo que promovió Hugo Chávez en el ejército para desarrollar células militares que se convirtieran en la pata militar, o el apoyo de una hipotética rebelión insurreccional dirigida por las organizaciones de la izquierda como el Partido de la Revolución Venezolana o Causa R, creció geométricamente después del Caracazo y se cambiaron los roles. Cuando se produjo la rebelión militar de 1992, el cuerpo y la cabeza de la insurrección estuvo en los cuarteles y muy pocos civiles actuaron como apoyos.

Podría decirse entonces que fueron un pueblo en rebeldía sin liderazgo político y un grupo de militares con objetivos patrióticos y justicieros pero sin pueblo los protagonistas de dos grandes batallas que, aún siendo derrotadas, impactaron la vida política del país. Empezaron a encontrarse, a vincularse y a influenciarse mutuamente.

Los chavistas no vacilan en identificar como primer momento de encuentro el escaso tiempo que le permitieron a Chávez hablar al país por televisión para hacerse cargo de su derrota "por ahora" de la rebelión del 4 de febrero de 1992. Pero esa primera simpatía o adhesión se empezó a convertir en encuentro, en las recorridas por todo el país que empezó a realizar Chávez al salir de la cárcel.

En esos caminos se mantiene y enriquece su programa político original: derogar la constitución y llamar a una Asamblea Constituyente; denunciar el engaño de la democracia representativa y promover la democracia participativa y protagónica; recuperar la soberanía nacional; poner al petróleo y a PDVSA al servicio del bienestar del pueblo; cortar la dependencia de EEUU y promover la Patria Grande, la unidad de los pueblos latinoamericanos. Pero se modifican sus planes de asaltar el poder con una insurrección cívico-militar.

Es en el contacto con ese pueblo donde se convence que con votos puede alcanzar lo que pensaba conseguir con las armas. Podría decirse, que es el propio pueblo el que modifica los planes de Chávez para llegar al gobierno.

El chavismo venció ampliamente en las elecciones presidenciales de 1998, en el referéndum para aprobar la convocatoria a la Asamblea Constituyente, y en todas las elecciones posteriores, lo que le permitió redactar una nueva Constitución y provocar cambios en la estructura institucional. Sin embargo después de 3 años de gobierno, Chávez advirtió, que aún con las herramientas constitucionales más aptas, aún combatiendo los nichos más escandalosos de corrupción, no contaba con suficientes recursos para cambiar las condiciones de vida de su pueblo. Las estadísticas le devolvían cifras que señalaban que no había conseguido mejoras sustanciales en los empleos, los salarios y las condiciones de vida de la población.

Tratando de avanzar en esa dirección se propuso tomar medidas radicales como la expropiación de 4 millones de hectáreas y que el gobierno tomara directamente el control de PDVSA, que estaba en manos de una mafia gerencial.

Advertido de que esas medidas pondrían en riesgo la gobernabilidad, Chávez privilegió cumplir sus compromisos con el pueblo y fue en esa decisión que el gobierno bolivariano terminó de quemar las naves con la oligarquía local y el Imperio. Su respuesta fue el golpe de Estado del 11 de abril de 2002.

Ocurrió entonce algo inesperado para los analistas que reducen la política a los movimientos superestructurales. El pueblo que no había mejorado sus condiciones materiales de vida, pero que se sentía reconocido e identificado con el proyecto de futuro del chavismo y alentado por el coraje de Chávez, salió a rescatar a su líder.

Fue el pueblo venezolano, el chavismo popular, el que derrotó al golpe de Estado, insurreccionándose y movilizándose en circunstancias en que la institucionalidad chavista estaba derrotada y su dirigencia había pasado a la clandestinidad. En ese contragolpe me parece importante remarcar que lo que movió al chavismo popular a salir a jugarse la vida fue la identificación con un proyecto, no la defensa de mejoras sociales, no cuestiones puramente económicas o de estómago.

El chavismo popular emerge como actor protagónico

El 13 de abril de 2002 fue un suceso muy parecido, por su espontaneidad y porque se defendía a un gobernante al que se consideraba aliado, al 17 de octubre de 1945 en Argentina. En esa encrucijada histórica el chavismo popular emerge como actor protagónico de la revolución bolivariana. Y de allí en adelante todo el ciclo de alzas y bajas del proceso revolucionario va a estar signado por la participación o repliegue de este sujeto protagónico, cuyo núcleo duro son las mujeres urbanas, jefas de hogar de los barrios populares.

Si esta presente, la revolución avanza. Cuando aparecen o se crean obstáculos y el pueblo empieza a retirarse de la política, la revolución se empantana. El imperio empieza a encontrar puntos de apoyo para desarticular el proceso revolucionario, la derecha economica empieza a tender puentes hacia el interior del chavismo, la base popular se desmoraliza.

Para agregar más complejidad al asunto apareció la cuestión del Estado. Controlada PDVSA, la revolución avanzó en la ocupación del Estado, pero Chávez advirtió que esa herramienta que debía controlar y gestionar para sobrevivir no era apta para producir cambios revolucionarios. No estaba diseñada para eso. Por el contrario, estaba diseñada para garantizar la dominación del capitalismo.

Y entonces la revolución bolivariana puso sobre la mesa un nuevo problema teórico. Por un lado había que controlar y se debía gestionar lo existente (el viejo Estado capitalista) y por otro lado se debía crear una nueva institucionalidad acorde con el horizonte socialista.

La primera experiencia de una propuesta alternativa fueron las Misiones Sociales, que bypassean al Estado (le pasaban por afuera, establecían conductos no controlados por la estructura tradicional del Estado). El caso mas ilustrativos fue la Misión Barrio Adentro que dejando a un lado el Ministerio de Salud, vinculó fondos presidenciales con las comunidades de base y se genero un programa de atención primaria de Salud con el auxilio de los médicos cubanos. Se realizaron también con mucho éxito las Misiones Educativas, pero los resultados fueron mucho más pobres cuando se aportaron fondos para desarrollar actividades productivas con la Misión Vuelvan Caras. Provocar los cambios necesarios para generar una nueva cultura productiva de trabajo y promover el regreso al campo de poblaciones urbanizadas desde hace generaciones, es una cuestión extremadamente compleja y que lleva tiempo, desaprender y aprender nuevos saberes, modificar pautas culturales. No se resuelve exclusivamente con voluntad, leyes, programas y recursos.

Con el correr del tiempo Chávez advirtió que lo de bypassear al Estado era un atajo transitorio. Se debía crear una nueva institucionalidad desde las bases: los consejos comunales y las Comunas.

Allí la cuestión de cuánto se pone el acento en gestionar lo existente y cuánto en crear lo nuevo, ha estado cruzada por qué papel va a jugar cada uno de los protagonistas del chavismo. La casi totalidad de la vieja vanguardia, ocupada en la gestión del viejo Estado (en particular gobernaciones y alcaldías) en el mejor de los casos acentúa la importancia de su trabajo de gestión y advierte sobre la escasa preparación del pueblo para asumir nuevas responsabilidades. En el peor es colonizada por el viejo Estado y empieza a reproducir las practicas de sus antiguos administradores.

El pueblo chavista toma en sus manos la construcción de la nueva institucionalidad, con todos los desafíos y todas las dificultades que supone su punto de partida de escasa conciencia y organización y la supervivencia en su propio seno de las heridas sociales heredadas de la Cuarta República como son el bachaquerismo (reventa callejera de productos básicos a mayor precio), el parasitismo, la corrupción y el maltrato.

Antes de fallecer Chávez tomó tres decisiones cruciales: Redactó el plan de la Patria, una hoja de ruta para avanzar hacia el socialismo; vinculó la posibilidad de avance en la transición al socialismo a las Comunas (Comunas o nada!) y eligió como sucesor al mejor de sus hijos, Nicolás Maduro.

Superado el primer momento de desconcierto después de la muerte de Chávez, se vivió un breve período de tiempo en que atendiendo las últimas instrucciones del Comandante, manteniendo un contacto directo con el pueblo a través de los Gobiernos de Calle y avanzando en la construcción del poder comunal, la revolución siguió adelante a pesar de sus dificultades. Ese momento fue acompañada por éxitos electorales como la amplia victoria en las elecciones municipales de 2014.

Desde principios de 2015, la baja de los precios del petróleo y el encarnizamiento de la guerra económica alentaron las orientaciones que propusieron centralizar decisiones, y priorizar las respuestas desde el Estado existente, el Partido y la institucionalidad chavista, a costa de reducir la influencia comunera y el chavismo popular. Los resultados de esa política de centralización y repliegue en el viejo Estado se expresaron en la derrota electoral en las parlamentarias de diciembre de 2015 y en la profunda crisis política y económica que en marzo de 2016, puso al gobierno chavista en terapia intensiva (el presidente Maduro solo contaba con un 20% de respaldo).

En ese momento y ante la evidencia de que el pueblo resistía estoicamente el desabastecimiento, la escasez y la inflación descontrolada, desde el propio gobierno se propició un reencuentro con las organizaciones de base representadas por mas de 30.000 consejos comunales, creando los Comités Locales de Abastecimiento y Producción Solidaria (CLAPS) y asignándoles la distribución de los escasos alimentos disponibles.

Ese encuentro permitió sortear el peor pico de la crisis y cuando la oposición intentó ganar la calle en setiembre de 2016, se encontró con un chavismo que, movilizado desde los consejos comunales y las estructuras de base del partido, lo duplicaba o triplicaba en el número de personas movilizadas. El fracaso de la insurrección promovido por la oposición fue reemplazada por una versión minoritaria y terrorista, denominada guarimbas, que se mantuvo durante 120 días con mas de 120 muertos.

En ese otro momento crucial, donde a semejanza de lo ocurrido en Ucrania entraron en acción grupos neofascistas, financiados por las potencias occidentales, entrenados en Colombia y bendecidos por la canalla mediática internacional como Combatientes de la Libertad, el gobierno bolivariano enfrentó la encrucijada de cómo resolver esta cuestión. Y otra vez apareció en disputa la idea de resolverlo en términos estatales, como hace cualquier país capitalista, instalando el Estado de Sitio y limpiando las calles de insurgentes; o poner en manos del pueblo la decisión de optar por la paz o por la violencia insurreccional promovida por la derecha mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

El Presidente Maduro acertó en esa decisión, y el pueblo chavista desabastecido, con carencias de productos de alimentación e higiene, y amenazado por las bandas de la oposición, concurrió a masivamente las urnas. En una elección no obligatoria, con una participación de un 41,55% del padrón electoral, más del 55 % en una elección de alta participación (con 20% de abstencion), consagro la Constituyente.

Lo sucedido en las últimas semanas es mas conocido: la oposición sufrió una tremenda derrota, se desarmaron las guarimbas, y quienes gritaban fraude salieron corriendo anotarse para las elecciones de gobernadores el 15 de octubre próximo. Siguen gritando fraude, pero ahora es el que se hicieron entre ellos mismos, en sus elecciones primarias. El debate de la Constituyente en todos los temas está cruzado por el mismo interrogante: ¿qué papel va a jugar el pueblo, el chavismo popular y las expresiones organizadas de la nueva institucionalidad en la resolución de los problemas a enfrentar?

Dejo para el final algunas cuestiones que se plantearon con alguna timidez dentro del chavismo (digo con timidez porque eso significaba enfrentar al Comandante) pero con mucho énfasis en nuestros países de Latinoamérica. ¿Lo de proponerse el socialismo no era demasiado audaz, no ponía en riesgo los avances de una política soberana e inclusiva? ¿Si lo de Chávez era apenas una exageración propia del espíritu caribeño, no era mas inteligente proponer sensatamente lo posible, por ejemplo un capitalismo serio? ¿Si rescatar el Estado y ponerlo al servicio de un proyecto popular ya era una hazaña, para que meterse en el brete de crear una nueva institucionalidad?

Las respuestas la esta dando la propia historia

¿Qué hubiera sido del gobierno bolivariano si no se hubieran interpelado al sujeto popular, no para incluirlo, sino para que fuera protagonista de una epopeya? ¿Qué hubiera sido del gobierno bolivariano si hubiera pretendido enfrentar la ofensiva imperial sin los consejos comunales, las milicias, las redes de comunicación alternativa?

La revolución bolivariana deja estas preguntas: ¿Hay posibilidad de Patria sin sujeto popular protagónico? ¿Hay posibilidad de Patria sin Socialismo? ¿Hay posibilidad de enfrentar al Imperio con sus conspiraciones diplomáticas, sus tenazas económicas, sus marines y sus ejércitos de "trolls", con un capitalismo inclusivo, o con acuerdos estrategicos con sectores de las burguesías locales?

Para los argentinos, las preguntas son viejas. Las formuló, entre otros, hace mas de 50 años uno de nuestros mas brillantes intelectuales, John William Cooke, y nos dio una respuesta.

Las preguntas sobre las cuestiones de la transición son preguntas nuevas. No es posible recurrir al arsenal teórico del marxismo clásico para encontrar respuestas, porque lo escrito se refiere a cuestiones como la transición entre el socialismo y el comunismo. Ese es un tema que no está presente en una revolución que apenas hace doce años que formuló su decisión de un objetivo socialista y que transita sobre una estructura económica en la que, como bien lo dice Chávez en el plan de la Patria, el capitalismo sigue siendo dominante.

El problema de gestionar el viejo Estado existente, mientras se crea una nueva institucionalidad acorde con el proyecto socialista, estuvo muy en pañales en la experiencia de la Unidad Popular en Chile, pero está desplegado en la experiencia bolivariana. La revolución bolivariana sigue siendo una epopeya de final incierto, pero ya ha entrado en la historia de las revoluciones y para quienes apuesten a cambiar el mundo su experiencia, sus conclusiones, los debates propuestos, serán una referencia inexorable.

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