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Colombia, Medio Oriente :: 27/04/2021

Israel en casa

Renán Vega Cantor
El narcogobierno colombiano derriba casas donde habitan pobres, en barrios tugurizados, pero jamás se derriban las viviendas de los “hombres de bien”

Miremos la imagen. Una retroexcavadora está destruyendo una casa, es una máquina que es accionada por orden de un Estado. La imagen es bien conocida a nivel mundial, porque representa la omnipotencia criminal del Estado de Israel contra el pueblo palestino, al que todos los días los ocupantes sionistas les destruyen sus casas. Puede pensarse que la fotografía corresponde a Israel. Pero no, es de Colombia, así como se lee.

La fotografía registra el momento en que una retroexcavadora destruye una casa en la localidad de Soacha, un municipio pegado a la capital de la República. Alguien podría indagar, pero qué tiene de especial esa fotografía, si todos los días en cualquier lugar una retroexcavadora derrumba una casa, como parte de un proyecto urbanístico o de remodelación de vivienda. Sí, pero no se trata de nada de eso. Lo que la fotografía registra es el momento en que una máquina destruye una casa por orden del Ministerio de Defensa (sic), con el argumento que en ella funcionaba una olla expendedora de drogas. Es, por supuesto, una casa de pobres.

Junto a la acción destructiva, posa el Ministro de Defensa (sic) en persona, quien hace un discurso para explicar y justificar la acción. En el Twitter oficial lo dice de esta forma: “Se derriban casas en Soacha. Volvimos a golpear a los criminales del microtráfico, ya hemos tumbado 64 ‘ollas’ en todo el país. En #Soacha, #Cundinamarca, derribamos expendio de venta y consumo de estupefacientes. #SinTregua contra el negocio de delincuentes que siembran miedo entre los colombianos”.

Nos enteramos, entonces, que es una acción oficial del Estado colombiano, y que el Ministerio de Defensa (sic) está derribando lo que cataloga como “ollas”. La imagen se repite y el mismo personaje ‒famoso ya por el bombardeo de colombianos, entre ellos niños‒, recita la letanía: “Acabamos con otro símbolo del mal en #Cartagena En el piso quedó olla de expendio y consumo de drogas, no descansaremos hasta acabar con el negocio criminal del microtráfico. Cuando una olla cae, llevamos tranquilidad a las familias. #SinTregua en la defensa de los colombianos”. En otro de sus trinos, el ministro bombardeador de niños afirma: “Cumplimos primeros 30 días del #Plan100ContraElMicrotráfico. Ya acabamos con 68 ollas en todo el país. Hoy derrumbamos la pesadilla del barrio Olaya Herrera de #Cartagena, un símbolo del mal que rodeaba entornos escolares afectando a nuestros jóvenes #SinTregua contra narcocrimen”.

Para una mejor comprensión del asunto, miremos en conjunto la secuencia de imágenes:

El derribamiento de casas es festejado por el ministro de Defensa (sic) en persona como un éxito en la lucha contra el microtráfico. Muchas preguntas origina este comportamiento estatal: ¿El estado colombiano está autorizado legalmente para derribar una vivienda cuando se le venga en gana? ¿Por el hecho que una casa sea un lugar donde se expenden estupefacientes se le puede derribar? ¿Qué leyes lo reglamenta y quién las expidió? ¿Si para desalojar a los habitantes de una vivienda deben seguirse unos procedimientos legales, para derribar casas no operan? ¿Dónde queda el fuero administrativo y judicial de los alcaldes y de personal de la rama jurisdiccional a la hora de derribar viviendas? ¿Pasan a ser entes decorativos? ¿El Ministerio de Defensa (sic) consultó a esas autoridades civiles y judiciales para derribar las casas?

Estos son asuntos que el ministro Diego Molano se pasa por la faja, procediendo al estilo mafioso del Estado de Israel. Como se ve, el asunto no es de poca monta, pero al parecer a nadie le importa. ¿Dónde están esas ONG jurídicas para denunciar este grave hecho, que es un antecedente funesto de una práctica que de generalizarse va a implicar que el Estado dictamine cuales casas se van a derrumbar, incluyendo las de sus opositores políticos que sean catalogados como narcotraficantes?

Para sopesar el sentido antipopular de esta medida es de notar este evidente sesgo de clase: se tumban casas donde habitan pobres y en barrios abandonados y tugurizados, pero jamás se derriban las viviendas de los “hombres de bien”, como lo ejemplifica lo sucedido con el exembajador Fernando Sanclemente, en cuya finca funcionaban tres laboratorios para procesar cocaína, gran cantidad de insumos para procesar estupefacientes y 9 kilos de cocaína, lista para ser puesta en circulación.

¿Por qué no se derribó esta casa-mansión-laboratorio de cocaína de un funcionario del gobierno de Iván Duque? La pregunta en sí misma ofende, porque la respuesta es evidente: por una cuestión de clase, y de estatus, ya que los narcotraficantes de alto vuelo son intocables, y más cuando forman parte del círculo dominante y su narcoestado.

Narco-finca laboratorio de Fernando Sanclemente, funcionario del gobierno de Iván Duque. Una olla de alto nivel que nunca será derribada.

En este país de la ignominia cotidiana a flor de piel, cada cosa que acontece es terrible y pasa de agache, acostumbrados como estamos al terrorismo de Estado. Por eso, un acontecimiento de esta magnitud no es noticia, es casi una anécdota, cuando es la expresión de algo nuevo en la lógica represiva, que replica lo que hace Israel en tierras palestinas. En efecto, esta práctica criminal la efectúa Israel desde hace décadas, sin que al mundo le importe. Los cuerpos represivos de Israel llegan a una vivienda, desalojan a sus habitantes ‒aunque también se han dado casos en que derriba la vivienda con sus moradores adentro‒, les concede diez minutos para que salgan y saquen alguno de sus enseres y luego, con buldóceres y retroexcavadoras les derriban la vivienda, como se registra en esta foto:

Israel derribando las casas de los palestinos

Los resultados humanos de esa práctica, el sufrimiento, el dolor, la miseria y desolación de los palestinos no importa, todo por la grandeza criminal del Estado de Israel. (Ver foto).

En el caso de Israel, uno de los motivos que se suele argüir para justificar la destrucción de las casas de los palestinos es que allí vivía alguno de los palestinos que ataca a las tropas de Israel o alguno de sus familiares. Por eso como parte de una venganza de sangre (al estimo mafioso), el Estado de Israel era el único que recurría a aplicar, sin juicio de ninguna clase, aquello del delito de sangre. Los familiares son culpables de lo que haga alguien de la familia y la familia entera lo paga, en este caso con la destrucción de su vivienda. Pues, en Colombia, que replica el método sionista, las cosas no son diferentes, pues nos enteramos de que, en nombre de un patrullero de la Policía que murió en una riña en Bogotá, llamado Edwin Caro, fue demolida una casa en Soacha. Método sionista, puro y simple. Esto no tiene nada de novedad. Es una copa vulgar de una de las modalidades criminales de Israel.

Todo este truculento proceder nos remite otra vez a aquella afirmación de que Colombia es el Israel de Sudamérica, afirmación que puede escandalizar a algunos, en la medida en que dicen con razón que Israel es un país rico, con alto desarrollo de tecnología, que puede vacunar a sus habitantes (aunque mata a los palestinos), mientras que en Colombia no hay nada parecido. Eso es cierto, pero debe agregarse, Colombia es un Israel subdesarrollado, que replica lo netamente criminal de ese Estado genocida, tales como sus prácticas cotidianas de bombardear las tierras de Palestina, perseguir a sus habitantes, torturarlos, desaparecerlos, encarcelarlos, impedir su libre circulación dentro de su propio territorio y destruir sus viviendas. Por eso, el espíritu criminal de Israel se replica en Colombia. En suma, Israel en Casa y derrumbando casas.

El Colectivo

 

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