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Europa :: 20/01/2019

Enero de 1919, una revolución que podría haber cambiado la Historia

Fernando Coll
Una de las páginas más vibrantes y heroicas de la historia de las clases obreras

El siglo pasado comenzó su trayectoria marcado por la irrupción de las masas en la política. A lo largo de la centuria, impulsada por el desarrollo imparable del capitalismo industrial, se había ido gestando una participación cada vez mayor de las masas en los conflictos políticos. Las organizaciones nacidas del movimiento obrero agrupadas en torno a la II Internacional, se encontraban inmersas en el debate revisionista provocado, por Bernstein y las circunstancias específicas de la socialdemocracia alemana. Desde esta perspectiva, la revolución de 1905 en Rusia se nos presenta como un aviso premonitorio, el síntoma inequívoco de que un nuevo ciclo de protesta y luchas estaba comenzndo, y que vino al mundo de la mano de la revolución de mexicana y principalmente de la revolución bolchevique.

El siglo XX está jalonado de numerosos intentos revolucionarios por transformar la sociedad. La I y la II Guerra Mundial fueron la salida que la burguesía ofreció a la crisis económica y política del sistema capitalista. Ambas guerras imperialistas abrieron períodos revolucionarios de enorme trascendencia. La Revolución de Octubre fue el producto de la participación activa de las masas en política. Fue la conclusión de la experiencia colectiva de años y de un proceso extraordinario en la toma de conciencia, que abarcó meses, y que permitió que la fracción mas avanzada del proletariado y campesinado ruso, los bolcheviques, llevasen a la masa de explotados a conquistar el poder político.

A diferencia de Rusia, en Europa Occidental la burguesía ha tenido un desarrollo orgánico y ha ejercido el poder durante años, haciendo concesiones económicas que han creado una aristocracia obrera y reforzado las ilusiones en la capacidad del capitalismo para superar la crisis. La desmovilización tras la guerra ha desarmado además a los trabajadores, y estos han tenido que iniciar sus ataques con las manos desnudas. El poder de recuperación de la burguesía reside en su hegemonía, en el dominio espiritual que ejerce sobre el proletariado a través de la democracia parlamentaria y las organizaciones de “jefes” que le atomizan.

Para los bolcheviques la perspectiva internacional de la Revolución Rusa no era una cuestión de romanticismo, era una necesidad material, una cuestión de vida o muerte para la revolución. Por eso si analizamos la influencia de los acontecimientos de la lucha de clases mundial sobre los obreros rusos, ningún otro hecho cautivó con más fuerza su imaginación que la Revolución Alemana de 1.918. La revolución de noviembre de 1.918 provocó el entusiasmo del proletariado soviético que veía como sus sacrificios no habían sido en vano. La Revolución alemana de 1.918 pudo haber cambiado el desarrollo de la historia. Se trataba de de una potencia capitalista, con el proletariado más fuerte numéricamente y mejor organizado del mundo.

La revolución alemana se desarrolla de una forma mucho más rápida y brusca que la rusa. La conciencia del proletariado alemán adormecida por la influencia de la propaganda chovinista sufrió cambios rápidos con los acontecimientos de la guerra y su propia experiencia.. Los trabajadores alemanes demostraron una capacidad de sacrificio y una entrega sin igual y dieron dirigentes de talla como Karl Liebknecht o Rosa Luxemburgo. Como en 1.871 durante la comuna de París, los obreros y soldados alemanes parecían que podían tomar el cielo por asalto. Constituyeron un poder a través de los consejos obreros y de soldados, pero a diferencia de los soviets, este poder no se impuso al de la burguesía en el transcurso de la lucha.

La revolución de los consejos de obreros y soldados alemanes de 1918 constituye un auténtico terremoto en el escenario europeo. La burguesía europea que se había lanzado a la guerra para conquistar nuevos mercados, se encontró durante un período prolongado con lo contrario de lo que había perseguido. Los millones de muertos, la miseria y el hambre, la escasez, los mutilados, junto con la especulación, las reparaciones de guerra gravaran con fuego la conciencia de cientos de miles de trabajadores. Por otro lado se produce un cambio brusco y fundamental en la conciencia de la población, una demostración de cómo los trabajadores se deciden participar activamente en los acontecimientos políticos y sociales.

Alemania había asistido a profundas transformaciones durante los últimos años del XIX y principios del XX. En un plazo corto de tiempo se convirtió en una potencia industrial. El carácter tardío de este desarrollo la colocó en una situación desventajosa a la hora de la conquista de territorios coloniales. El Ejército prusiano fue un factor fundamental en la unificación del territorio. Pero sobre todo el desarrollo de un potente movimiento obrero, fue el elemento decisivo que inclinó a la burguesía alemana a mantener las estructuras monárquicas. El miedo al proletariado definió el carácter profundamente reaccionario de las estructuras políticas del Reich.

El nuevo estado era una construcción federal, donde cada uno de los estados conservaba su constitución y el gobierno imperial tenía competencias en asuntos comunes fundamentals, como las relaciones exteriores. El poder legislativo lo componían el Bundesrat, formado por delegados de los estados y el Reichstag, Asamblea Nacional elegida por sufragio universal. Para impedir que el peso del proletariado industrial influyese en los resultados electorales, las circunscripciones electorales favorecían descaradamente a los distritos rurales. Prusia dominaba el gobierno imperial, y la aristocracia guerrera de los junkers ponían el sello a todas las decisiones.

El peso específico del proletariado, su concentración, la superación del predominio del medio rural sobre el urbano eran aspectos decisivos. En 1910 dos terceras partes de la población vivían en ciudades; las grandes explotaciones agrícolas del centro y sur de Alemania, mantenían una población flotante de más de tres millones de obreros agrícolas. Por otra parte, el proceso de concentración monopolista de la economía se desarrolló vigorosamente. La gran banca dominaba la actividad industrial y económica. Todos estos hechos constituyen un cuadro evidente de los límites que había alcanzado el desarrollo del capitalismo en Alemania. De nuevo el techo impuesto al desarrollo de las fuerzas productivas por parte del estado nacional y de la propiedad privada de los medios de producción aumentó colosalmente las contradicciones interimperialistas. La gran guerra de 1914 vendría a resolver por las armas lo que la política y la diplomacia habían sido incapaces de resolver.

El capitalismo alemán necesitaba y quería la guerra en 1914. Con una estructura productiva moderna -resultado de la aplicación masiva de la mecanización, la energía eléctrica y el motor de explosión- segundo producto mundial de hulla, primer productor europeo de hierro, un comercio exterior doble que el de Francia, y con 68 millones de habitantes, Alemania había llegado tarde al reparto del mundo y carecía de un imperio colonial. Pero el monstruo tenía los pies de barro. El Estado alemán era heredero directo de la derrota política de la burguesía en 1848, fruto de la hegemonía prusiana después de 1866 y de la “revolución pasiva” bismarkiana. Un Estado capitalista cuyos verdaderos amos eran los junkers , verdadera aristocracia terrateniente , y la burocracia imperial. La guerra trajo la riqueza para pocos y el hambre y la miseria para muchos.

El estallido de la guerra marcaba el profundo callejón sin salida del capitalismo europeo. Las contradicciones interimperialistas no pudieron salvarse por medio de la política oficial y la diplomacia dejó paso a las cañoneras en la tarea de repartir el mundo que los imperialistas se habían impuesto.La guerra puso en su sitio a todas las organizaciones y también a las clases.

La II Internacional colapso en la primera prueba seria a la que fue sometida. Las declaraciones de los congresos internacionales quedaron reducidas a cenizas. La lucha contra la guerra imperialista, tarea que la II Internacional se había impuesto como objetivo prioritario dejó paso en el momento decisivo a la defensa patriótica de cada burguesía nacional. El social patriotismo, la defensa de la patria, envuelta en fraseología socialista, sustituyó a la solidaridad internacionalista proletaria. La II Internacional colapsó como instrumento para la revolución.

La influencia política de las organizaciones tradicionales se dejo sentir en la actitud de las masas Europeas; no hubo reacciones serias contra la guerra, es más, encontramos manifestaciones chovinistas alimentadas por la propia socialdemocracia no sólo en Alemania también en Gran Bretaña, Francia y otros países, que reflejaban el estado de ánimo en la sociedad. La guerra a medida que se desarrollaba con su saldo de muertos, heridos y mutilados y su política de restricciones alimentaba el descontento social. Los sindicatos y el SPD se esforzaron en apuntarlas su alianza con la burguesía imperialista.

En ningún otro país de Europa el proletariado había conseguido desarrollar un movimiento mejor organizado y cohesionado como en Alemania, la socialdemocracia alemana SPD constituía un auténtico poder, un estado dentro del estado. El desarrollo económico, el ciclo alcista del capitalismo también influyó en el desarrollo de la socialdemocracia alemana y de toda la II internacional. Durante décadas los partidos socialistas se construyeron obteniendo mejoras sustanciales para la masa obrera, a consecuencia del auge económico y consiguiendo paralelamente privilegios materiales para la capa mejor situada de la clase. El propio desarrollo de un potente aparato contribuyó a que el partido, y especialmente los funcionarios desarrollaran intereses propios fundados en privilegios materiales que los alejaban rápidamente de las condiciones de vida del proletariado. Para la dirección del SPD el principal objetivo político era la búsqueda de una buena posición electoral, en un periodo de relativa calma social y reflujo obrero.

Es de las filas de la aristocracia obrera donde se recluta al personal permanente, y este aparato cada vez acumula más funciones; disfrutan además de una escala de promociones y en ese ambiente el desarrollo del clientelismo político está totalmente abonado. Estos elementos vinculan sus privilegios materiales al mantenimiento de la paz social. Saben perfectamente que su tranquilidad proviene de sus buenas relaciones con el estado. Esta forma de educar la conciencia de los profesionales del partido determinará decisivamente su actitud en los momentos cruciales, cuando esos vínculos materiales estén amenazados.

En su política de colaboración con el estado Alemán los dirigentes socialdemócratas prolongaron el estado de sitio existente a la sociedad, al interior de su partido, permitiendo la movilización a filas del ejército de Liebknecht; también aceptaron la detención de Rosa Luxemburgo y reprimieron con dureza todo intento de oposición interna a la línea oficial del partido.

Dentro del SPD la oposición se empieza a organizar tímidamente. Rosa Luxemburgo junto con Karl Liebknecht, Leo Jogiches, Mehring y otros, después de varios intentos fallidos deciden editar una revista que se constituirá en portavoz de la oposición “DIE INTERNATIONALE”. A partir de ese momento al grupo se le conoce como grupo Internacional, el núcleo de lo que sería la Liga Espartaquista. El 1 de mayo del grupo Internacionalista llamará a una manifestación contra la guerra Imperialista donde Karl Liebknecht se dirige a miles de obreros y jóvenes.

Los dirigentes del SPD capitulaban constantemente a las presiones de la burguesía, no sólo aceptaban su política de anexiones además defendían los atentados a los derechos democráticos, la represión policial, la legislación antiobrera. Los dirigentes espartaquistas deciden adherirse al recientemente creado USPD; se trataba ante todo de preservar al grupo de la degeneración sectaria.

La guerra continuó arrojando un saldo de horror y devastación: de febrero a diciembre 240.000 soldados cayeron en Verdum. En la retaguardia la escasez de alimentos atraía el descontento. A pesar de todo el movimiento obrero recibe un gran impulso con el triunfo de la revolución de febrero en Rusia y coincidiendo con la Asamblea General del Metal se decide convocar una huelga por la mejora de los abastecimientos. Finalmente el movimiento durará pocos días y es derrotado. La experiencia de la huelga del 15 anuncia sobre qué bases se moverá el proletariado alemán.

La agitación no se limita a los trabajadores. También entre los marinos donde predominan los metalúrgicos y los obreros cualificados, la radicalización de las masas encontrará una viva expresión; desde principios del 17, los intentos de formar organizaciones revolucionarias de marinos se suceden uno tras otros. Este proceso de ascenso en la lucha de masas, pronto recibirá el impacto del triunfo de la revolución de octubre que al tiempo dividirá profundamente a los dirigentes socialdemócratas independientes.

Para los bolcheviques la Revolución Rusa constituía una etapa de la Revolución Mundial. Eran absolutamente conscientes de que sólo el triunfo de la revolución en un país avanzado, especialmente Alemania podría asegurar el mantenimiento de octubre y el inicio de la transformación socialista de Rusia e internacionalmente, en consecuencia el primer decreto del gobierno soviético a todos los pueblos del mundo era a favor de un armisticio inmediato y de una paz democrática basada en la autodeterminación y la renuncia a las anexiones. Con las negociaciones de Brest-Litovsk los bolcheviques emprendieron una campaña sistemática dirigida a los trabajadores y soldados alemanes.

Paralelamente la combatividad de los obreros alemanes iba en aumento. En enero del 18 se reunieron representantes de los delegados revolucionarios, se acordó una resolución llamando a la huelga general, las vacilaciones de los diputados centristas hace que la convocatoria de huelga desaparezca dos días más tarde del texto. Esto no impidió que la huelga siga siendo preparada, especialmente por los delegados revolucionarios de fábricas.
La Asamblea Berlinesa elegirá un comité de acción, la participación de los dirigentes del SPD tiene un objetivo claro: boicotear la huelga y desactivar el movimiento. A lo largo del tiempo que duró la huelga se produjeron enfrentamientos entre la policía y los huelguistas; los mayoritarios del SPD intentaron reventar el movimiento proponiendo negociaciones con el gobierno pero sólo a través de los dirigentes sindicales que el canciller está dispuesto a recibir.

Este es un punto esencial para comprender el desarrollo de la revolución alemana. Los dirigentes derechistas de la socialdemocracia, actuaron coherentemente como los mejores y más decididos servidores de la burguesía; siempre se guiaron por una táctica muy flexible al servicio de sus objetivos estratégicos fundamentales, abortar la revolución y restituir el poder a la burguesía garantía del mantenimiento de sus privilegios materiales y prestigio social. Con el estallido de la revolución, los espartaquistas constituirán una minoría conocida pero sin organización, con pocos cuadros y muy inconexos de las fábricas y los sindicatos.

El impacto de la revolución de octubre en la situación alemana es tremendo; desde la socialdemocracia mayoritaria, toda la propaganda se orientó a convencer a la población de que las soluciones rusas no eran aceptables para un país como Alemania. Esto no impidió sin embargo que el proceso de radicalización continuara un ascenso. El USPD se vio obligado a girar permanentemente a la izquierda, y en su conferencia de septiembre los dirigentes tuvieron muchas dificultades para impedir la aprobación de una resolución política a favor de la dictadura del proletariado.

También los espartaquistas dan pasos adelante y en octubre celebran una conferencia donde se aprueba un programa de acción y para la realización de este programa llaman a la constitución de consejos de obreros y soldados. La temperatura del ambiente había subido de tal manera que los socialdemócratas oficiales presionan para que Liebknecht fuera liberado. Los dirigentes del USPD una vez que el líder espartaquista es puesto en libertad, le invitan a formar parte de la dirección, a lo que Liebknecht pone condiciones; finalmente aceptará formar parte a titulo consultivo del Comité Ejecutivo, especialmente para trabajar junto a los delegados revolucionarios, que constituyen la auténtica vanguardia del movimiento obrero berlinés.

Rosa Luxemburgo la voz de la revuelta

A estos hechos le suceden las acciones preparatorias de un golpe decisivo a la guerra y la política reaccionaria del gobierno. Los delegados revolucionarios se constituyen en la capital como Consejo Obrero provisional, y organizan una intensa agitación callejera. El debate ha dado un paso adelante y la polémica se centra en si es posible pasar a la etapa insurreccional sin pasar por la huelga general.

El Estado Mayor Alemán había fracasado estrepitosamente en todos sus objetivos militares, la inactividad del frente del este, donde los soldados alemanes sufrían los efectos de la propaganda bolchevique, el desgaste terrible de sus tropas en el oeste y la intervención de los Estados Unidos en la guerra con su potencial bélico intacto, desequilibró totalmente la correlación de fuerzas a favor de los aliados.

Los marinos se amotinaron contra este sacrificio sangriento, y extendieron sus acciones a las calles de Kiel donde inmediatamente contaron con el apoyo entusiasta de los trabajadores de la ciudad. Los enfrentamientos con la policía se sucedieron pero finalmente los marineros reunidos en los navíos eligieron un consejo, que inmediatamente se hizo con el control de’ la base. En la ciudad tanto el USPD como el SPD llamaron a la huelga general y el consejo obrero que se formó se fusionó con el de los marinos. El movimiento se extendió por todo el territorio alemán, los trabajadores y los soldados tomaron el control de las poblaciones y constituyeron Consejos de obreros y soldados.

Los dirigentes revolucionarios berlineses decidieron fijar la insurrección para el 11 de noviembre; sin embargo la policía interceptó todos los planes de la insurrección, lo que no impidió que inmediatamente después de los sucesos de Kiel se desarrollara una amplia agitación a favor de la insurrección. La burguesía era totalmente consciente de la peligrosidad de la situación, y ofreció a Ebert uno de los dirigentes del SPD el cargo de canciller con el objetivo de apaciguar los ánimos e intentar desactivar el movimiento, la maniobra se amplía al USPD y Ebert solicita su incorporación al gobierno.

Sin embargo el pueblo recorre ya las calles de Berlín el 9 de noviembre, la represión no resiste el empuje del movimiento: las cárceles fueron abiertas y se liberaron a los prisioneros políticos. Karl Liebknecht desde el balcón del palacio Imperial hace aclamar el triunfo de la república socialista; los órganos de poder obrero, los consejos, estaban naciendo y los derechistas se preparaban para dinamitarlos desde dentro. La situación de doble poder había comenzado.

Para los derechistas la revolución no tenía como objetivo subvertir el orden capitalista, sino corregir democráticamente los excesos del régimen. Desde el primer momento los consejos eran un problema que había que aceptar de forma temporal, hasta que se eligiera una Asamblea constituyente que decidiese la naturaleza del régimen alemán. Finalmente como era de prever los líderes independientes, centristas, optaron por la entrada en el gobierno. Los acontecimientos de noviembre habrían culminado una etapa fundamental de la revolución alemana, los trabajadores disponían del poder pero no eran conscientes de ello.

El 10 de noviembre se celebró la Asamblea General de delegados obreros y soldados que debía decidir la composición del nuevo gobierno revolucionario; la reunión había sido cuidadosamente preparada por Ebert y Scheidemann que utilizaron a los soldados para imponer sus posiciones. La elección del Comité Ejecutivo de los consejos se hizo de forma muy confusa; los líderes del SPD exigieron paridad de representación de los dos partidos obreros. La presión se impuso y los independientes rechazaron la representación proporcional en base al apoyo real de ambos partidos en las fábricas y finalmente aceptaron la representación paritaria. Ebert se convertiría de esta manera en jefe del Comité Ejecutivo de los consejos y a la vez del gobierno legal.

Todas estas concesiones transformaron radicalmente la representación proletaria. Desde la base de las fábricas hasta la cima de los consejos la representación del SPD iba aumentando decisivamente. No obstante, a pesar de las maniobras de los líderes socialdemocratas, el poder de los consejos se afirmó parcialmente. Las autoridades se vieron obligadas a reconocerlos; se trataba de utilizar a los consejos para recomponer el poder burgués. Para ello la burguesía utilizaría por un lado a la socialdemocracia cuyos líderes se encuentran entregados a la tarea sin fisuras, y por otro el aparato militar, aunque en este último caso deberán de organizar sus propias unidades de confianza, pues el ejército también experimenta la misma ruptura que la sociedad alemana.

Por otra parte, toda la maquinaria de la burguesía, con el SPD como artefacto, se pone en marcha para combatir en el terreno político a los revolucionarios. La campaña que se desató contra el bolchevismo alcanzó dimensiones de auténtica cruzada; se formo una auténtica coalición entre la clase dominante, el aparato estatal con sus miles de funcionarios y la vieja socialdemocracia, para combatir la revolución y defender la propiedad y el orden; ahora el objetivo era establecer una nueva legalidad basada en el sufragio universal para elegir una Asamblea Constituyente que liquidara definitivamente el Gobierno de los Consejos. En este proceso los líderes del USPD siguen en todos los aspectos decisivos la pauta que marcan Ebert y compañía.

Los jefes militares que habían combatido en la gran guerra percibían con especial agudeza la necesidad de contar con el apoyo firme de Ebert y compañía; lo más preciado para ellos, en la medida que las posibilidades de aplastar por la fuerza el movimiento constituía un serio riesgo, era poder distraer las energías de la revolución y finalmente desbarataría.

La burguesía alemana tenía mucho más vigor en ese momento que la burguesía rusa, cuenta con un cuerpo de oficiales y de un aparato ágil y disciplinado, la socialdemocracia. La ofensiva burguesa se extiende a muchos terrenos: en el sindical, la patronal llegó a un acuerdo con los líderes de los sindicatos, aceptando las reivindicaciones laborales. En el frente de la prensa, la socialdemocracia intenta una y otra vez obligar a los independientes y a los espartaquistas abandonar las imprentas que han tomado a los grandes editores y desde las que editan su presa diaria. En nombre de la libertad de expresión abogaban contra la incautación de periódicos y por que los grandes propietarios pudieran seguir controlando estas palancas fundamentales de información.

La burguesía empieza a organizar su propio grupo de choque callejero: la “Liga antibolchevique”, financiada por los grandes consorcios económicos, se dedica a realizar una incansable propaganda contra los líderes espartaquistas.Desde el gobierno, los líderes del SPD realizan un intenso trabajo para boicotear los consejos. No sólo confirman a todos los funcionarios estatales en sus puestos, sino que se lanzan a un ataque a fondo contra aquellos consejos que más obstaculizan su tarea contrarrevolucionaria.

El Congreso de los consejos supondría un golpe decisivo al poder obrero. Los mayoritarios planifican su desarrollo con extremo cuidado, impidiendo que cualquier presión externa pueda desestabilizar o impedir que se cumpla el objetivo central que se han marcado: acabar con los consejos. Ni Karl Liebknecht ni Rosa Luxemburgo habían sido elegidos por Berlín, donde los delegados se circunscribieron a personas activas en las empresas. A pesar de todo, los espartaquistas intentan influir desde el exterior; organizaron un gigantesco mitin con apoyo de los delegados revolucionarios el mismo día de la apertura con más de 250.000 asistentes. Sin embargo la mayoría socialdemócrata actúa como un bloque sobre cuestiones decisivas, si bien es cierto que la presión de las masas y de los soldados hace que sus planes no se cumplan al cien por cien.

El Congreso finalmente se afirma contra el poder de los consejos y por la convocatoria de una Asamblea constituyente que elaborase una nueva constitución y decidiera el régimen político de Alemania. La derrota de los revolucionarios aumenta las divisiones en sus filas; por un lado los partidarios de conquistar la mayoría en su seno, por otro las que abogaban por combatir implacablemente la Asamblea Constituyente y luchar inmediatamente por el poder.

Todos estos acontecimientos cristalizan con la formación de dos líneas en el seno de los espartaquistas: por un lado Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches para los que la burguesía domina provisionalmente la situación, y por tanto hay que centrar fuerzas en la campaña electoral a la Asamblea constituyente para movilizar a las masas y conquistar su apoyo. Por otro lado los sectores con la liga de soldados rojos, fundada por los espartaquistas, que defienden el boicot a la Asamblea Constituyente y la lucha por el poder.

Entre las masas alemanas como reacción a los gobiernos antidemocráticos del Káiser, existía un apoyo aplastante para reivindicaciónes democráticas. En Alemania la convocatoria de una Asamblea Constituyente estaba ligada a los ojos de los obreros avanzados, a las aspiraciones revolucionarias. Rosa Luxemburgo sigue insistiendo en que es necesario permanecer en el USPD y que la fundación del Partido Comunista Aleman KPD es prematura. El Congreso de fundación se reunió en Berlín el 30 de diciembre de 1.918, Rosa Luxemburgo explicó con claridad la realidad de la situación: la revolución alemana no está madura, las masas no están maduras para derribar la Asamblea Constituyente. Muestra por otra parte las contradicciones en las que incurren los partidarios del boicot que por una parte temen los resultados de las elecciones en la conciencia de las masas y por otra parte creen que estas están lo suficientemente preparadas para apoyar el boicot.

El congreso aprueba la política del boicot pero dando muestras de su incoherencia también adopta el programa político presentado por Rosa Luxemburgo que es una condena de la línea izquierdista. Los acontecimientos pujaban a favor del proceso de radicalización de las masas y las ilusiones de noviembre se estaban disipando. Sobre todo, el factor del ejército, fundamentalmente para el triunfo o el fracaso de la revolución, estaba beneficiando a la izquierda: la disciplina se descompuso y el giro radical también se imponía entre la tropa.

El Estado Mayor era consciente que el momento decisivo se acercaba; una creciente polarización acercaba a las masas hacia las posturas más radicales y eso se palpaba con el desgaste del gobierno Ebert. La socialdemocracia no podía controlar a las masas sólo por medio de las instituciones, de ahí que el gobierno cediera crecientemente a las presiones del Estado Mayor. Los socialpatriotas aceptaron la entrada en Berlín de 10 divisiones procedentes del frente con un plan deliberado: desarmar a los civiles, limpiar los barrios poco seguros y ejecutar toda persona que ejerza ilegalmente funciones de autoridad. Una vez que las tropas entraron en Berlín, la disciplina se rompió influidos por la agitación revolucionaria.

Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht presentes en las lucha de clases

Las batallas callejeras de diciembre desataron en Berlín entre las tropas leales al gobernador socialdemócrata y los marinos radicalizados, que acabaron con la retirada de los primeros. La contrarrevolución debía encontrar otro instrumento para llevar a cabo su tarea. Los enfrentamientos de diciembre en Berlín despiertan a la conciencia revolucionaria a millares de trabajadores. El equilibrio ente el poder burgués y el poder obrero era sumamente inestable.

Desde el lado revolucionario las unidades militares que pueden simpatizar con los radicales están dispersas y carecen de un Estado Mayor y relaciones estrechas con los obreros de las fábricas. La vanguardia obrera se encuentra bastante aislada de las masas. La situación en el campo gubernamental es diferente. La contrarrevolución trabajó deprisa en el terreno militar formando el Cuerpo Franco de Cazadores Voluntarios, que pronto contará con ochenta mil miembros en Berlín.

Rosa Luxemburgo defendió la convocatoria de una huelga general y su utilización como plataforma propagandística contra el gobierno Ebert, esperando la reacción del gobierno. Finalmente el USPD, el KPD y los delegados revolucionarios lanzaron la convocatoria de manifestación para el cinco de enero. Ese día, Berlín asiste a la demostración proletaria más importante de su historia. Pero el Estado Mayor Revolucionario no funcionaba como tal; permitió que el día 5 transcurriera para desesperación de cientos de miles de trabajadores, sin ninguna orientación precisa, sin objetivos.

El comité volvió a llamar a una manifestación para el 6 de enero, cientos de miles se encuentran finalmente en huelga, las fuerzas para batirse por el poder son muy reducidas y no superan 10.000 hombres. Mientras tanto la contrarrevolución se encuentra decidida a pasar a la ofensiva y ya a finales de la tarde el movimiento por la toma del poder aparece en claro retroceso. El que tenía que ser el factor decisivo en la insurrección, el Estado Mayor Revolucionario, está en crisis. La central comunista está sin una dirección clara y las posiciones de sus líderes son contradictorias.

Finalmente las negociaciones entre los revolucionarios y la reacción se imponen a partir de la noche del 6. El gobierno seguro de sus posiciones exige la evacuación de todos los edificios ocupados por fuerzas revolucionarias, como cuestión previa a cualquier acuerdo. La socialdemocracia moviliza sus fuerzas, que son muy numerosas y convoca acciones y mítines frente a la cancillería, donde se desata a fondo toda la histeria contra Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y el resto de los dirigentes comunistas, que son acusados de terroristas y de querer sumir a Alemania en una dictadura de clase.

El 9 de enero, ya con los líderes oficiales del USPD en retirada; el KPD, los delegados revolucionarios y el ejército berlinés anuncian la ruptura de negociaciones y en una acción desesperada llaman a la huelga general y a las armas. Esta acción no contaba con el apoyo de las masas de Berlín que no están dispuestas en su mayoría a batirse en una guerra civil. Mientras tanto las fuerzas de la contrarrevolución han preparado una ofensiva brutal, hay centenares de muertos, la mayoría de los dirigentes revolucionarios son detenidos y la dirección revolucionaria entra en desbandada, la reacción impondría la paz sobre Berlín.

Finalmente Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht pasan a la clandestinidad, pero son detenidos; ambos dirigentes son asesinados después de haber sido torturados. La reacción ha culminado su tarea con el descabezamiento de la revolución alemana. El asesinato de Karl y Rosa trazó una frontera, los dos mejores líderes que las clases populares alemanas haya tenido en toda su historia fueron liquidados

Después de lo ocurrido en la capital, los dirigentes socialpatriotas y los militares monárquicos desataron una guerra civil que se prolongó durante meses para liquidar definitivamente a los Consejos, masacrando a miles de comunistas y asesinando también al otro gran dirigente comunista, Leo Jogiches. Sobre estas bases, y no sobre una supuesta legalidad democrática, se levantó la república de Weimar que, al cabo de 14 años, entregaría el poder a Hitler.

La revolución alemana de 1918, de la que ahora se cumplen 100 años, es una de las páginas más vibrantes y heroicas de la historia de las clases obreras. De haber triunfado hubiera cambiado, muy probablemente, el rumbo de la Historia. La historia no se repite siempre del mismo modo, pero tampoco empieza siempre desde cero. La asimilación de lecciones de aquella derrota son necesarias hoy para el triunfo del cambio social. Las lecciones de la revolución alemana no son menores y deben ser estudiadas seriamente por todas y todos los que luchamos por la transformación socialista de la sociedad. Como dejó escrito Rosa en su último artículo: “¡El orden reina en Berlín! ¡Estúpidos lacayos! Vuestro ‘orden’ está levantado sobre arena. Mañana, la revolución se alzará de nuevo y, para terror vuestro, anunciará con todas sus trompetas: ¡Fui, soy y seré!”.

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