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Colombia, Colombia :: 13/05/2021

Colombia duele

René Behoteguy
En Buenos Aires, "shoppings en lugar de espacios verdes, megatorres en lugar de urbanización, complejos de oficinas en lugar de hospitales"

¡Cómo duele Colombia! Su nombre, que nos recuerda el choque de dos mundos en que uno se impuso al otro sobre la base del hierro, el dolor, la cruz y ríos de sangre, nos duele como al caraqueño que la soñó tan grande que unificara en un solo país todos los retazos de la América insurgente contra el poder colonial. Nos duele Colombia, porque nos suena a libertad y lucha, pero también a muerte, con su Masacre de las Plataneras como uno de los bautizos de sangre de las luchas obreras del continente, con su Eliecer Gaitán asesinado por la oligarquía para impedir que abriera esa tierra fértil a sus hijos e hijas más desheredadas.

Nos duele desde entonces la violencia desatada por la estrategia combinada de multinacionales y mafias oligárquicas dispuestas a construir sus torres de fortuna sobre los huesos de millones de hermanos y hermanas, campesinos y campesinas con machete en alto, indígenas con memoria y rostro de la tierra, obreros y obreras con la dignidad de quien no vende sus sueños labrados como puños en alto.

Y nos duele, ¡cómo no nos va doler!, que la enorme movilización que supuso el Paro Nacional contra una Reforma Tributaria que es pura violencia económica (ya que busca cargar el peso de la crisis y el desastre económico que su gobierno ha provocado en las espaldas de las clases populares) haya sido respondida (y eso no es novedad) con muerte y violencia. Porque van ya decenas de personas muertas, centenares de heridas y desaparecidas como respuesta de un Estado terrorista ante la digna protesta del pueblo. Éstos se suman al goteo constante de líderes sociales y sindicales que asesinan cotidianamente.

Todo en medio de un supuesto proceso de paz que, es ya más que evidente, ha fracasado. Y ha fracasado porque el principal actor violento no ha renunciado en ningún momento a la violencia. Y es que, contra lo que se le ha vendido a la opinión pública en el mundo entero, el principal actor violento nunca fue la insurgencia sino el estado colombiano que, a través de su brazo regular, el ejército, y de su brazo irregular, los paramilitares, ha implantado a través de la masacre, la tortura y el desplazamiento de comunidades enteras, la dominación de una élite terrateniente inescrupulosa y corrupta, ligada profundamente a los intereses geoestratégicos del imperialismo norteamericano y las multinacionales tanto del imperio como de sus súbditos en la vieja Europa.

Y es necesario también denunciar la complicidad de las multinacionales que se alimentan del saqueo de los recursos del pueblo colombiano, de la miserable Unión Europea, con su doble vara de medir, que se indigna cuando los golpistas como Leopoldo López o Jeanine Añez son procesados en sus países pero calla ante las masacres cometidas por sus socios en Colombia, así como la complicidad del imperio norteamericano, que ha hecho de Colombia su cabecera de playa geoestratégica, regada de bases militares con las que vigilar y castigar la rebeldía de los pueblos del Abya Yala. Estas complicidades cubren con un espeso manto de silencio y manipulación mediática lo que allí pasa para que el mundo mire para otro lado.

Por eso, la única solución es que la digna rabia con que el pueblo colombiano está llenando las calles se extienda y no pare con la abolición de la Reforma tributaria, sino que se mantenga hasta que Duque y su patrón, el paramilitar Álvaro Uribe, caigan. Y no solamente esto, sino hasta que se abra un proceso constituyente que transforme de arriba abajo un estado estructuralmente violento, construido a gusto de unas élites terratenientes mafiosas. Un proceso constituyente en que sea la gente trabajadora, los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes, el campesinado, los y las estudiantes, es decir, las clases populares, quienes dibujen una Colombia distinta, basada en la igualdad y la justicia. Una Colombia de pie, nunca más obligada a arrodillarse ante el imperio.

Esa Colombia por la que miles de hombres y mujeres han regado el árbol de la dignidad con su sangre y sus vidas. Esa Colombia que tiene que tenernos a quienes creemos en la solidaridad internacionalista brazo con brazo y hombro con hombro, apoyando a este valeroso pueblo hasta la victoria final.

* René Behoteguy Chávez es boliviano residente en Euskal Herria y mlitante de Askapena

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